domingo, 27 de diciembre de 2009

LA PREAUTONOMIA VALENCIANA (IV)

LA BATALLA DE VALENCIA (I)
Autor: Pepe Guillén Milla.

Además de todas las traiciones que se venían gestando por parte de los políticos valencianos, para convertir a nuestro Reino de Valencia en un apéndice más de los Países Catalanes, se alumbra un nuevo detonante que también influiría en la oposición de los valencianistas a los tejemanejes del Plenari. Y, es, con toda seguridad, el nombramiento como Presidente del Consell Preautonómico de José Luis Albiñana Olmos.

Vicente Ramos en (de Albiñana...) nos comenta: “El Presidente Albiñana. Sí, como vemos, el Consell navegaba sin rumbo y desarbolado, es lícito pensar que su capitán padecía de vértigos o de notorias insuficiencias psíquicas. Parece, pues, necesario poner luz en la oscura personalidad de “Pepe Lui”-... y en su nefasta influencia en la vida valenciana. Para trazar su epopeya, hemos buscado el testimonio de sus más allegados.

En lo personal. José Luís Albiñana Olmos, nacido en Valencia en 1943, tomó el volante del autobús preautonómico cuando contaba 34 años, edad que, si en otras personas, supone madurez, en nuestro personaje, no. He aquí una de las causas –tal vez, la básica- de sus fracasos. Así lo destacó Tarradellas: “Cuando tenga treinta años más, seguro que lo hará mejor”.

La poca densidad de su constitutivo personal originó actitudes fronterizas entre lo veleidoso y lo necio, y así lo retrataba Amadeu Fabregat: “Las ideas del señor Albiñana oscilan frecuentemente entre el infantilismo y la extravagancia. Es como tener a Andy Warhol instalado en el palacio de la Generalidad”. A ello hay que sumar lo quebradizo de carácter, lo que Vicente Ventura califica de “blando y maleable”, ostensible en su típica secuela de tenebrosidad tanto en su hacer como en su decir: “...la ambigüedad del Consell, la de su presidente y la de sus consejeros más o menos áulicos”... defecto que destaca el citado Fabregat en “Valencia Semanal (15-22, octubre de 1978): “La ambigua, equívoca y evasiva gestión del presidente Albiñana al frente del Consell desembocó durante la tarde de la concentración oficial de la Diada en un auténtico fracaso”. Albiñana “se ha convertido en uno de los protagonistas más destacados de la ceremonia de la confusión”.

Asimismo, este escritor panca pone de relieve la “escasa prudencia” de Pepe Lui, causa de tensas relaciones, como verbigracia, la que denuncia el periodista José Luís Masiá: “Albiñana, desde el inicio de su andadura presidencial, ha hecho uso del distanciamiento. Porque Albiñana debe de ser de esas personas que creen que la distancia realza su figura”.

La ausencia del término medio y la caudalosa presencia del barroquismo delinean sus silencios y su palabra: “El señor Albiñana es una persona retóricamente nebulosa: habla mucho y frecuentemente no se le entiende nada.” “El Presidente Albiñana habla mucho sin pensar lo que dice.”

Sin duda, el infantilísimo melindroso se desliza, por caminos de pavoneo, hacia rampas de vanidad, hambre de ceremonia y sed de bisutería protocolaria. Afirmó Vicente Ventura que, a Albiñana, “dejándolo que haga de presidente con dos motoristas delante de su automóvil, se le tiene contento”. Si él no toma plaza ante las candilejas, abandona con aspereza la escena –así, en Alicante, durante las fiestas de San Juan de 1978- o niega su presencia, cual fue el caso a que dio pie la inauguración de nueva sede del Colegio Oficial de Médicos de Valencia el 27 de junio de dicho año.

Esto en cuanto a sus silencios agraviados; si nos referimos a sus jaculatorias, basta traer la que rubricó en Elche el 13 de agosto de 1979: “Si todos los valencianos –dijo, haciendo añicos la modestia- hicieran como yo, que trabajo hasta dieciséis horas diarias en pro de las libertades democráticas de mi pueblo, no hay duda que la autonomía se conseguiría con unas altas cotas de libertad”. El quiquiriquí albiñanista inspiró una glosa de María Consuelo Reyna que empezaba como sigue: “Es que no tiene precio. Es absolutamente genial. Imagino que en otros territorios autónomos pagarían por tener un espectáculo semejante al que nosotros disfrutamos”.

Era, pues, incuestionable que, “en este campeonato de la incompetencia y de la grandeur”, se lleva el primer premio el señor Albiñana. E igualmente lo es el hecho de que tal especie de pavoneo suele engendrar desplantes y violencias, cuando no se le rinde pleitesía. Este es el caso Albiñana: “una persona irritada y no muy capaz de improvisaciones sarcásticas recurre fácilmente al insulto para defenderse”.

Mi experiencia personal –un largo diálogo ante la Junta Rectora del Instituto de Estudios Alicantinos- me reveló a un hombre sin ideas, pero con muchas consignas partidistas, y por ello, sin recursos dialécticos.”

En lo político. La juventud de Albiñana discurre bajo signo falangista, en cuya órbita ocupó el cargo de subdirector del Servicio de Educación y Cultura –1961- de la Delegación Provincial de Organizaciones del Movimiento de Valencia. Luego, según demostró Constantino Rotger, entró en las filas de la Democracia Cristiana –circunstancia, como la anterior, negada por el “President”-, cuando “no tenía la más remota idea del socialismo: sus preocupaciones estaban más cerca de los movimientos de los capellanes”. Falleció Franco, “el señor Albiñana abandonó la Democracia Cristiana, en la que tenía pocas posibilidades, ya que todos los puestos estaban ocupados, y se marchó a Madrid y se puso de acuerdo con don Felipe González, llamado entonces Isidoro. Y regresó a Valencia en calidad de líder de un flamante PSOE que iba a implantarse pasando por encima de antiguos militantes socialistas de toda la vida, como Ruiz Mendoza, Amutio y del Hierro”. Si bien el PSPV aun no había sido legalizado, “el señor Albiñana, desde Madrid, lo boicotea”. Por la oscura vía del motorismo, “viene la preautonomía y no sólo la actitud orgullosa y displicente del señor Albiñana, sino su incomprensión del problema nacional de País Valenciano”.

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