martes, 11 de enero de 2011

TRIBUNAL DE LAS AGUAS DE VALENTIA (XV)


VALENSIYA. VALENSIA. VALENCIA.


Síntesis de la historia natural del Santo y Síndico Tribunal Edetano Tyrius. Narrasio al Us Natural. Per el So. Andrés Castellano Martí. So. Mestre de Traca.


11-. Llegada la dictadura de Miguel Primo de Rivera, este general solucionó el problema planteado con el ayuntamiento, y todos los demás, ordenando un estudio con el fin de aprovechar al máximo las aguas del río Túria. En este estudio se contemplaba la construcción de un pantano en el pueblo de Benageber, el cual se anegaría, siendo el caudal acumulado suficiente para solucionar los problemas del estiaje de las aguas. La dictadura inició el proyecto, y la posterior segunda república inicio las obras. Estas fueron terminadas durante la dictadura de Francisco Franco.
Debido a la intervención de Primo de Rivera, las acequias que configuraban el Tribunal, así como la de Moncada, y también las de los Pueblos Castillo, se agruparon en un sindicato único de regantes. Pero ocurre que muerto el dictador Primo, a dicho Sindicato nunca el poder central, época Republicana, y la posterior Franquista, ni tampoco la monárquica posterior de Juan Carlos I de Borbón, le dieron la responsabilidad que le competía. Quedando a finales del siglo 20, como institución burocrática sin función alguna, y todo por culpa de los valencianos Rata y Cansalà.
Dicha responsabilidad, sin prejuicio, ni empacho, se le dio a un organismo llamado Confederación Hidrográfica del Júcar. Organismo totalmente formado por funcionarios del estado español, técnicos superiores y administrativos, que por encima de la opinión e intereses de los labradores regantes de la huerta, ellos decidían que hacer con los recursos hídricos. Este organismo oficial, dependiente de los ministerios madrileños, decidía estando sus decisiones administrativas por encima del Sindicato de regantes y del Tribunal de las Aguas. Siendo sus decisiones arbitradas por un ministro, el de Obras Publicas.
A causa del desafuero creado y ser tres los estamentos que deciden sobre las aguas, el Tribunal pierde totalmente su norte. Siendo los mismos personajes tanto los Síndicos de las acequias como los jueces del Tribunal, no son los mismos quienes dirigen la confederación encargada del río. En esta época Cansalà, se logra, por omisión de los propios Síndicos Valencianos, que un presidente de un organismo dirigido centralmente desde Madrid, condicione dos mil años y los anteriores de rito y buen saber hacer de las aguas.
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, a partir de los años 50 del siglo veinte, todos los alcaldes de Valencia, tienen como obsesión el que la ciudad métricamente crezca, y en vez de potenciar la agricultura ya existente, ellos promocionan el crecimiento urbano a costa de la merma de la huerta. Esta política a finales de dicho siglo es tan exagerada que en apenas treinta años la ciudad dobla su edificación. Desapareciendo con ella las huertas, y varios azudes y acequias. Y no sólo desaparecen las cosas materiales, también desaparece de los valencianos su natural cultura, pues al morir los labradores viejos la cultura anterior no tiene continuidad. Mientras el siglo veinte valenciano explicado por la cultura escrita queda como el siglo del desarrollo y progreso de la ciudad de Valencia, en la cultura narrada la narración dice lo contrario, pues es el siglo trágico de desintegración de lo valenciano natural, es la desaparición de la huerta y de todo cuanto a esta le daba vida y la mantenía. Es la desaparición en sus gentes del carácter Home pues la cultura escrita se impone sobre la narrada.
Mientras en todos los siglos anteriores en la Valencia real la agricultura era su riqueza, a partir del siglo veinte la Valencia real no se sabe de qué riqueza vivirá.
Mientras en otras provincias carentes de agua esta se busca y consigue y de forma exagerada la riqueza agrícola se potencia, en la vega valenciana se desprecia la riqueza agrícola ahora con sobrada agua. En detrimento de la agricultura natural que los valencianos siempre tuvieran, se potencia el crecimiento urbano anulando el regadío.
En la década de los años 60, la ciudad desvía el cauce del río Túria dado que el antiguo es incapaz de encauzar las cíclicas riadas que Valencia sufre. A partir del momento en que las aguas corren por el nuevo cauce llamado Plan Sur, los azudes y acequias que linderos a la ciudad había uno tras otro al quedar en desuso desaparecen; Oro, Robella, ninguno se salvó, pues nadie los respetó. Y el que se encuentra en el llamado Parque de Cabecera de Campanar, el imponente en obra de Rascaña, está quedando enterrado bajo la escombrera.

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