Autor: I.L. Martín Hernández
Dominico español de los s. XIV-XV, célebre por sus peregrinaciones apostólicas y su poder taumatúrgico.
I. Vida. N. en Valencia el 23 en. 1350; sus padres, Guillermo y Constancia, eran oriundos de Gerona. A los 17 años ingresa en el convento de los dominicos de Valencia (feb. 1367). Hizo la profesión solemne el 6 feb. 1368, año en el que comienza el cisma de Occidente. Durante su noviciado estudia Lógica, primero en Valencia y después en Barcelona; más tarde cursa estudios de Filosofía y enseña Lógica durante dos años en Lérida. En 1372-73 estudia Teología, Sagrada Escritura y hebreo en la Universidad de Barcelona. A esta época pertenecen sus tratados De Suppositionibus term!inorum, Quaestio solemnis de unitate universalis y De moderno Eclesiae schismate, en los que con método riguroso y escolástico se enfrenta a las exageraciones de Ockham y al cisma de Occidente. En 1376 marcha a Toulouse donde prosigue sus estudios de Teología y toma contacto con las nuevas corrientes que empezaban a extenderse por Francia. De nuevo en Valencia, desempeña el cargo de lector de Teología durante 5 años, hasta 1389, en que el capítulo de la Seo de Urgel le nombra predicador general. Pasa después a Lérida, donde recibe la influencia del P. Tomás Camicer, del que recoge la mejor tradición de la mística dominicana, ideal de perfección que plasmará en su obra De vita spirituali (1ª ed. Magdeburgo 1493; Valencia 1956).
En el otoño de 1379 fue nombrado prior del convento de dominicos de Valencia. Fue el único cargo de gobierno que ocupó en toda su vida y que abandonó enseguida para dedicarse a la enseñanza de la Teología en la escuela catedralicia de Valencia. En 1394 es llamado por Pedro de Luna, elegido Papa con el nombre de Benedicto XIII, a la corte de Aviñón, donde desempeñó el cargo de Maestro del Sagrado Colegio, confesor papal y capellán penitenciario. En 1399, después de una grave enfermedad y tras una visión, deja el palacio papal y se lanza a la empresa apostólica de evangelizar el mundo, bajo la dependencia inmediata del General de su Orden. Durante muchos años recorre Francia, Suiza y los Países Bajos predicando la penitencia y la conversión. Mientras, prosigue su obra misionera en España, pasa largas temporadas en el Norte de Italia al compás de las vicisitudes del cisma, y en los últimos años de su vida le vemos en Normandía y en Bretaña, donde muere, en Vannes, el 5 abr. 1419. Fue enterrado en la catedral de esa ciudad. Fue beatificado por Calixto III, el 3 jun. 1455, y canonizado por Pío 11, el 12 oct. 1458. Se celebra su fiesta el 5 de abril.
2.Obras. Además de las citadas tiene: Tractatus novus et va/de compendiosus contra perfidiam iudeorum; Tractatus consolatorius in tentationibus circa fidem; Liber de sacrificio Missae; Ordenacions y establisements para la Confraria de la preciosa Sanch de I. C. anomenada dels disciplinats; Sermones; De Tempore et de Sanctis, per totum annum, Hyemales, aestivales.
3. Actividad apostólica. V. encarnó el ideal de la orden dominicana, la figura del fraile que va de un lugar a otro predicando la restauración de la vida cristiana, para lo cual era necesario, decía, procurar el retorno de los pueblos a Cristo ya la Iglesia, consiguiendo una renovación de las personas con la vida de la gracia y su participación en los Sacramentos, que infundiese nueva ley en las costumbres y consiguiese la santificación de las familias. Vicente se presentaba ante sus oyentes como un enviado de Dios, adoptando el ceremonial necesario para impresionar a los fieles. Su llegada estaba precedida de una procesión en la que se entonaban cantos piadosos y penitenciales; en medio del pueblo, V. aparecía montado en un borriquillo y apoyado en su báculo, rodeado de un grupo de sacerdotes seculares y regulares que administraban los Sacramentos. El acto iba seguido de la celebración solemne de la Santa Misa, con un sermón que solía durar unas 3 horas. Numerosos milagros acompañaban su predicación, así como abundantes conversiones, sobre todo de judíos y moros en España.
4. Su intervención en el cisma de Occidente. El cisma (v. CISMA 111) que conmovió a la Iglesia tras la elección de Urbano VI y de Clemente VII, vio alinearse a V. en las filas del Papa de Aviñon. A ello le indujo el paso del General de los dominicos a la obediencia de Clemente VII y su amistad con el dominico Nicolo Aymerich y con el cardenal Pedro de Luna. No hay duda que, aparte de las razones sentimentales que movieron al santo, no dejó de pesar en su ánimo la opinión de que la elección de Urbano VI era inválida por temor. Esto, unido a la falta de una información objetiva y al clima de que estaba rodeado, en el que influía notablemente la tradición aragonesa, motivaron la decisión de Vicente. No obstante, fue siempre patente en su conducta la devoción total a la Iglesia y la fidelidad al Pontificado romano. Más tarde, una vez que sus contactos con los hombres que intervinieron en el Conc. de Constanza y sus viajes por Italia le permitieron conocer mejor la situación, se produce en él un cambio e intenta, primero, que los dos Pontífices lleguen a una solución del cisma, y después rompe definitívamente con Benedicto XIII, cuando se convenció de que no estaba dispuesto a abdicar en bien de la Iglesia. Más tarde interviene activamente en las gestiones que realizaron Fernando I de Aragón y Segismundo de Hungría para lograr la abdicación del Papa Luna, y poco antes de morir pronuncia ante Benedicto XIII su famoso sermón Ossa arida, audite verbum Dei, en el que insiste repetidamente en la defensa de la unidad de la Iglesia. Finalmente, Fernando I convocó una junta para estudiar la actitud a tomar con Benedicto XIII. Antes de hacerJe el tercer requerimiento, el rey consultó a V.; Benedicto XIII rechazó el requerimiento y el rey firmó el acta de sustracción a la obediencia, que fue leída por V. el 6 enero 1416, en Perpiñán.
La complejidad del cisma de Occidente, en el que intervinieron motivaciones religiosas, influencias políticas y una crisis profunda del pensamiento teológico y de la disciplina eclesiástica, explica las vacilaciones del santo. Por otra parte, hay que decir que -con los elementos de juicio a su alcance- V. no pudo saber cuál Papa era el verdadero, por lo que primero se unió al que creyó legítimo, y luego supo abandonarle al comprobar su actitud antiunitaria. Probablemente V. siempre pensó que el verdadero Papa era el de Aviñon; al ver la actividad antiunitaria del Papa Luna no dejó de pensar que era el verdadero, sino que con su proceder dañaba gravemente a la unidad de la Iglesia, al negarse a dimitir; por eso le abandonó, pero sin hacer nada directamente en contra; prefiriendo luchar con su palabra por la unidad de la Iglesia a ir a los Concilios convocados para deponer a Benedicto.
5. Su intervención en el compromiso de Caspe. Otro acontecimiento que atrajo la atención del santo fue el problema sucesorio planteado en la corte de Aragón a raíz de la muerte de Martín el Humano. El prestigio de que gozaba V. en aquel reino, en el que había sido confesor de doña María de Luna, esposa del infante Don Martín, y de doña Violante de Bar, esposa de D. Juan I de Aragón, y su intervención en la preparación del matrimonio de Don Martín con Margarita de Prades, decidieron a los aragoneses a solicitar su mediación para buscar un nuevo rey. La lucha enconada entre los Vilaraguts, partidarios del conde de Urgel, y los Urreas, que apoyaban a Luis de Anjou, y una invasión armada de las tropas castellanas en Aragón, movieron a los partidarios de una solución pacífica a elegir tres compromisarios de cada uno de los estados de Cataluña, Aragón y Valencia. Entre ellos fue designado y aceptado por unanimidad el Maestro Ferrer. El Parlamento de Tortosa, al anunciar a Cataluña las razones que habían influido en esta designación, decía: «en la cual intervendrá aquella santa persona, el maestro Vicente Ferrer, que es norma ejemplar de toda religión, justicia, penitencia y verdad, la predicación, la vida y obras del cual no sabemos decir si son maravillosas o milagrosas...» (Colección de documentos inéditos del Archivo de la Corona de Aragón, III,lll).
El 24 jun. 1412 fue dictado el fallo y V. recibió el encargo de anunciar el nombre del nuevo rey: Fernando de Antequera, infante de Castilla, nieto de Pedro IV el Ceremonioso por línea femenina. Los motívos que indujeron a V. a esta elección estaban basados en razones jurídicas, según las cuales había que seguir la ley de sucesión in testada romana, que daba la preferencia al infante castellano. Esta misma norma rechazaba el derecho de las mujeres al trono, pero sí las admitía como transmisoras del trono a los varones. Tuvo también en cuenta las virtudes del candidato. aunque éstas eran para V. no razones de fondo, sino únicamente motivos para la aceptación de Fernando por el pueblo. El santo contribuyó de esta manera a la futura unidad de España, que a la larga se derivaría de la entrada en Aragón de una dinastía de origen castellano.
6. Espiritualidad. El tratado De vita spirituali constituye la mejor fuente para el conocimiento de la espiritualidad vicentina. Se alude en él a las mociones de la gracia ya las inspiraciones interiores que disponen el alma para el progreso espiritual, y se insiste en la necesidad de la ascética como camino para entrar en las vías de la contemplación. Se habla de la dirección espiritual como medio eficacísimo de perfeccionamiento y se contempla la vida interior en su relación Con el apostolado. La tea. 10gía de V. es cristocéntrica y mueve a la imitación de Cristo Como modelo de toda santidad y causa ejemplar de la perfección cristiana. Una ascética de desasimiento prepara el alma para la entrega amorosa a Dios, al tiempo que se previene al hombre interior contra los peligros de las visiones, iluminaciones y fenómenos extraordinarios de la vida mística.
V. brilló por su austeridad de vida. Los testimonios de pobreza que dio a lo largo de su vida fueron patentes para todos sus contemporáneos. Resaltó el valor de la penitencia y fundó una compañía de flagelantes que tenían una dimensión apostólica precisa. Gracias a las normas que les dio y al carácter moderador de la ascética dominicana evitó a sus disciplinantes los excesos y desviaciones en que incurrieron otras agrupaciones de la época.
Fue ejemplar la observancia Con que cumplía las reglas de su orden, a pesar de las dificultades que para él suponían los largos desplazamientos. Su exacto cumplimiento de las rúbricas de la liturgia y del oficio divino y la solemnidad Con que celebraba diariamente la Santa Misa impresionaban vivamente a los fieles y les movían a una más intensa vida cristiana.
Sin embargo, la nota dominante del santo de Valencia y lo que impulsó su vida fue su afán apostólico. Estuvo dotado de una serie de carismas (don de lenguas, de profecía, de sabiduría y ciencia) que le capacitaron para llegar al ánimo de sus oyentes. Los numerosos milagros realizados a lo largo de su vida y que le dieron fama de taumaturgo eran el sello de su misión divina y del llamamiento específico que había recibido de Dios.
6. Iconografía. El arte popular y el folklore se adueñaron enseguida de la vida del santo y lo representaron en las más diversas formas. A menudo aparece Como ángel del Apocalipsis y Como predicador del juicio final, Con alas y Con una trompeta en la mano, Con una llama en la frente (para expresar el fuego de su predicación y la inspiración profética de que estaba dotado), Con una bandera (la de los predicadores de la guerra santa), o con una paloma o con el sol; a veces en el púlpito, otras con un capelo a sus pies en recuerdo de su desprecio de las dignidades eclesiásticas que le fueron ofrecidas.
En Italia, sobre todo, se conservan numerosas obras pictóricas de Fra Angelico, de Bartolomeo da Porta, de Ghirlandaio, de Giovanni Santi y de G. Bellini, que lo representan Con el dedo en alto en actitud de predicar o en las nubes rodeado de ángeles.
La representación más impresionante es la que se Conserva en la Catedral de Valencia, obra de Jacomart, en la que aparece el santo Con un libro en la mano derecha y Con un estandarte en la izquierda, en el cual se lee: «Timete Dominum et date illi honorem quia venit hora iudicii eius». En la Iglesia del Patriarca de Valencia hay una pintura de Ribalta en la que Cristo se aparece a Vicente. También se encuentran pinturas y esculturas de valor que lo representan en Francia y en Alemania.
Dominico español de los s. XIV-XV, célebre por sus peregrinaciones apostólicas y su poder taumatúrgico.
I. Vida. N. en Valencia el 23 en. 1350; sus padres, Guillermo y Constancia, eran oriundos de Gerona. A los 17 años ingresa en el convento de los dominicos de Valencia (feb. 1367). Hizo la profesión solemne el 6 feb. 1368, año en el que comienza el cisma de Occidente. Durante su noviciado estudia Lógica, primero en Valencia y después en Barcelona; más tarde cursa estudios de Filosofía y enseña Lógica durante dos años en Lérida. En 1372-73 estudia Teología, Sagrada Escritura y hebreo en la Universidad de Barcelona. A esta época pertenecen sus tratados De Suppositionibus term!inorum, Quaestio solemnis de unitate universalis y De moderno Eclesiae schismate, en los que con método riguroso y escolástico se enfrenta a las exageraciones de Ockham y al cisma de Occidente. En 1376 marcha a Toulouse donde prosigue sus estudios de Teología y toma contacto con las nuevas corrientes que empezaban a extenderse por Francia. De nuevo en Valencia, desempeña el cargo de lector de Teología durante 5 años, hasta 1389, en que el capítulo de la Seo de Urgel le nombra predicador general. Pasa después a Lérida, donde recibe la influencia del P. Tomás Camicer, del que recoge la mejor tradición de la mística dominicana, ideal de perfección que plasmará en su obra De vita spirituali (1ª ed. Magdeburgo 1493; Valencia 1956).
En el otoño de 1379 fue nombrado prior del convento de dominicos de Valencia. Fue el único cargo de gobierno que ocupó en toda su vida y que abandonó enseguida para dedicarse a la enseñanza de la Teología en la escuela catedralicia de Valencia. En 1394 es llamado por Pedro de Luna, elegido Papa con el nombre de Benedicto XIII, a la corte de Aviñón, donde desempeñó el cargo de Maestro del Sagrado Colegio, confesor papal y capellán penitenciario. En 1399, después de una grave enfermedad y tras una visión, deja el palacio papal y se lanza a la empresa apostólica de evangelizar el mundo, bajo la dependencia inmediata del General de su Orden. Durante muchos años recorre Francia, Suiza y los Países Bajos predicando la penitencia y la conversión. Mientras, prosigue su obra misionera en España, pasa largas temporadas en el Norte de Italia al compás de las vicisitudes del cisma, y en los últimos años de su vida le vemos en Normandía y en Bretaña, donde muere, en Vannes, el 5 abr. 1419. Fue enterrado en la catedral de esa ciudad. Fue beatificado por Calixto III, el 3 jun. 1455, y canonizado por Pío 11, el 12 oct. 1458. Se celebra su fiesta el 5 de abril.
2.Obras. Además de las citadas tiene: Tractatus novus et va/de compendiosus contra perfidiam iudeorum; Tractatus consolatorius in tentationibus circa fidem; Liber de sacrificio Missae; Ordenacions y establisements para la Confraria de la preciosa Sanch de I. C. anomenada dels disciplinats; Sermones; De Tempore et de Sanctis, per totum annum, Hyemales, aestivales.
3. Actividad apostólica. V. encarnó el ideal de la orden dominicana, la figura del fraile que va de un lugar a otro predicando la restauración de la vida cristiana, para lo cual era necesario, decía, procurar el retorno de los pueblos a Cristo ya la Iglesia, consiguiendo una renovación de las personas con la vida de la gracia y su participación en los Sacramentos, que infundiese nueva ley en las costumbres y consiguiese la santificación de las familias. Vicente se presentaba ante sus oyentes como un enviado de Dios, adoptando el ceremonial necesario para impresionar a los fieles. Su llegada estaba precedida de una procesión en la que se entonaban cantos piadosos y penitenciales; en medio del pueblo, V. aparecía montado en un borriquillo y apoyado en su báculo, rodeado de un grupo de sacerdotes seculares y regulares que administraban los Sacramentos. El acto iba seguido de la celebración solemne de la Santa Misa, con un sermón que solía durar unas 3 horas. Numerosos milagros acompañaban su predicación, así como abundantes conversiones, sobre todo de judíos y moros en España.
4. Su intervención en el cisma de Occidente. El cisma (v. CISMA 111) que conmovió a la Iglesia tras la elección de Urbano VI y de Clemente VII, vio alinearse a V. en las filas del Papa de Aviñon. A ello le indujo el paso del General de los dominicos a la obediencia de Clemente VII y su amistad con el dominico Nicolo Aymerich y con el cardenal Pedro de Luna. No hay duda que, aparte de las razones sentimentales que movieron al santo, no dejó de pesar en su ánimo la opinión de que la elección de Urbano VI era inválida por temor. Esto, unido a la falta de una información objetiva y al clima de que estaba rodeado, en el que influía notablemente la tradición aragonesa, motivaron la decisión de Vicente. No obstante, fue siempre patente en su conducta la devoción total a la Iglesia y la fidelidad al Pontificado romano. Más tarde, una vez que sus contactos con los hombres que intervinieron en el Conc. de Constanza y sus viajes por Italia le permitieron conocer mejor la situación, se produce en él un cambio e intenta, primero, que los dos Pontífices lleguen a una solución del cisma, y después rompe definitívamente con Benedicto XIII, cuando se convenció de que no estaba dispuesto a abdicar en bien de la Iglesia. Más tarde interviene activamente en las gestiones que realizaron Fernando I de Aragón y Segismundo de Hungría para lograr la abdicación del Papa Luna, y poco antes de morir pronuncia ante Benedicto XIII su famoso sermón Ossa arida, audite verbum Dei, en el que insiste repetidamente en la defensa de la unidad de la Iglesia. Finalmente, Fernando I convocó una junta para estudiar la actitud a tomar con Benedicto XIII. Antes de hacerJe el tercer requerimiento, el rey consultó a V.; Benedicto XIII rechazó el requerimiento y el rey firmó el acta de sustracción a la obediencia, que fue leída por V. el 6 enero 1416, en Perpiñán.
La complejidad del cisma de Occidente, en el que intervinieron motivaciones religiosas, influencias políticas y una crisis profunda del pensamiento teológico y de la disciplina eclesiástica, explica las vacilaciones del santo. Por otra parte, hay que decir que -con los elementos de juicio a su alcance- V. no pudo saber cuál Papa era el verdadero, por lo que primero se unió al que creyó legítimo, y luego supo abandonarle al comprobar su actitud antiunitaria. Probablemente V. siempre pensó que el verdadero Papa era el de Aviñon; al ver la actividad antiunitaria del Papa Luna no dejó de pensar que era el verdadero, sino que con su proceder dañaba gravemente a la unidad de la Iglesia, al negarse a dimitir; por eso le abandonó, pero sin hacer nada directamente en contra; prefiriendo luchar con su palabra por la unidad de la Iglesia a ir a los Concilios convocados para deponer a Benedicto.
5. Su intervención en el compromiso de Caspe. Otro acontecimiento que atrajo la atención del santo fue el problema sucesorio planteado en la corte de Aragón a raíz de la muerte de Martín el Humano. El prestigio de que gozaba V. en aquel reino, en el que había sido confesor de doña María de Luna, esposa del infante Don Martín, y de doña Violante de Bar, esposa de D. Juan I de Aragón, y su intervención en la preparación del matrimonio de Don Martín con Margarita de Prades, decidieron a los aragoneses a solicitar su mediación para buscar un nuevo rey. La lucha enconada entre los Vilaraguts, partidarios del conde de Urgel, y los Urreas, que apoyaban a Luis de Anjou, y una invasión armada de las tropas castellanas en Aragón, movieron a los partidarios de una solución pacífica a elegir tres compromisarios de cada uno de los estados de Cataluña, Aragón y Valencia. Entre ellos fue designado y aceptado por unanimidad el Maestro Ferrer. El Parlamento de Tortosa, al anunciar a Cataluña las razones que habían influido en esta designación, decía: «en la cual intervendrá aquella santa persona, el maestro Vicente Ferrer, que es norma ejemplar de toda religión, justicia, penitencia y verdad, la predicación, la vida y obras del cual no sabemos decir si son maravillosas o milagrosas...» (Colección de documentos inéditos del Archivo de la Corona de Aragón, III,lll).
El 24 jun. 1412 fue dictado el fallo y V. recibió el encargo de anunciar el nombre del nuevo rey: Fernando de Antequera, infante de Castilla, nieto de Pedro IV el Ceremonioso por línea femenina. Los motívos que indujeron a V. a esta elección estaban basados en razones jurídicas, según las cuales había que seguir la ley de sucesión in testada romana, que daba la preferencia al infante castellano. Esta misma norma rechazaba el derecho de las mujeres al trono, pero sí las admitía como transmisoras del trono a los varones. Tuvo también en cuenta las virtudes del candidato. aunque éstas eran para V. no razones de fondo, sino únicamente motivos para la aceptación de Fernando por el pueblo. El santo contribuyó de esta manera a la futura unidad de España, que a la larga se derivaría de la entrada en Aragón de una dinastía de origen castellano.
6. Espiritualidad. El tratado De vita spirituali constituye la mejor fuente para el conocimiento de la espiritualidad vicentina. Se alude en él a las mociones de la gracia ya las inspiraciones interiores que disponen el alma para el progreso espiritual, y se insiste en la necesidad de la ascética como camino para entrar en las vías de la contemplación. Se habla de la dirección espiritual como medio eficacísimo de perfeccionamiento y se contempla la vida interior en su relación Con el apostolado. La tea. 10gía de V. es cristocéntrica y mueve a la imitación de Cristo Como modelo de toda santidad y causa ejemplar de la perfección cristiana. Una ascética de desasimiento prepara el alma para la entrega amorosa a Dios, al tiempo que se previene al hombre interior contra los peligros de las visiones, iluminaciones y fenómenos extraordinarios de la vida mística.
V. brilló por su austeridad de vida. Los testimonios de pobreza que dio a lo largo de su vida fueron patentes para todos sus contemporáneos. Resaltó el valor de la penitencia y fundó una compañía de flagelantes que tenían una dimensión apostólica precisa. Gracias a las normas que les dio y al carácter moderador de la ascética dominicana evitó a sus disciplinantes los excesos y desviaciones en que incurrieron otras agrupaciones de la época.
Fue ejemplar la observancia Con que cumplía las reglas de su orden, a pesar de las dificultades que para él suponían los largos desplazamientos. Su exacto cumplimiento de las rúbricas de la liturgia y del oficio divino y la solemnidad Con que celebraba diariamente la Santa Misa impresionaban vivamente a los fieles y les movían a una más intensa vida cristiana.
Sin embargo, la nota dominante del santo de Valencia y lo que impulsó su vida fue su afán apostólico. Estuvo dotado de una serie de carismas (don de lenguas, de profecía, de sabiduría y ciencia) que le capacitaron para llegar al ánimo de sus oyentes. Los numerosos milagros realizados a lo largo de su vida y que le dieron fama de taumaturgo eran el sello de su misión divina y del llamamiento específico que había recibido de Dios.
6. Iconografía. El arte popular y el folklore se adueñaron enseguida de la vida del santo y lo representaron en las más diversas formas. A menudo aparece Como ángel del Apocalipsis y Como predicador del juicio final, Con alas y Con una trompeta en la mano, Con una llama en la frente (para expresar el fuego de su predicación y la inspiración profética de que estaba dotado), Con una bandera (la de los predicadores de la guerra santa), o con una paloma o con el sol; a veces en el púlpito, otras con un capelo a sus pies en recuerdo de su desprecio de las dignidades eclesiásticas que le fueron ofrecidas.
En Italia, sobre todo, se conservan numerosas obras pictóricas de Fra Angelico, de Bartolomeo da Porta, de Ghirlandaio, de Giovanni Santi y de G. Bellini, que lo representan Con el dedo en alto en actitud de predicar o en las nubes rodeado de ángeles.
La representación más impresionante es la que se Conserva en la Catedral de Valencia, obra de Jacomart, en la que aparece el santo Con un libro en la mano derecha y Con un estandarte en la izquierda, en el cual se lee: «Timete Dominum et date illi honorem quia venit hora iudicii eius». En la Iglesia del Patriarca de Valencia hay una pintura de Ribalta en la que Cristo se aparece a Vicente. También se encuentran pinturas y esculturas de valor que lo representan en Francia y en Alemania.