EL CANT DE LA PARDALA (I)
A diecisiete de agosto del año de gracia de mil y ochocientos once.
Yo, Josefa Bosch. Tejedora-Vecina de Morella.
A su real Majestad.
Aunque son pocos mis años sobre la tierra, la hora de mi muerte se aproxima. Hubiera queridos cantaros la gesta heroica de mis compañeros, relataros con música de fiesta la victoria final de la guerrilla contra El Francés. Siempre canté, Señor. Hasta en los días de mi encierro aquí en la torre, la voz de la Pardala levantó el eco de las montañas, llegó hasta los cortados donde los hombres se ocultan. A pesar de los golpes, de las amenazas… Canté para ser escuchada.
Pero el relato debe remontarse al sitio donde la historia y el olvido de los poderosos, han marcado desde siempre el futuro de sus gentes. Esta comarca, este lugar.
Sabrá Su majestad que cuando en el mes de marzo de mil ochocientos ocho, llegó a Morella la noticia de que el Rey Carlos, vuestro padre, había abdicado a favor vuestro, grande fue la proclama y el gozo de los vecinos. De fiesta eran los días ¡Y las noches!...
Se encendía entonces tal iluminación extraordinaria, que pareciera el sol y no la luna quien gobernaba el cielo. El pueblo esperaba prontos cambios. La libertad tan cara de obtener, el pan y la justicia largamente soñados estaban –o eso creímos- al alcance de nuestras propias manos.
Luego, apenas transcurridos un par de meses, al llegar la noticia del heroico Dos de mayo en Madrid, sacerdotes y frailes azuzaron el fervor popular desde sus púlpitos. Morella hervía de trabajo, de entusiasmo. Nos preparábamos, seguros de la victoria, para la guerra contra Napoleón. Todos, grandes y chicos, trabajamos en la fortificación de la plaza. Se compraron armas y comestibles u, de Valencia, se recibieron 16 cañones para la defensa. Se habilitaron como Hospitales de Sangre el Convento de San Agustín y la Casa Señorial de Feliu. Se organizaron somatenes, se cavaron trincheras en el Pla del rio… Y las gentes, enardecidas, la luz del tiempo nuevo en la mirada, me pedían que cantara. Y yo cantaba por las pórtalas anchas de los porches.
Ha de saber Su Majestad que un año justo duró el enardecimiento.
En marzo, las gacetas trajeron malas nuevas a la ciudad. El rey José, aquel Pepe Botella…
Es mi voluntad y quiero
Ha dicho Napoleón
sea rey de esta nación
mi hermano José Primero
Es mi voluntad y quiero
responde la España ufana,
que se vaya a cardar lana,
ese rey José Postrero
Anda salero
no durara en España
José Primero…
A diecisiete de agosto del año de gracia de mil y ochocientos once.
Yo, Josefa Bosch. Tejedora-Vecina de Morella.
A su real Majestad.
Aunque son pocos mis años sobre la tierra, la hora de mi muerte se aproxima. Hubiera queridos cantaros la gesta heroica de mis compañeros, relataros con música de fiesta la victoria final de la guerrilla contra El Francés. Siempre canté, Señor. Hasta en los días de mi encierro aquí en la torre, la voz de la Pardala levantó el eco de las montañas, llegó hasta los cortados donde los hombres se ocultan. A pesar de los golpes, de las amenazas… Canté para ser escuchada.
Pero el relato debe remontarse al sitio donde la historia y el olvido de los poderosos, han marcado desde siempre el futuro de sus gentes. Esta comarca, este lugar.
Sabrá Su majestad que cuando en el mes de marzo de mil ochocientos ocho, llegó a Morella la noticia de que el Rey Carlos, vuestro padre, había abdicado a favor vuestro, grande fue la proclama y el gozo de los vecinos. De fiesta eran los días ¡Y las noches!...
Se encendía entonces tal iluminación extraordinaria, que pareciera el sol y no la luna quien gobernaba el cielo. El pueblo esperaba prontos cambios. La libertad tan cara de obtener, el pan y la justicia largamente soñados estaban –o eso creímos- al alcance de nuestras propias manos.
Luego, apenas transcurridos un par de meses, al llegar la noticia del heroico Dos de mayo en Madrid, sacerdotes y frailes azuzaron el fervor popular desde sus púlpitos. Morella hervía de trabajo, de entusiasmo. Nos preparábamos, seguros de la victoria, para la guerra contra Napoleón. Todos, grandes y chicos, trabajamos en la fortificación de la plaza. Se compraron armas y comestibles u, de Valencia, se recibieron 16 cañones para la defensa. Se habilitaron como Hospitales de Sangre el Convento de San Agustín y la Casa Señorial de Feliu. Se organizaron somatenes, se cavaron trincheras en el Pla del rio… Y las gentes, enardecidas, la luz del tiempo nuevo en la mirada, me pedían que cantara. Y yo cantaba por las pórtalas anchas de los porches.
Ha de saber Su Majestad que un año justo duró el enardecimiento.
En marzo, las gacetas trajeron malas nuevas a la ciudad. El rey José, aquel Pepe Botella…
Es mi voluntad y quiero
Ha dicho Napoleón
sea rey de esta nación
mi hermano José Primero
Es mi voluntad y quiero
responde la España ufana,
que se vaya a cardar lana,
ese rey José Postrero
Anda salero
no durara en España
José Primero…
No hay comentarios:
Publicar un comentario