Autor: Joan Ignaci Culla
La pasada semana se reabrió el
viejo debate sobre la lengua valenciana. Hemos oído a numerosas personas entrar
a valorar si el valenciano es una lengua o, por el contrario, es una variedad
dialectal del catalán. En España todo el mundo puede hablar (y habla, claro) de
tres cosas: política, fútbol y valenciano. Tertulianos, el vecino de arriba, el
alcalde de turno o el portero de la discoteca de Cella comentan y discuten (opinan)
sobre el tema sin sonrojarse, sin tan siquiera disponer de una referencia
bibliográfica y asumiendo como dogma de fe lo que los voceros del entorno
pregonan a los cuatro vientos desde diversas publicaciones (subvencionadas),
claustros (dirigidos) y micrófonos (interesados).
Todo esto me recuerda la película protagonizada por Hugh Grant "El inglés que subió una colina, pero bajo una montaña", basada en la leyenda que se desarrolla en 1917 en el pueblo de Ffuynnon Garw, al sur Galés, donde se ubica "la primera montaña de Gales", emblema y orgullo de la población. Unos foráneos, en este caso ingleses, comunican a los habitantes de Ffuynnon Garw que su famosa montañana ya no lo es, pues le faltan unos metros y, por lo tanto, es una vulgar colina. Todos a una, heridos en su orgullo, acuden con piedras para aumentar su altitud y colocarla en los manuales de cartografía donde siempre había estado, en el apartado de "montañas", y no en el de "colinas".
Aquí, a diferencia de Gales, nos sobran metros de historia, pero nos falta orgullo patrio para defender lo nuestro. Y, por ello, comprobamos día a día como los tiranos de siempre, arrogados de falso progresismo, aprovechan las pequeñas tormentas para, una a una, robarnos las piedras y convertir a nuestra gran montaña en una frágil colina. Pero la verdad se pone de manifiesto desde los mismos principios que fundamentan los criterios para ser lengua: el histórico, el sociológico y el jurídico.
Todo esto me recuerda la película protagonizada por Hugh Grant "El inglés que subió una colina, pero bajo una montaña", basada en la leyenda que se desarrolla en 1917 en el pueblo de Ffuynnon Garw, al sur Galés, donde se ubica "la primera montaña de Gales", emblema y orgullo de la población. Unos foráneos, en este caso ingleses, comunican a los habitantes de Ffuynnon Garw que su famosa montañana ya no lo es, pues le faltan unos metros y, por lo tanto, es una vulgar colina. Todos a una, heridos en su orgullo, acuden con piedras para aumentar su altitud y colocarla en los manuales de cartografía donde siempre había estado, en el apartado de "montañas", y no en el de "colinas".
Aquí, a diferencia de Gales, nos sobran metros de historia, pero nos falta orgullo patrio para defender lo nuestro. Y, por ello, comprobamos día a día como los tiranos de siempre, arrogados de falso progresismo, aprovechan las pequeñas tormentas para, una a una, robarnos las piedras y convertir a nuestra gran montaña en una frágil colina. Pero la verdad se pone de manifiesto desde los mismos principios que fundamentan los criterios para ser lengua: el histórico, el sociológico y el jurídico.
Existe abundante bibliografía que acredita la personalidad propia y diferenciada de los valencianos y de su lengua, que desmonta las falacias de los interesados picapiedras. Entre ellos, Antoni Canals, con su traducción de la obra de Valeri Maxin dice: "Tret del llati en nostra vulgada lengua materna, aixi breu com he pogut yastse sia que altres Lagen tret en lengua catalana", o Francesc Eiximenis, natural de Gerona, que en su traducción del latín del "Art de ben morir", en la primera edición impresa (1491?) en Valencia, dice que está traducida en lengua catalana, pero corrige el error en la segunda edición, impresa en Barcelona (1507), cuando afirma: "He deliberat retraure i segons la possibilitat del meu pobre entendre en lengua valenciana a manifest estil". Eiximenis deja la cosa clara en su traducción de la "Scala Dei", libro impreso en Barcelona (1523), donde dice que: "Está traduit del lemosi en nostra lengua vulgar valenciana". Joan Esteve, autor del "Liber Elegantiarum", primer diccionario impreso en lengua románica, Valencia (1489), señala en él: "Explicit liber elegantiarum Jahanis Stephani, viri eruditissimi civic valentiani, regie auctoritate notarij publici latina et valentina lingua exactissima diligentia emendatus". Marti de Viciana, por su parte, en 1625 publica su "Alabanza de las Lenguas", y las enumera: "Les llengues hebrea, griega, latina, castellana i valenciana". Joan Bonlabi, Jospeph Llop, Pere Antoni Beuter, Joan Llorenç palminero, Jeroni amiguet, o Pérez Báyer, quien recibe del P. Jesuita Manuel Lassala, "un romanç escrit en llati, grec, italia, frances i valencià", son algunos de los autores que a lo largo de la historia han reivindicado la existencia de la lengua valenciana. La lista es interminable y está compuesta incluso por personalidades catalanas (Joan Bonlabi, Pi i Margall, Aniceto Pages, Pompeu Fabra o Manuel de Montoliu).
Todos ellos, uno tras otro, han
ido construyendo la inmensa montaña que ahora nos pertenece. Da pena comprobar
como el olvido ha caído como una losa sobre ellos. Una losa de silencio que
otros aprovechan para el expolio.
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