miércoles, 16 de marzo de 2011

APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LOS FUEROS DEL ANTIGUO REINO DE VALENCIA (I)



Autor: D. Vicente Boix
Valencia 1855

 XLII Universidad literaria

Arrojados los moros de la ciudad del Cid por el brazo invencible de D. Jaime I de Aragón en 1238, abriéronse desde luego varias escuelas donde se enseñaban las ciencias; porque atento aquel Monarca al mayor lustre y esplendor de su nueva conquista, y bien persuadido de que estos fines sólo podrían alcanzarse fomentando con mano poderosa todos los ramos del saber humano, hizo muy luego un fuero sobre la libertad de enseñanza, y proponiéndose erigir una escuela pública, solicitó de la Santidad de Inocencio IV un rescripto apostólico para que todos los eclesiásticos empleados en el nuevo estudio que pensaba establecer, pudiesen lucrar las rentas y emolumentos de sus beneficios; gracia que efectivamente concedió aquel Pontífice en rescripto espedido en León de Francia en el año tercero de su pontificado. Pero sin embargo la turbación de los tiempos, el espíritu de supremacía que a ambos Cabildos dominaba, y la competencia que se suscitó entre el Obispo y el Magistrado, y los obstáculos de todo género que mezquinos intereses oponían, retardaron casi tres siglos el mejorado establecimiento.
     Entre tanto, a beneficio del fuero otorgado por el Rey conquistador, enseñábanse las ciencias por diferentes maestros en varios puntos de la población, siendo uno de los primeros de quienes se conserva memoria el valenciano S. Pedro Pascual, que después de haber cursado y graduado de doctor en la Universidad de París, se restituyó a Valencia, donde enseñó públicamente por espacio de dos años. Mas estos estudios separados, la rivalidad que naturalmente debía suscitarse entre profesores no unidos por ningún vínculo de institución, y tal vez contrarios en doctrinas, eran muy poco a propósito para el adelantamiento de las ciencias; y por eso los sabios de aquel tiempo que no podían desconocer estos inconvenientes, trabajaron con celo infatigable por lograr la reunión de todas las escuelas en un cuerpo de universidad; pensamiento que al fin se vio realizado por el ilustre valenciano S. Vicente Ferrer, el cual, poseído de las mismas ideas, y utilizando la poderosa influencia que su saber y sus virtudes le daban sobre sus paisanos, allanó todas las dificultades, concilió todos los pareceres, e hizo prevalecer la idea de erigir una Universidad, donde todas las ciencias se enseñaran, como así se verificó en el año 1410. Erigida esta Universidad, se la proveyó de todo lo necesario para su sostén y adelantamiento, y en 1411 se crearon y dotaron doce cátedras, prohibiéndose toda enseñanza fuera de ella, y redactándose varias constituciones para su buen gobierno y administración. Deseoso el Magistrado de cooperar a los esfuerzos con el Cabildo eclesiástico, engrandecía el nuevo Establecimiento: a más de satisfacer la dotación de las cátedras, procuró fomentar los estudios por todos los medios posibles, y al efecto en 1420 obtuvo del Rey D. Alonso III de Aragón un privilegio de nobleza para todos los valencianos que se graduasen en leyes.
     Mas con tantos y tan costosos sacrificios, aun no podía llegar a su complemento esta reciente Academia, porque no teniendo la facultad de conferir grados, faltaba un grande estímulo a la juventud, y un escalón muy principal para que llegasen a su perfección las ciencias y artes. Habíanse ya estendido en aquel tiempo las reservas pontificias hasta los grados de Doctor; oficio que en lo primitivo daban los Obispos cuando se contaba entre los órdenes y grados de la gerarquía eclesiástica, y que se reservó después el Papa, el cual daba esclusivamente la facultad de conferirlo donde no se hallaban Universidades erigidas o confirmadas por la Silla Apostólica. Después, aquellos verdaderos padres de la patria de que las luces de sus hijos reconcentrados en la capital, atrajesen las de las otras Academias, enriquecidas a costa de los literatos valencianos, vieron realizados sus nobles proyectos a fines del siglo XV, época la más oportuna para que nada estorbase los progresos del siglo de oro de nuestra nación.
     Era a la sazón Sumo Pontífice el valenciano Alejandro VI, que de Obispo de Valencia había sido elevado a la silla de S. Pedro: enviaron, pues, a Micer Juan Vera, Canónigo de esta Catedral, para que obtuviese de Su Santidad la gracia de que en esta Academia se pudiesen conferir todos los grados como en la de Roma. Accedió el Pontífice a tan loable solicitud, y en 20 de Enero de 1500 espidió dos bulas, instituyendo en la primera y erigiendo esta Universidad con los goces y privilegios a otras concedidos, pudiéndose enseñar todas las ciencias, y quedando autorizados los graduados en la misma para enseñarlas donde quiera. Confirmó después esta bula el Rey D. Fernando el Católico, reconociendo la creación de esta Universidad, y concediéndola los más amplios privilegios. En la segunda, preveyendo el Pontífice las contradicciones a que se hallan espuestas las gracias hechas a los nuevos establecimientos, nombra al Arcediano mayor», Deán y Chantre de esta santa iglesia, como jueces conservadores de los derechos, prerogativas y privilegios con que enriqueciera esta Universidad.
     A tan grandes y honrosas concesiones siguieron otras de no menor valía. Pío IV, en su bula espedida en 4 de Julio de 1564, dio comisión a D. Francisco Roca, Arcediano de Alcira, y a D. Miguel Vich, Canónigo de esta iglesia, para que de la mensa episcopal nuevamente erigida en la ciudad de Orihuela, se agregasen a esta Universidad las rentas que se tuviesen por convenientes: gracia que confirmó el Señor Felipe II y amplió Felipe III. Sixto V erigió las cátedras llamadas Preposituras o Pavordías, cuyo origen fue el siguiente: Fr. Andrés de Albalat, tercer Obispo de esta iglesia después de la conquista, estableció en ella por el año 1259 doce Prepósitos o Ecónomos, a cuyo cargo estaba recoger y administrar las rentas de la iglesia, repartiéndose esta carga por los meses del año, de los cuales tomaron el nombre, con que respectivamente se distinguían. Con el transcurso del tiempo crecieron estas Preposituras en rentas y autoridad, lo cual causaba graves disturbios en el Cabildo; mas el citado Sixto V, a solicitud del dignísimo Arzobispo Santo Tomás de Villanueva, suprimió en 1585 todas las Preposituras, aplicando sus rentas a la mensa capitular, a excepción de la que llamaban del mes de Febrero, cuyos frutos se aplicaron a dieziocho Cátedras de la Universidad, que después fueron reducidas a diez por Inocencio X y han conservado el nombre de Preposituras o Pavordías(28), siendo verdaderas dignidades eclesiásticas, y gozando sus poseedores de la vestidura de los Canónigos, y asiento inmediato a ellos. De esta manera han contribuido en otros tiempos las rentas de la iglesia al desarrollo de las ciencias y progresos de la ilustración.

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