Autor: Antonio Magraner Rodrigo
Valencia 1975
ARV. Signatura 1607-2498
A la muerte del Cardenal Cisneros se desataron los
odios populares, contenidos, hasta entonces, por la indomable energía de aquel
gran prelado. La ocasión fue el abandono en que –con motivo de una serie de
calamidades (peste, inundaciones, terremotos, etc.)- las autoridades y personas
pudientes dejaron la ciudad de Valencia, culpando el pueblo de todo aquello a
los nobles y llegando hasta señalar a alguno de ellos. Como los gemios de la
clase plebeya de Valencia estaban organizados militarmente se unieron y
agermanaron, clamando justicia contra los atropellos de la nobleza y dispuesto
a tomársela por su propia mano. Un cardador, llamado Juan Llorens, se puso al
frente de los amotinados y formó una Junta de Trece artesanos, en memoria de
Cristo y sus doce Apóstoles, para presidir la germanía popular.
Dos años, desde 1519 a 1521 durara aquellas
revueltas, ahogadas, al fin, en sangre plebeya, después de incontables
atropellos cometidos por los agermanados y sus enemigos, rindiéndose, al fin,
la capital al Virrey, don Diego Hurtado de Mendoza.
Carlos I que se había inclinado alternativamente a
unos y a otros, hizo incluso escarmiento en los agermanados, ajusticiando a sus
principales promovedores e imponiendo a los gremios fuertes contribuciones.
En esta cruenta lucha civil los nobles y señores
contaron, contra los agermanados o plebeyos, con la ayuda y cooperación de sus
vasallos mudéjares, impropiamente denominados también moriscos, por ser estos
los moros conversos. Por su parte, no pocos elementos del bajo clero
intervinieron a favor de las Germanías, proclamando la Guerra Santa contra el
mahometismo y acusando a los nobles con
simpatizar con la religión de Mahoma. A muchos de los mudéjares se les impuso
el bautismo por la fuerza, sin otra alternativa que la muerte, por lo que,
terminada la lucha, muchos de ellos
renunciaron a la religión que se les había obligado mediante la violencia,
volviendo a sus ritos y creencias musulmanas.
Convocada una junta de teólogos, en Madrid, para
que, en unión de los consejeros de la Inquisición de Castilla, declarase si
eran válidos aquellos bautismos a la fuerza y si debían ser considerados como
apóstatas los mudéjares valencianos, dicha junta, después de tres semanas de
deliberaciones, concluyó en sentido afirmativo, siendo sancionada esta opinión
–que no dejó de tener contradictores-
por el Emperador, por Real Cédula (de 4 de abril de 1525), en que
declaró válidos los bautismos, mandó que los hijos de los bautizados durante
las Germanías también lo fuesen, y ordenó que toda mezquita en que se hubiese
celebrado una misa fuese reconocida como templo católico.
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