Roque Chabás
Madrid 12 de Diciembre de 1890.
6.
Aunque someramente, debemos ahora ocuparnos de las traslaciones del cuerpo de San Vicente. Tres resultan, cuando no pudo haber más que una simultáneamente, no tratándose de sucesivas, pues se refieren muchas. Luego ha de resultar una sola verdadera ó todas falsas. No es nuestro propósito discutir aquí este punto, pero hemos de dar cuenta de las diferentes opiniones.
El moro Rasis, en su crónica, refiere que cuando el primer Abderrahman estuvo en Valencia en 760, huyeron los cristianos de ella con el cuerpo del santo mártir hasta colocarlo en el promontorio sacro de Portugal, que por esta razón después se llamó cabo de San Vicente. Por otra parte, Aimonio, monje de Castres en Francia, escribió una relación de la traslación de este mismo cuerpo, no á Portugal, sino á su mismo convento en 855. No falta quien nos cuente otra traslación en 970, no á Portugal ni á Francia, sino á Capua, en Italia. Aunque desechemos todas estas relaciones por falsas, siempre resulta un hecho comprobado: la creencia de españoles, portugueses, franceses ó italianos en que el cuerpo de San Vicente se veneró hasta aquella fecha en su iglesia de Valencia. Quien sobre esto quisiera más datos podría consultar el tomo VIII de las Memorias de la Real Academia de la Historia, donde se publicó la crónica de Rasis; el tomo IV del Viaje literario, de Villanueva, que en un apéndice copia la historia escrita por Aimonio y en la carta XXVII la traslación á Capua.
Aunque solo á titulo de mera curiosidad, vamos á ocuparnos de unas expresiones de Aimonio. Al referir éste la llegada á Valencia de Audaldo, el monje que debía llevarse el cuerpo de San Vicente, dice que se hospedó in ejus suburbio, a christianis jam penitus derelicto, y más adelante consigna que de las ruinas de la iglesia solo quedaba allí maceriarum ecclesiae ruinae, atque ipsius sepulcri situm. Es decir, que la iglesia estaba destruida, arruinada; sus paredes arrasadas casi hasta el suelo, pero el sepulcro intacto en su sitio, como ahora Santa Engracia de Zaragoza. No podemos conceder esto último si no estaba en una cripta. Pero ni estaba en ruinas la dicha iglesia, ni la relación de Aimonio es más que un tejido de absurdos. Solo nos prueba que aquello se creía en Castres. Veamos ahora lo que era de aquel templo un poco más adelante.
Cuando en 1172 puso sitio Alfonso II de Aragón á Valencia, consiguió que el Señor de ella doblase el antiguo tributo. Entre las condiciones estipuladas para levantar el sitio, se consignó que la iglesia de San Vicente mártir quedaría por el de Aragón con todos sus diezmos y primicias y demás derechos, para disponer de ellos á su voluntad. Esto nos prueba que dicha iglesia nunca había dejado de estar abierta al culto católico, pues práctica constante de los mahometanos fué el no permitir nuevas edificaciones de iglesias á los cristianos.
Dedúcese todo esto de un diploma que trae el abad Briz en su Historia de San Juan de la Peña25, en el cual se hace constar que Alfonso II, en Octubre de 1177, concedió al abad Dodón y monjes de dicho convento la iglesia de San Vicente de Valencia, con estas palabras: «Placuit mihi, pro servitio quod mihi fecistis in illa hoste de Valentia, quod dono atque in perpetuum concedo Domino Deo, et jam dicto Monasterio S. Joannis de Pinna et fratribus ibidem Deo servientibus praesentibus atque futuris Ecclesiam S. Vincentii de Valentia cum omnibus directis suis, quae modo habet, vel habere debet, et cum Decimis et Primitiis, ut sit semper libere et absolute de jure San Joannis de Pinna.»
«Dando el rey la iglesia de S. Vicente con diezmos y primicias, dice el citado Abad Briz, supone que había actualmente fieles parroquianos de aquella iglesia,» y hubiera podido añadir, continúa el P. Teixidor26, «que era entonces la iglesia matriz y como catedral, á cuyo prelado, que es el obispo y á su cabildo, pertenecen los diezmos.»
El año 1212, sabemos que continuaba el monasterio de San Juan de la Peña en la posesión de esta iglesia, pues en dicho año el rey D. Pedro, sucesor de Alfonso II y padre de D. Jaime el Conquistador, loó y aprobó la dicha donación: indicio manifiesto de que la poseía aquella comunidad en su tiempo, dice Briz en su citada historia. Y con esto llegamos á los tiempos de la reconquista de Valencia.
Madrid 12 de Diciembre de 1890.
6.
Aunque someramente, debemos ahora ocuparnos de las traslaciones del cuerpo de San Vicente. Tres resultan, cuando no pudo haber más que una simultáneamente, no tratándose de sucesivas, pues se refieren muchas. Luego ha de resultar una sola verdadera ó todas falsas. No es nuestro propósito discutir aquí este punto, pero hemos de dar cuenta de las diferentes opiniones.
El moro Rasis, en su crónica, refiere que cuando el primer Abderrahman estuvo en Valencia en 760, huyeron los cristianos de ella con el cuerpo del santo mártir hasta colocarlo en el promontorio sacro de Portugal, que por esta razón después se llamó cabo de San Vicente. Por otra parte, Aimonio, monje de Castres en Francia, escribió una relación de la traslación de este mismo cuerpo, no á Portugal, sino á su mismo convento en 855. No falta quien nos cuente otra traslación en 970, no á Portugal ni á Francia, sino á Capua, en Italia. Aunque desechemos todas estas relaciones por falsas, siempre resulta un hecho comprobado: la creencia de españoles, portugueses, franceses ó italianos en que el cuerpo de San Vicente se veneró hasta aquella fecha en su iglesia de Valencia. Quien sobre esto quisiera más datos podría consultar el tomo VIII de las Memorias de la Real Academia de la Historia, donde se publicó la crónica de Rasis; el tomo IV del Viaje literario, de Villanueva, que en un apéndice copia la historia escrita por Aimonio y en la carta XXVII la traslación á Capua.
Aunque solo á titulo de mera curiosidad, vamos á ocuparnos de unas expresiones de Aimonio. Al referir éste la llegada á Valencia de Audaldo, el monje que debía llevarse el cuerpo de San Vicente, dice que se hospedó in ejus suburbio, a christianis jam penitus derelicto, y más adelante consigna que de las ruinas de la iglesia solo quedaba allí maceriarum ecclesiae ruinae, atque ipsius sepulcri situm. Es decir, que la iglesia estaba destruida, arruinada; sus paredes arrasadas casi hasta el suelo, pero el sepulcro intacto en su sitio, como ahora Santa Engracia de Zaragoza. No podemos conceder esto último si no estaba en una cripta. Pero ni estaba en ruinas la dicha iglesia, ni la relación de Aimonio es más que un tejido de absurdos. Solo nos prueba que aquello se creía en Castres. Veamos ahora lo que era de aquel templo un poco más adelante.
Cuando en 1172 puso sitio Alfonso II de Aragón á Valencia, consiguió que el Señor de ella doblase el antiguo tributo. Entre las condiciones estipuladas para levantar el sitio, se consignó que la iglesia de San Vicente mártir quedaría por el de Aragón con todos sus diezmos y primicias y demás derechos, para disponer de ellos á su voluntad. Esto nos prueba que dicha iglesia nunca había dejado de estar abierta al culto católico, pues práctica constante de los mahometanos fué el no permitir nuevas edificaciones de iglesias á los cristianos.
Dedúcese todo esto de un diploma que trae el abad Briz en su Historia de San Juan de la Peña25, en el cual se hace constar que Alfonso II, en Octubre de 1177, concedió al abad Dodón y monjes de dicho convento la iglesia de San Vicente de Valencia, con estas palabras: «Placuit mihi, pro servitio quod mihi fecistis in illa hoste de Valentia, quod dono atque in perpetuum concedo Domino Deo, et jam dicto Monasterio S. Joannis de Pinna et fratribus ibidem Deo servientibus praesentibus atque futuris Ecclesiam S. Vincentii de Valentia cum omnibus directis suis, quae modo habet, vel habere debet, et cum Decimis et Primitiis, ut sit semper libere et absolute de jure San Joannis de Pinna.»
«Dando el rey la iglesia de S. Vicente con diezmos y primicias, dice el citado Abad Briz, supone que había actualmente fieles parroquianos de aquella iglesia,» y hubiera podido añadir, continúa el P. Teixidor26, «que era entonces la iglesia matriz y como catedral, á cuyo prelado, que es el obispo y á su cabildo, pertenecen los diezmos.»
El año 1212, sabemos que continuaba el monasterio de San Juan de la Peña en la posesión de esta iglesia, pues en dicho año el rey D. Pedro, sucesor de Alfonso II y padre de D. Jaime el Conquistador, loó y aprobó la dicha donación: indicio manifiesto de que la poseía aquella comunidad en su tiempo, dice Briz en su citada historia. Y con esto llegamos á los tiempos de la reconquista de Valencia.
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