EL PUEBLO DIARIO REPUBLICANO DE VALENCIA
Per:
Vicente Blasco Ibañez
Jueves, 13 de junio de 1.907
El periódico es donde se esconden todos los
cobardes irresponsables, injuriadores de la mujer y sicalípticos para el
hombre, publicó ayer una defensa de los catalanistas, de los enemigos de la
agricultura valenciana, de la burguesía separatista barcelonesa, frailuna,
vetusta, partidaria de la independencia del famoso Principado, piojoso y
sanguinario, que dejó marcadas en la historia las huellas de una ferocidad
fenicia, bárbara, horripilante.
Un castrado, un jovenzuelo esteta que presume
de ácrata por la longitud de los cabellos y la dislocación de sus sesos, afirma
sentenciosamente, asnalmente, que los catalanistas vendrán y que los republicanos
correremos ante el formidable poder de las cuatro barras y la furia del
puntapié sorianista. Y los que semejantes risibles bellaquerías escriben se
llaman valencianos, defensores de los intereses de la ciudad, de su grandeza y
de su porvenir.
Esos imbéciles son los que desde hace cuatro
años amparan toda abyección y cometen toda infamia e intentan toda injuria y
emplean toda arma, por villana y rufianesca que sea con tal de que hiera al
enemigo, sin respetar lo mas venerando y
augusto del hogar. ¡Buenos defensores se ha dado en Valencia el catalanismo!
¡Increíble parece que un periódico como La
Publicidad de Barcelona, se haya
cruzado de brazos en este asunto de la expedición catalanista a Valencia y no
haya advertido cariñosamente lo innecesario de esa cruzada que puede
proporcionar un día de luto a la ciudad! ¡Increíble parece que los ultrajados y
escarnecidos de manera tan baja y miserable por un histrión imbécil, con alma de borracho, se amparen de él
servilmente deshonrando una causa con solo entregar su defensa a quien con
honras de mujer hizo pingajos para su estandarte! ¡En este país hay eclipse
de... pantalones!.
Valencia toda está orientada ya, conoce
profundamente que clase de patriotismo es el que exhibe Soriano, que en estos del amor a Valencia, imita
sencillamente a los chulos de lupanar, que aman a la dueña por lo que les dan.
Los adoradores de Soriano, y suponemos que el
mismo Soriano a la cabeza (porque si para ese día no viene será un villano
cobarde) son los que nos traen a los catalanistas, a los héroes de la nueva
reconquista, a los descubridores de esta umbría selva, paraje de emplumados y
bronceados indios que no han sabido libertarse e impretan el favor del
Principado para su manumisión.
¡Que estupendo! Valencia, que puede ser la
escuela, el templo de las libertades españolas, en donde tantos años hace que
el régimen, del que no abominan los catalanistas, se ha quedado sin representación
parlamentaria y casi sin representación municipal, en un Ayuntamiento compuesto
por 49 concejales; Valencia que reorganizó quizás, o reanimó, cuando menos, el
republicanismo de toda España, y desde hace quince años, trabaja con febril
actividad por su porvenir, por su prosperidad, divorciada de las instituciones,
revolucionaria, dentro y fuera de la capital, transformada con asombro de las
clases conservadoras, a las que hemos suplantado por nuestras iniciativas y
nuestra actividad; Valencia, que ha sido la Cenicienta del Mediterráneo, en
cuyo puerto impera la mas honda miseria, por culpa de Barcelona, que lo absorbe todo, que es el verdugo de
Levante, que quiere convertir toda España en huevo para tragarse hasta la
cascara, que envía a nuestra ciudad sus productos libremente, sin que sufran
ningún impuesto a su entrada, y en cambio la pasa, la naranja y la legumbres
valencianas pagan un enorme tributo municipal al entrar en Barcelona; Valencia,
cuya agricultura muere por imposición del industrialismo catalán, porque
catalanes y vizcainos han conseguido la confección de unos infames aranceles
que nos tapian los mercados internacionales para la exportación de nuestra
fruta, sometiéndonos a una pérdida anual de mas de cien millones de pesetas,
que se traduce en hambre y congojas en el campo y languidez en la vida
comercial de la ciudad; Valencia, repetimos, que ha sido siempre menospreciada
y vejada por Barcelona, desde que nos conquistó un rey clerical, supersticioso
y sucio, que aniquiló la civilización árabe de nuestra tierra, científica,
tolerante, rica en principios de cultura, poética y soñadora, para sustituirla
por una dominación sanguinaria e inquisitorial, entregándola al fanatismo de
Roma y a la sopas del convento y a la suciedad y a la ignorancia de unos
varones muy santos, pero muy brutos; esta Valencia, repetimos, recibirá el 29,
fíjense bien los republicanos, los patriotas, los hombres libres, el 29 de
junio a los catalanistas, a los que no se atrevieron a solidarizarse cuando se
cometieron los crímenes de Montjuich y se unen para destrozar a los
republicanos, a quienes no han necesitado su presencia para destruir el
caciquismo y emancipar su alma.
¿Qué miserable farsa quiere representarse
aquí? ¿Se nos ha tomado por cobardes,
por ignorantes? ¿Quieren los catalanistas jugar con el honor del partido de
Unión Republicana dándose en las calles de la ciudad un publico abrazo con
Soriano, el pierrot deshonrador de mujeres? ¿No comprenden esos señores que su
llegada a Valencia con Soriano es un
reto, una provocación, una afrenta que ningún republicano que sepa en que lugar
tienen asiento los riñones ha de tolerar
sin jugarse en la partida su vida y su libertad si es preciso? ¿Piensan los
catalanistas que Valencia es tierra huérfana de voluntad y de caracteres?.
Aun simpatizando con la campaña, con la obra
política, republicana, de un amigo entrañable de todos nosotros, del gran
propagandista Alejandro Lerroux, cuyo nombre pasará a la historia como modelo
de energía, de cultura, de abnegación, de desinterés, al hacer la crónica del
actual republicanismo español; aun siguiendo sus heroicos esfuerzos con toda
nuestra simpatía y lamentando dolorosamente su derrota; aun habiendo podido tomar parte en la misma
Barcelona en actos que molestasen a los catalanistas, hemos observado siempre
una prudente y correcta conducta, procurando no intervenir ni mezclarnos
siquiera en un problema esencialmente local con el propósito de no envenenar
pasiones ni excitar odios.
¿Qué ejemplo imitan, pues, los catalanistas
al intentar aquí un desembarco unidos al desvergonzado y cínico Soriano? ¿Qué
se les ha perdido aquí, si nadie les llama ni los necesitamos ni son útiles a
Valencia? ¿A que involucrarse en asuntos locales, de bandería, intentando con
su presencia dar crédito a los mas desacreditados y conceder dignidad a quienes
la han perdido en el crimen callejero y en la injuria a la mujer?.
Nos dirigimos con esto a La Publicidad de Barcelona, insultada por Soriano, para que conozca
el sentimiento general de los republicanos de esta ciudad. Y aun esperamos que
antes de resolver nada en definitiva mediten y se convenzan de que su presencia
representaría aquí la de una comparsa sorianista insultadora y provocadora.
Continuaremos.
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