Autor: Miguel Navarro Sala
La "Cuestión de nombres", parangonando en
cierto modo el pensamiento pancatalanista de Joan Fuster, pretende dar un punto
de reflexión valencianista al tema de los nombres que la historia ha ido
colocando
sobre el mapa románico del Sur de Francia y del Levante español.
Areas LINGÜÍSTICAS EN LA PENÍNSULA
Resumiendo la actualidad románica de la Península
Ibérica, nos encontramos con el hecho existencial de tres manchas lingüísticas
o áreas bien definidas que vienen a coincidir con las áreas geográficas ocupadas
por los tres primitivos pobladores de la península: Celtas, Iberos y
Celtíberos. Son éstas:
- Al Oeste, la Galaico-Portuguesa. Dialecto Gallego al
Norte, lengua Portuguesa al Sur.
- En el Centro, la Castellano-Asturiana. Dialecto Bable
al Norte, lengua Castellana al Sur.
- En el Este, la Valenciano-Catalana. Dialecto Catalán al
Norte, lengua Valenciana al Sur.
Los tres primeros pobladores de la Península Ibérica
sin duda hablaban diferente, pero todos ellos fueron romanizados y
latinizados, luego visigotizados y arabizados, uniformados y abandonados
lingüísticamente hablando a su suerte. Naturalmente tendría que aflorar en la
descomposición, de nuevo, las peculiaridades propias del conservadurismo primitivo,
y así se diferenciarían del latín las tres manchas lingüísticas del romancero
español y portugués. Pero algo muy importante hay que apuntar para plantear la
cuestión de nombres, y es que:
1) Las tres manchas sufren la misma génesis política,
cultural,
económica y militar.
2) Portugal y CastilIa, naciones de pleno derecho, son
equiparables políticamente hablando al Reino de Valencia, aunque inmerso dentro
de la Corona de Aragón Valencia fue hasta los Borbones, una nación.
3) Las tres tienen un Siglo de Oro. Primero Portugal
por haber terminado en primer lugar la reconquista de su suelo. Luego surge el
Siglo de Oro Valenciano porque fue la nación valenciana la que terminó su
reconquista, si bien de la mano de Aragón. Y por último, es Castilla la que da
término a su reconquista y por tanto da el tercer Siglo de Oro.
4) En el Siglo de Oro portugués no hay ningún gallego.
En el Siglo de Oro Castellano no hay ningún asturiano. Y, claro, en el Siglo de
Oro Valenciano tampoco aparece ningún catalán como tal, y si alguna crónica es
escrita por alguien de Barcelona, la hace como cronicón oficial y en
"Valenciana Língua".
5) Las tres disponen de gramática y universidades
donde se enseña.
6) Las tres están al Sur de sus proplas manchas
lingüísticas, dejando al Norte a sus dialectos. El Gallego está al Norte del
Portugués. El Bable está al Norte del Castellano. Y el Catalán está al Norte
del Valenciano.
Naturalmente que el émbolo musulmán empuja a las tres
comunidades hacia sus nortes y los concentra: a los portugueses en Galicia, a los
castellanos en Asturias, y a los valencianos en el Midi francés (no en Cataluña
ni en los Pirineos) porque los musulmanes traspasan los montes y llegan a
Poitiers y Tours donde los detiene Carlos Martel. La ponencia expondrá más
adelante algo sobre Las Covadongas españolas, y por eso ahora sólo se insiste
en que estos núcleos culturales condensados en el norte vuelven a bajar hacia
el sur con una lengua más vigorosa y propia al reencuentro con los romances que
dejaron en territorio
ocupado por los moros, y en aquel reencuentro hay que enmarcar la definitiva
construcción de las lenguas, portuguesa, valenciana y castellana.
No resulta, pues, serio ni fiable aquel
"científico" que se deja decir que el portugués y el castellano son lenguas
y el valenciano es un dialecto, porque o es un ignorante o lo que es peor, un
político pseudocientífico tergiversador de la verdad histórica.
Ahora bien, la ponencia considera legítima, pero no
recomendable, la aspiración política de un pueblo a la secesión lingüística, y así
ve bien que los gallegos hayan creado la Academia de Lengua Galega; que los
asturianos estén realizando esfuerzos para la consecución de la Real Academia
de Bable; y que los catalanes hayan creado su academia bajo el nombre de
Institut d'Estudis Catalans. Pero mientras que los gallegos no se pronuncian
sobre el carácter dialectal respecto a la lengua del Sur, a los asturianos no
se les ocurre decir que el Castellano es un dialecto del Bable, a los catalanes
les da por decir, risiblemente, que el Valenciano es un dialecto del Catalán, y
organizan grandes pantomimas carnavaleseas por el mundo, falsificando textos e
inventando situaciones que favorezcan la expansión de tan peregrina idea.
La Real Academia Española, en uno de sus acuerdos
publicado en el Boletín de la misma en 1959 y firmado por su Secretario
Perpétuo D. Julio Casares, definió al Valenciano como lengua, pero esta
definición, que tenía que haberse reflejado en el Diccionario de la Real
Academia, salió cambiada, en el mayor fraude que la historia de la ciencia conoce,
falsificada en la imprenta por dos académicos catalanes, uno vive y el otro ha
muerto, que aprisa y corriendo fueron nombrados para tal menester por los
grupos de presión catalanistas antes de la aparición del diccionario en 1970.
Todos los esfuerzos valencianistas para volver las cosas a sus cauces,
tropiezan siempre con los subalternos de la Academia, infiltrados catalanes en
ella, que no dejan prosperar las propuestas de revisión que han de llegar a la
permanente.
Concluyamos este apartado diciendo que la lengua
valenciana tiene la categoría de tal porque además de todo la expuesto en su
génesis compartiva con el portugués y el castellano, cumple los requisitos que
la ciencia, aún sin codificar la cuestión, admite para tal defìnición: 1)
Es lengua el modo de hablar de un pueblo o nación, y el valenciano lo cumple.
2) Tener una gramática, y el valenciano la ha tenido siempre desde Ancelm
Turmeda en 1350 hasta nuestros días. 3) Tener un Siglo de Oro con autores
que la hayan codificado y ennoblecido con escritos de renombre universal, y
¿quién tuvo literatura más universal que la valenciana en Tirant lo Blanch?
HISTORIA
Las bases para la teoría lingüística valenciana pasan
forzosamente por la consideración de las tierras de Urgel, Lérida y Tortosa como Países de
habla Valenciana. Estas tierras son históricamente valencianas porque su
cultura, su habla, su economía agrícola-industrial, su sistema de pesas y
medidas, etc., y sobre todo sus poblaciones han sido comunes a las propias del
Reino de Valencia. Han constituído relación biunívoca cultural
panValencianista, la que es fundamental para resolver la "Cuestión de
nombres". Los mismos catalanes reconocen la unidad de la lengua de estas
tierras, aunque la llaman "Catalán
Occidental", pero su nombre propio es el de Lengua Valenciana. Esta
ponencia no pretende en modo alguno hacer de esta teoría panValencianista
cultural ningún proyecto político de futuro.
Desde las correrías del hombre prehistórico valenciano que
jamás dejó huella en Cataluña, impedido por la cadena costera catalana, hasta
nuestros días en que resulta tradicional la subida de los valencianos al Pla
d'Urgell para comercializar los productos agropecuarios de estas tierras
pirenaicas, los llanos y valles paralelos de los Países Valencianos orientados de
Norte a Sur desde Alicante hasta Andorra, incluso introduciéndose en Francia
hasta Toulouse y Limoges (la ponencia presenta un mapa donde se
aprecia la línea recta que une a las ciudades de Alicante, Valencia, Castellón,
Lérida, Toulouse y Limoges), han supuesto el paso obligado de las corrientes
migratorias y asentamientos de los pobladores llegados en ambas direcciones.
Las desviaciones laterales resultaron siempre imposibles gracias al imperativo
geográfico.
Esta unidad étnica y cultural, producto de los
constantes trasiegos de su población, ya tuvo sus inícios en épocas
prehistóricas, como lo demuestra el arte rupestre. Mucho más tarde, el Cid
Campeador, ayudado por Pedro I de Aragón, había repoblado el Reino de Lérida
conquistado a los moros con valencianos, mientras la defendía de las apetencias
del Conde de Barcelona, al que llegó a hacer prisionero por dos veces
consecutivas en guerra abierta. La política matrimonial del Cid, casando a su
hija Dª Cristina con el infante Ramiro de Navarra y a Dª María con el Conde de
Barcelona, tenía por objeto afianzar la Valencianidad de estas tierras, y quién
sabe si la intención
de poner los cimientos de un futuro imperio valenciano tan al gusto de la
época. Otro tanto hizo D. Alfonso I el Batallador, asentando por tierras de
Lérida a más de 4.000 mozárabes valencianos traídos en sus correrías. Otro
tanto hiciera la natural huída de los cristianos valencianos hacia el norte ante el
acaso musulmán, como en el centro y al oeste hicieron los castellanos y
portugueses, de modo que por los pasos geográficos de la Plana de Castellón al
valle del Ebro, y de allí, ante el impedimento de la Cadena Costera Catalana, se
lanzaban por los llanos de Lérida y Urgel hasta el sur de Francia. Muchos de
ellos se quedaban en estas tierras ante la tranquilidad y posibilidades
agrícolas que estas zonas les ofrecían. Otros, a pesar de todo, pasaban a la
Marca Hispánica, completamente despoblada, llevando sus costumbres y artes, y
así lo confirman en sus escritos autores como Sánchez Albornoz, Salvador de
Madariaga, o los escritos de B. Boades (Feits d'armes de Catalunya) que, aunque
son una falsificación
de los de Roig i Jalpí, no afecta en nada a la descripción de estos fenómenos.
Tiene visas de certeza la leyenda según la cual un
noble valenciano de la corte de Orihuela, a la caída de la taifa de Teodomiro,
huyó a Francia como era costumbre de entonces llevando consigo sus
pertenencias, y entre ellas una virgen morena llamada de Montserrate. Según la
tradición, la talla de madera procedía de Numidia y pertenecía a San Agustín.
La palabra Montserrate, Agoste, Monforte, Sarrià, etc., se encuentran en las
crónicas de Omar Ben Afaín, el caudillo de Sierra Elvira, contemporáneo de
Teodomiro de Orihuela. El noble llegó a la Marca Hispánica siendo conde de
Barcelona Wifredo el Velloso, y ante la montaña -hoy de Montserrat -, cayó
enfermo. El noble hizo promesa a la imagen que portaba de erigir allí mismo una
capilla si sanaba, y quedarse él de anacoreta con el nombre de Fray Juan Garin.
Así ocurrió todo, pero una rocambolesea historia habla de la violación y
asesinato de la hija de Wifredo el Velloso por Fray Juan Garin, que dio en el
olvido al anacoreta, a la imagen y a la capilla. Años más tarde, descubierta la
imagen en olor de milagro, se inició el culto del actual Montserrat y el mito
del abate Oliva.
La ponencia expone que la cultura valenciana ascendió
primero hacia Cataluña y Francia, y luego descendió de la misma forma y razón
que lo hicieran los castellanos y portugueses, siempre entrecomillados dichos
nombres. Así como los "castellanos" se concentraron en Asturias y los
"portugueses" en Galicia tras la invasión musulmana, y D. Pelayo
organizó la Covadonga que impulsó la reconquista Centro-Oeste, los paisanos de
los países valencianos, concentrados en el sur de Francia, concretaron la
Occitania, esa Francia de teja roja, que inicia su reconquista con Carlos
Martel en la Covadonga valenciana de Poitiers y con héroes tan legendarios a la
Fernán González como fue Guillermo de Orange, de forma que el paralelismo es
completo y distinto. No obstante, el caso valenciano presenta además la
circunstancia de que a medida que Francia cerraba el espacio occitano
destruyendo su lengua y cultura, D. Jaime I abría el espacio valenciano y
mallorquín en España potenciando la lengua y la cultura.
Comparemos fechas:
1229 Jaime I conquista Mallorca; Raymundo VII de Tolosa se
somete a París.
1231-32 se conquista Menorca y se inicia la conquista
del Reino de Valencia; Occitania es sometida por el tratado de Meaux.
1244 conquista de Játiva; cae en Occitania su último
reducto, Montesegur. Pero al trasvase político de Occitania a Valencia acompaña
también un trasvase de Lengua y Cultura. Francia y la Iglesia cerraban
universidades y centros de cultura Kátaros en Occitania, y Jaime I inauguraba
las universidades de Valencia y Mallorca (Estudios Generales). En Valencia se potenciaba
el lemosín que culmina con Ausias March (totalmente desprovenzalizado) y en
Mallorca se potencia el provenzal (que culmina con Ramon Llull y su Blanquerna
(totalmente en provenzal).
EI tratado de Millau, por el que Aragón tutelaba a
toda la Occitania,
obligaba a Pedro II El Católico, padre de D. Jaime I, a defender con las armas
y ayudar en todo a los occitanos. Muerto Pedro II en la batalla de Muret frente
a Toulouse en la cruzada contra los albigenses que encargó el Papa al rey de
Francia, los intelectuales
kátaros perseguidos por la Inquisición pasaron la factura a su hijo el Rey
Jaime I, quien tuvo que cobijarlos y darles asilo político, no sin las
advertencias del Papa por ser herejes, y bajo la condición de asentarlos en
Valencia y Mallorca por ser tierras de moros, mas no en Cataluña o Aragón que eran
tierras de cristianos.
No obstante, y siguiendo las teorías del franciscano
inglés Whalls, antes de ser asentados en las nuevas tierras de moros
conquistadas, dichos intelectuales debían residir algún tiempo en Aragón y
Cataluña, vigilados por los obispos correspondientes, y si su conducta era
aceptable pasaban a Valencia o Mallorca definitivamente, sin aparecer para nada
en el libro de repartimiento, ya que dicha residencia no presuponía domínio de
tierra. Su medio de vida era la enseñanza, la profesión liberal o el oficio de
amanuense y corrector de latines y romances cerca de los conventos. No menos de
50.000 intelectuales occitanos pasaron en estas condiciones durante la dilatada
vida del Rey D.
Jaime I y sucesores. Unos cuantos soldados ignorantes no pueden traer en sus
mochilas una lengua, pero 50.000 intelectuales con ganas de promocionarse sí
pueden crear las bases para potenciar un gran idioma, y esto es lo que ocurrió
en el portentoso desarrollo cultural de la Valencia del Medievo. La Universidad
de Valencia (1245) y la de Lérida (1300), cuando Barcelona (1450) no disponía
todavía de este poderoso medio cultural generador de civilización,
contribuyeron decisivamente al hecho de la unidad idiomática y cultural de las
tierras valencianas desde Orihuela a Andorra durante el gran replanteo
socioeconómico y cultural de la Europa de los siglos XIII y XIV.
Otras motivaciones posteriores seguirían provocando el
trasiego de gentes por los países valencianos. Cabe destacar: Las
deportaciones masivas de Pedro IV, el del Punyalet, tras la guerra de la Unión;
las huídas provocadas por las crueles persecuciones entre Centelles y Solers,
las repoblaciones con campesinos valencianos del Pla d'Urgell tras la
victoria del Reino de Valencia sobre el Condado de Urgel después del compromiso
de Caspe o las pestes periódicas que arrasaban la Huerta de Valencia y que
obligaban a la población valenciana a refugiarse en las más secas comarcas de
Lérida y Urgel. Las Germanías también desplazaron a más de 5.000 personas hacia
el norte de los Países Valencianos.
Toda una literatura gigantesca, toda una brillante
historia, aguardan adormecidas su despertar a lo universal, como reivindicación
valenciana para una recuperación de la concienciación colectiva cultural y lingüística de
los pueblos norteños mediante el reencuentro con las raíces sureñas históricas
valencianistas que les hicieron crecer. Todo ello debe constituir tema de
primordial permanencia en el sentir y actuar de todo valenciano.
...Y LA CUESTIÓN DE NOMBRES
No es cierto que la lengua valenciana sea un dialecto
del catalán, ni tan siquiera se puede decir. Sí que es cierto la existencia, al
menos en su origen, de una gigantesca cultura unificada que disponía de su
propia lengua, la de OC, perteneciente a un conjunto de países que dejaron de
ser una alternativa nacional en la batalla de Muret en 1213, donde queda dicho
que murió la cabeza visible y máxima representación política, Pedro II de
Aragón, de aquel inmenso glacis europeo formado por Occitania y Aragón. Pedro
II, como rey cristiano, había asistido a la batalla de las Navas de Tolosa en
1212 como cruzada contra el infiel; en cambio, al año siguiente, 1213, lo vemos
luchando al lado de los herejes en contra de la cruzada papal que, encargada
a Francia, comandaba Simón de Monfort. ¿Qué había pasado?. Pues que Aragón
tenía un pacto, el de Millau, con todos los estados de Occitania por el cual
salía valedor de cualquier ataque militar o agresión que sufriese cualquiera
de estos estados. La cruzada se dirigió contra los albigenses de la ciudad de
Albí o su rama de herejes más montaraz que eran los kátaros o perfectos, pero
Francia aprovechó la ocasión para apoderarse de Occitania. Pedro II tuvo que
ponerse al lado
de la ciudad de Albí y de rechazo ayudar a los herejes, muriendo en la batalla
de Muret.
Para Robert Lafont, el binomio Iglesia-Estado francés
decidió el futuro de D. Jaime I de Aragón, de Valencia y de Mallorca, con la
destrucción de Occitania, su cultura y su lengua y la creación de otros dos nuevos estados
con la misma cultura y lengua pero sin herejía. Jaime I, hijo del derrotado
Pedro II, que sería el nuevo cruzado de la Fe contra el infiel, y habría de
avanzar la reconquista de Aragón por Valencia y Mallorca, en Francia estorbaba, y
la Iglesia dispondría de nuevos territorios donde asentar a los herejes
semiortodoxos no merecedores de la total hoguera. Resultaba más económico y más
cómodo desterrarlos a tierras de moros que catequizarlos. Con estas
poderosas premisas, no es extraño que D. Jaime I, prisionero del de Monfort
durante toda su juventud, aprendiese bien la lección, y renunciando por el
tratado de Corbeil a sus derechos en Francia, se viniese a España a cumplir lo
mandado y programado. Queda dicho y sabido que conquistó los reinos de Valencia y
Mallorca y asentó a no menos de 50.000 intelectuales occitanos, inmensa
muchedumbre para aquellos tiempos. Mientras, al decir de Roig i Jalpí, unos dos
mil sacerdotes, catequistas, actores, profesores de lemosín y provenzal, fueron
contratados en el sur de Francia y traidos, preferentemente por barco, con sus
tramoyas, vestimentas, libros, gramáticas, etc., para catequizar a musulmanes y
herejes occitanos conjuntamente, al tiempo que se les unificaba la
lengua, la cultura, y se les instruía en los misterios de la Fe, localizando a
los oriundos de Limoges en el Reino de Valencia y a los provenzales en
Mallorca, de cuyos grupos queda dicho que Ausias March y Ramon Llull son los
más representativos. Ausias significa "Agustín" en lemosín. Éstas fueron
Las bases de las nuevas nacionalidades que bullían en el pensamiento de D.
Jaime.
Las fiestas de moros y cristianos, así como los autos
sacramentales al estilo del Misteri d'Elig son reminiscencia de la forma en que
los asesores de D. Jaime, al no disponer de escuelas suficientes para
esa enseñanza masiva, empleaban para que, participando el
pueblo en los festejos y representaciones incluso dentro de los templos,
aprendiesen tres cosas fundamentales: 1.- La nueva lengua valenciana. 2. - Los
misterios de la Fe. 3. - Que los moros habían perdido y que tenían que convivir
pacíficamente con los cristianos. Los herejes en forma de judíos acaban siempre
por convertirse en esas representaciones. Así lo afirma al menos el
Condestable Lucas de Iranzo en su antiquísima obra "Los Moros y
Cristianos".
El Misteri d'Elig, ese monumento musico-literario
único en el mundo y perteneciente exclusivamente a la lengua valenciana por su
composición en el verso, palabras utilizadas, estructura musical, es claramente
lemosín. Y soslayando la parte de milagro que pueda tener su aparición en Las
playas de Santa Pola encerrado en un arcón con la Mare de Deu, con la Consueta,
dice la tradición que también iban gramáticas de lemosín, y con una
etiqueta en el arcón que decía "Soc per a Elig". Prueba evidente
transmitida por testimonio oral de que el Misteri llegó en barco procedente del
Sur de Francia y de seguro como consecueneia de un naufragio, ya que la
tradición también asegura que la aparición ocurrió en un día muy crudo de invierno. Los que
conocemos la Bahía de Santa Pola y la peligrosidad del Canal existente entre el
cabo y la Isla de Tabarca podemos comprender el naufragio, porque hemos
presenciado otros y los restos han ido siempre a parar a la Playa de Tamarit en
las salinas.
No fue la Iglesia inconsciente del peligro maniqueo a
que sometería a los futuros Reinos de Valencia y Mallorca al trasladar a ellas
tan ingente cantidad de herejes dudosos, y por ello el Gran Inquisidor de Occitania
Bernardo Guidonis dió a la Inquisición de Aragón las normas que él había
llevado en Occitania para la vigilancia de los desplazados. Normas que
estuvieron vigentes durante muchos años y que se aplicaban a rajatabla,
llegando incluso el Gran Inquisidor de Aragón, Nicolás de Eymerich, en su celo, a
denunciar a S. Vicente Ferrer, que de seguro hubiese sido detenido de no mediar
la íntima amistad de nuestro santo con el Papa Luna, quien rompió en secreto el
expediente de S. Vicente. Los Condados Catalanes, entretanto, se nutrían
culturalmente de Mallorca, constituyendo un pueblo provenzal y mercantil que no
entró cultural ni políticamente en este gran juego de replanteo social de los
siglos XIII y XIV.
En el mapa adjunto, y en este momento histórico, la
distribución lingüística occitano-valenciana:
I. - Dominio GASCÓN: de Burdeos a Fraga (incluye el
aranés)
II. -Dominio LEMOSÍN-VALENCIANO: de Limoges a Alicante.
III. - Dominio ALVERNÉS.
IV. - Dominio PROVENZAL-LANGUEDOC-CATALÁN-MALLORQUÍN: de Génova a Tarragona.
V. - Dominio de transición OCCITANO-FRANCÉS (OC-OIL).
VI. - Dominio de transición OCCITANO-CASTELLANO (Aragonés).
II. -Dominio LEMOSÍN-VALENCIANO: de Limoges a Alicante.
III. - Dominio ALVERNÉS.
IV. - Dominio PROVENZAL-LANGUEDOC-CATALÁN-MALLORQUÍN: de Génova a Tarragona.
V. - Dominio de transición OCCITANO-FRANCÉS (OC-OIL).
VI. - Dominio de transición OCCITANO-CASTELLANO (Aragonés).
El mapa de Pirineos hacia el Norte lo publicaron en
1950 los grupos de Acción Occitanista de la Universidad de Munich. De Pirineos
hacia el Sur ha sido publicado en repetidas ocasiones por el Omnium
Cultural de Barcelona. La ponencia se ha limitado a unir ambos planos a la
misma escala con el resultado sorprendente de detectar la continuidad
geográfica de las lenguas a ambos lados de los Pirineos.
En la actualidad persisten las modalidades lingüísticas al
Sur de los Pirineos que fueron consecuencia de las modificaciones introducidas
por el potente Siglo de Oro Valenciano en el adjunto mapa valenciano-occitano.
Si bien se pudo decir antes del Siglo de Oro que había
un provenzal en Cataluña o catalán, que más bien era mallorquín; y en Valencia, Tortosa,
Lérida y Urgel, un lemosín que ya iba siendo valenciano, con Ausias March y la
moda de la prepotente Valencia y del siglo XV, Cataluña se valencianiza
quedando Mallorca aislada con su habla peculiar. Estos hechos que incluso los
propios catalanes reconocen al decir en sus textos literarios que "Ausias
March fue el primer escritor catalán que dejó de utilizar el provenzal " y
que, a partir de aquí, el catalán se desprovenzalizó. Bien: la realidad ya la conocemos.
Lo que ocurrió fue que Ausias March escribió siempre en valenciano-lemosín, y
cuando los escasos intelectuales catalanes imitaron la moda de Ausias, dejaron
ellos de utilizar el provenzal, valencianizando su lengua, con lo que hoy
podemos asegurar
sin ambages ni tapujos que, en la Cataluña actual costera, lo que los catalanes
llaman "catalán oriental" no es más que un dialecto de la lengua
valenciana que bien podría llamarse "valenciano oriental ".
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