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domingo, 18 de mayo de 2014

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS, SUS RAZONES JURÍDICAS Y CONSECUENCIAS ECONOMICAS PARA LA REGION VALENCIANA (XXIV)



Autor: Antonio Magraner Rodrigo
Valencia 1975
ARV. Signatura 1607-2498


Capítulo II. Consecuencias económicas de la expulsión.


Capítuo III. El problema de la repoblación del Reino de Valencia.

Hemos aludido, anteriormente, y de pasada, a esta importante cuestión. Estimamos conveniente insistir, al presente en el aspecto demográfico de la repoblación, dada la trascendencia que había de tener para el futuro de la economía regional, en particular, durante los primeros años que siguieron a la expulsión de los moriscos, decretada en 1609.

En efecto, parece incuestionable que tras esta histórica fecha en Reino de Valencia –cuya  población total, hacia 1609, rebasaba los 500.000 habitantes- perdió el 22 y el 30 por ciento de los mismos, en su inmensa mayoría campesinos y vasallos de la aristocracia terrateniente y latifundista.

El historiador H. Lapeyre analiza el paisaje geográfico del Reino de Valencia y los censos totales de la población –1527, 1563, 1585, y 1602-, adoptando para el cálculo de los habitantes el índice 4,5. Otros, como Reglá, estiman más adecuado el índice de 5 personas por casa.

Según el citado profesor de Grenoble –a quien tanto debe la historia de España de los Austrias, los cristianos viejos, en cuyas manos estaban la industria y el comercio, habitaban masivamente en las ciudades y los pocos moriscos que existían en ella quedaban relegados a los suburbios. Las tierras de secano, a excepción de la provincia de Castellón, en cuyas zonas de Morella y el Maestrazgo había un compacto bloque cristiano, estaban ocupadas, predominantemente, por los moriscos.

 Recordemos que aquí se constituyó un poderoso recurso de las fuerzas imperiales del emperador Carlos V durante la guerra de las Germanías, a comienzos del siglo XVI, así como de las tropas carlistas del general Cabrera, en el siglo pasado.

De las interesantes aportaciones de Lapeyre se puede comprobar, asimismo, que todos los macizos montañosos e incluso las regiones de colinas desde el río Mijares, como también las que al oeste de Valencia se extienden  hacia Chiva y Buñol, constituían núcleos de población que, en su mayoría, eran de raza morisca; por consiguiente la huerta de Valencia, la plana de Gastellón, la ribera de Jucar y las huertas de Alicante, Elche y Orihuela, eran comarcas casi enteramente cristianas, abundando, sólo, los moriscos en dos zonas de regadíos: las situadas en torno a Gandía y Játiva. Igualmente eran numerosos en las tierras de barones, esto es, en las de señorío laico; pero escaseaban en los lugares de realengo y en las de señorío eclesiástico.

No es extraño, por cuanto se acaba de decir, que las rebeliones más importantes de los moriscos tuvieron lugar en os lugares de montaña: en 1526 en la sierra de Espadán  (entre los ríos Mijares y Palancia); y en 1609, en la región de la Muela de Cortes  y en el Valle de Laguar.

Lapeyre examina, además, la evolución demográfica hasta 1609. En el periodo comprendido en 1537 y 1563, para noventa localidades moriscas, la población disminuye ligeramente, por lo que según el citado autor se explica por la emigración a Berbería. Por el contrario, durante las mismas fechas, en otras ochenta localidades se aprecia un incremento del orden de un 7 por ciento.

Desde 1563 a 1609 la población total del Reino del  Valencia pasa de 64.075 hogueras o “focs” a 96.731, advirtiéndose un aumento del 50,9 por ciento, por lo que se deduce que el ritmo de aumento morisco alcanza el 69,7 por ciento y el de los cristianos viejos sólo el de 44,7 por ciento. La capital se estancaba en unos 50.000 habitantes, sin crecer el ritmo del Reino. Como causa posible del mayor incremento de la población morisca aduce el citado historiador galo el celibato por los abundantes eclesiásticos. La proliferación de moriscos, que, por ciento, era buen vista por los señores de lugares, ya que con ello aumentaban sus rentas, fue uno de los más importantes motivos que contribuyeron a su total ruina. Cuando en 1609 se decretó su expulsión por Felipe III, a los señores no les quedó otros remedio que plegarse a la voluntad regia, que representaba asimismo la de la opinión pública.

El Canónigo archivero de la Catedral de Valencia, don Ramón Robres Lluch, ha empleado los datos estadísticos publicados por Lepeyre, al aportar una investigación extraída de la Sagrada Congregación del Concilio, en el Archivo Secreto Vaticano,  y otras fuentes destacando, por su especial interés, una estadística de 1622, cuyas cifras globales constituyen valioso elemento para medir el alcance de la repoblación dentro de los primeros años subsiguientes al extrañamiento de los moriscos.

Así como el triunfo de la aristocracia latifundista, estrechamente aliada a la Corona, implicó la victoria del campo sobre la ciudad en la guerra de las Germanías, la expulsión de los moriscos, una centuria más tarde, constituyó –como dice Reglá- “el reverso de la medalla: el triunfo de la ciudad sobre el campo. Como es lógico, dada la distribución de la población, las consecuencias económicas de la expulsión de los moriscos valencianos fueron mayores y de más duración en el interior y sobre todo en las comarcas meridionales del reino”.

Los coetáneos de la expulsión se dieron perfecta cuenta de las consecuencias que sobrevendrían, particularmente en el aspecto económico, con esta victoria –pírrica victoria- de la ciudad.

Ya lo preveía el patriarca-arzobispo de Valencia, don Juan de Ribera, quien en una carta a un ministro de Felipe III, fechada en dicha ciudad, el 19 de diciembre de 1608, decía lo siguiente: “Las ciudades y lugares grandes se sustentan con la provisión que éstos (moriscos) traen, las iglesias, monasterios de frayles y monjas, hospitales, cofradías, exenciones de censos y legados píos, nobles, caballeros y ciudadanos, finalmente todos cuantos son necesarios en la República, para el Gobierno y ornato espiritual y temporal de ella dependen del servicio de los moriscos, y se sustentan en los censales que han cargado ellos o sus antecesores sobre lugares de los moriscos y así, viéndose imposibnilitados de poder a S.M. lamentando su miseria y destrucción. Prometo a V.M. que pensando diversas veces en esto deseo que Nuestro Señor me lleve antes de ver tanta lástima sin poderla remediar y Él sabe de quan poca consideración es para mí la pobreza que ternía esta dignidad y que a trueque de verme sin tantos herejes con nombre de feligreses míos, ternía por muy buena dicha quedarme con necesidad de comer pan solo”.


Por su parte, el Marqués de Caracena, Virrey, a la sazón de Valencia, manifestaba a Felipe III, en 18 de mayo de 1610: “Considerando de cien casas de moiscos (sic) a quantas se pueden reducir de cristianos viejos, si serán a treinta o quarenta... Certificado a V.M. que no podré encarecer con palabras el estado trabajoso en que este Reino de Valencia se halla... porque la mayor parte de él vive de responsiones de censos y no se cobra ni puede cobrar cantidad alguna dellos con exenciones o sin ellas... y los que los responden, no solo los señores y comunidades, pero aún los particulares no pueden pagar porque no cobran frutos...”.

miércoles, 12 de febrero de 2014

 LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS, SUS RAZONES JURÍDICAS Y CONSECUENCIAS ECONOMICAS PARA LA REGION VALENCIANA (XXII)

Autor: Antonio Magraner Rodrigo
Valencia 1975
ARV. Signatura 1607-2498


Capítulo II. Consecuencias económicas de la expulsión.




AÑOS
NORTE
NORDESTE
HUERTA DE VALENCIA
OESTE
CENTRO
SUR
1565-72






1584
+  27
+  44
+  37
+  43
+  33
+  10
1602
-   11
+   2
+  11
-     2
-     5
      0
1608
+  12
+  10
+   7
-   13
+    9
-     8
1617
+    4
-     7
-   6
+  12
-   20
-   20
1632
-     7
-     3
-   4
-     2
-     3
-     3
1638
-     2
      0
-   3
+    9
+    3
+    5
1642
-   14
-     6
     0
-     7
      0
-     9
1646

-     3
     0
-     2
-   15
      0
1650




-     8


Las estadísticas correspondientes a 1584, 1602, 1608, 1633 y 1638 se refieren al “morabatí”, y los 1617 y 1650, al “maridaje”. Las recaudaciones por ambos tributos, que nos proporcionan una visión de conjunto bastante aproximada al movimiento demográfico, con sus altibajos, figuran, como se ha indicado en el Archivo del Reino de Valencia, Mestre Racional, legajos 517 y 532, donde pueden consultarse.

En cuando a los referentes a los censos de 1565-72 y 1646, ya fueron publicados completos por H Lapeyre en su libro fundamental “Geografía de la España  morisca” y otros.

Advierte el citado autor inglés que estos tres censos –que ha creído más conveniente agruparlos por amplias comarcas para compara sus porcentajes crecientes o decrecientes- tienen que ser usados con prevención. Se refieren no a personas, sino, como los otros a que se aluden anteriormente, a familias, casas o “fogages”; además atañen solamente a una parte del Reino, la altigua, por lo que las citadas estadísticas han de ser consideradas útiles como guía general.

Resulta evidente en la tabla o esquema que hemos reproducido, que el incremento decisivo en la población valenciana aparece en los años anteriores a 1584. Después el patrón se hace algo más confuso y un claro declive se constata por lo que concierne al Sur y al Oeste, mientras en otras zonas la población aumenta, aunque vacilantemente. El único signo de expansión positiva –no obstante lo reducido de sus índices- se aprecia claramente en el área que rodea la ciudad de Valencia. Ello puede ser debido a los atractivos ofrecidos por la proximidad a un centro comercial más importante, por lo que sus porcentajes no deben servirnos como datos de mucho interés para ser considerados en el estudio del conjunto.

Después del año de la expulsión, 1609, el área que sufrió más merma en su población fue la central, por residir en la misma los moriscos inscritos en los referidos censos. Más estables eran aquellos sitios donde el número de habitantes comenzó ya a decrecer antes de la expulsión y tenían menos motivos que les indujeran a emigras a nuevos emplazamientos.

El “norte” –región montañosa conocida con el nombre de Maestrazgo- estaba demasiado aislado para determinar su población, pero aún así, en esta zona de limitada extensión, se produjo un cambio, hacia 1617, que la alineó dentro del general movimiento de recesión o de estancamiento.

Al parecer hubo tres fases en el declinar de la población valenciana, si generalizamos lo que se deduce de estos censos parciales. La primera era la que podíamos establecer como un alto en la marcha ascendente, el cual tuvo lugar, con variantes según las comarcas, en tiempos de las dos décadas finales del siglo XVI. La segunda es, por descontado, la drástica hemorragia demográfica de 1609, cuya importancia no se manifiesta en nuestro citado esquema. Y la tercera fase está constituida por un más moderado, pero todavía inevitable descenso que coincide con la tercera y cuarta décadas el siglo XVII. En 1596 el dinero recaudado por las tasas del “morabatí” alcanzaba su cima; pero en la inmediata anotación de 1602 se había acentuado la regresión.

Es evidente que las estadísticas del censo de 1608 no se amoldan del todo a este hecho e indican que la población había comenzado a crecer otra vez. Hay dos razones que explican este contraste: o el número total de familias estaba mal calculado en 1608 o las cifras de exentos se realizaron con largueza, según estimaban conveniente los organismos gubernamentales. La verdad probablemente estaba entre ambas versiones.

La conclusión que podemos sacar del estudio de nuestros censos –apostilla Mr. Casey- es bastante vaga. No es sorprende ello si se considera la magnitud de la misión encomendada a unos pocos hombres -la recaudación, en efecto, del “morabatí” era visada por un comisionario real que generalmente visitaba las ciudades y posteriormente por el Tribunal Económico Central (Junta Patrimonial); sito en Valencia-, al cotejar la gran cantidad de nombres y cifras distintas y alejadas poblaciones.

Inevitablemente, las estadísticas que nos han legado son una mezcla de realidades y de razonables suposiciones.


Examinados los índices de despoblación, nos ocuparemos seguidamente, de la lenta y ardua tarea repobladora del Reino de Valencia.

viernes, 4 de octubre de 2013

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS, SUS RAZONES JURÍDICAS Y CONSECUENCIAS ECONOMICAS PARA LA REGION VALENCIANA (XXI)



Autor: Antonio Magraner Rodrigo
Valencia 1975
ARV. Signatura 1607-2498


Capítulo II. Consecuencias económicas de la expulsión.



                                                           *  *  * 

El historiador inglés James Carey, en un reciente y documentado trabajo, ha considerado algunos aspectos nuevos sobre las consecuencias económicas que la despoblación ocasionó en el Reino de Valencia a raíz de la expulsión de los moriscos.

Citando la frase de Sancho de Moncada: “Es notiorio que España tiene  muy pocos habitantes; un Reino no puede vivir sin el pueblo; por el pueblo subsiste el Reino”, pone de relieve que dicho escrito fue el único de los muchos de su tiempo que calibró que el alcance de la conexión entre la despoblación y del declive político y económico de España. Estas palabras aplicadas primordialmente a Castilla, adquieren especial importancia referidas a otras regiones de la península ibérica. Una década antes de ser escritas, la expulsión de los moriscos –afirma el citado historiador- arrojó el Reino de Valencia de un tercio a una cuarta parte de su anterior población, que si a finales del siglo XV no pasaba de 300.000 habitantes, a primeros del XVI rebasaba el medio millón.

“El más fantástico y bárbaro auto en los anales de la humanidad”. Así calificó el Cardenal Richelieu la expulsión creadora de su propia Némesis, y en Valencia más que en cualquier otro lugar. Aunque indudablemente exagerada esta frase de aquel estadista francés. No podemos dejar de reconocer con la mayoría de los historiadores nacionales y extranjeros –y sobre ello insistiremos más adelante- que si no la catástrofe sin precedentes que algunos han imaginado, fue sin duda, como se índica antes,  u n error económico y una medida desacertada. “No se apreció –dice Ballesteros- la riqueza-hombre, o la falta de aquellos brazos, y ausente la inteligencia de los agricultores moriscos, se produjo un mal de graves consecuencias financieras para la empobrecida España de los Austrias, que tenían que sostener la gloria de sus mayores y el honor del pabellón nacional español en todos los campos de Europa. Se había expulsado de la península a parte de su población, la más industriosa y la que mayores capacidades agrícolas poseían para el cultivo de las tierras del Reino de Valencia”

Mucho se ha escrito sobre los resultados de la despoblación a raíz de 1609, pero sobre esta materia –en opinión de Mr. Casey- quedan todavía puntos oscuros y hasta que no se conozca mucho más sobre la realidad del movimiento de habitantes, antes y después de dicho año, no se podrá aquilatar toda la importancia de la expulsión y el subsiguiente declive económico del siglo XVII valenciano.

El repetido año ha sido tradicionalmente considerado como una fecha de estancamiento en la historia demográfica de Valencia, separando un periodo de expansión de otro de recesión. Los censos publicados en los estudios más recientes indican que la población de Valencia creció alrededor de una mitad más en los cincuenta años antes de la expulsión, atribuyéndolo a diversas causas, como veremos.

Pero a pesar de las varias estadísticas ofrecidas por diversos autores sobre la evolución demográfica del Reino de Valencia, opina el mencionado escritor británico que la cota o cima de la población pudo haberse alcanzado en los años anteriores. Existe material en el Archivo del Reino de Valencia, todavía poco explorado, que puede ofrecer mucha luz sobre este asunto. Se trataba de causas, sin duda, parciales, circunstancia que desalentó para su estudio a los que conocían su existencia, pero que constituyen una importante laguna que movió al repetidos historiador a su investigación.

Son de varias clases, pero todos se relacionan con los impuestos, tasas o tributos que se recaudaban en aquella época en nuestro Reino y que por constituir el Patrimonio Real, intervenía el Bayle General –especie de Delegado de Hacienda en nuestros días- activa y privativamente –como dice Piles Ros- en su cobro, privilegios de exención, contravención y demás circunstancias. Tales eran el de la remisión de cualquier pena mediante el pago; el cobro de multas; la correduría o parte correspondiente que se percibía de los productos que se vendían a pregón; los abundante laudemos o fádigas sobre cualquier concesión y otros cuyo estudio exhaustivo corresponde más bien al campo del derecho que al de la historia, al que pertenece este trabajo.

Entre estos derechos a cuyo pago estaban sujetos todos los habitantes –tanto cristianos como moriscos- y que producían a la Corona importantes ingresos, estaban el “morabatí”, el “coronage” y “marirage”.

El “morabatí” o “moravadí”, era una pequeña tasa que se cobraba “per capita”,  según unas listas fijas de municipios, cada siete años. En cada ejercicio las autoridades locales informaban al rey acerca de la ocupación que tenían los cabeza de familia cuyas haciendas, para no estar sujetas a dicha contribución, habían de valer diez maravedises de oro, equivalentes a siete sueldos en los tiempos de don Jaime el Conquistador.

El informe abarcaba todas las clases sociales, si bien la aristocracia y el clero estaban clasificados como exentos.

Las otras tasas, conocidas con los nombres de “coronage” –pagaderas cuando el rey subía al trono- y “maridaje” –al casar la hija mayor-, eran recaudadas sobre las mismas bases y con idénticas garantías.


El profesor Casey, como contribución al estudio sobre la evolución demográfica y despoblación del Reino de Valencia, nos ofrece este interesante esquema sobre las estadísticas censales, por años y distintas zonas territoriales, están basadas en porcentajes fiscales de los referidos impuestos.

jueves, 12 de septiembre de 2013

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS, SUS RAZONES JURÍDICAS Y CONSECUENCIAS ECONOMICAS PARA LA REGION VALENCIANA (XX)



Autor: Antonio Magraner Rodrigo
Valencia 1975
ARV. Signatura 1607-2498


Capítulo II. Consecuencias económicas de la expulsión.

                                                           *  *  * 

Hemos señalado las principales consecuencias que para la economía nacional, y la valenciana en particular, reportó la expulsión de los moriscos, dificultades que vino a acrecentar la falta de moneda legal, multitud de falsa que, en los mercados, pusieron en circulación los moriscos y no pocos de los cristianos viejos. En efecto, el desbarajuste monetario fue aun más calamitoso porque vino a enredar, con raíces más hondas, anomalías gravísimas en la hacienda pública y en el comercio en general. Los moriscos, desde que tuvieron noticias de que iban de seguro a la expulsión, cambiaron –sin importarles las pérdidas sufridas en los cambios- el oro y la plata para llevárselos en moneda de vellón. Para ello acuñaron clandestinamente grandes cantidades de “menuts” o moneda falsa, cosa que no era demasiado arriesgada y complicada, ya que las cecas de entonces fabricaban la moneda con gran imperfección.

Para cortar de raíz la circulación de la moneda falsa fabricada por los moriscos, el Virrey Marqués de Caracena publicó en 15 de octubre de 1609 una Real Criad prohibiendo la compraventa a cambio de moneda de “contado de qualsevol especie que fos per moneda menuda”.

Por su parte el Consejo de Aragón denunció repetidamente a Felipe III la invasión de moneda falsa en los reinos de Valencia y Aragón.

A este respecto nos refiere Escolano que “muchos cristianos viejos, pensando que al ruido de tanto martillo de moriscos no habían de ser sentido los suyos, dieron en la misma herrería...”, de forma que al recogerse la moneda falsa que circulaba de mano en mano para cambiarla  por cuenta de la ciudad, se llegó a la suma de 600.000 ducados.

Entre esto y  el metal labrado y por labrar que se llevaron los moriscos consigo y que ascendía a un millón de ducados, entre plata y oro, quedaron las arcas de la Hacienda tan vacías como las bolsas de los ciudadanos. Ahora buen: ¿fueron tan graves y decisivos los males económicos de la expulsión como la fantasía de los pseudos-críticos  han encarecido? La prosperidad económica de nuestra patria, durante el siglo XVI, ¿fue consecuencia necesaria del progreso alcanzado por los árabes en la Edad Media? No osaremos nosotros afirmarlo, siguiendo en ello, la opinión de responsables críticos. “Verdad es –afirma Boronat, Los Moriscos, II, pág. 313- que el esplendor de aquella civilización arábiga deslumbra al historiador que se ve precisado a estudiar los sucesos desarrollados durante la lucha secular de la Reconquista; pero des`pues de los estudios relaizados en el siglo XIX por destacados arabictas, no cabe duda que la luz venida de Oriente no fuera tan viva ni tan esplendorosa sin el corcurso de los mozarabes e indígenas españoles”.

No negaremos, repetimos, que la expulsión de los moriscos españoles tuvo consecuencias funestas en el orden económico, y ya lo hemos visto. Pero de ahí a transigir con la vulgar y errónea creencia de que el decreto de Felipe III acabó, para siempre, con el esplendor y la prosperidad económica de España y labró de un solo golpe su inevitable ruina, media un abismo. Esto es lo que sostiene P Janer, quien,  después de ponderar la prosperidad económica de nuestra patria, con anterioridad a la expulsión afirma que “las transcendentales resoluciones llevadas a cabo con la raza morisca, trocaran en cuadro lamentable aquel de tanta prosperidad”. Y al igual que el citado autor, otros “moriscófilos”, tales como el doctor Haëbler, o nuestro Modesto Lafuente y el conde de Campomanes, de quienes se deduce, al través de sus escritos, que los “únicos trabajadores o manos vivas de nuestra patria, en el siglo XVI, eran los moriscos”. Y esto no era cierto. Otras manos se encallecían con el arado y la azada y regaban con su sudor la tierra de sus mayores.

Es verdad que los moriscos, agricultores inteligentes y laboriosos, no hay por qué negarlo, dedicabanse al cultivo de las tierras propias y de sus señores,  traficaban por toda la península, abastecían en parte, a no pocas ciudades y villas de los cristianos viejos y fomentaban la industria sedera, azucarera, etc.

Y ello, ¿por qué? Preguntamos. ¿Es que los cristianos viejos no hubieran sido capaces de lo mismo?. El verdadero motivo de dicho acaparamiento, digámoslo así, fue el gran vacío que en la población dejaban  los millares de éstos que durante los reinados de Carlos I y de Felipe II pelearon en lejanas tierras –Italia, Flandes, América y Oceanía- por honor de la patria. A ellos había que añadir los numerosísimos aventureros que, de Castilla en particular,  emigraban en busca de El Dorado a nuestros extensos e incorporados territorios americanos. En la patria de don Quijote, de la que partían la mayoría de estos buscadores de filones, de conquistadores y navegantes intrépidos, y donde había pocos agricultores, pudieran ser imprescindibles los brazos moriscos,  pero no así en las feraces huertas murcianas o en las espléndidas vegas granadinas y ni que decir tiene en el ubérrimos Reino de Valencia, donde, además, la población cristiana superaba, en el siglo XVI, a la morisca.

“En aquella hermosa región, tan fértil, tan cruzada de acequias, nadie creerá que no bastaban en el ingenio ni la fatigosa y ruda labor de los moriscos a proveer del trigo necesario para el consumo. Baste leer los acuerdos concejiles de la capital, durante el siglo XVI y comienzos del XVII, para persuadirse de que sin el trigo de Sicilia y de otras partes meridionales de Italia, los valencianos hubieran escaseado, no solo de “forment”, sino de “hordi” y “dacsa”. El cultivo de las viñas era escaso, la uva de planta servía para la fabricación de la pasa y esta industria no era exclusiva de los moriscos; el trigo venía de Castilla cuando no de Italia, donde tenían los Jurados de Valencia varios agentes encargados para la adquisición del mismo, y, por cierto, con fecha 18 de julio de 1556, vióse obligado el Rey a expedir una provisión”contra los monopolistas de Requena que compraban el trigo de la Mancha para revenderlo después en Valencia, haciendo, con este monopolio, que subiese mucho el precio del pan.

 “Tal vez se extrañe el lector de estas afirmaciones y se pregunte admirado ¿De qué proveían, pues, los moriscos valencianos a la capital del Reino?. Si el abastecimiento de aquella ciudad dependiese de los progresos agrícolas de los moriscos, desde ahora diríamos que la permanencia de aquella raza fue nociva, pues en los Manuals de Consells de Valencia correspondientes a 1609 y 1610, apenas hallamos rastro alguno de abastecimiento que no sea de carbón. Pudieron influir los moriscos en la industria y el comercio, pudieron beneficiar la agricultura y abastecer otras ciudades y villas de cristianos viejos, y, ciertamente, aquella influencia es innegable, pero, ¿en qué proporción?. He aquí la dificultad”.

“En los silos de Burjasot, depósito del grano que se consumía en la ciudad de Valencia y del que servía para la sementera en las huertas de dicha población y lugares comarcanos, existía trigo en abundancia que convenía custodiar de la rapacidad de los expulsos y de los ladrones, quienes trataron de aprovecharse del decreto de 22 de septiembre y por eso proveyeron los Jurados del oportuno remedio. También proveyeron acopiando grandes cantidades de trigo y teniendo prevenida abundancia de harina, con objeto de que no se  tocasen los efectos de la escasez o del hambre”.

“Aquellos “grandes agricultores” abastecían los pueblos de moriscos y contribuían en cierto modo, a cooperar al abastecimiento de hortalizas y aceites en pueblos de cristianos viejos, pero ingenuamente confesamos –concluye Boronat- haber resultados nulas nuestras pesquisas en hallar pruebas fehacientes de la necesidad de las industrias moriscas en lo que se refiere a la agricultura”.

En otro orden de cosas, nadie negará, asimismo, que el comercio colonial que desde Sevilla dictaba sus leyes, que la riqueza pecuaria, que las contrataciones en las ferias de Medina del Campo y en las del Hábeas de Valencia no se hallaban tampoco, a merced de los moriscos, sino de los cristianos viejos

sábado, 31 de agosto de 2013

LA COHESIO TERRITORIAL DEL REGNE DE VALENCIA ABANS DE LES TAIFES (I)



Autor: Agusti Galbis

L´organisacio territorial de l´Espanya musulmana previa a la descomposicio del califat de Cordova, partia de l´existencia de circumscripcions territorials i administratives denominades “cores” (kura). La cora, existent en l´orient musulma, fon adoptada a partir de l´any 752. Pero si en l´orient musulma, la ciutat depen de la cora, en l´Espanya musulmana, la provincia depen d´una ciutat mare o capital de la cora que es convertix en ciutat-provincia o ciutat-territori (balad). Existix una persistent coincidencia en que si la ciutat (mudun), era capital d´una diocesis, se li dia “madina”. Joaquín Vallvé, en la p. 183 de “La división territorial de la España musulmana”  diu que: “…el “sahib al-madina” equivale al “comes civitatis” visigodo y el “qa´id al-kura” equivale al “dux provinciae”. De cada ciutat, depenia un alfoç (hawz) i una regio o distrit agricola (iqlim, amar o nazar) en els quals hi havia o podia haver un o mes castells (husun), alqueries (qurà) y poblats (buldan). (p.24 de “El Muyam al-Buldam de Yaqut” de Gamal Abd al-Karim).

Comprovem l´importancia de la ciutat-provincia quan Al-Razi escriu: “E Valencia ha muy grandes terminos e buenas villas que la obedecen, e las bondades de los que en ella moran son muchas”. Ibn Hayyan parla “los alfoces de Valencia” (p 148 de la “Crónica del califa Abdarrahman III an-Nasir entre los años 912 y 942”), en la qual situa la encara no identificada ciutat de al-Askar.

Hi hague una epoca en que Valencia era el nom del territori valencià, i a Valencia ciutat se li nomenava “Madinat al-Turab”. Vejam-ho: En la “Série arabe” de la “Collection Unesco d´oeuvres représentatives”, es troba la “Configuration de la Terre de Ibn Hawkal. Conté la cartografia que feu Hawkal en acabant de la seua visita a Espanya l´any 948. En la part de la mar Mediterranea vegem que les ciutats son representades en un requadro. Trobem en el nº 226 “Madinat al-Turab” (ciutat de Valencia) i en el nº 236, “Xativa”. Fora dels requadros es representen pobles o territoris. Escriu Hawkal: “Dans la partie droite du continent superieur, on lit près de la mer: (214) Basques, (215) France, (216) Rome (217) le pays des Ghalidjashkash (Galicia), et, à gauche de ce texte, sur le litoral: (218) Al Djazira, (219) Valence…” Fora tambe de requadro trobem “(225) le district de Tudmir”. L´interpretacio dels catalanistes del nom de “Madinat al-Turab” per a la ciutat de Valencia, es com tot lo que diuen, desficaciada i per a variar destructiva. Ho deixarém, de moment, perque l´objecte del present treball es la cora de Valencia o territori valencià.

Per a escomençar, vejam que es trobava entre Tortosa i Tudmir. Probablement una de les fonts mes antigues siga el “Kitab al-buldan” (“Llibre dels paisos”) de Al-Ya´Qubi (? -897). Segons traduccio de Guichard, que retraduixc al valencià (Afers nº 7. Vol IV), diu: “Es va de Tortosa, dirigint-se a l´oest, cap a una terra nomenada Valencia, (balad yuqal la-hu Balansiya) vasta i bella terra on s´han establit tribus berebers que no han reconegut l´autoritat dels Banu Umayya (dels Omeyes). Eixos berebers posseixen un gran riu en la regio nomenada al Saqr (Xuquer). Des d´alli retrobem el pais de Tudmir pel qual hem escomençat”. Vegem que Valencia fita al nort en Tortosa i al sur en Tudmir. La “Crónica del moro Rasis”, ho confirma: “Parte el termino de Valencia con el de TudemirParte el termino de Tortosa con el de Valencia.

I ara, anem a intentar concretar alguns llimits de la  “ terra nomenada Valencia ”

Respecte del llimit en Tortosa, Al-Qazwini en “ Atar al-Bilad ” escriu : “Tortosa es una ciudad andalusi antigua situada cerca de Valencia, sobre el rio Ebro…” Es clara la referencia a Valencia com a territori i a Tortosa com a ciutat. Fátima Roldan, autora de “El oriente de al-Andalus”, diu que esta mateixa descripcio, es repetida en numerosos testimonis. El llimit no varià sustancialment en el temps i devia trobar-se en l´Ebre o en lloc similar a l´actual.

Per l´oest, Ibn al-Atir (1160-1233), en la seua obra “Al-Kamel fit-Tarij” (L´historia perfecta), nos conta que l´any 781/782 tingué lloc una guerra entre els “berebers de Valenciai “els de Santaver”. (“Els berbers de Valencia”. Afers nº 7. Vol IV). Santaver, arabisacio de l´antiga “Caeltiberiae” i que incloïa part de les provincies actuals de Terol i Conca, fitava per l´oest en Valencia. Comprovem com els ibers valencians, fitaven en els celtibers. Dos pobles, dos cultures. Concretant alguna referencia, en la p.268 de la “Crónica del califa Abdarrahman III an-Nasir entre los años 912 y 942” (al Muqtabis V), consta el trayecte d´ Abdarrahman, en la “Campanya de Saragossa”. Llegim : “En esta expedición, la ruta de an-Nasir paso de Córdoba a Mamluha…y desde allí a Bazalote, en la cora de Tudmir, a Chinchilla, a Qantarat Turrus, en el Júcar; ya en la cora de Valencia, a la Torre de Caudete, a al-Batha cerca de al-Mary…” Vegem com Caudet i “ al-Batha ” es troben en la cora de Valencia. “ Al-Batha ” es el toponim arap d´una antiga poblacio ubicada en la falda de “el Molón”, en el terme de Camporrobles, en la comarca d´Utiel-Requena, separant Valencia de Conca i Albacete.

Mes al sur, en contacte en l´actual provincia d´Alacant i Murcia, per “Una descripción anónima de al-Andalus”, sabem que: “En al-Andalus hay cuarenta ríos; de ellos los más importantes y principales son seis: El primero es el de Córdoba, llamado Betis, que nace en las montañas de la ciudad de Segura, por la parte que da a Valencia. En ese mismo lugar nace también el río de Murcia, que corre hacia el este, pasa por Murcia y Orihuela…” I sent que “Betis” era el nom romà del Guadalquivir, sabent que “la ciudad de Segura” es Murcia, i que els naiximents del riu Segura i el del conjunt Guadalquivir-Guadiana menor, es troba en el massiç de montanyes que formen les serres d´Alcaraz, Cazorla, Segura, Castril y La Sagra, resulta que eixe massiç, fitava en Valencia.

Respecte de la pertenencia a la cora de Valencia de ciutats importants durant el periodo musulma, mes a la costa, tenim per eixemple que en la p. 182, de la “Crónica del califa Abdarrahman III an-Nasir entre los años 912 y 942” (al Muqtabis V), referent a l´any 924, en motiu de la “Campanya de Pamplona”, Ibn Hayyan, escriu: Luego se conquistó al asalto Alcira del Júcar, en la cora de Valencia, y fortalezas subordinadas, siendo allí rendidos los rebeldes Banu Ibn Abi Yawsan… ”. En la p. 189, any 929, llegim : “En este año cayeron Játiva y la fortaleza de Sagunto y sus dependencias, en la cora de Valencia… ”.

Pero sense dubte, el llimit mes problematic i que patí mes variacions historicament fon el llimit sur en la cora de Tudmir. Pensant que Tudmir podria ser el territori governat pel comte visigot Teodomir, que en motiu de l´invasio musulmana, pactà les condicions de capitulacio en ‘Abd al-‘Aziz, l´any 713, es interessant estudiar les ciutats que es citen en el pacte. I hem de saber, que existixen distintes versions del pacte. En arabic tenim les de al-Himyarî, al-´Udrî, al-Garnâtî, Ibn Adarí… Entre totes elles es citen les següents ciutats valencianes : Uryula [Oriola], Lakant (Alacant), Villena, i Ello (¿Elda ?), Ilš (Elig), Baltana/B.n.tî-la (¿Valencia?). La Crónica de 1344, que “ traduix” l´Historia de ar-Râzî, cita Oriola, Alacant i Valencia. Sobre l´identificacio de Baltana/ Balantala/ Batanala en Valencia, Joaquín Vallvé, en “La división territorial de la España musulmana” diu que: “… se ha escrito mucho, pero me parece concluyente la opinión de Simonet al identificarla con Valencia. Se basa en un códice mozárabe de 1049, donde la sede episcopal de Valencia aparece designada con el nombre de Balansiyat Tudmir, o sea Valencia de Tudmir, que traduce la suscripción del concilio IV de Toledo: Ecclesiae Valentinae Episcopus. Parece que Balantala o Balantana es una transcripción pura y simple de (Sedes) Valentina. Es despendria, que Valencia podria haver segut governada pel comte visigot Teodomir. Tambe extrauriem la conclusio de que la cora de Tudmir seria nomes una part del territori que hauria segut governat per Teodomir, no aprofitant este criteri per a determinar els llimits de la cora de Valencia en la de Tudmir.

Es necesari un atre articul per a concretar el tema.