Por Ricardo García Moya
Las Provincias 7 de Marzo de 1997
Hace años localicé un documento dirigido a la
Cancillería Real, para que el vicecanciller lo hiciera llegar a su verdadero
destinatario, el rey Felipe III. En el mismo se advertía al monarca de que la
relación adjunta, "escrita en
lengua valenciana", podría traducirla el Marqués de Denia. EI texto,
relativo a festejos en honor del monarca en 1599, presagiaba el valenciano
moderno: joyes (no joies), llonja (no llotja ni llotjeta); esta Ciutat (no
aquesta); triunphants (que daría triumfant, no el triomfat barcelonés);
acudixquen ab dos (no amb dues) y los enfronts de ses cases (no i les façanes
de las sevas casas). EI documento también citaba la tradición del Reino de
ofrecer al rey "confitures, piules, cohets y tronadors".
EI testimonio fue despreciado por los inmersores con
el argumento de que el autor sería un escribano ignorante o chauvinista.
Ultimamente, revisando el manuscrito descubrí con agradable asombro que el
supuesto funcionario analfabeto era, ni más ni menos, que Sebàstián de Covarrubias; el mayor erudito en léxico en tiempos de
Cervantes; experto en desenredar orígenes enmarañados por cruces de árabe,
latín o francés; el mismo que en 1.997 es consultado obligatoriamente para
realizar cualquier tesis
doctoral sobre las lenguas hispánicas del Siglo de Oro.
EI licenciado Covarrubias,
nacido en 1539, fue autor del primer diccionario etimológico con rigor
científico. De sólida formación
universitaria y conocedor del griego, latín, francés, castellano e ita- liano,
su Thesoro de la lengua, publicado
en 1611, fue calificado por Martí de
Riquer como "obra capital para el conocimiento del idioma en los
tiempos en que más brilló nuestra literatura". Así que no fue un anodino
escribiente quien escribiera aquellos documentos sobre la lengua valenciana, y
hay que puntualizar que el lingüista no debía nada a los valencianos; pues,
debido a su carácter fuerte, tuvo roces con el retor Assoris de Cocentaina, los jurados de Valencia, el Cabildo de
Gandía y el arcediano Andreu de Morvedre.
Este distanciamiento afectivo valora más la asepsia de sus apreciaciones
idiomáticas.
Tras estudiar en Salamanca, el licenciado se
convirtió en un comisionado real capaz de solucionar problemas con moriscos,
preparar bodas reales o recibir princesas. Su poliglotismo le permitía tratar
con italianos en Roma
(1579), con catalanes en Barcelona
(1581 ) y con valencianos en el
Reino, donde residió
desde 1595 hasta 1601. Covarrubias también hace referencia en
el Thesoro de la lengua a , nuestro
idioma: "Alazor. Cartamus cuicis, açafrán romi; en Valencia, safrá bort". En otros vocablos no es tan
lacónico: "Fusta, Los oficiales della se
Ilaman en lengua valenciana fusters".
La lista es extensa: "Albayalde, en valenciano
blanquet; Chulla es vocablo valenciano; Camaroja, especie de endivia o
achicoria, es vocablo valenciano; albacora, por ese nombre Iláman en Valencia a
la breva". Covarrubias anota más palabras valencianas sin especificar, al
ser compartidas por otros idiomas peninsulares: cava o fosa, espital, foguera,
ferir, galochas, garbillar, gavia, gola, gorja o cueIlo, almud, Almudi en
Valencia, alcarchofa, chirivía, almorçar, çaragüelles, çaida, etc.
La correspondencia que Covarrubias y los estamentos
valencianos dirigen a la Cancillería Real es abundante (ACA. C. 1: 1350), y
demuestra que la lengua valenciana estaba reconocida al más alto nivel. EI
cuento de hadas de que "la Cancillería Real sólo reconocía la lengua
catalana, no la valenciana",
propagado por el Institut
d'Estudis Catalans, choca con la realidad. Desde 1276 - cuando Jaime I ordena
arromançar fueros- hasta el decreto de 1707, se usaba el latín y el romance o
lengua valenciana, como testimonian documentos similares a los remitidos por
Covarrubias al vicecanciller del Consejo de Aragón y al rey de Valencia. Otra
cosa es que algún despistado Ilame provenzal, aragonés, castellano o catalán a
nuestra lengua. Hay ejemplos: "Guarden
les forces", lema de Alfons el Magnanim, era "aragonese"
para un tal B. Degenhart (Pisanello. Torino 1945, p. 79).
Covarrubias dejó también un manuscrito (BNM, Ms. 6159) sobre nombres
propios u Onomasti- kon. Aunque sólo abarca hasta la dicción Moisés, ofrece
comentarios valiosos: "Alpuche. Que
en Lengua Valenciana antigua se Ilamó el Puig, que vale tanto como monteciquo
(sic) pequeño, de la palabra italiana Poggio" (BNM, Ms. 6159). EI matiz sobre "lengua valenciana antigua" remite
al romance usado en tiempos de la Conquista, ya que Covarrubias está refiriéndose
a los avatares del Puig coetáneo de Jaime Y.
Por tanto, los valencianos tenemos el testimonio del
serio Covarrubias, que ridiculiza a los "seriosos" (?) del Institut
d'Estudis Catalans que afirman que la lengua valenciana sólo existió en la
mente de viscerales chauvinistas. En 1599, por lo visto, eran legión: el rey de
Valencia, los Estamentos del Reino, las autoridades eclesiásticas, el Consejo y
Cancillería de la Corona de Aragón, el licenciado Sebastíán de Covarrubias, el
mismo Cervantes, etc.
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