jueves, 22 de octubre de 2015

LA CHULETA Y LA REAL ACADEMIA



Ricardo García Moya
Diario de Valencia 18 de Febrero de 2001

La RAE limpia la lengua castellana, pero ensucia la va­lenciana. En la última edición del diccionario, las voces procedentes del idioma valencia­no sufrieron una depuración política inspirada por acadé­micos escorados al IEC (Moll, Margarit., Marsá, Vilanova, Gimferrer, Riquer, Colón, etc) La voz chuleta, por ejemplo, la acomodaron para clasificarla como préstamo del catalán al castellano; pero la documentación es diamantina.
En 1611, después de reco­rrer el Reino, el licenciado Co­varrubias publicaba su Tesoro de la lengua con observaciones sobre voces que se filtraban al castellano. Así, de “chulla” ad­vertía que “es vocablo valen­ciano” (Tesoro, a. 1611), sien­do esta voz, y no hora, la que generaría chuleta, chuletada y chuletón. Tras cuatro siglos, el DRAE embrolla silogísticamente la pertenencia de la pa­labra: “Chuleta, del valencia­no xulleta, derivado del cata­lán xulla, costilla» (DRAE, 1992). Se supone que esta atribución, transmitida a mi­llones de estudiantes, se apoya en fuentes que alteran la de 1611, pero no es así. Nadie de la RAE aporta autoridad algu­na que asocie chuleta a otro vocablo que no sea el valencia­no chulla. Los académicos se han limitado a copiar lo dicta­do por el Institut d´Estudis Catalans y los politizados filó­logos catalanes.
Corominas, cuya obra eti­mológica es núcleo del catala­nismo idiomático, afirma: “Chuleta deriva del catalán de Valencia xulleta, diminutivo de xulla” (DCECH,1980). En las neolatinas hispánicas, el trapicheo de una consonante establece fronteras, y es signi­ficativo que no diga dónde aparece xulleta o xulla en un texto valenciano. Corominas actúa como médium transmi­sor de conceptos idiomáticos y geopolíticos ocultos en la men­te de personajes fallecidos. Gracias a este don parapsico­lógico, la documentación que dice Regne de Valencia e Com­tat de Barcelona la transcribe como Principat de Catalunya i País Valenciá. De igual modo, como no le convence que Co­varrubias afirmara que “chu­lla es vocablo valenciano”, el etimólogo catalán atraviesa mentalmente los cuatro siglos transcurridos y adivina que el licenciado, en realidad, quiso escribir “xulla es vocablo catalán”. La inmersión normaliza hasta cadáveres centenarios.
Sofista enredador, Corominas dice “en esta época se empleaba en la capital valenciana la grafía ch”. Al aludir a siglos tildados de decadentes por la inmersión, da a entender que existió una época áurea donde chulla se escribía xulla, acorde con la doctrina del IEC; pero es otra trampa que el sabio tiende al incauto lector. La primera vez que se documenta chulla es en Valencia, en el Thesaurus de Pou (a. 1575), un gerundense que vino a estudiar a Valencia y aprendió lo que ahora está prohibido por la inmersión. Pou dejó en caracteres de imprenta la voz chulles junto a otras tan valencianas como allyoli (sic), chufes, chapes, taronges de Xátiva, chic, punches, etc. En consecuencia, desechando versiones parapsicológicas, la primera documentación sobre la chulla (no xulla) la proporciona un catalán. Pou; y un castellano, Covarrubias; imparciales lingüistas que estudiaron el idioma valenciano y dejaron constancia impresa.
Como la mayoría de voces, chulla pertenecía a una familia descendiente del étimo latino vulgar absungia o exungia (grasa para untar ejes). De tal padre nacieron el antiguo portugués enxulha, el catalán ensunia o el castellano enxundia, usado por el Arcipreste de Hita. Significaban gordura o grasa del cerdo. Del caótico ro­mance surgieron otras variables modernas como la castellana enjundia, la italiana sugna y la occitana enjun, con la acepción de tocino o grasa de puerco. Entre todas las lenguas neolatinas, la valenciana creó la voz chulla con singularidad semántica, aparte de morfológica, al designar a las chuletas de cordero o ternera  Adivinanza: ¿Cuál de todas las variables está prohibida y despreciada? La valenciana, claro.
Pou opuso la valenciana chulla a la catalana carbonada y a la latina offella, por el deseo de presentar equivalencias entre valenciano, catalán y latín. La voz carbonada era castellana y catalana; pero en valenciano no tuvo excesiva aceptación, limitándose su polisemia a escasas y desagradables acepciones: “Carboná: cantidad grande de carbón, excremento de niños” (Escrig,1871).
Respecto a la voz que nos interesa, Covarrubias fue concreto: “Chulla. Las costillas de carnero cortadas en piezas de dos en dos, que la gente pobre compra quando no tiene caudal para más. Es vocablo valenciano, y diéron­sele del sonido que haze sobre las brasas quando se asa”. (Tesoro,a.1611).
Covarrubias da la equivalen­cia exacta de costillas de cor­dero, mientras que Pou fue la­cónico, factor que aprovechó Corominas para restar anti­guedad a la acepción de chule­ta, con la argucia de que Pou incluyó chulla en una “llista de menjars preparats:” DELLC). Como en el texto de Pou no hay más que una enumeración ge­nérica, Corominas oculta lo que alteraría su trucada lista: "carn rustida, carn de corde­ro...”. También sustituye el punto y aparte que separaba chulla y golosina por un punto y coma. Además, la traducción latina de Pou era flexible; p.e., traduce “lo qui menja carn crua” como “omophagus”. Es evidente que el latín offella aludía a las pequeñas chuletas de cordero, comida de pobres según Covarrubias. Tenían hueso (ya que Pou cita en la misma relación la “cara sens ossos”), y eran pequeñas com­paradas con las chuletas de ternera que comían las clases pudientes.
La voz arraigó en idioma va­lenciano, como demuestra su inclusión en la paremiología, “la chulla y la dona» (Galia­na: Refrans, h.1760), figurando chulla en el diccionario de Lamarca (a. 1839) o en el vocabu­lario de Rosanes (a. 1864). Tampoco falta en el teatro del XIX: “pa blanc y chulles” (La tertulia de Colau,1866); “bo­nes chulles” (Els microbios, 1884) Igual que el derivado: “dos chulletes” (Qui tinga cucs, 1855), “una chulleta” (La vanitat castigada, 1855). Resu­miendo: chuleta y chuletón proceden de chulla; voz del idioma valenciano, no de la parapsicológica xulla catalana. La versión para engañar estu­diantes que ofrece el DRAE pertenece al realismo fantásti­co, como los platillos volantes o el valencianismo de la alcalde­sa Nolla. Por cierto, hoy me ha invitado mi amigo Moncho -ca­talanista y catalanizado hasta el esfinter-, pues el Ayunta­miento de Valencia le ha solta­do dos kilos por una novela su­ya (en catalán, claro). Y no sé qué hacer con los 50 ejempla­res, pagados por ustedes, del diario catalán Información que me sigue mandando la Ge­neralidad ¿Empapelo mi WC? ¿Se los devuelvo a Tarancón?


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