sábado, 5 de febrero de 2011

LA TERCERA CRUZADA (IV)


Averroes se trasladó a Marrakech, donde escribió sus Cuestiones de lógica. Nunca consiguió recobrar la confianza de las autoridades. El Califa Yúsuf II fue requerido en Al-Ándalus para frenar los ataques castellanos, y se presentó con un gran ejército. Sin esperar la ayuda que le ofrecieron los otros reinos cristianos, Alfonso VIII de Castilla quiso detener a los almohades antes de que llegaran a Toledo, y les presentó batalla cerca de la fortaleza de Alarcos. Tras una dura batalla, Yúsuf II obtuvo una rotunda victoria, y a partir de entonces adoptó el título honorífico de al-Mansur billah (el vencedor con la ayuda de Dios). El rey Sancho VII de Navarra llegó demasiado tarde, lo que provocó la ira del rey castellano. Además se apresuró a pedir la paz a Yúsuf II, junto con Alfonso IX de León y Sancho I de Portugal. Esto permitió al Califa seguir hostigando a Castilla. Sus ejércitos penetraron por Extremadura, cruzaron el Tajo y tomaron Plasencia, desde donde saquearon el valle del Tajo. Alfonso VIII reaccionó contra las múltiples alianzas entabladas contra él denunciando a Alfonso IX ante el Papa Celestino III, por haberse aliado con los almohades. El Papa excomulgó al rey leonés y eximió a sus súbditos del vínculo de fidelidad y obediencia. 
Ese año murió el conde Balduino VIII de Flandes (V de Hainaut), su esposa, Margarita de Alsacia, había muerto el año anterior, por lo que su hijo Balduino IX (VI) heredó ambos títulos.
También murieron el güelfo Enrique el León y Conrado, el conde palatino del Rin, tío del Emperador Enrique VI. Su título pasó a su yerno Enrique de Brunswick (ahora conde Enrique V), el hijo de Enrique el León. El Emperador Enrique VI nombró marqués de Toscana a su hermano Felipe, que acababa de cumplir los dieciocho años. Le encomendó así las polémicas posesiones de la condesa Matilde de Toscana, que ésta había donado a los Estados Pontificios, pero que finalmente se las adueñó Enrique V y desde entonces habían sido motivo de disputa entre el Papado y el Sacro Imperio Romano. En 1196 murió el duque Conrado de Suabia, hermano de Enrique VI, y el ducado pasó a Felipe, su hermano menor. El Emperador convocó la dieta de Maguncia, en la que declaró que el reino de Sicilia era parte del Sacro Imperio Romano y trató de establecer el carácter hereditario (y no electivo) de la dignidad imperial, pero lo único que consiguió fue que su hijo Federico (de dos años de edad) fuera elegido rey de romanos. Enrique VI necesitaba aumentar su prestigio sobre sus súbditos, y para ello decidió intentar lo que su padre no había logrado: conquistar Jerusalén. En otras palabras: empezó a organizar por su cuenta su propia cruzada. 
El sultán de Rum Kayjusraw I fue depuesto por Sulaymán II. 
El rey Felipe II de Francia se casó con Inés de Méran, hija de un señor Bávaro, lo que llevó al rey Canuto IV de Dinamarca a quejarse ante el Papa, pues Felipe II ya estaba casado con su hermana Ingeborg. Celestino III ordenó a Felipe II que abandonara a su nueva esposa y restableciese a Ingeborg, pero el Capeto no hizo ningún caso. 
Mientras tanto Ricardo I Corazón de León seguía combatiendo con éxito a Felipe II de Francia. Las técnicas de combate occidentales habían experimentado algunas mejoras importadas de Oriente con las cruzadas. Una de ellas fueron los estribos de metal suspendidos de la silla, que permitían a los caballeros sujetarse más firmemente al caballo y acometer con más ímpetu y estabilidad. También llegaron nuevas ideas sobre la construcción de castillos. Ricardo I inició la construcción del Château Gaillard (Castillo Atrevido) una impresionante fortaleza en un promontorio a orillas del Sena. Fue hábilmente diseñado, con murallas dentro de murallas y fortalezas dentro de fortalezas, para que fuera inexpugnable para las técnicas de ataque de la época. Incidentalmente, otra de las ideas que el rey Ricardo I trajo a su reino fue el culto a san Jorge, que por esta época empezó a ser considerado el santo patrón de Inglaterra, como ya lo era de muchos otros lugares de Europa, entre ellos Aragón y Cataluña. 
El conde Raimundo VI de Tolosa se casó con Juana, la hermana de Ricardo I Corazón de León y viuda del rey Guillermo II de Sicilia. 
El rey Alfonso VIII de Castilla logró convencer a Sancho I de Portugal para que rompiera su alianza con Alfonso IX de León y se uniera a él contra el rey leonés. Sancho I se apoderó entonces de Pontevedra y otras localidades leonesas. 
En Aragón murió el rey Alfonso II el Casto. Fue sucedido por su hijo Pedro II. Durante su reinado empezó a usarse la denominación de Corona de Aragón para referirse al estado formado por la unión del reino de Aragón y los condados catalanes. Aunque tenía ya diecinueve años, inició su reinado bajo la tutela de su madre, Sancha de Castilla, con la que tuvo graves desavenencias. 
También murió el conde Enrique IV de Luxemburgo, que fue sucedido por su hijo Otón. 
En Hungría murió el rey Bela III. Fue sucedido por su hijo Emerico, que se casó con Constanza de Aragón, hermana del rey Pedro II En Suecia murió el rey Canuto Eriksson. Canuto había introducido la cultura alemana en Suecia. Firmó tratados comerciales y llamó a los alemanes para que explotaran las minas de su país. También fue el primer rey sueco que acuñó moneda. Fue sucedido por Sverker II el Joven, que desplazó al hijo de Canuto, Erik Knutsson. 
El rey de Servia Esteban Nemanja abdicó para ingresar en el monasterio fundado por su hijo Sava, donde adoptó el nombre de Simeón. Fue sucedido por su hijo menor, Esteban Nemanjic. 
En Bulgaria murió el rey Juan I Asen, asesinado por Ivanko, un boyardo (así se llamaba a la alta nobleza entre los eslavos). Fue sucedido por su hermano Pedro II Asen, que a su vez fue asesinado en 1197, también por Ivanko, que trató de usurpar el trono, pero éste pasó a un hermano menor de los Asen, llamado Juan II Kalojan (el Hermoso), quien inició la conquista de Tracia (que entonces era territorio Bizantino).
Sin lugar a dudas, Ricardo I Corazón de León aventajaba militarmente a Felipe II de Francia, pero la habilidad política de éste era mucho mayor. Convenció a los nobles bretones para que enviaran a París a su duque, Arturo, que a la sazón tenía once años. La excusa era sencilla: como duque de Bretaña, Arturo era vasallo y protegido del rey de Francia, y era obligación del rey proporcionarle la mejor educación posible, en París. Ricardo I comprendió lo que esto significaba. Arturo era su heredero, y si era educado por Felipe II, acabaría volviéndose contra él (como él había hecho con su padre). Ante el hecho consumado de que Arturo estaba ya bajo la protección de Felipe II, no pudo hacer más que negarle la condición de heredero y, a falta de algo mejor, eligió en su lugar a su hermano Juan sin Tierra. Sin embargo, esto provocó confusión en su reino. En él estaba sólidamente arraigada la idea de sucesión legítima (justo lo que faltaba en Alemania y lo que los Capetos se estaban ganando a pulso en Francia). Según los convenios dinásticos de la época, el heredero legítimo de Ricardo era Arturo. ¿Podía el rey cambiar eso a voluntad? No estaba claro.

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