Ricardo García Moya
Diario
de Valencia 21 de Enero de 2001
Así
rebautizaron a San Sebastián en la Guerra Civil. Mientras toda España andaba
de paseillos, la ciudad del Urumea gozó de plácido buen vivir. Ocupada sin
dificultad en 1936, se convirtió el paraíso de valencianos huidos de un Reino
donde, por un quítame esta deuda, te hacían mártir de plomo en nuca. Igual
sucedía en la zona nacional. Durante la pesadilla se mantuvo el amor a la
lengua propia entre valencianos republicanos y nacionales; hasta Fuster
recuerda en su etapa falangista y brazo en ristre, que en los ambientes
fascistas que frecuentaba todos hablaban valenciano.
La II República también respetó la independencia de una lengua que
-viva desde Crevillent a Tortosa- podía oírse hasta en Barcelona. En las
mismas narices de Fabra, el teatro en valenciano competía con el castellano en
los proscenios rambleros. El 15 de agosto de 1934 se estrenaba en el Teatro
Coroleu de Barcelona “¡Che, quin dia! Sainet valenciá en un acte y en prosa”,
editándose en la misma ciudad y año. No era excepción, pues “Anem a la Madalena.
Choguet de costums de Castelló” de Vicent Breva Brancadell también se
representó allí y fue publicado por la barcelonesa Gráficas Vilalta en 1931.
La
edición en Barcelona de obras en valenciano se remontaba al XV, aunque
aquellos incunables de prosa teológica fueron sustituidos en los tiempos del
charlestón y champagne, entre 1920 y 1936, por chispeantes sainetes. Hubo
años en que la temporada teatral parecía de la ciudad del Turia, más que de
Barcelona. Por ejemplo, en 1927 se estrenaba en Barcelona “¡Tot per un gos!
Diálec valenciá”. Atravesando unas calles se podía acceder a la Sala Pompeya,
donde se escenificaba “Per l´honor de ma muller. Salinet valenciá”. Había más
ofertas. En el barcelonés Teatro de la Comedia se ofrecía la farsa «Per la
filla del Alcalde. Choguet cómic”; y, aunque parezca excesivo, en el cercano
Teatro Bosque de Barcelona, el 21 de marzo de 1927, se ponía en escena
“Marianet y Marianeta. Choguet bilingüe”. La inmersión no lo dice, pero el
teatro en lengua valenciana, sin catalanismos, compitió con el castellano en la
Barcelona anterior a 1936. Los espectadores distinguían los tres idiomas; nadie
confundía, p.e., el choguet valenciá, el juguete castellano y la jogina
catalana. La Enciclopedia del catalán Dalmau CarIes editada en el republicano
1934 recordaba la existencia de cuatro “lenguas regionales: catalán, gallego,
éuskaro, valencia no” (Enc.Gerona,1934, p.104).
Pasamos
al sangriento 1936. De los miles de valencianos que buscaron cobijo en San
Sebastián queda constancia en el Koldo Mitxelena Kulturenea, centro cultural modélico:
Allí conservan el libro que Teodoro Llorente Falcó escribió sobre su estancia
en San Sebastián y la detenciones por hablar valenciano. Según recuerda, “por
el hecho de haberse refugiado una colonia catalana que llegaba a las 30.000
personas a fines del año 1937, y a varios millares la valenciana, se oyera en
todas partes, en los hoteles, en las fondas y pensiones, en teatros y cines, en
las calles y los cafés más catalán, valenciano y vasco que castellano”
(Llorente: Los valencianos en San Sebastián 1941, p.48)
La inquietud que tal situación provocaba entre los
mandos franquistas era considerable. Para atajar el desacato se organizaron
brigadillas idiomáticas de guardias que cumplían este orden: “El primero, al
oír en la calle, terrazas de cafés, etc., conversaciones en idioma distinto al
castellano, llamará cortésmente la atención a los infractores y continuará su
camino si es atendido, cuidando de exhibir la placa”. El segundo, “sin boina
reglamentaria, convenientemente distanciado del primero, observará con
disimulo si la primera advertencia ha sido desatendida...”. Lo que sigue es
fácil de adivinar, si no atendían las sugerencias, el de la boina y los otros
filólogos de pistola detenían a los “infractores, llegando al uso de la fuerza
si a ello hubiere lugar”.
En Donostia vivían regnícolas
“cuya lengua familiar y usual es la valenciana (...) y es natural que hablasen
entre ellos su idioma natal, lo mismo en la calle, que en los teatros y cafés”
(ib,p.50) Analizando el texto coetáneo del franquismo cuartelero, comprobamos
que los valencianos de la zona nacional no odiaban su idioma, tal como propaga
la inmersión. Recuerda Llorente una mañana de 1937, cuando hallándose dos
valencianos en una cafetería de la avenida donostiarra, los comisarios lingüísticos
les “requirieron para que cambiasen de idioma”. La reacción no fue muy sumisa.
Los tertulianos fueron detenidos y conducidos al Gobierno Civil; pero,
al estar San Sebastián invadida de valencianos, a pocos metros se escuchó:
«Che, ¿ahón aneu?”. El jefe de patrulla, ante la inesperada agresión
lingüística, ordenó: “Véngase
usted también con nosotros, por
no hablar la lengua oficial”. El aludido, estupefacto ante el espantajo de
boina y pistolón, preguntó: «¿Y aixó per qué?”. La situación fue repitiéndose,
llegando al Gobierno Civil una procesión de catorce insurrectos. No hubo
torturas ni macabro final. Se impuso multa al más alborotador y, con
prudencia, nuestros compatriotas siguieron hablando valenciano en los foros donostiarras.
Acabada la guerra, en 1939, Llorente siguió defendiendo el idioma en el Centro
de Cultura Valenciana y Lo Rat Penat; aunque los franquistas del Institut d‘Estudis
Catalanas conseguían controlar la Revista valenciana de filología, iniciándose
la catalanización parasitaria con fondos públicos.
Respecto a la Bella Easo, actualmente hay quien dice que es
Sansestabién; pero otros, recuperando una alusión irónica a las provincias
vascongadas, asegurarían que: “en les Provincies Bascollaes pareix que van a
mochicons”(El Tabalet, any 1847, p.168).
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