Es difícil
encontrar descripciones de las enseñas de valencianos austracistas, pues
siempre son enarboladas por soldados extranjeros. Así, en el asalto
a Bañeres:
“el abanderado portugués se aproximó tanto que
llegó a clavar la bandera ante la puerta de la plaza (de Bañeres), pero con tal
ahínco se defendieron los sitiados, que muerto el abanderado, los demás huyeron”
El silencio
respecto a enseñas valencianas responde al nulo protagonismo que tuvieron los
Tercios del Reino, que ni siquiera fueron convocados. Los gremios base del
ejército valenciano, estaban intactos en los dias posteriores a la Batalla de
Almansa, favoreciendo la expulsión de catalanes y soldadesca dispersa que
enrarecían el ambiente de la capital del Reino. Un testigo de los hechos,
Miñana en «De bello rústico valentino», narraba lo sucedido:
“los
ladrones catalanes y los soldados del ejército disperso que se habían refugiado
en la ciudad (de Valencia), mezclados
con la multitud, excitaban a los plebeyos con la sangre y el saqueo (...) los
jefes de los gremios, para evitar un tumulto, ponen en seguida
guardias, armados, de confianza en todas las calles, y reuniendo sin demora
aquella hez de catalanes, que eran los que excitaban al pueblo, los arrojaron
de la ciudad, cerraron las
puertas y pusieron en ellas guardias; libre la ciudad de esa podredumbre ...»
El
texto indica que, aunque no eran combatientes regulares, sí seguirían al
ejército austríaco algunas cuadrillas catalanas, esperando el codiciado botín
en caso de victoria, y muy preparados para la huída al menor atisbo de derrota;
no tiene otra explicación que aparezcan catalanes procedentes de Almansa en Valencia
y, por el contrario, no se encuentren entre los heridos, muertos y prisioneros
en el choque. Otro factor a tener en cuenta era la manifiesta aversión de los
disciplinados militares, tanto austríacos como borbónicos, hacia las bandas
armadas que parasitaban la labor de sus fuerzas; rechazo que se advierte en no
citar sus nombres. Por ejemplo, un manuscrito de 1707 que describe los
prolegómenos de la batalla - con la
anecdótica noticia de que en Font de la Figuera, sitiada por austriacos,
llegaron a sustituir agua por vino, incluso para amasar el pan-, y una
detallada relación de ambos ejércitos; pero excluyendo a ciertos personajes
poco dignos como «Oficiales Reformados, y Aventureros»
Aquí
no queda más remedio que hacer un alto y revisar otro de los capítulos
vidriosos de la historia: ¿hubo realmente un eje militar y político entre
Valencia y Cataluña? ¿es cierta la participación de un ejército valenciano en
la defensa de Barcelona? ¿Se utilizaron las cuatro barras por parte de estas
fuerzas valenciano-catalanas? Hay escritores que así lo han afirmado en sus
libros, pero es falso, como se puede comprobar fácilmente.
De entrada,
sorprende que José Manuel Miñana siempre que menciona a nuestros vecinos les
llame «los ladrones catalanes».
E1 texto original fue redactado en latín, debiéndose esta traducción a
un historiador imparcial: el catalán Pedro Voltes Bou. El religioso trinitario
Manuel Miñana tenía 36 años cuando presenció la expulsión de catalanes de
Valencia en 1707; decisión adoptada por los maulets que, aunque tenían en la «Casa de las Armas cañones, picas, arcabuces .v
mosquetes suficientes para armar a diez mil hombres»), no movieron
un dedo para ayudar a la causa austriaca. Es decir, hubieron podido cambiar el
curso de la guerra de haber participado en ella.
En
1985 se publicó «De bello rustico valentino», crónica de Miñana sobre la Guerra
de Sucesión en el Reino de Valencia; edición patrocinada por la Diputación de
Valencia. Pero los traductores, sin argumentos convincentes, sustituyeron
«ladrones catalanes» por «mercenarios»:
“En cuanto a ladrones,
sabemos que señala (Miñana) a los miqueletes catalanes que sirvieron en las
tropas de/ Archiduque, pero nos hemos inclinado por mercenarios por varios
motivos»
Motivos
quizá similares a los que les hizo catalanizar topónimos en su traducción,
olvidando la genuina forma valenciana que se empleaba en 1707. El religioso
Miñana quiso calificar a los catalanes por su actuación, y no por ser
mercenarios; la mayoría del ejército del Archiduque tenían esta categoría, por
ejemplo, los portugueses pagados con dinero inglés y holandés.
Repasando
las andanzas de los catalanes que acompañaban a las tropas inglesas, es
comprensible el desprecio que Miñana y otros valencianos sintieron hacia ellos.
Sagunto se rindió a las fuerzas del Archiduque a principios de febrero de 1706,
dejando los 4.000 ingleses una guarnición de 2.000 catalanes en la ciudad «que no cesaron en sus devastaciones y rapiñas,
a pesar de lo capitulado en el acto de la rendición».
No
fue sólo Sagunto, numerosas villas del Reino sufrieron el saqueo de los maulets
catalanes que, inútiles para enfrentarse a un ejército organizado, eran aptos
para atacar indefensas poblaciones; aunque, en más de una ocasión, salieron
malparados:
«Finestrat se hallaba con una corta guarnición
y sostenido de sus vecinos armados, quando animosamente lo atacaron diterentes
Cuerpos de Micaletes, con algunas
piezas de artillería, Y se llenó de gloria (..) logrando al fin derrotarlos y, apoderarse de su
artillería, armas y equipage (.. ) Iguales elogios mereció la Ciudad de
Segorbe, que con una corta guarnición y sus vecinos, pudo triunfar de otro
formidable Cuerpo de Migueletes»
Queda
fuera de duda que los valencianos no formaron ningún ejército con los
«micalets» catalanes, salvo casos aislados y confusos como el de Játiva. La
defensa de esta ciudad vino precedida de actos violentos contra algunos
partidarios de Felipe V, y parece ser que el núcleo defensivo eran 800 ingleses
y numerosos catalanes:
«..,
y la executaban (la
defensa) los 800 Ingleses y multitud de Micaletes, que validos de la fuerza
havian reducido a todos a una miserable
esclavitud»
Játiva fue
repoblada por sus destructores o, por lo menos, soldados y partidarios de
Felipe V:
«Muv pronto contó la
nueva colonia (de San Felipe) con una población de trescientos vecinos, casi
todos forasteros, porque el objeto de Felipe V era el heredar en la ciudad de
San Felipe (Xátiva) a los soldados lisiados en la guerra, a los hijos de los
muertos en defensa de su causa y a otros servidores»
Respecto
a los calificativos contra los catalanes, no sólo eran de origen valenciano; el
Almirante de Castilla, en diálogo para preparar la campaña contra Felipe V,
lanzaba una cruel visión del carácter catalán:
«Que no se debia fiar el Rey de los Catalanes,
gente voluble ,y traydora, y tan amante de si misma, que si les importasse,
mudurian lueg,o partido
(..) que solo saben pelear como Ladrones»
El concepto
del Príncipe de Armestad era más favorable, teniendo en cuenta que le estaban
esperando en Barcelona sus aliados catalanes:
«Que eran los Catahalanes
gente feroz, y pertinaz en la rebelión,
que 1a tenían por costumbre»
Los
valencianos conocían mejor que nadie, por haberlas sufrido, estas inclinaciones
de sus vecinos norteños. Anteriormente a la Guerra de Sucesión se trató de
proteger la frontera, pero nadie esperaba la considerable fuerza del ejército
aliado que facilitó cl desbordamiento de «micaletes» catalanes en el Reino:
«La
sublevación catalana, acaecida durante el reinado de Felipe IV, sirvió de
precaución al Consejo General de Valencia para disponerse a ,formar un cuerpo
permanente de tropas dispuesto a proteger el Reino contra cualquier ataque de
origen catalán»
La opinión
de considerarlos amigos de lo ajeno estaba generalizada, como se deduce en las
memorias del aragonés López de Mendoza y Pons, escritas en 1709. En ellas
describe la contienda en la zona de Morella:
«porción del Reino (le
Valencia (..) sucedió a últimos de Febrero con 600 migueletes que, abrigados de
las asperezas de las montañas, infestaban las cercanías de la plaza (de
Morella). Contra ellos hizo salida mi hermano con 90 dragones (..) La noche
antes hizo adelantar al capitán con 30 dragones una compañía de milicias
valencianas con orden de procurar sacar de su guarida a los migueletes»
A
continuación, el cronista narra el «desalojo de catalanes», y vierte unas
consideraciones sobre ellos:
«Estos sucesos (..) podían desengañar a los
catalanes de la inutilidad de sus migueletes para todo lo que no era robar a
mansalva»
También
confirma este historiador el aniquilamiento y posterior repoblación de Játiva
con gente extraña:
«tan sangrienta tragedia, que me la refirió
primero el limosnero muyor dc1 Señor Duque de Orleans, con la expresión de que
nada había quedado vivo, ni aun los animales
domésticos (..) se le impuso el (nombre) de San Felipe (a Játiva), permitiendo
se repoblase de extranjeros y no de valencianos»
Los
extranjeros no parece que permanecieron mucho tiempo en la destruida ciudad,
pero sí los botiflers que la repoblaron. Por cierto, tanto los valencianos
partidarios de Carlos de Austria como los del Borbón, eran contrarios a
cualquier pérdida de los derechos autonómicos. La prueba está en la aireada
protesta de los Jurados de la ciudad de Valencia (igual que habían hecho en el
pasado cuando el rey cometía contrafuero), por la supresión de los fueros del
Reino:
“al Jurado en cap de Valencia y al secretario
de la ciudad, ambos finísimos borbones y elegidos por orden de! señor Felipe V,
se les castigó con prenderlos”
Estos
botiflers acabaron en la cárcel de Pamplona por defender los derechos del
pueblo valenciano. ¡Cómo nos han confundido los escritores catalanistas
respecto a nuestros antepasados maulets y botiflers! Incluso nos han
introducido estas palabras catalanas en nuestro
valenciano:
«la perniciosa voz de Botiflers, que empezaba
en Vich como trompeta de sedición»
Advertencia
al lector: ........En fin, mi deseo
hubiera sido publicar El Tratado de la
Real Señera en idioma valenciano, pero habría generado polémica incluso en
los valencianistas, así que esperaré pacientemente a que confiemos en nosotros
mismos y no tengamos complejo a usar el léxico autóctono. ¿Por qué anatemizar,
por ejemplo, vocablos vivos como “sigle”?,
cuando ya en 1656, el culto cronista Marco Ortí afirmaba que “me manaren escriure la relacio de les festes
de quart sigle en llengua valenciana”. En fin, habrá que esperar “en molta fermea y fortalea” para no
derrumbarnos ante la demoledora “inmersió
catalana” generada desde centros de enseñanza, prensa y, especialmente,
Canal 9.
Origen:
Tratado de la Real Señera (Señeras Valencianas y Pendones Catalanes) pp.
359-362 de Ricardo Garcia Moya Ajuntament de Valencia – Depósito legal
V-3351-1993
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