domingo, 20 de marzo de 2011

APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LOS FUEROS DEL ANTIGUO REINO DE VALENCIA (II)


D. Vicente Boix
Valencia 1855

 XLII Universidad literaria


     Desde la fundación de esta Universidad se trató de designar sugetos a cuyo cargo se sometiera la formación de las leyes y estatutos que habían de regirla. para cuyo fin Alejandro VI, en la misma bula de erección, nombró una junta compuesta del Obispo, del Rector, de los Jurados, y de algunos Canónigos, la cual tuvo el nombre de Claustro mayor, y gobernó esta escuela hasta el año 1585, en que Sixto V aumentó el número de sus vocales, dando representación en ella a cuantos tenían voto en la erección y provisión de las Cátedras, siendo confirmadas sus facultades por los Reyes Católicos y por Felipe IV. El gobierno inmediato, en cuanto a la dirección de los estudios, cumplimiento de los Profesores y observancia de las leyes, estaba a cargo del Rector, y el nombramiento de éste pertenecía al Ayuntamiento, como Patrono de la escuela. En el principio ocuparon el rectorado diferentes Catedráticos; unas en consideración a los inconvenientes que de ello resultaban, y graves perjuicios que a la misma enseñanza se seguían, acudió el Consejo a Sixto V, quien en su bula sobre fundación de Pavordías, ordenó que en la sucesivo el nombramiento de Rector recayese en algún Canónigo o Dignidad de esta santa iglesia, debiendo durar este cargo un solo trienio, y quedando escluidos los Pavordes y Catedráticos.
     Para la recta administración de las rentas de la escuela se creó una junta titulada de Electos, que después tomó el nombre de Hacienda, compuesta del Rector y tres Catedráticos, con el Síndico y Depositario. Su nombramiento pertenecía al Claustro de Catedráticos, y se verificada luego que tomaba posesión el nuevo Rector.
     La facultad de medicina tenía una junta particular, compuesta del Rector y nueve Electos, todos graduados en la misma facultad, la cual se reunía todos los años bajo la presidencia del Rector, y se discutían todos los negocios concernientes al arte de curar, promoviendo sus adelantos, y corrigiendo los abusos que los pudieran entorpecer. Estaba asimismo facultada para aprobar o reprobar los medicamentos nuevamente descubiertos, y entender en cuanto a dicha facultad pertenecía.
     Los rápidos progresos que hicieron las ciencias en esta escuela desde su primitiva institución, y el gusto que se dispertó por todo linage de literatura, fueron sin duda la causa de que con tanto afán y presteza se acogiese en esta capital el nobilísimo arte de la imprenta, que desde Maguncia comenzaba a estenderse por Europa, siendo Valencia la primera ciudad de España donde se ensayó este último invento, publicando en 1474 un libro impreso en lemosín, titulado: Obres o troves en llaor de la Verge María, y en lo restante de aquel siglo se imprimieron tantas obras, y con tal esmero, que no se pueden ver sin admiración.
     La nombradía que ya en aquel tiempo se había adquirido esta escuela, hizo que fuesen buscados sus hijos y profesores para ilustrar con sus profundos conocimientos otras Universidades, nacionales como estrangeras. En la célebre de la Sapiencia de Roma enseñaron con aplauso general Francisco Escobar y Vicente Blas García, ambos elocuentes oradores; en la de París Juan Gelida y Fr. Gerónimo Arcis, profesores de filosofía; en la de Burdeos el mismo Gelida, que tan bellos laureles había cogido en París; en la de Lovayna Juan Luis Vives, orador y filósofo eminente; en la de Ancona Gerónimo Muñoz, escelente matemático y erudito filólogo; en la de Mompeller Andrés Egea, insigne jurisconsulto; y en la de Nápoles Miguel Vilar, médico habilísimo. El Rey D. Juan III de Portugal hizo pasar a su famosa Universidad de Coimbra al Canónigo Pedro Juan Monzón, para la enseñanza de filosofía, y al Maestro Fr. Jordán para la lengua griega. En la Universidad de Salamanca fue Catedrático de Anatomía el Doctor Medina, y de Jurisprudencia Antonio Juan de Centelles: en la de Alcalá se confió la Cátedra de Oratoria a los Doctores Gutiérrez y Salat, y la de Jurisprudencia canónica a Gregorio López Madera: en la de Zaragoza enseñaron el V Fr. Juan Bautista Lanuza Teología, y Lorenzo Palmireno y Pedro Juan Muñez las Bellas Letras: en la de Barcelona fueron Catedráticos el ingenioso poeta Andrés Rey Artieda de Astronomía, y de Retórica los dos célebres oradores Francisco Escobar y Pedro Juan Núñez. Todos estos y otros muchos que citarse pudieran, fueron profesores o hijos de esta escuela, los cuales, derramando dentro y fuera de España las luces de que rebosaban, dieron lustre y gloria a la madre que en su seno los cobijara.

No hay comentarios: