Ricardo García Moya
Diario de Valencia 18 de Febrero de 2001
La RAE limpia la lengua
castellana, pero ensucia la valenciana. En la última edición del diccionario,
las voces procedentes del idioma valenciano sufrieron una depuración política
inspirada por académicos escorados al IEC (Moll, Margarit., Marsá, Vilanova,
Gimferrer, Riquer, Colón, etc) La voz chuleta, por ejemplo, la acomodaron para
clasificarla como préstamo del catalán al castellano; pero la documentación es
diamantina.
En 1611, después de
recorrer el Reino, el licenciado Covarrubias publicaba su Tesoro de la lengua
con observaciones sobre voces que se filtraban al castellano. Así, de “chulla”
advertía que “es vocablo valenciano” (Tesoro, a. 1611), siendo esta voz, y
no hora, la que generaría chuleta, chuletada y chuletón. Tras cuatro siglos, el
DRAE embrolla silogísticamente la pertenencia de la palabra: “Chuleta, del
valenciano xulleta, derivado del catalán xulla, costilla» (DRAE, 1992). Se
supone que esta atribución, transmitida a millones de estudiantes, se apoya en
fuentes que alteran la de 1611, pero no es así. Nadie de la RAE aporta
autoridad alguna que asocie chuleta a otro vocablo que no sea el valenciano
chulla. Los académicos se han limitado a copiar lo dictado por el Institut
d´Estudis Catalans y los politizados filólogos catalanes.
Corominas, cuya obra
etimológica es núcleo del catalanismo idiomático, afirma: “Chuleta deriva del
catalán de Valencia xulleta, diminutivo de xulla” (DCECH,1980). En las
neolatinas hispánicas, el trapicheo de una consonante establece fronteras, y es
significativo que no diga dónde aparece xulleta o xulla en un texto
valenciano. Corominas actúa como médium transmisor de conceptos idiomáticos y
geopolíticos ocultos en la mente de personajes fallecidos. Gracias a este don
parapsicológico, la documentación que dice Regne de Valencia e Comtat de
Barcelona la transcribe como Principat de Catalunya i País Valenciá. De igual
modo, como no le convence que Covarrubias afirmara que “chulla es vocablo
valenciano”, el etimólogo catalán atraviesa mentalmente los cuatro siglos
transcurridos y adivina que el licenciado, en realidad, quiso escribir “xulla
es vocablo catalán”. La inmersión normaliza hasta cadáveres centenarios.
Sofista enredador,
Corominas dice “en esta época se empleaba en la capital valenciana la grafía
ch”. Al aludir a siglos tildados de decadentes por la inmersión, da a entender
que existió una época áurea donde chulla se escribía xulla, acorde con la
doctrina del IEC; pero es otra trampa que el sabio tiende al incauto lector. La
primera vez que se documenta chulla es en Valencia, en el Thesaurus de Pou (a.
1575), un gerundense que vino a estudiar a Valencia y aprendió lo que ahora
está prohibido por la inmersión. Pou dejó en caracteres de imprenta la voz
chulles junto a otras tan valencianas como allyoli (sic), chufes, chapes,
taronges de Xátiva, chic, punches, etc. En consecuencia, desechando versiones
parapsicológicas, la primera documentación sobre la chulla (no xulla) la proporciona
un catalán. Pou; y un castellano, Covarrubias; imparciales lingüistas que
estudiaron el idioma valenciano y dejaron constancia impresa.
Como la mayoría de
voces, chulla pertenecía a una familia descendiente del étimo latino vulgar
absungia o exungia (grasa para untar ejes). De tal padre nacieron el antiguo
portugués enxulha, el catalán ensunia o el castellano enxundia, usado por el
Arcipreste de Hita. Significaban gordura o grasa del cerdo. Del caótico romance
surgieron otras variables modernas como la castellana enjundia, la italiana
sugna y la occitana enjun, con la acepción de tocino o grasa de puerco. Entre
todas las lenguas neolatinas, la valenciana creó la voz chulla con singularidad
semántica, aparte de morfológica, al designar a las chuletas de cordero o
ternera Adivinanza: ¿Cuál de todas las
variables está prohibida y despreciada? La valenciana, claro.
Pou opuso la valenciana
chulla a la catalana carbonada y a la latina offella, por el deseo de presentar
equivalencias entre valenciano, catalán y latín. La voz carbonada era
castellana y catalana; pero en valenciano no tuvo excesiva aceptación,
limitándose su polisemia a escasas y desagradables acepciones: “Carboná:
cantidad grande de carbón, excremento de niños” (Escrig,1871).
Respecto a la voz que
nos interesa, Covarrubias fue concreto: “Chulla. Las costillas de carnero
cortadas en piezas de dos en dos, que la gente pobre compra quando no tiene
caudal para más. Es vocablo valenciano, y diéronsele del sonido que haze sobre
las brasas quando se asa”. (Tesoro,a.1611).
Covarrubias da la
equivalencia exacta de costillas de cordero, mientras que Pou fue lacónico,
factor que aprovechó Corominas para restar antiguedad a la acepción de chuleta,
con la argucia de que Pou incluyó chulla en una “llista de menjars preparats:”
DELLC). Como en el texto de Pou no hay más que una enumeración genérica,
Corominas oculta lo que alteraría su trucada lista: "carn rustida, carn de
cordero...”. También sustituye el punto y aparte que separaba chulla y
golosina por un punto y coma. Además, la traducción latina de Pou era flexible;
p.e., traduce “lo qui menja carn crua” como “omophagus”. Es evidente que el
latín offella aludía a las pequeñas chuletas de cordero, comida de pobres según
Covarrubias. Tenían hueso (ya que Pou cita en la misma relación la “cara sens
ossos”), y eran pequeñas comparadas con las chuletas de ternera que comían las
clases pudientes.
La voz arraigó en
idioma valenciano, como demuestra su inclusión en la paremiología, “la chulla
y la dona» (Galiana: Refrans, h.1760), figurando chulla en el diccionario de
Lamarca (a. 1839) o en el vocabulario de Rosanes (a. 1864). Tampoco falta en
el teatro del XIX: “pa blanc y chulles” (La tertulia de Colau,1866); “bones
chulles” (Els microbios, 1884) Igual que el derivado: “dos chulletes” (Qui
tinga cucs, 1855), “una chulleta” (La vanitat castigada, 1855). Resumiendo:
chuleta y chuletón proceden de chulla; voz del idioma valenciano, no de la parapsicológica
xulla catalana. La versión para engañar estudiantes que ofrece el DRAE
pertenece al realismo fantástico, como los platillos volantes o el
valencianismo de la alcaldesa Nolla. Por cierto, hoy me ha invitado mi amigo
Moncho -catalanista y catalanizado hasta el esfinter-, pues el Ayuntamiento
de Valencia le ha soltado dos kilos por una novela suya (en catalán, claro).
Y no sé qué hacer con los 50 ejemplares, pagados por ustedes, del diario
catalán Información que me sigue mandando la Generalidad ¿Empapelo mi WC? ¿Se
los devuelvo a Tarancón?
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