martes, 21 de diciembre de 2010

EL JUSTICIA DE VALENCIA (y XI)


CATALOGO DE LA SERIE DEL REAL JUSTICIA

Autores: Manuela Fernández-Arroyo y Cabeza de Baca y Jesús Villalmanzo Cameno, 1976.
Pag. 10. El Justicia Civil de Valencia.
Fuente: Archivo del Reino de Valencia.


En estos tiempos estaba muy arraigada la costumbre –no solo entre las familias nobles, sino también entre las mas humildes, como labradores, artesanos, etc.,- de estipular contratos matrimoniales, también conocidos como capítulos matrimoniales, cartas nupciales, etc., en los que se fijaba la dote que llevarían al matrimonio. A veces aparece solo la carta de pago de lo estipulado en dichos contratos. En ciertos casos se paga en dinero y otras veces asignándoles censos o pensiones. Con frecuencia tiene que intervenir la justicia para cumplimiento de lo acordado.
Las tutorías de menos se redactaban para evitar intromisiones en la administración de sus bienes. En algunos casos el tutor ya aparece designado en el testamento del padre difunto. Pero lo normal era que el Justicia se encargase de su nombramiento, por haber muerto sin testar o por incapacidad del padre o de la madre que quedaba vivo.
El reconocimiento de deudas, que como vimos en su lugar fue el primer tipo de documentos registrados por el Justicia Civil ya en el siglo XIII, sigue aun apareciendo en el siglo XVIII.
Y para terminar este apartado hay que reseñar las partidas de bautismo y las partidas de defunción.

Los Registradores.

Mención especial merecen los Registradores, gracias a los cuales poseemos hoy esta preciosa colección. Ellos fueron los que se ocuparon directamente de hacer observar los diversos trámites burocráticos y los que en muchas ocasiones tuvieron que llevar a cabo pesquisas de tipo legal, paleográfico y diplomático, para asegurarse de la veracidad de las escrituras presentadas, y, por fin, hacer trasladar a los registros los documentos aportados por los interesados.
Todos los registradores fueron notarios y además tenían otros cargos en la Real Audiencia de Valencia o en las Casas Consistoriales, y algunos regentaron dos o mas archivos.
El primer registrador fue Fernando Raimundo Pardo (26 de septiembre de 1707 a 7 de mayo de 1709), que a su vez era canciller y registrador de la Real Chancillería de Valencia, según aparece en los registros del Real Acuerdo. Venía de Castilla y fue uno de los técnicos encargados de hacer efectivas las normas castellanas en Valencia según se exigía en la legislación recién implantada. Por ello no es de extrañar que aparezca también al frente de un oficio burocrático en los tribunales ordinarios de la Ciudad.
Le siguen una seria de registradores por número indefinido aunque se han podido localizar y nominar a unos catorce hasta que finaliza la serie en 1785. A continuación ocuparon el puesto dos registradores mayores, los dos últimos, cuando ya este registro estaba en plena decadencia y apenas asentaba un documento por año: Vicente Manuel Paño (años 1786 a 1788) y José María Ortiz (años 1789 a 1791).

Historia de la colección: Emplazamiento y conservación.

Tres han sido los edificios que lleva recorridos nuestra serie del Real Justicia: uno en su época de gestión y de vida administrativa y otros dos después, cuando el paso de los años y el cambio de instituciones le han hecho adquirir el carácter de documentación histórica, y tras el derribo del venerable edifico de la Casa de la Ciudad, en que tuvo que pasar forzosamente al Archivo General de Valencia y mas recientemente al moderno Archivo del Reino de Valencia.
El local que lo vio nacer fue la Casa de la Ciudad, equivalente a lo que hoy conocemos como Ayuntamiento. Era la sede del Justicia, de los Jurados y del Consell, y en ella se custodiaba la documentación producida por dichos organismos municipales. La Casa de la Ciudad estuvo ubicada originalmente en la Plaza de la Almoyna, desde que Jaime I en su memorable privilegio otorgado a la ciudad el dia 21 de mayo de 1239, dona al Justicia unas casas situadas al lado de la catedral, en lo que hoy es palacio arzobispal, para que fuese la sede de la Cort del Civil o Justicia de Valencia. Los estudios de Roque Chabás han fijado definitivamente dicha localización.
Se tardó mucho tiempo en resultar exigua la capacidad de esta primitiva Casa de la Ciudad, dado el enorme incremento que tomaron las actividades del municipio valenciano. Por ello, ya a comienzos del siglo XIV, el Consell piensa seriamente en buscar un solar amplio en el que erigir nueva sede capaz, pues su emplazamiento no permitía ampliación alguna. Se compraron los solares de los actuales jardincillos de la Generalidad y sobre ellos se elevó la nueva Casa de la Ciudad, empezando a funcionar en 1342, aunque las obras no se acabaron hasta 1376.
En este lugar se fijó durante siglos la sede de la institución foral valenciana por excelencia exactamente hasta 1854, en que dado el estado ruinoso que presentaba optaron por su demolición, cuando quizá una buena consolidación y restauración adecuada del edificio hubiese salvado para la posteridad este histórico monumento.
Nuestra serie nació en esta nueva Casa de la Ciudad. A mediados del siglo XIX se trasladaron sus oficinas hasta la entonces llamada Casa de la Enseñanza, que no es otra que el actual Ayuntamiento, aunque ha cambiado mucho en su interior y exterior tras las numerosas modificaciones que ha sufrido en su estructura desde aquella fecha. Parte de la documentación se trasladó al nuevo Ayuntamiento pero los fondos de los Tres Justicias, del Real Justicia y Reales Ejecutorias – por formar parte del Archivo General de Valencia- seguirán en los bajos de la ya abandonada y a medio demoler de la Casa de la Ciudad, hasta que hubo que sacarla precipitadamente en febrero de 1859 por amenazar ruina inminente. Fue depositada en la antigua Casa Profesa de la Compañía, que desde 1810 venía acogiendo los fondos de los distintos archivos de las instituciones valencianas desaparecidos en 1707.
Allí permanecieron hasta su traslado al actual Archivo del Reino de Valencia, ubicado en la zona de la Alameda, en el año 1965. En su planta 5ª, sobre modernas estanterías metálicas han hallado, sin duda, el mas cómodo albergue de su accidentada historia.
El gran aprecio de que siempre ha gozado esta serie entre los archiveros e investigadores ha hecho que haya llegado a nosotros en perfecto estado de conservación. En efecto, aunque los dos lugares citados en que estuvo emplazada anteriormente no fuesen los mas idóneos para su buena conservación, los funcionarios cuidaron siempre de tenerlos en el lugar mas a propósito del Archivo, `para evitar su deterioro por humedad, polillas, termitas, etc., de los que otras series hermanas no se vieron libres.
Además, en la segunda mitad del siglo XIX fue enriquecida, al igual que la serie de Manaments y Empares, con una sólida y elegante encuadernación, cubiertas en pergamino y lomos en piel marrón con grandes títulos y numeración estampada en oro y grecas ornamentales.
Los archiveros se ocuparon también, ante las numerosas consultas y peticiones, de redactar índice y fichas catalográficas, facilitando así su utilización.

Conclusión.

Es nuestro deseo con esta publicación dar a conocer lo mas fácilmente posible esta rica fuente de la historia valenciana. Para ello no solo hemos tratado esta introducción encuadrando la serie dentro de la historia de las instituciones valencianas y poniendo de relieve su contenido histórico, sino que también hemos redactado un índice general alfabético, comprensivo de materias, lugares, apellidos, títulos, cargos, entidades, etc. Se ha procurado unificar las grafías reduciéndolas a las formas actuales.
Ambas partes –introducción e índice general- se completan y necesitan mutuamente. Las notas a pie de página quieren ilustrar las diversas clases de documentos, pero casi siempre sin agotar todos los casos existentes en la colección.
Finalmente se insertan algunas reproducciones fotográficas de las copias de escudos en color, pertenecientes a distintos linajes, y que se hallan en la serie, así como lo referente al edifico, hoy desaparecido, de la Casa de la Ciudad, que la albergó en su día.

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