Por Ricardo García Moya
Las Provincias 20 de Abril de 1997
Los profesionales de la
catalanización están propagando que la aparición de la Ch en la ortografía
valenciana fue producto de la castellanización del siglo XVllI, principalmente
por la orden del arzobispo Mayoral
del año 1750. En realidad sucedió lo contrario, pues el primer rechazo a la Ch
procede de un acomplejado Carlos Ros hacia 1732; hasta entonces, los textos
exhibían la prepalatal africada como propia.
Algunas letras son como
banderas: Así, donde esté la Ñ (vasco, gallego tagalo de Filipinás, guaraní,
quechua, etc.) encontraremos huella del imperio de España. Pero el dígrafo CH no era exclusivo de Castilla, y su
uso por los valencianos anteriores a 1750 no suponía castellanización
idiomática. En 1587, un gramático comentaba que "la pronunciación de la che o ache es a manera del ruido que hace le
sartén y el aceite cuando fríen algo" (Rúiz, B.: Declaración de voces
Madrid 1587, f.10). EI autor refleja los titubeos castellanos sobre letras y
sonidos: "eve" es la U consonante, eve + a = "va" (f. 9); a la "Z Ilamamos ze y zeda". La i tenía
cuatro figuras, incluida "la ijota,
o i luenga". De igual modo, un catedrático de Zaragoza anotaba:
"algunos no quieren que la hac o
H no sea consonante"; y llamaba
indistintamente ef y efe a la F, e incluía en el alfabeto castellano
las consonantes ç, ph, ch y rh
(Sebastián, M.: Ortografía, Zaragoza,
1619).
Los idiomas peninsulares
estaban acoplando sonido y grafía. En el mismo siglo, el artiacá de Molvedre Iván Batiste Bellester componía
sermones con el propósito de alejarse del castellano, y la CH no era obstáculo:
"He possat estudi que casi tot lo
sermó tinga paraules tan valencianes, qua ni mudant la terminació les pugues
castellanechar" (Ramellet, 1667). A tal fin este catedrático de la
Universidad de Valencia escribía menchen, chichs, pichor, flamechadora,
bronches, envechoses, contache y el autóctono escanechá (p.13). Ballester fue quien más se preocupó por la lengua
valenciana en el siglo XVII, y consideraba imprescindible la CH.
Actualmente, hasta los
Instituts de Bachillerát aparecen como Batxillerat,
violentando la tradicidn idiomática y la etimología. Hacia 1413, el amanuense
que seguía los sermones de Sant Vicent Ferrer anotaba: "los grans clergues
e bechellers" (Sermons, II,
29); y no era castellanismo, pues el vocablo procedía del latín y del francés bachelier. El académico Fullana recordaba que Bachillerat procedia del latín vulgar
bachalariu (Ortografía valenciána,1932 p. 58).
Curíosamente, los vilipendiados sainetes del XIX -trans- criptores
fieles de la lengua viva- enlazaron el valenciano de Sant Vicent Ferrer con el
de Fullana: "chicona més bachillera” (La nit que venen els musics. Alcoy
1855, p. 9)
Es comprensible el enfado
del filólogo Fullana cuando argumentaba que "escrivim concha, y no conja ni conxa per vindre de la llatina concham; y
perque eixa ha segut la práctica general desde el sigle XV" (Estudi de
filológia, p. 78). EI académico no erraba, pues en 1395 fray Antoni Canals (traductor de Valerio Máximo al valenciano)
escribía "pechines".
Corominas recoge este dato y atribuye posible "procedencia mozárabe valenciana" al sustantivo (DCEC, p. 451
). Consecuentemente, el catalán Onofre Pou redactaba en 1575 su Thesaurus
Puerilis en Valencia, incluyendo el plural pechines
con CH.
La tendencia a singularìzar
la lengua valenciana impulsaba a personajes cultos como el licenciado Miguel Serres a escribir chugador en 1667, con CH (Torre, F.: Reales fiestas, 1667; p.
261); con esta grafía se alejaba del jugador,
en catalán; y jugador, en
castellano. A los valencianos no les importaba que la Ch procediera de la cheth hebrea o del latín vulgar con
inflexión de yod, y la utilización libremente durante siete siglos. Hasta el mismo
Carlos Ros escribe chic (Tratat, f. 57) y "feges, hígado; y feches,
fechas'“ (f. 107). Hoy, por efecto de la inmersión, rehuyen usar feches y caen en el data castellano y catalán.
En todo el Reino de
Valencia -no sólo en la capital, como quieren hacer creer los catalaneros- se
utilizeba la CH para transcribir con justeza el sonido prepalatal
africado. En los Estatutos de Oriola,
año 1612, se ordenaba que los "estranchers no siguen admesos". En el
mismo año, aunque más al norte, el noble Gaspar Faura se titulaba
"arrendador dels fruits de Chestalgar
y Sot de Chera" (A..Cor.
Aragón; V. L. 703). Y, para no salirnos del 1613, el manuscrito en lengua
valenciana de la Confraria del Loreto de Muchamel, incluye este topónimo innumerables veces, siempre con CH. de igual
modo que chic o antor- ches; y nombres y apellidos como Melchior o Cheroni. EI
procurador de Cervantes en el Reino, en 1605, firmaba como Melchior Valenciano;
y el primer arquitecto de la iglesia de las Escuelas Pias fue Joseph Puchol,
bautizado antes de 1750. Y uno de los jurados de Valencia que luchb en 1521 en
la Germania era mossen Nofre Sanchiz,
junto a Melchior Mont
(BNM, Ms. Guillem Ramón).
Este manuscrito de 1523 ofrece en un solo párrafo estos
ejemplos: capucher criat, botiga de capuchos,
offici de capuchers, cremar los
capuchos “ (f. 20). Un siglo después, en 1644, "els pares capuchins
valencians” luchaban contra los catalanes
en la guerra dels Segadors
(ACA.L. 695). Parece, pues, que el arzobispo Mayoral
queda exento del delito contra la CH. Curiosamente, en la Gramática de
la Generalidad se aluden "razones poderosas'“ para condenar la Ch,
ocultando que la única que tienen es la normalitzacìó que les viene del más
allá, del más allá del Cenia.
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