Ricardo García Moya
Diario de Valencia 19 de Mayo de 2002
En Salamanca, el vasco Unamimo
leía y admiraba los sainetes de Escalante, de igual modo que otros lectores en
toda España. Aquellas ediciones príncipe, como oro en paño, se guardan en
bibliotecas corno la Nacional, Ateneo de Madrid, la de Cataluña, etc. No
obstante, pese a que algunos castellanos y catalanes universitarios entendían
“casi” el idioma valenciano (como decía Valdés en 1535), hubo traducciones que
facilitaron su lectura a sectores más populares. Así, “La escaleta del dimoni”
aparecía traducida del valenciano al catalán en la “Biblioteca d´autors catalans”
(Imp. La Renaixensa, Barcelona, h. 1910). Esta imprenta era la usada por los
defensores de la ”Gran Catalunya”, saliendo de sus prensas el manifiesto de las
Bases de Manresa (ed.1900), obras premiadas en los Jochs Florals de Barcelona,
los “Canta a la Patria” de Guimerá (a.1906) y los manifiestos de la Unió
Catalanista (a.1892).
Tan patriótica logia no podía
permitir que un “palmiter valenciá” diera lecciones al naciente sistema
político-filológico que ahora nos parasita. El idioma de Escalante, correcto y
vivo, fue un problema para estas organizaciones agresivas. En 1910 optaron por
alterar el original y, en 1950, los colaboracionistas Fuster y Guarner
descalificaron su obra por ser “pintor de abanicos” y “humil autodidacte”. Con
similar criterio, Baroja fue despreciado por regentar una panadería; Umbral y
Alberti, por autodidactas; Juan Bonet, por vivir de diseñar presas; Allan Poe,
por alcohólico, etc. Respecto a la edición catalana de “La escaleta”, se
añadió alguna nota biográfica, “el noi ana crexent, se dedicá a la pintura de
vanos” (p.449), con vocablos como el neologismo “vano” que equivalía al
valenciano “palmito”. Poco después, el IEC prefirió el antiguo “ventall(e)”,
pero ya algún valenciano de los que se creían más cultos por usar voces norteñas
había adoptado “vano”, como hizo Durán y Tortajada en 1925.
La traducción respeté voces
homógrafas, sin advertir que eran distintas semánticamente en los dos idiomas;
así, la frase: “el coneguí en la manera de escombrar” (p.469), sería interpretada
por un catalán como la manera de barrer; para un castellano, equivaldría a
retirar escombros o limpiar; pero, en idioma valenciano, significaba toser o
carraspear: “escombrar: tosser, quando se toma por fingir la tos” (Ros: Dicc.
1764); “tot son ulladetes, la toseta, el escombrar” (Coloqui de Canelles,
1780) “vaig traure mon mocador; escombrí, y em vaig mocar” (Conv. Saro. 1820).
Aparte de estas diferencias semánticas, los traductores sustituyeron atre, atra
por los arcaísmos altre, altra; abaixar por baxar (sic), hui por avui, yo por
jo, bigot por bigoti, etc. También empobrecieron la expresividad al suprimir
signos de interrogación y exclamación, retrocediendo al arcaísmo de los
romances hispánicos. Escalante escribe: “¡Aneu, coentes!¡Carpantes!-¿Yo
coenta?”; que se convierte en: “Anéu, coentes! Carpantes! -.Jo coenta?”. Como
es sabido, “carpanta” es voz valenciana filtrada al catalán, y “coentes”
equivale en idioma valenciano a persona cursi que presume de lo que no tiene;
acepción que no existía en el idioma vecino y que ahora, tras incautarla,
enriquece sus diccionarios.
Las diferencias entre los dos
idiomas no se limitan a las ridículas 200 palabras que la academia de
Ascensión finge defender, cuando ya figuran como trofeo en el diccionario del
Institut d’Estudis Catalans. Las diferencias afectan a miles de matices lingüísticos
que los comisarios encasillan como vulgarismos o “dissimilacions”; pero, en
realidad, son como la tesela de un mosaico o la célula de un organismo. Por
ejemplo, Escalante escribe “ampraren dinés”, frase que puede motivar desde una
ventosidad a una reflexión paternal en las pocilgas catalaneras. No obstante,
“amprar” es verbo valenciano clásico, equivalente a los catalanes “emprar” y
“manllevar”. Desde hace siglos, los verbos “amprar”, “amprivar” y el abstracto
postverbal “ampriu” son patrimonio nuestro: “amprar” (Canals:Traducció Valeri
Maxim, 1395); “ampra” (March, Ausias: Obra completa. Ed.Barcanova p.704, h.
1445); “amprivar” (Roig: Espill, 1460); “amprar” (Martorell: Tirant, 1490);
“amprant totes” (Pereç: Imitació de Iesuchrist, 1491); “ampriu y sentencia de
aquella” (Ginart: Reportori de Furs 1608); “lo fet dels amprius” (Bib.Nac.ve/
1346, Jurament dels Jurats de Valencia,1651); “es amprat” (Blay: Sermó de la
Conquista,1666); “casi tot amprat” (Ros:Segona part de les penes, h, 1745); “
ampraren tots” (Galiana: Rondalla, 1768); “amprar y no tornar” (Coloqui de
Nelo. 1857); “ampranli al amo” (Morena: Tona y Toni, Alcoy 1871); ;“amprat”
(Gadea: Tipos. 1908); “amprar: tomar prestado/ gastar, emplear, usar” (RACV:
Dicc.1997).
Estábamos hablando de matices
y de la frase “ampraren dinés” que, aparte del verbo derivado del latín
“adimperare”, muestra un plural de los que Guarner calificaba como de “fer
riure”. En realidad es una muestra de la complejidad del idioma valenciano,
pues “diner” pluraliza en “dinés” por acomodación morfológica a la
pronunciación, y no es invento del pintor de abanicos: “dos dinés” (Alcanyis,
L.: Regiment, 1490); “por dinés” (Esteve: Liber, 1472); “donades per soborns,
dinés” (Ginart: Reportori dels Furs, 1608); “en dinés” (Mulet: Poesies a
Maciana, 1643); “quatre sous y ala dinés” (Archiu Mun. Gandia, Lib.10,
Racional, 1652); “donar quatre dinés” (Llibre de establiments de Peniscola,
1701); “rosanis a dos dinés” (Villancicos Catedral de Valencia, 1759); “qui te
dinés” (Galiana: Rondalla, 1768); “dinés” (Lamarca: Dicc valenciano, 1839);
“portar estos dinés” (Liern: Aiguarse la festa, 1864); “dinés”( Sansano:Una
sublevació en Jauja, Elig 1896). Curiosamente, hasta el pícaro Corominas ofrece
la frase “amprem dinés” (DECLLC), recogida en Monóver. En consecuencia: si
realmente quieren defender el idioma valenciano ¿la mejor forma es prohibir
todos los matices y singularidades del mismo, como fomente la Universidad y la
AVL?
Los areopagitas de Ascensión,
en sus encíclicas a los alumnos, se decantan por las voces catalanas “emprar;
empriu, emprivar”. Igualmente, en 1995, siguiendo el proceso de
catalanización, la Generalitat Valenciana encargó a los colaboracionistas
Sirera la edición de los sainetes de Escalante, incluido “La escaleta del
dimoni”. Más papistas que el Papa, la Generalidad superó a los editores
barceloneses de 1910 en el grado de catalanización, incluyendo notas para
alertar a los estudiantes sobre lo analfabeto que era Escalante. Así, el verbo
“amprar” es acompañado por la forma que el comando Sirera da como correcta: la
catalana “emprar”. Estas manipulaciones idiomáticas han sido purga diaria
durante tres décadas y, con todo el apoyo institucional, Ascensión y sus pretorianos
están dispuestos a defender esa “normativización consolidada”, la catalana, con
el aplauso a ritmo de sardana del Cipriano y su hermanita, Eliseu y el diario
“Levante”, San Zaplana y su peana, etc.
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