lunes, 14 de mayo de 2012

CUBATA GITANO




Ricardo García Moya
Diario de Valencia 24 de junio de 2001


Mezcla de vino y Coca Cola, es un sucedáneo aceptable del auténtico. Culturalmente, si se me permite la discreta me­táfora, nos están emborra­chando con cubatas de composición dudosa; y no somos los únicos afectados. Me topo en Internet con la web del último film de Spielberg, donde Aragón se convierte en centro mundial de la inteligencia ar­tificial en el 2140; pero lo chocante es que localizan a Zaragoza “en la zona de España que antiguamente era conocida como Cataluña”. Nosotros pensábamos lo contrario, al situar a “Barcelona en Cataluña de Aragón en España” (Gallucio, Ioan Paulo: Teatro del mundo y del tiempo, año 1606, f. 127). El error no es culpa de Spielberg, sino de las publicaciones que el catalanismo ha distribuido desde Alicante a Pekín, falseando la historia política y lingüistica de la an­tigua Corona de Aragón.
Más cubatas exóticos. El jueves, 15 de julio, el programa educativo Tómbola fue interrumpido aparatosamente en el momento de máxima audiencia. Cuando todos esperaban la aparición de alguna es­trella mediática (Tamara y su madre, Pocholo o Aramis Fuster...) surgieron el Honorable y un señor del PSOE entre son­risas, carantoñas, palmaditas en la espalda y guiños de com­plicidad picaresca. El Hono­rable explicó lo mucho que ha­bía sufrido para encontrar a los sabios defensores de la len­gua; y el partenaire, exultante, disertó sobre “la nostra llen­gua”(?), los “avui” y los “amb”. Emocionado, San Zaplana asentía complacido al ver cum­plida la trayectoria iniciada en la alcaldía de Benidorm, cuan­do recibía lecciones de Rafael Aiemany (normalitzador pata negra), y confiaba a Eliseu Cli­ment la formación del jurado de los premios literarios y la edición de las obras.
No sé la causa, pero la hono­rable pareja fue remisa a defi­nir el idioma que tanta excita­ción les provocaba. En el Reino jamás existió ese temor a de­clarar su nombre, pues desde los bautizos a la última volun­tad se realizaban en el idioma llamado valenciano; y quienes lo hacían no eran miembros de UV o el GAV Veamos un ejemplo vulgar y corriente del siglo XVI, la última voluntad del Juan Valero de Xérica: “testa­mento otorgado en 2 de febre­ro de 1592... cuyas cláusulas a la letra, vertidas del idioma va­lenciano al castellano.” (Bib. Nic. Primitiu, XVII, F.35). Eran tiempos normales, donde las autoridades del Reino no tenían vergüenza del nombre del idioma. En 1619 se volvía a imprimir la pragmática del año 1394 dictada por Joan I, mo­narca que tenía como asesor lingüístico y traductor a fray Antoni Canals; pues bien, en la fórmula medieval leemos: “Traduhida de llati en vulgar valenciá per los Reverents mestres de la Seu de Valencia en lo Any Mil trecents noranta quatre”. Este orgullo idiomáti­co, característico de la curia valenciana del cardenal Jaime de Aragón, estaba ausente en la honorable pareja tombolera.
Volvamos al presente. Es un hecho que se ha otorgado el po­der de la AVL a un grupo de fi­lólogos que podríamos llamar del “Comando Benidorm”, for­mado por inofensivos y hones­tos ciudadanos, pero expertos en adulterar la Lengua Valen­ciana y transformarla en cata­lana; así como degradar la de­nominación de Reino de Valen­cia a país catalán. Los Rafael Alemany, Antoni Ferrando y Jordi Colomina difundieron el catalanismo en publicaciones como “Estudis de literatura ca­talana al País Valencia” (Ed. Ajuntament de Benidorm, 1987), gracias a la generosidad del consistorio, que “amb una liberalitat no massa freqüent en aquesta zona sud del domini lingüistic de la lengua catala­na” (id). Para los miembros del “Comando Benidorm” somos un país catalán, y así lo procla­maron en sus panfletos: “anor­malitat política en que viuen els països catalans” (Ferrando, A.: Lit. catalana. Ajunt. Beni­dorm. p.55). Este inmersor se­rá quien corte el bacalao en la AVL, con el aplauso incondicio­nal de 14 de sus miembros.
La institución podría (uso el condicional) convertirse en la Academia Valenciana del “la­po”; que no es un insulto, sino una honorable y documentada voz valenciana que equivale al catalán “cop", por lo que enca­jaría en el proyecto pensado -si analizamos el historial de los académicos- para golpear al hereje valenciano que no acep­te dogmas del Institut d’Estu­dis Catalans. El vocablo “lapo” estaba arraigado en el fecundo siglo XIX, cuando el idioma va­lenciano todavía creaba voces y moldeaba barbarismos hasta darles morfología propia. En “Conversacions de Saro” lee­mos: “li aguera asentat un la­po” (any 1820), y en poesía de Pallarés localizamos el plural correspondiente: “els cluixen a lapos” (La Degollá, any 1859) Palabras similares a “cluixir” y “lapo” serán el fiel de la balan­za de la AVL, según adopten respecto a ellas una de estas posibilidades: a) la AVL las aceptará, desoyendo al IEC (algo milagroso); b) se manten­drá la prohibición impuesta por el Institut d’Estudis Ca­talans; c) serán entregadas al citado IEC para su análisis con lupa y -caso de ser aceptadas por el IEC- engordarán los dic­cionarios catalanes.
Y no se crean la consigna inmersora de que el idioma valenciano del XIX era un cadáver. En textos como las “Conversacions de Saro” (Va­lencia, 1820) se documentan vocablos por primera vez en la historia de la lengua, como los verbos “descucar” (“descucar els alfals”), o “desemboirar” (¿Está ya desemboirat?), que posteriormente serían sustraí­dos por los lexicógrafos catala­nes. Hay otras palabras que todavía no han sido saqueadas por el pirata norteño, como el infinitivo “desbrafar”, el adje­tivo “pesmes” y el sustantivo “micapa” (“bona olleta y forsa de micapans”), que procedía de la lengua madre latina ( de “mica-panis”, miga de pan).
Mientras tanto, prosigue el disimulado estrangulamiento de la capital del Reino. Nadie reacciona ante el engaño y la burla hacia las señas de identi­dad valencianas que, como tác­tica, se perpetran en las ciuda­des donde se fomenta el odio a Valencia. En Castellón instala­ron el Institut d’Estudis Cata­lans (¡vaya lapo!); y en Alican­te fue prohibida la Real Señe­ra en el desfile de las Fuerzas Armadas (el año anterior, en idéntico acto, Barcelona estaba llena de cuatribarradas). La blandura valenciana permite tropelías como la del AVE, que llegará al Altet por decisión de Madrid, pero no a Manises. El viajero procedente de Londres o París que pretenda trasladarse a Albacete o Castellón ten­drá que ir a Alicante para subir al AVE en el mismo aeropuer­to. Lamentablemente, en Ma­nises tendría que revivir las aventuras del entrañable Paco Martínez Soria, arrastrando maletas por el Metro, o en in­fierno de caravana, taxis y se­máforos para enlazar con la estación del AVE. Pero la al­caldesa Nolla no lo tolerará; por algo ha sido defensora de la unidad de la lengua, y la que casi ha traído a Valencia la ca­pitalidad cultural, las Olimpia­das, la Expo y la suerte al Va­lencia C.F. En vista del panora­ma, me engullo mi segundo cu­bata gitano.

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