Solamente yo quedé para contarlo, mi Rey y Señor. Sólo yo, encerrada durante siete meses en esta torre, tan pequeña que no sé en qué rinconcito acurrucarme para no sentir el frio que me muerde los huesos.
A veces quisiera poder cerrar estas ventanas de piedra y sin postigos. Quisiera que el viento no soplara a su través, que los copos de la cellisca no me buscaran de noche, como los dedos de un amante viejo y helado, que no encontraran mis pobres pies descalzos, mi piel azul bajo los jirones del vestido.
No debería sentir, no debería.
Cuando ellos llegan, borrachos, gritando con su jerigonza incomprensible. Cuando empujan esta puerta claveteada y me tiran al suelo. Cuando ríen mientras me abren las piernas; ya no hay dolor. Es como si estuviera hecha de corcho, de madera. Solo el frio me recuerda que sigo viva, que ellos esperan fuera y no consentirán que esas ventanas puedan brindarme el viaje salvador del aire, el pasaporte para encontrar al fin el descanso, las rocas que esperan abajo.
¡Cuantas veces lo he intentado!^Pero las cadenas que me atan a esta pared de piedra son cortas. Apenas puedo acercarme a los alfeizares para dejar volar mis ojos sobre las montañas, sobre los barrancos, sobre el horizonte azul del cielo de esta tierra que es la mía. No me dejarán, porque son ellos los que decidirán la hora y el modo de mi muerte. Porque nadie, mucho menos yo misma, les privará de ese placer, de esa lección que pretenden hacer servir como cruel ejemplo a mis camaradas.
La soga que ceñirá mi cuello espera, tendida y preparada en las Puertas el Convento. Solo anhelo que el cerrojo de esta cárcel rechine de nuevo, para anunciar la llegada de mis verdugos. Pero esta vez… Esta vez, Josefa Bosch La Pardala, saldrá de su encierro con la cabeza alta. Esta vez, el pájaro cantará como nunca. Hará honor al buen nombre que llevo a gala desde bien pequeña, desde que algún vecino tuvo a bien rebautizarme al escuchar la música feliz de mi voz, resonando contra la muralla.
Esta vez Mi Señor Don Fernando; cantará alto “La Pardala”.
Josefa Bosch, “La Pardala” fue ahorcada por el ejército francés la tarde del 17 de agosto de 1811, entre las Puertas del Convent de Sant Francesc de Morella, permaneciendo expuesto su cadáver para público escarmiento durante tres días.
Al amanecer del cuarto día, el cuerpo de Josefa había desaparecido del patíbulo en que se ajustició a la tejedora. En su lugar, el ejército de Napoleón encontró pendiendo de la soga, el cadáver de una golondrina.
A veces quisiera poder cerrar estas ventanas de piedra y sin postigos. Quisiera que el viento no soplara a su través, que los copos de la cellisca no me buscaran de noche, como los dedos de un amante viejo y helado, que no encontraran mis pobres pies descalzos, mi piel azul bajo los jirones del vestido.
No debería sentir, no debería.
Cuando ellos llegan, borrachos, gritando con su jerigonza incomprensible. Cuando empujan esta puerta claveteada y me tiran al suelo. Cuando ríen mientras me abren las piernas; ya no hay dolor. Es como si estuviera hecha de corcho, de madera. Solo el frio me recuerda que sigo viva, que ellos esperan fuera y no consentirán que esas ventanas puedan brindarme el viaje salvador del aire, el pasaporte para encontrar al fin el descanso, las rocas que esperan abajo.
¡Cuantas veces lo he intentado!^Pero las cadenas que me atan a esta pared de piedra son cortas. Apenas puedo acercarme a los alfeizares para dejar volar mis ojos sobre las montañas, sobre los barrancos, sobre el horizonte azul del cielo de esta tierra que es la mía. No me dejarán, porque son ellos los que decidirán la hora y el modo de mi muerte. Porque nadie, mucho menos yo misma, les privará de ese placer, de esa lección que pretenden hacer servir como cruel ejemplo a mis camaradas.
La soga que ceñirá mi cuello espera, tendida y preparada en las Puertas el Convento. Solo anhelo que el cerrojo de esta cárcel rechine de nuevo, para anunciar la llegada de mis verdugos. Pero esta vez… Esta vez, Josefa Bosch La Pardala, saldrá de su encierro con la cabeza alta. Esta vez, el pájaro cantará como nunca. Hará honor al buen nombre que llevo a gala desde bien pequeña, desde que algún vecino tuvo a bien rebautizarme al escuchar la música feliz de mi voz, resonando contra la muralla.
Esta vez Mi Señor Don Fernando; cantará alto “La Pardala”.
Josefa Bosch, “La Pardala” fue ahorcada por el ejército francés la tarde del 17 de agosto de 1811, entre las Puertas del Convent de Sant Francesc de Morella, permaneciendo expuesto su cadáver para público escarmiento durante tres días.
Al amanecer del cuarto día, el cuerpo de Josefa había desaparecido del patíbulo en que se ajustició a la tejedora. En su lugar, el ejército de Napoleón encontró pendiendo de la soga, el cadáver de una golondrina.
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