SIMBOLOS DEL RINO DE VALENCIA
a) La polémica
Afirma Barceló que el primitivo texto del Real Decreto (de Bilingüismo) lo redactaron Enrique Alcaraz y Manuel Broseta (de nuevo Broseta). Reformado en la época de Peris, su aparición provocó inquietudes y disgustos en el bando proimperialismo barcelonés. Beviá lo calificó de ambiguo, porque habla de lengua valenciana. “Esta terminología –dijo- técnicamente, es incorrecta. Lo correcto es el término valenciano”.
¿Por qué quiere Beviá (alicantino) que la Lengua Valenciana se denomine únicamente como “valenciano? Muy fácil. Se trata de denigrar políticamente todo lo que se refiere a la historia, cultura y lengua del Reino de Valencia. Se trata de desmerecer todas nuestras raíces y de dejarnos al nivel del suelo para poder ser absorbidos con mayor facilidad dentro del estrafalario proyecto de los Países Catalanes promulgado y fomentado por el catalanismo rampante que se viene fomentando por parte de nuestros vecinos del norte. El colaboracionismo de este elemento como de la multitud de elementos subversivos partidarios del pancatalanismo valenciano, no es ni más ni menos, que traicionar a su propia tierra madre a favor de la megalomanía catalana.
Manuel Sanchis Guarner (otro que tal pinta) a la luz de su primera creación, apreció en el documento “el gran defecto” de faltarle “como una declaración de principios, dejando en manos de la Consellería toda la responsabilidad” y recuerda que, en mayo último, el entonces conceller Barceló hizo una declaración de principios, acatando los criterios “científicos” desde la firma, en Castellón, de las Normas del 32. Barceló expuso: “para mi, es un contrasentido el término lengua valenciana (…). Una cosa como la unidad de la lengua es incuestionable.” ¡Dogma de fe pancatalanista! Igual opina el” mestre”. Repuesto de lo ambiguo, Beviá amenaza: “Si el asunto de la denominación da pie a que se hagan replanteamientos absurdos sobre la lengua, esto se convertirá en un desastre. Existe un patrimonio con unas normas ortográficas, aceptadas en Castellón en el año 1932 que son las bases que hay que aceptar y seguir para el desarrollo de nuestra cultura. Los socialistas no estamos dispuestos a consentir esta manipulación”.
Para que quede claro cuál fue la posición de Beviá hay que dejar constancia de que lo que él pretendía era que la lengua valenciana formara parte del catalán, porque decía y pensaba, al menos oficialmente, que todo era lo mismo y por tanto no cabía otro fin que catalogarla como catalán puro y duro.
Emilio Beut Belenguer (otro que tal pinta), vicepresidente entonces del Instituto de Estudios Valencianos, confiesa si ambages que sigue admitiendo la normativa del Instituto de Estudios Catalanes o Normas de Castellón de 1932. Gran parte de la intelectualidad valenciana abogaba por las citadas normas, caballo de Troya en contra de la verdadera Lengua Valenciana. Una prueba más –y van tantas- de las traiciones intelectuales que se dieron y se continúan dando en nuestra tierra por gentes que se dicen valenciana por el mero hecho de haber nacido en nuestro Reino.
Las discusiones que se produjeron antes y después de la promulgación del decreto de bilingüismo estaban prácticamente motivadas por la escasa oposición política en contra de lo que denominaban “l’unitat de la llengua”. Pretendían los pancatalanistas que nuestra lengua fuera absorbida por el catalán y la ausencia de beligerancia por parte de los políticos que tenían que defender la independencia de nuestro idioma, hizo que las fuerzas de izquierdas y buena parte de las de derechas, consiguieran denigrar la lengua valenciana al término bajo y raso de “valenciano”.
b) En El Puig. Normas de la Academia.
Continúa Vicente Ramos en (…de Albiñana) diciéndonos:
“Según dijimos en sus respectivos lugares, la normativa ortográfica valenciana, redactada por la Sección de Lengua y Literatura de la Academia de Cultura Valenciana, recibió el beneplácito de la Comisión Mixta de Bilingüismo el 17 de septiembre de 1980 y fue asumida por la propia Corporación académica en 22 de octubre siguiente. La primera medida levantó un furioso huracán pancatalanista tanto en Cataluña “estricta” como en la “deseada”; la segundo puso al Ayuntamiento pesoista de Valencia y a la Diputación de su provincia en el disparadero de decretar la disolución de tan atrevida Academia.
Desde aquellos momentos la “Coordinadora de Entidades Culturales del Reino de Valencia”, se entregó a la entusiasta y nobilísima tarea de recoger las libres adhesiones individuales y colectivas, todas, de prestigio en el orbe de la cultura valenciana, cuyos pliegos de firmas –mucho más de cien mil nombres- les confirió autenticidad legal el notario de Masamagrell, Esteban Vicente Moliner.
Tan elocuente voluntad popular significaba el verdadero y más sólido plebiscito a favor de la ortografía valenciana frente a la fabriana y catalanizante, admitida en Castellón en 1932.
Al objeto de que esta decisión trascendental del pueblo se reflejara en acontecimiento histórico, la “Coordinadora” organizó un solemne acto en el monasterio de El Puig de Santa María, el 7 de marzo de 1981, y, en su transcurso, ante un numerosísimo público, hicieron uso de la palabra Francisco Nieto, presidente de la Coordinadora José Esteve, en representación de la provincia de Castellón, José Boronat Gisbert, en la de Alicante, Rafael Villar, en la de Valencia, y Julián San Valero, director decano de la Academia de Cultura Valenciana. Al final se cantó el Himno Regional de Valencia.
Desde aquel instante, los valencianos han sustituido las llamadas “Normes de Castello” por las Normas de la Academia de Cultura Valenciana, que allí el pueblo las bautizócomo Normes de El Puig, con lo que la gloriosa lengua valenciana vuelve a discurrir por su más acendrado cauce, ya que, como bien dijo Boronat “la evolución de un idioma es el advenimiento de la inspiración y de la creatividad de los que hacen o elaboran el idioma: los hablantes, el pueblo”.
Idea “genial” de Monsonís.
El disparatado pensamiento, nacido del caletre del presidente interino del Consell, Enrique Monsonís Domingo, se refiere a una Academia de la Lengua Valenciana. Su fontana se encuentra en un prometido y entusiasta mitin pronunciado por Fernando Abril Martorell (otro que tal canta), ministro de Economía, a la sazón, a comienzos de 1979, en el que habló de esa posible Academia como medida para resolver el viejo problema lingüístico.
Y como aquella propuesta no tenía más vuelo que el de insignificante horizonte propagandístico de UCD, no logró otra repercusión que la desmesurada protesta panca, calificando las frases de Abril Martorell como “una nueva agresión contra el pueblo valenciano y su identidad cultural e idiomática”. La repulsa la firmaron, entre otros, José Renau, Manuel Sanchis Guarner, Juan Gil Albert, Eusebio Sempere, Andrés Alfaro, Juan Fuster, Vicente Andrés Estellés, Vicente Ventura, Eliseo Climent, Manuel Vicent, Antonio Gades, J. García Candau, Raimon, Vicente Badia Martín…
Con el tiempo, creció el silencio, pero el mayo de 1980, Monsonís desempolva el trato mitinesco de su jefe, matizándolo con la genialidad de que dicha Academia debe estar integrada por académicos que admitan la existencia diferenciada de la lengua valenciana y por otros tantos que la nieguen. Pretendía, pues, el comerciante de Burriana “crear –así dijo- una institución de carácter científico, en la que los representantes de las diversas tendencias llegaran a un acuerdo definitivo sobre la cuestión”. O sea, establecer una Academia de la Lengua Valenciana con detractores de esa lengua -¡principio absurdo!- para alcanzar, con los defensores de la misma, el anhelo ucedista por antonomasia el consenso, pacto en pugna con la historia y con la realidad. ¿Cuál puede ser el resultado si las opiniones se contradicen? Se trata de un imposible lógico. Pues, precisamente este imposible fue concebido por Monsonís. ¿Qué se puede esperar de una mente así? La absurdidad, como se demostró al dar el plácet y firmar el nombramiento como vocal de la Comisión Mixta de Bilingüismo a uno de los mayores negadores de la lengua valenciana como tal”.
a) La polémica
Afirma Barceló que el primitivo texto del Real Decreto (de Bilingüismo) lo redactaron Enrique Alcaraz y Manuel Broseta (de nuevo Broseta). Reformado en la época de Peris, su aparición provocó inquietudes y disgustos en el bando proimperialismo barcelonés. Beviá lo calificó de ambiguo, porque habla de lengua valenciana. “Esta terminología –dijo- técnicamente, es incorrecta. Lo correcto es el término valenciano”.
¿Por qué quiere Beviá (alicantino) que la Lengua Valenciana se denomine únicamente como “valenciano? Muy fácil. Se trata de denigrar políticamente todo lo que se refiere a la historia, cultura y lengua del Reino de Valencia. Se trata de desmerecer todas nuestras raíces y de dejarnos al nivel del suelo para poder ser absorbidos con mayor facilidad dentro del estrafalario proyecto de los Países Catalanes promulgado y fomentado por el catalanismo rampante que se viene fomentando por parte de nuestros vecinos del norte. El colaboracionismo de este elemento como de la multitud de elementos subversivos partidarios del pancatalanismo valenciano, no es ni más ni menos, que traicionar a su propia tierra madre a favor de la megalomanía catalana.
Manuel Sanchis Guarner (otro que tal pinta) a la luz de su primera creación, apreció en el documento “el gran defecto” de faltarle “como una declaración de principios, dejando en manos de la Consellería toda la responsabilidad” y recuerda que, en mayo último, el entonces conceller Barceló hizo una declaración de principios, acatando los criterios “científicos” desde la firma, en Castellón, de las Normas del 32. Barceló expuso: “para mi, es un contrasentido el término lengua valenciana (…). Una cosa como la unidad de la lengua es incuestionable.” ¡Dogma de fe pancatalanista! Igual opina el” mestre”. Repuesto de lo ambiguo, Beviá amenaza: “Si el asunto de la denominación da pie a que se hagan replanteamientos absurdos sobre la lengua, esto se convertirá en un desastre. Existe un patrimonio con unas normas ortográficas, aceptadas en Castellón en el año 1932 que son las bases que hay que aceptar y seguir para el desarrollo de nuestra cultura. Los socialistas no estamos dispuestos a consentir esta manipulación”.
Para que quede claro cuál fue la posición de Beviá hay que dejar constancia de que lo que él pretendía era que la lengua valenciana formara parte del catalán, porque decía y pensaba, al menos oficialmente, que todo era lo mismo y por tanto no cabía otro fin que catalogarla como catalán puro y duro.
Emilio Beut Belenguer (otro que tal pinta), vicepresidente entonces del Instituto de Estudios Valencianos, confiesa si ambages que sigue admitiendo la normativa del Instituto de Estudios Catalanes o Normas de Castellón de 1932. Gran parte de la intelectualidad valenciana abogaba por las citadas normas, caballo de Troya en contra de la verdadera Lengua Valenciana. Una prueba más –y van tantas- de las traiciones intelectuales que se dieron y se continúan dando en nuestra tierra por gentes que se dicen valenciana por el mero hecho de haber nacido en nuestro Reino.
Las discusiones que se produjeron antes y después de la promulgación del decreto de bilingüismo estaban prácticamente motivadas por la escasa oposición política en contra de lo que denominaban “l’unitat de la llengua”. Pretendían los pancatalanistas que nuestra lengua fuera absorbida por el catalán y la ausencia de beligerancia por parte de los políticos que tenían que defender la independencia de nuestro idioma, hizo que las fuerzas de izquierdas y buena parte de las de derechas, consiguieran denigrar la lengua valenciana al término bajo y raso de “valenciano”.
b) En El Puig. Normas de la Academia.
Continúa Vicente Ramos en (…de Albiñana) diciéndonos:
“Según dijimos en sus respectivos lugares, la normativa ortográfica valenciana, redactada por la Sección de Lengua y Literatura de la Academia de Cultura Valenciana, recibió el beneplácito de la Comisión Mixta de Bilingüismo el 17 de septiembre de 1980 y fue asumida por la propia Corporación académica en 22 de octubre siguiente. La primera medida levantó un furioso huracán pancatalanista tanto en Cataluña “estricta” como en la “deseada”; la segundo puso al Ayuntamiento pesoista de Valencia y a la Diputación de su provincia en el disparadero de decretar la disolución de tan atrevida Academia.
Desde aquellos momentos la “Coordinadora de Entidades Culturales del Reino de Valencia”, se entregó a la entusiasta y nobilísima tarea de recoger las libres adhesiones individuales y colectivas, todas, de prestigio en el orbe de la cultura valenciana, cuyos pliegos de firmas –mucho más de cien mil nombres- les confirió autenticidad legal el notario de Masamagrell, Esteban Vicente Moliner.
Tan elocuente voluntad popular significaba el verdadero y más sólido plebiscito a favor de la ortografía valenciana frente a la fabriana y catalanizante, admitida en Castellón en 1932.
Al objeto de que esta decisión trascendental del pueblo se reflejara en acontecimiento histórico, la “Coordinadora” organizó un solemne acto en el monasterio de El Puig de Santa María, el 7 de marzo de 1981, y, en su transcurso, ante un numerosísimo público, hicieron uso de la palabra Francisco Nieto, presidente de la Coordinadora José Esteve, en representación de la provincia de Castellón, José Boronat Gisbert, en la de Alicante, Rafael Villar, en la de Valencia, y Julián San Valero, director decano de la Academia de Cultura Valenciana. Al final se cantó el Himno Regional de Valencia.
Desde aquel instante, los valencianos han sustituido las llamadas “Normes de Castello” por las Normas de la Academia de Cultura Valenciana, que allí el pueblo las bautizócomo Normes de El Puig, con lo que la gloriosa lengua valenciana vuelve a discurrir por su más acendrado cauce, ya que, como bien dijo Boronat “la evolución de un idioma es el advenimiento de la inspiración y de la creatividad de los que hacen o elaboran el idioma: los hablantes, el pueblo”.
Idea “genial” de Monsonís.
El disparatado pensamiento, nacido del caletre del presidente interino del Consell, Enrique Monsonís Domingo, se refiere a una Academia de la Lengua Valenciana. Su fontana se encuentra en un prometido y entusiasta mitin pronunciado por Fernando Abril Martorell (otro que tal canta), ministro de Economía, a la sazón, a comienzos de 1979, en el que habló de esa posible Academia como medida para resolver el viejo problema lingüístico.
Y como aquella propuesta no tenía más vuelo que el de insignificante horizonte propagandístico de UCD, no logró otra repercusión que la desmesurada protesta panca, calificando las frases de Abril Martorell como “una nueva agresión contra el pueblo valenciano y su identidad cultural e idiomática”. La repulsa la firmaron, entre otros, José Renau, Manuel Sanchis Guarner, Juan Gil Albert, Eusebio Sempere, Andrés Alfaro, Juan Fuster, Vicente Andrés Estellés, Vicente Ventura, Eliseo Climent, Manuel Vicent, Antonio Gades, J. García Candau, Raimon, Vicente Badia Martín…
Con el tiempo, creció el silencio, pero el mayo de 1980, Monsonís desempolva el trato mitinesco de su jefe, matizándolo con la genialidad de que dicha Academia debe estar integrada por académicos que admitan la existencia diferenciada de la lengua valenciana y por otros tantos que la nieguen. Pretendía, pues, el comerciante de Burriana “crear –así dijo- una institución de carácter científico, en la que los representantes de las diversas tendencias llegaran a un acuerdo definitivo sobre la cuestión”. O sea, establecer una Academia de la Lengua Valenciana con detractores de esa lengua -¡principio absurdo!- para alcanzar, con los defensores de la misma, el anhelo ucedista por antonomasia el consenso, pacto en pugna con la historia y con la realidad. ¿Cuál puede ser el resultado si las opiniones se contradicen? Se trata de un imposible lógico. Pues, precisamente este imposible fue concebido por Monsonís. ¿Qué se puede esperar de una mente así? La absurdidad, como se demostró al dar el plácet y firmar el nombramiento como vocal de la Comisión Mixta de Bilingüismo a uno de los mayores negadores de la lengua valenciana como tal”.
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