Tras la boda de Alfonso IX de León y Teresa, la hija de Sancho I de Portugal, el rey Alfonso II de Aragón se unió al pacto firmado el año anterior entre los dos monarcas contra Alfonso VIII de Castilla. Sin embargo, Alfonso VIII denunció el matrimonio a causa del inevitable parentesco, y el Papa Celestino III envió un legado para exigir su disolución. No se le hizo caso y esto inició una enemistad entre el Papado y el reino de León.
El obispo de Toledo y los caballeros de la orden de Calatrava devastaron las comarcas de Jaén y Córdoba.
Ese año murió el conde Felipe de Flandes y sus posesiones pasaron a su hermana Margarita de Alsacia, pero tuvo que ceder numerosos territorios al rey Felipe II. Estaba casada con el conde Balduino V de Hainaut, que ahora se convirtió también en Balduino VIII de Flandes.
El Emperador Enrique VI concedió el burgraviato de Nuremberg al conde Federico III de Zollern. El burgrave poseía únicamente las tierras de cultivo fuera de las murallas, pero no pudo dominar a la burquesía instalada en la ciudad, lo que originó una larga cadena de conflictos.
En 1192 Ricardo I Corazón de León comprendió que apoyar a un rey impopular sólo le estaba trayendo problemas, así que decidió reconocer a Conrado de Monferrato como rey de Jerusalén (el reino conservaba su nombre a pesar de que había perdido la capital) a Conrado de Monferrato, pero éste murió a los pocos días víctima de la secta de los asesinos. Inmediatamente se casó a su viuda Isabel de Anjou con el conde Enrique II de Champaña, que se convirtió así en el nuevo rey de Jerusalén. El nuevo marqués de Monferrato pasó a ser Bonifacio I. Ricardo I aprovechó una revuelta en Chipre para convencer a los templarios de que le cedieran la isla a Gui de Lusignan. Pronto afluyeron numerosos franceses, nobles, colonos y comerciantes, que convirtieron a Chipre en un reino de cultura mayoritariamente francesa.
Luego Ricardo I empezó a recorrer la costa tomando fortaleza tras fortaleza. Saladino empezó a inquietarse y, cuando los cruzados estaban ya cerca de Jerusalén, propuso una tregua de tres años: los cristianos se quedarían con la costa de lo que había sido el reino de Jerusalén, pero el interior, incluida la capital, quedarían en poder de Saladino. Después de pensárselo mucho, Ricardo I aceptó. Tal vez le inquietaban las noticias que le llegaban de Inglaterra y de su hermano Juan, así como las posibles intrigas del rey francés. Como los cruzados habían hecho el voto de entrar en Jerusalén (se entendía que conquistándola) exigió a Saladino que les permitiera visitarla desarmados (con lo que, técnicamente, cumplían sus votos). Sin embargo, se dice que el propio rey se negó incluso a mirar la ciudad, juzgándose indigno de mirar lo que no había podido conquistar. Porotra parte, el acuerdo de paz fue de lo más amistoso. Saladino había enviado como negociador a su hermano al-Malik al-Ádil, y Ricardo I proyectó casarlo con su hermana y armó caballero a su hijo al-Malik al-Kámil. Luego zarpó de regreso a Inglaterra.
En Tiro murió el duque Hugo III de Borgoña, que fue sucedido por Eudes III.
También murió el sultán de Rum Kiliç Arslán II. Fue sucedido por su hijo Kayjusraw I, pero sus hermanos le disputaron el poder y el sultanato cayó en la anarquía.
El rey de Servia Esteban Nemanja tenía un hijo llamado Rastko, que huyó de la corte para hacerse monje, con el nombre de Sava. Construyó un convento en el monte Athos.
El rey Tancredo de Sicilia reaccionó contra las presiones del partido imperial que defendía el derecho al trono del Emperador Enrique VI. Asoció al trono a su hijo Roger y encarceló a Constanza, la esposa de Enrique VI.
En Japón, Minamoto no Yoritomo hizo que el Emperador lo nombrara Shei-i-tai shogun (gran general encargado de los bárbaros), si bien en la práctica el shogun pasó a ser lo que mejor podríamos llamar un "dictador". Desde ese momento los Emperadores ya no tuvieron ningún poder real. Yoritomo dictó sus órdenes a todo el país, que hambriento y arruinado, no opuso resistencia.
El barco en el que viajaba Ricardo I Corazón de León fue arrastrado a la costa cerca de Venecia. Decidió continuar su travesía por tierra, para lo cual tuvo que ir de incógnito, pues estaba enemistado con media Europa (con el Emperador Enrique VI por el incidente de Sicilia, con Felipe II de Francia, e incluso con su suegro Sancho VI de Navarra, pues había abandonado a su esposa Berenguela). Sin embargo, su corpulencia y su altanería dejaban adivinar fácilmente que era alguien importante y, así, en diciembre, cuando pasaba cerca de Viena, fue rodeado por un grupo de hombres dispuestos a pedir un rescate por él, fuese quien fuese. Ricardo I sacó su espada y dijo a sus atacantes que sólo se rendiría ante su señor. Cuando el señor apareció, resultó ser el duque Leopoldo V de Austria, el mismo a quien Ricardo I había humillado descaradamente al tomar San Juan de Acre, que por supuesto, reconoció inmediatamente al monarca y se dispuso a saldar cuentas. Pidió por él el mayor rescate imaginable. Sin embargo, una presa de tal altura era muy cotizada y en 1193 Enrique VI hizo que Leopoldo V, su vasallo, le entregara el rehén. El rey Felipe II de Francia mostró inmediatamente su interés por quedarse con el prisionero, al parecer con el apoyo de Juan sin Tierra, que viajó a Francia para negociar con él en cuanto se enteró del cautiverio de su hermano.
Tal vez la amenaza de entregarlo al rey francés fue lo que más apremió a Ricardo I a hacer las gestiones necesarias para que se pagara el oneroso rescate. Recibió la visita de Hubert Walter, que había sido su representante en todas las negociaciones con Saladino y que después había conducido de vuelta al ejército angevino. Ese mismo año fue nombrado arzobispo de Canterbury y emprendió la recaudación del rescate a través de duros impuestos, aunque procuró hacerlo de la forma más justa posible. Contó con la ventaja de que el pueblo apoyó con entusiasmo la causa de liberar a su heroico rey.
El obispo de Toledo y los caballeros de la orden de Calatrava devastaron las comarcas de Jaén y Córdoba.
Ese año murió el conde Felipe de Flandes y sus posesiones pasaron a su hermana Margarita de Alsacia, pero tuvo que ceder numerosos territorios al rey Felipe II. Estaba casada con el conde Balduino V de Hainaut, que ahora se convirtió también en Balduino VIII de Flandes.
El Emperador Enrique VI concedió el burgraviato de Nuremberg al conde Federico III de Zollern. El burgrave poseía únicamente las tierras de cultivo fuera de las murallas, pero no pudo dominar a la burquesía instalada en la ciudad, lo que originó una larga cadena de conflictos.
En 1192 Ricardo I Corazón de León comprendió que apoyar a un rey impopular sólo le estaba trayendo problemas, así que decidió reconocer a Conrado de Monferrato como rey de Jerusalén (el reino conservaba su nombre a pesar de que había perdido la capital) a Conrado de Monferrato, pero éste murió a los pocos días víctima de la secta de los asesinos. Inmediatamente se casó a su viuda Isabel de Anjou con el conde Enrique II de Champaña, que se convirtió así en el nuevo rey de Jerusalén. El nuevo marqués de Monferrato pasó a ser Bonifacio I. Ricardo I aprovechó una revuelta en Chipre para convencer a los templarios de que le cedieran la isla a Gui de Lusignan. Pronto afluyeron numerosos franceses, nobles, colonos y comerciantes, que convirtieron a Chipre en un reino de cultura mayoritariamente francesa.
Luego Ricardo I empezó a recorrer la costa tomando fortaleza tras fortaleza. Saladino empezó a inquietarse y, cuando los cruzados estaban ya cerca de Jerusalén, propuso una tregua de tres años: los cristianos se quedarían con la costa de lo que había sido el reino de Jerusalén, pero el interior, incluida la capital, quedarían en poder de Saladino. Después de pensárselo mucho, Ricardo I aceptó. Tal vez le inquietaban las noticias que le llegaban de Inglaterra y de su hermano Juan, así como las posibles intrigas del rey francés. Como los cruzados habían hecho el voto de entrar en Jerusalén (se entendía que conquistándola) exigió a Saladino que les permitiera visitarla desarmados (con lo que, técnicamente, cumplían sus votos). Sin embargo, se dice que el propio rey se negó incluso a mirar la ciudad, juzgándose indigno de mirar lo que no había podido conquistar. Porotra parte, el acuerdo de paz fue de lo más amistoso. Saladino había enviado como negociador a su hermano al-Malik al-Ádil, y Ricardo I proyectó casarlo con su hermana y armó caballero a su hijo al-Malik al-Kámil. Luego zarpó de regreso a Inglaterra.
En Tiro murió el duque Hugo III de Borgoña, que fue sucedido por Eudes III.
También murió el sultán de Rum Kiliç Arslán II. Fue sucedido por su hijo Kayjusraw I, pero sus hermanos le disputaron el poder y el sultanato cayó en la anarquía.
El rey de Servia Esteban Nemanja tenía un hijo llamado Rastko, que huyó de la corte para hacerse monje, con el nombre de Sava. Construyó un convento en el monte Athos.
El rey Tancredo de Sicilia reaccionó contra las presiones del partido imperial que defendía el derecho al trono del Emperador Enrique VI. Asoció al trono a su hijo Roger y encarceló a Constanza, la esposa de Enrique VI.
En Japón, Minamoto no Yoritomo hizo que el Emperador lo nombrara Shei-i-tai shogun (gran general encargado de los bárbaros), si bien en la práctica el shogun pasó a ser lo que mejor podríamos llamar un "dictador". Desde ese momento los Emperadores ya no tuvieron ningún poder real. Yoritomo dictó sus órdenes a todo el país, que hambriento y arruinado, no opuso resistencia.
El barco en el que viajaba Ricardo I Corazón de León fue arrastrado a la costa cerca de Venecia. Decidió continuar su travesía por tierra, para lo cual tuvo que ir de incógnito, pues estaba enemistado con media Europa (con el Emperador Enrique VI por el incidente de Sicilia, con Felipe II de Francia, e incluso con su suegro Sancho VI de Navarra, pues había abandonado a su esposa Berenguela). Sin embargo, su corpulencia y su altanería dejaban adivinar fácilmente que era alguien importante y, así, en diciembre, cuando pasaba cerca de Viena, fue rodeado por un grupo de hombres dispuestos a pedir un rescate por él, fuese quien fuese. Ricardo I sacó su espada y dijo a sus atacantes que sólo se rendiría ante su señor. Cuando el señor apareció, resultó ser el duque Leopoldo V de Austria, el mismo a quien Ricardo I había humillado descaradamente al tomar San Juan de Acre, que por supuesto, reconoció inmediatamente al monarca y se dispuso a saldar cuentas. Pidió por él el mayor rescate imaginable. Sin embargo, una presa de tal altura era muy cotizada y en 1193 Enrique VI hizo que Leopoldo V, su vasallo, le entregara el rehén. El rey Felipe II de Francia mostró inmediatamente su interés por quedarse con el prisionero, al parecer con el apoyo de Juan sin Tierra, que viajó a Francia para negociar con él en cuanto se enteró del cautiverio de su hermano.
Tal vez la amenaza de entregarlo al rey francés fue lo que más apremió a Ricardo I a hacer las gestiones necesarias para que se pagara el oneroso rescate. Recibió la visita de Hubert Walter, que había sido su representante en todas las negociaciones con Saladino y que después había conducido de vuelta al ejército angevino. Ese mismo año fue nombrado arzobispo de Canterbury y emprendió la recaudación del rescate a través de duros impuestos, aunque procuró hacerlo de la forma más justa posible. Contó con la ventaja de que el pueblo apoyó con entusiasmo la causa de liberar a su heroico rey.
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