martes, 8 de marzo de 2011

LA EDAD MEDIA EN LA CORONA DE ARAGON (III)



Esta experiencia le enseño que Valencia y su reino habían de ganarse con distinta estrategia, y durante cuatro años dejó que sus fuerzas fronterizas y algunas que él acaudillaba fuesen talando y tomando fortalezas menudas, estrechando así el cerco del territorio de la capital.
Dos años duró el sitio de Valencia, mejor dicho, la campaña que dió por resultado la rendición de la ciudad, 9 de octubre de 1238, prueba inequívoca y bien cierta de que por guerra de sitios no era fácil tomarla. 
Don Jaime, como San Fernando, recogió los frutos de la batalla de las Navas de Tolosa; su grandeza no nace de ellos mismos, de sus cualidades propias, sino de las circunstancias del tiempo; aquella batalla afirmó la supremacía del poder cristiano en la Península; las tierras bajas del pie de las mesetas castellana y turolense estaban condenadas a ser presa de los habitantes de éstas y se cumplio la condena; su mérito consiste en haber comprendido que el tiempo era llegado.
El tratado de Almizra
El recuerdo de la tradición ibérica, que más que recuerdo era imposición geográfica, un mandato ineludible de la tierra, llevó a casi juntarse los ejércitos de don Jaime, cuando éste andaba en las cercanias de Játiba con los del entonces príncipe de Castilla, más tarde Alfonso el Sabio; cuando los dos estaban en punto de darse batalla, mediaron hombres de prudencia y se evitó el encuentro; pero se pactó un tratado de límites que marcó el fin de la expansión aragonesa, el cual por haberse firmado en Almizra, es llamado comúnmente con este nombre. 
Por él quedo Murcia excluida de la conquista de Aragón y el territorio valencianao terminado en la división de los ríos Júcar y Segura. 
¿Acerto don Jaime o cometió un nuevo error? Fué un error, cuyas consecuencias no le son tan imputables como al príncipe castellano; la Reconquista era obra nacional, de todos los españoles y no de una región española; alejar de esa empresa a Portugal y Aragón era excluirlos de la nacionalidad, y condenarse Castilla a sacrificios mucho mayores que yendo del brazo con sus connacionales. La historia había demostrado que sin la cooperación de todos, el poder musulmán era superior al de cada uno de los cristianos; la historia demostró que esa cooperación era necesaria. Castilla, tierra interior, sin comunicación facíl con el mundo, rodeada de tierras periféricas bajas y marítimas, podía asumir la dirección de un negocio interior, como el de recuperar el territorio de la Península; era su deber unir y fundir esas regiones separadas entre sí y limítrofes de ella en un ideal común, para que el ideal destruyera la tendencia a la disgregación que la estructura terrestre de la Península inspira a sus habitantes, y la política de Alfonso el Sabio fué no atraer por el ideal sino hechar fuera del ideal. 
Fiel al tratado de Almizra, don Jaime ayudó a la conquista de Murcia sin reportar ningún beneficio.

La cruzada de Tierra Santa

Relacionado con las conquistas de tierras musulmanas está un hecho sin ninguna trascendencia, pero que pinta al hombre. Solicitado por el Khan de los tártaros y por el emperador de Constantinopla para luchar con ellos contra los turcos, accedió y preparó una escuadra con la cual emprendió el viaje en septiembre de 1269, pero antes de perder de vista las costas de Cataluña y del Mediodía de Francia tomó tierra, pretextando que le obligaba una tempestad; en su reino y en otros corrió la fama de que la verdadera cusa de su arribo no fué la dicha, sino el no querer separarse de doña Berenguela Alfonso; la suposición tiene grandes visos de fundamento, pues con esa señora se vió apenas tomó tierra, y lo de la tempestad lo tiene de ser invención de la crónica que corre bajo su nombre, pues muchas naves llegaron a su destino.

El tratado de Corbeil

Don Jaime no hizo nunca nada por el Midi; si algo mandó fué no dar favor ni ayuda a los meridionales, según él; ni el recuerdo de su padre, ni el parentesco con el conde de Tolosa, ni las tradiciones aragonesas que seguramente ignoraba, le movieron a intentar nada en pro de aquellas tierras de abolengo español tan antiguo. Por este su abandono fué la casa de Francia introduciendose en el Midi y afirmando su influencia; pero temiendo que bajo otro rey el espíritu nacional que animaba a los de uno y otro lado del Pirineo resucitara, quiso San Luis tener un derecho a esas tierras fundado en un acto jurídico y provocó unas vistas con don Jaime para tratar de este asunto. Juntáronse en Corbeil y allí don Jaime, tentada su vanidad con el proyecto de matrimonio de su hija menor Isabel con el heredero de la Corona de Francia, renunció a cuantos derechos pudiera alegar sobre las tierras ultrapirenaicas a cambio de la renuncia de los que San Luis tenía sobre los condados catalanes como sucesor de Carlomagno. Don Jaime cambió unos derechos tradicionales y efectivos por otros que ni nominales habían sido, y caso de haber tenido realidad la tuvieron momentánea. Con este tratado rompió la tradición y la nacionalidad; sus dominios, que ya en los comienzos de la historia abarcaban las tierras de ambos lados del Pirineo, quedaron reducidos a sólo esta parte, y éstos encerrados entre barreras que los separaban del mundo. La decadencia era desde este momento inevitable.

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