Por: Ricardo de la Cierva
En 1913 el Institut d'Estudis Catalans adopta para su objetivo de normalización el criterio de un químico metido filólogo y transformador de la lengua catalana: Pompeyo Fabra y Poch, conocido después como Pompeu Fabra, otro intocable del cual habrá que hacer alguna vez una crítica profunda, que jamás han intentado los intelectuales catalanes, por conformismo (excepto uno, el profesor Rubio, sobre quien volveremos), ni los castellanos que conocen el catalán, quizá por cobardía. Disconforme con las arbitrariedades de Fabra, Alcover, que era un filólogo mucho más serio, dimite y se vuelve a Mallorca.
Pomeyo Fabra había nacido en Barcelona en 1868. Desempeñó una cátedra de su carrera universitaria, la quí mica, en Bilbao. Aficionado a la filología, se dedicó a la reforma del catalán con el ardor de un cruzado y bajo la protección entusiasta de Prat de la Riba. Publicó una Gramática de la lengua catalana en 1912 y un Diccionario general en 1923, que se considera por los pancatalanistas como dogma de fe. Con motivo de la guerra civil se exilió en Francia, donde murió en 1948.
La clave filológica de Fabra era «conseguir un proceso de unificación sobre la base de la normalización en el principado». Será el mismo fin que adopten los forzados unificadores de la lengua vasca, dispersa en media docena de dialectos; y tanto unos como otros bajo la inspiración de los filólogos judíos que normalizaron la resurrección del hebreo como nueva lengua nacional para el solar de Israel en Palestina. La retirada de Alcover se debió a su oposición a este «centralismo lingüístico» de Fabra, que pretendía imponer en todas partes el habla no ya de Cataluña sino de Barcelona, con talante dogmático y con arbitraria eliminación de las formas que se asemejaban al castellano, pero que provenían de una evolución natural y legítima, es decir, perfectamente catalana. E1 ilustre filólogo valenciano Cremades, de la Compañía de Jesús, de quien tomamos estas opiniones, explica por qué Fabra no eligió por modelo a Jacinto Verdaguer, máximo poeta catalán contemporáneo: «Y es que la lingüística verdagueriana se halla bastante más próxima al valenciano de los Ausias March, Martorell y sus sucesores hasta Teodoro Llorente y Fullana; más cerca también del catalán occidental, leridano y tortosino; más cerca incluso del romance vivo en el Reino de Valencia cuando la conquista de Jaime I y que hoy podemos admirar en el texto de Els furs. Lo que es más, los escritos de Verdaguer se hallan mucho más próximos al lenguaje actual de los valenciano-parlantes que al catalán oriental.» Y eso que Pompeyo Fabra se dignaba permitir que la lengua del Reino de Valencia se denominase valenciano o catalán.
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