Autor: Ramón Menéndez Pidal
Historia de España (1212-1350) Tomo XIII – Capítulo III
Madrid 1996
La conquista del reino de Valencia.
La ciudad de Valencia había constituido un reino aparte desde el momento que Zayyán se proclamó rey. No obedecía ni al califa almohade ni a Ibn Húd, de Murcia. Sin alianzas políticas, su suerte estaba echada de antemano.
Las tropas de Jaime I habían realizado una expedición de saqueo a finales de 1235 por Almenara, Sagunto, Puzol, Paterna, Manises, torre de Espioca, Alcácer, Albalat y puente de Cuart, regresando a Burriana. Más tarde (junio de 1236) ka hueste de Jaime I realizó una nueva expedición contra Alcira y Cullera, torres de Moncada y Museros, para regresar a la misma Burriana. Y las dos expediciones sirvieron una vez más para demostrar la imposibilidad de conquista una ciudad amurallada mediante un choque frontal. De ahí que Jaime I se viese obligado a replantearse el problema de la ocupación de Valencia. Quizás influyese el hecho de que el 9 de agosto de 1233 el papa Gregorio IX ya había ordenado a los obispos de la provincia eclesiástica de Burdeos que hostigasen a sus fieles a luchar contra los musulmanes bajo la dirección de Jaime I de Aragón.
Este espíritu de cruzada sería utilizado por Jaime I para intentar la ocupación de Valencia, meta soñada por los monarcas aragoneses desde el sigo XI. Como elemento fundamental contaba la obligación de “los señores (aragoneses) que tienen los honores reales que sirvan con ellas al rey, donde el rey residiese, durante tres meses al año, entre la ida, estada y vuelta”. Y finalmente, incitaba a muchos la promesa de recibir casas y tierras en la ciudad y reinos conquistados.
La Crónica de Jaime I narra ampliamente los hechos subsiguientes, recogidos en todos los libros posteriores. Pero su comparación con la documentación real indica que por lo menos hay dos narraciones consecutivas de los acontecimientos, así como una alteración en la cronología. Un esquema de la empresa de Valencia, según la constatación de los documentos y la Crónica real, podría ser ésta:
A mediados del año 1236 el rey Jaime I convocó Cortes para celebrarlas en Monzón, en octubre de 1236. Los temas a tratar eran: “Primeramente, del asedio y conquista de la ciudad de Valencia; en segundo lugar, de la observancia de la paz entre sus súbditos, y en tercero, de la confirmación de la moneda jaquesa”. A estas Cortes asistieron todos los prelados de Aragón y los de la Marca Hispánica, los representantes de la Ordenes militares y regulares, nobles de la Marca y aragoneses, y los representantes de los concejos de Lérida, Tortosa, Zaragoza, Teruel, Daroca, Calatayud, Tarazona, Huesca, Jaca y Barbastro. Las Cortes se estaban celebrando el día 15 de octubre y, por primera vez, el rey habla de celebrar una cruzada “assumentes crucem”). Pocos días después, el rey prometía dotar la catedral e iglesias sufragáneas para que los clérigos pudiesen mantenerse honoríficamente; y dar tierras a todos los que fuesen a luchar, estableciendo además que los asistentes “desde el día que tomasen la cruz hasta el regreso y vuelta del ejército” podrían demorar la entrega de créditos y réditos,
Muchos años mas tarde, cuando el rey dictaba su Crónica y se habían producido los hechos, el rey señala el plan general de la empresa, que en un principio no aparece por ninguna parte: en primer lugar, se conquistará El Puig, donde estaría la frontera todo el invierno; cuando llegase el verano, talarían la huerta, y, en el momento oportuno, el rey ordenaría a sus ricoshombres y ciudadanos que colaborasen en el asedio de Valencia.
La acción y organización de la hueste contra Valencia suponía dos acciones paralelas. Por un lado, la convocatoria de concentración de los guerreros en Teruel, que se fijó para el día 17 de abril de 1237, fiesta de la Pascua Florida; por otro, las correspondientes gestiones ante la Santa Sede para que el Papa dictase las oportunas bulas de predicación de “cruzada”.
Las gestiones en Roma fueron muy lentas. En octubre de 1236 se acordó en las Cortes de Monzón la “cruzada”. Pero la primera bula pontificia otorgando tal motivación es de casi cinco meses más tarde. El 5 de febrero de 1237 el papa Gregorio IX despachaba bulas para los arzobispos de Tarragona, Narbona, Arlés y Aix y al obispo de Barcelona, en las que concedía la misma indulgencia a los fuesen a la conquista de Valencia que la que recibían los que iban a Jerusalén. A los que habían hecho el voto de ir en peregrinación a Tierra Santa, se lo conmutaba por la entrega de una limosna para sufragar los gastos de la guerra, siendo exceptuados de esta gracia los habitantes de las diócesis de Pamplona y Calahorra y la ciudad de Marsella. Los incendiarios, azotadores de clérigos y comerciantes con musulmanes recibirían la absolución a condición de permanecer en el ejército hasta que se conquistase la ciudad.
Todo el que oyese un sermón de “cruzada” lucraría treinta y un día de indulgencia. Y el obispo de Barcelona y el procurador del arzobispo de Tarragona exhortarían a sus fieles a que construyesen fortificaciones, fosos y trincheras personalmente o a sus costas, ofreciéndoles una indulgencia añadida de treinta y un día más. Todavía el siguiente 11 de febrero el Papa Gregorio IX escribía a s San Raimundo de Peñafort para que convenciese al vizconde de Cardona de que cumpliese sus promesas y fuese a la conquista de Valencia, ofreciendo a cambio la dispensa del impedimento de parentesco con la mujer con la que se había casado.
La tardanza en la consecución de las bulas iba a significar el fracaso de esta tentativa de Jaime I. Entre la firma de la última conocida (11 de febrero) y la fecha fijada para la reunión de la hueste en Teruel (17 de abril) no había tiempo suficiente para divulgar las concesiones papales entre los posibles ”cruzados”, y aun superar las dificultades puestas, pues había muchos caballeros que –según una bula del mismo pontífice- procuraban impedir la “cruzada”, haciendo coaliciones y sociedades, y se prestaban juramento de mutua ayuda y defensa (bula de 9 de febrero de 1237 al obispo de Huesca).
Ante la ausencia del espíritu religioso, se podía asegurar que el éxito de la convocatoria de la hueste iba a ser mínimo. Efectivamente, según la Crónica, solo acudieron a Teruel el 17 de abril de 1237 el caballero de la Marca Hispánica Guillén de Agulló, los nobles aragoneses Jimeno de Urrea, Pedro Fernández de Azagra (que era al mismo tiempo señor de Albarracín), Artal de Alagón y Pedro Cornel. De las Ordenes militares solo acudieron el maestre del Hospital y el comendador calatravo de Alcañiz, con sus huestes. Los concejos de la Marca Hispánica no acudieron, como tampoco los de Calatayud, Tarazona, Huesca, Jaca y Barbastro. En cambio se presentaron los concejos de Daroca, Teruel, Alcañiz y Castellote, llegando mas tarde el de Zaragoza.
Con esta hueste el rey Jaime I se asentó en el Puig en fecha no determinada con precisión, aunque documentalmente consta que estaba allí desde el 25 de junio hasta el día 1 de agosto de 1237.
El fracaso de la hueste parece motivado tanto por las ligas nobiliarias contra la “cruzada” como por la tardanza de la divulgación de las concesiones pontificias. Solucionadas ambas, el rey inició un viaje, al parecer de reclutamiento por todos sus “estados”. El siguiente 12 de agosto estaba en Lérida, y –según la Crónica- fue por tierras de Tortosa, Barcelona, Lérida, Huesca y Zaragoza, datos confirmados por la documentación coetánea. Y de nuevo convocó a sus huestes y “cruzados” para el día 4 de abril de 1238 (fiesta de Pascua), en el Puig.
Mientras el rey Jaime UI permanecía al norte del Ebro, el rey valenciano Zayyan se enfrentó a los que estaban fortificados en el Puig, librando la batalla de Enesa el 20 de agosto de 1237, jueves. Allí murieron gran cantidad de personajes conocidos. Por parte cristiana, Bernardo Guillén de Entenza, tío del rey; los señores aragoneses Ruy Jiménez de Luesia y su hijo Gimen Pérez de Tierga; por parte musulmana, Abu-l-Rabi. Letrado valenciano.
Las fuentes cristianas –siguiendo la Crónica de Jaime I sitúan esta batalla en el Puig, pero las fuentes musulmanas la colocan en Enesa-Abisa, que estaba en las proximidades de Peñíscola. El error se produjo al recibir Jaime I noticias sobre la misma, sin haber asistido al encuentro. La recepción de las noticias fue bastante después de producirse la derrota, pues él mismo señala que, tan pronto como lo supo, se trasladó al Puig, hecho que está documentado el 24 de enero de 1238.
Al llegar al Puig Jaime I conoció el espíritu de abandono que dominaba a los que habían permanecido allí desde el verano anterior; y entonces hizo promesa de no alejarse de las tierras valencianas hasta la conquista de la ciudad. Y desde ese momento cambió la denominación de su campamento. Hasta ese día los documentos los otorgaba en el “Puig de Cebolla”; a a partir de entonces tal topónimo se cambió por el de “Puig de Santa Maria”.
Al llegar el día para la reunión de la hueste en el Puig (4 de abril de 1238), el rey volvió a comprobar el fracaso de su convocatoria. Según señala en su Crónica, solo asistieron el maestre del Hospital y un comendador del Temple (que tenía 30 caballeros), el comendador de Alcañiz y el comendador de Calatrava. De los nobles solo estaban Guillén de Agulló, de la Marca Hispánica; y los aragoneses Rodrigo deLizana y Gimen Pérez de Tarazona. En total 120 o 140 caballeros de linaje, unos 150 almogávares y, aproximadamente, 1000 hombres de a pie. Luego fueron llegando algunas gentes mas, aparte de los consabidos concejos aragoneses.
El día 22 de abril de 1238, jueves, la hueste de Jaime I de Aragón dejó el Puig para iniciar el asedio de Valencia, según denotan los textos cristianos y musulmanes.
Mientras el rey musulmán de Valencia había intentado salvar la situación. Primeramente, ofreciendo a Jaime I la paz a cambio de entregarle todos los castillos que estaban entre el rio Turia, Tortosa y Teruel, darle un palacio en la Zaidía de Valencia y 10.000 besantes de renta en esta ciudad, ofrecimiento que rechazó el aragonés. Luego buscó la protección de Abú Zakkariya, rey de Túnez, que envió 12 galeras al Grao de Valencia, donde no pedieron desembarcar el día 7 de agosto de 1238, aunque dejaron posteriormente sus víveres y dinero en el puerto de Denia.
Resulta muy interesante comparar las litas de los nobles y concejos que votaron la “cruzada” contra Valencia en las Cortes de Monzón y la de los asistentes a las sucesivas huestes y conquista de Valencia. De los nobles de la Marca Hispánica votantes sólo cumplieron su promesa el 36 por 100, lo que testimonia el distinto interés que ambos grupos nobiliarios tuvieron por la empresa valenciana.
Historia de España (1212-1350) Tomo XIII – Capítulo III
Madrid 1996
La conquista del reino de Valencia.
La ciudad de Valencia había constituido un reino aparte desde el momento que Zayyán se proclamó rey. No obedecía ni al califa almohade ni a Ibn Húd, de Murcia. Sin alianzas políticas, su suerte estaba echada de antemano.
Las tropas de Jaime I habían realizado una expedición de saqueo a finales de 1235 por Almenara, Sagunto, Puzol, Paterna, Manises, torre de Espioca, Alcácer, Albalat y puente de Cuart, regresando a Burriana. Más tarde (junio de 1236) ka hueste de Jaime I realizó una nueva expedición contra Alcira y Cullera, torres de Moncada y Museros, para regresar a la misma Burriana. Y las dos expediciones sirvieron una vez más para demostrar la imposibilidad de conquista una ciudad amurallada mediante un choque frontal. De ahí que Jaime I se viese obligado a replantearse el problema de la ocupación de Valencia. Quizás influyese el hecho de que el 9 de agosto de 1233 el papa Gregorio IX ya había ordenado a los obispos de la provincia eclesiástica de Burdeos que hostigasen a sus fieles a luchar contra los musulmanes bajo la dirección de Jaime I de Aragón.
Este espíritu de cruzada sería utilizado por Jaime I para intentar la ocupación de Valencia, meta soñada por los monarcas aragoneses desde el sigo XI. Como elemento fundamental contaba la obligación de “los señores (aragoneses) que tienen los honores reales que sirvan con ellas al rey, donde el rey residiese, durante tres meses al año, entre la ida, estada y vuelta”. Y finalmente, incitaba a muchos la promesa de recibir casas y tierras en la ciudad y reinos conquistados.
La Crónica de Jaime I narra ampliamente los hechos subsiguientes, recogidos en todos los libros posteriores. Pero su comparación con la documentación real indica que por lo menos hay dos narraciones consecutivas de los acontecimientos, así como una alteración en la cronología. Un esquema de la empresa de Valencia, según la constatación de los documentos y la Crónica real, podría ser ésta:
A mediados del año 1236 el rey Jaime I convocó Cortes para celebrarlas en Monzón, en octubre de 1236. Los temas a tratar eran: “Primeramente, del asedio y conquista de la ciudad de Valencia; en segundo lugar, de la observancia de la paz entre sus súbditos, y en tercero, de la confirmación de la moneda jaquesa”. A estas Cortes asistieron todos los prelados de Aragón y los de la Marca Hispánica, los representantes de la Ordenes militares y regulares, nobles de la Marca y aragoneses, y los representantes de los concejos de Lérida, Tortosa, Zaragoza, Teruel, Daroca, Calatayud, Tarazona, Huesca, Jaca y Barbastro. Las Cortes se estaban celebrando el día 15 de octubre y, por primera vez, el rey habla de celebrar una cruzada “assumentes crucem”). Pocos días después, el rey prometía dotar la catedral e iglesias sufragáneas para que los clérigos pudiesen mantenerse honoríficamente; y dar tierras a todos los que fuesen a luchar, estableciendo además que los asistentes “desde el día que tomasen la cruz hasta el regreso y vuelta del ejército” podrían demorar la entrega de créditos y réditos,
Muchos años mas tarde, cuando el rey dictaba su Crónica y se habían producido los hechos, el rey señala el plan general de la empresa, que en un principio no aparece por ninguna parte: en primer lugar, se conquistará El Puig, donde estaría la frontera todo el invierno; cuando llegase el verano, talarían la huerta, y, en el momento oportuno, el rey ordenaría a sus ricoshombres y ciudadanos que colaborasen en el asedio de Valencia.
La acción y organización de la hueste contra Valencia suponía dos acciones paralelas. Por un lado, la convocatoria de concentración de los guerreros en Teruel, que se fijó para el día 17 de abril de 1237, fiesta de la Pascua Florida; por otro, las correspondientes gestiones ante la Santa Sede para que el Papa dictase las oportunas bulas de predicación de “cruzada”.
Las gestiones en Roma fueron muy lentas. En octubre de 1236 se acordó en las Cortes de Monzón la “cruzada”. Pero la primera bula pontificia otorgando tal motivación es de casi cinco meses más tarde. El 5 de febrero de 1237 el papa Gregorio IX despachaba bulas para los arzobispos de Tarragona, Narbona, Arlés y Aix y al obispo de Barcelona, en las que concedía la misma indulgencia a los fuesen a la conquista de Valencia que la que recibían los que iban a Jerusalén. A los que habían hecho el voto de ir en peregrinación a Tierra Santa, se lo conmutaba por la entrega de una limosna para sufragar los gastos de la guerra, siendo exceptuados de esta gracia los habitantes de las diócesis de Pamplona y Calahorra y la ciudad de Marsella. Los incendiarios, azotadores de clérigos y comerciantes con musulmanes recibirían la absolución a condición de permanecer en el ejército hasta que se conquistase la ciudad.
Todo el que oyese un sermón de “cruzada” lucraría treinta y un día de indulgencia. Y el obispo de Barcelona y el procurador del arzobispo de Tarragona exhortarían a sus fieles a que construyesen fortificaciones, fosos y trincheras personalmente o a sus costas, ofreciéndoles una indulgencia añadida de treinta y un día más. Todavía el siguiente 11 de febrero el Papa Gregorio IX escribía a s San Raimundo de Peñafort para que convenciese al vizconde de Cardona de que cumpliese sus promesas y fuese a la conquista de Valencia, ofreciendo a cambio la dispensa del impedimento de parentesco con la mujer con la que se había casado.
La tardanza en la consecución de las bulas iba a significar el fracaso de esta tentativa de Jaime I. Entre la firma de la última conocida (11 de febrero) y la fecha fijada para la reunión de la hueste en Teruel (17 de abril) no había tiempo suficiente para divulgar las concesiones papales entre los posibles ”cruzados”, y aun superar las dificultades puestas, pues había muchos caballeros que –según una bula del mismo pontífice- procuraban impedir la “cruzada”, haciendo coaliciones y sociedades, y se prestaban juramento de mutua ayuda y defensa (bula de 9 de febrero de 1237 al obispo de Huesca).
Ante la ausencia del espíritu religioso, se podía asegurar que el éxito de la convocatoria de la hueste iba a ser mínimo. Efectivamente, según la Crónica, solo acudieron a Teruel el 17 de abril de 1237 el caballero de la Marca Hispánica Guillén de Agulló, los nobles aragoneses Jimeno de Urrea, Pedro Fernández de Azagra (que era al mismo tiempo señor de Albarracín), Artal de Alagón y Pedro Cornel. De las Ordenes militares solo acudieron el maestre del Hospital y el comendador calatravo de Alcañiz, con sus huestes. Los concejos de la Marca Hispánica no acudieron, como tampoco los de Calatayud, Tarazona, Huesca, Jaca y Barbastro. En cambio se presentaron los concejos de Daroca, Teruel, Alcañiz y Castellote, llegando mas tarde el de Zaragoza.
Con esta hueste el rey Jaime I se asentó en el Puig en fecha no determinada con precisión, aunque documentalmente consta que estaba allí desde el 25 de junio hasta el día 1 de agosto de 1237.
El fracaso de la hueste parece motivado tanto por las ligas nobiliarias contra la “cruzada” como por la tardanza de la divulgación de las concesiones pontificias. Solucionadas ambas, el rey inició un viaje, al parecer de reclutamiento por todos sus “estados”. El siguiente 12 de agosto estaba en Lérida, y –según la Crónica- fue por tierras de Tortosa, Barcelona, Lérida, Huesca y Zaragoza, datos confirmados por la documentación coetánea. Y de nuevo convocó a sus huestes y “cruzados” para el día 4 de abril de 1238 (fiesta de Pascua), en el Puig.
Mientras el rey Jaime UI permanecía al norte del Ebro, el rey valenciano Zayyan se enfrentó a los que estaban fortificados en el Puig, librando la batalla de Enesa el 20 de agosto de 1237, jueves. Allí murieron gran cantidad de personajes conocidos. Por parte cristiana, Bernardo Guillén de Entenza, tío del rey; los señores aragoneses Ruy Jiménez de Luesia y su hijo Gimen Pérez de Tierga; por parte musulmana, Abu-l-Rabi. Letrado valenciano.
Las fuentes cristianas –siguiendo la Crónica de Jaime I sitúan esta batalla en el Puig, pero las fuentes musulmanas la colocan en Enesa-Abisa, que estaba en las proximidades de Peñíscola. El error se produjo al recibir Jaime I noticias sobre la misma, sin haber asistido al encuentro. La recepción de las noticias fue bastante después de producirse la derrota, pues él mismo señala que, tan pronto como lo supo, se trasladó al Puig, hecho que está documentado el 24 de enero de 1238.
Al llegar al Puig Jaime I conoció el espíritu de abandono que dominaba a los que habían permanecido allí desde el verano anterior; y entonces hizo promesa de no alejarse de las tierras valencianas hasta la conquista de la ciudad. Y desde ese momento cambió la denominación de su campamento. Hasta ese día los documentos los otorgaba en el “Puig de Cebolla”; a a partir de entonces tal topónimo se cambió por el de “Puig de Santa Maria”.
Al llegar el día para la reunión de la hueste en el Puig (4 de abril de 1238), el rey volvió a comprobar el fracaso de su convocatoria. Según señala en su Crónica, solo asistieron el maestre del Hospital y un comendador del Temple (que tenía 30 caballeros), el comendador de Alcañiz y el comendador de Calatrava. De los nobles solo estaban Guillén de Agulló, de la Marca Hispánica; y los aragoneses Rodrigo deLizana y Gimen Pérez de Tarazona. En total 120 o 140 caballeros de linaje, unos 150 almogávares y, aproximadamente, 1000 hombres de a pie. Luego fueron llegando algunas gentes mas, aparte de los consabidos concejos aragoneses.
El día 22 de abril de 1238, jueves, la hueste de Jaime I de Aragón dejó el Puig para iniciar el asedio de Valencia, según denotan los textos cristianos y musulmanes.
Mientras el rey musulmán de Valencia había intentado salvar la situación. Primeramente, ofreciendo a Jaime I la paz a cambio de entregarle todos los castillos que estaban entre el rio Turia, Tortosa y Teruel, darle un palacio en la Zaidía de Valencia y 10.000 besantes de renta en esta ciudad, ofrecimiento que rechazó el aragonés. Luego buscó la protección de Abú Zakkariya, rey de Túnez, que envió 12 galeras al Grao de Valencia, donde no pedieron desembarcar el día 7 de agosto de 1238, aunque dejaron posteriormente sus víveres y dinero en el puerto de Denia.
Resulta muy interesante comparar las litas de los nobles y concejos que votaron la “cruzada” contra Valencia en las Cortes de Monzón y la de los asistentes a las sucesivas huestes y conquista de Valencia. De los nobles de la Marca Hispánica votantes sólo cumplieron su promesa el 36 por 100, lo que testimonia el distinto interés que ambos grupos nobiliarios tuvieron por la empresa valenciana.
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