Autor: J. B./ VALENCIA
Curiosamente, apenas murieron catala¬nes, pues tuvieron la astucia de entregar Cataluña a la poderosa Francia en 1640, por lo que su paupérrimo ejército se bene¬fició del “paraguas” militar francés. En un principio, los valencianos rechazaron invo¬lucrarse en la guerra, pero la sistemática violación del territorio provocó la contun¬dente respuesta. Era necesario tomar Tor¬tosa. ciudad considerada puerta del Reino, y refugio de los que asolaban el Maestraz¬go. El solemne y enrevesado texto de Vi¬llalva nos recuerda los preparativos:
“Apréstate, pues, la restauración de la Plaza (de Tortosa); hace levas, alista soldados, tiende sus banderas, suenan las caxas (especie de tambor de guerra), pífanos responden. Hasta el reservado antiguo Centenar (de la Ploma) sacan y siguen el antiquísimo misterioso Rat Penat; y todos, y otros muchos, al Padre de la Patria su Jurado en Cabeza, heroyco Coronel de es¬cuadras (que) asiste en la campaña con casi quatro mil infantes”.
Líneas después, Villalva hace gala del barroquismo metafórico en esta frase: “El fausto Rat Penat, o Real Lábaro si Timbre de este Reyno, tendió sus alas sobre la frente de las Flor de Lises”. Es decir, Real Lábaro, equivalía a Real Estandarte, aun¬que Villalva usó de la hipérbole, pues, en sentido estricto era el estandarte de los emperadores romanos (María Moliner). La Real Señera, popularmente llamada “Ban¬dera del Rat Penal”, siempre protegida por el Centenar y singularizada en la expedición, venció al ejército de “las Flor (sic) de Lises”.
Por tanto, los Tercios de Castellón, Orihuela, Segorbe, Alicante, Liria, Peñíscola, Morella y Valencia –con el Rat Penat “Timbre de este Reyno”- se desplazaron hasta el Ebro, donde las tropas de Felipe IV eran incapaces de someter al ejército franco-catalá. Lo sucedido en el cerco de Tortosa lo cuenta el dominico Pedro Esteban –el personaje más belicoso de la ex¬pedición-, que lanzaba fuertes arengas en valenciano sobre la dudosa fe de los sitia¬dos: “Germans dins de Tortosa tots los soldats que hi ya no son Cathotichs; que hi ya motis heretjes” (B. Nac. Madrid. Ms. 2381, f. 249).
La narración de Esteban podría corres¬ponder a una confrontación actual: “sába¬do. antes del amanecer, prosiguieron su marcha cubiertos de una niebla que les guardó del daño que podían recebir (sic) de la artillería de la plaça”. El Tercio de Orihuela y Alicante actuó como infantería de marina: “reforzó sus galeras para co¬rrer la costa con gente que escogió del Tercio de Orihuela y Alicante, lo que hizo sin hallar navios (enemigos); volvióse con ellas a los Alfaques y la gente al exército”. Ya en tierra, oriolanos y alicantinos se rein¬tegraron a labores de cerco: “Los Tercios del Reyno de Valencia hicieron su trinche¬ra con sus fortines y puntas de diamante, desde el río (Ebro) at barranco que dicen del Diablo, que es por donde había el ene¬migo de venir a romper para socorrer la Plaza”
Incluso recientemente, en la Segunda República española, en plena guerra podemos encontrar un ejemplo de nuestra Señera, era otros tiempos cuando la izquierda no la había humillado y reconocía su significado.
La escritora par¬ticipó en la toma del castillo ibicenco junto a las tropas republi¬canas; pero aquí está la nove¬dad, todo indica que María Te¬resa León (mujer de Alberti) izó la Real Señera en la toma de la fortaleza. Anali¬cen lo que cuenta; "...me en¬contré en medio de una colum¬na de milicianos que avanzaba. La mandaba el capitán Bayo.
No sé quién iba preguntando por nosotros. He olvidado el nombre de aquel valenciano que nos abrazó en aquel mo¬mento. Al iniciar la subida a la ciudad vieja nos dijeron: "Va¬mos a poner la bandera valen¬ciana en el castillo". Y me dio la señera con las valientes barras amarillas y rojas y lo rat penal en el remate del asta. Así subi¬mos a lo alto y la izamos y la vimos batida por la virazón del mediodía" (p. 278), Recuerda Ma Teresa que, mientras per¬manecía guardando la Real Señera, "oímos gritos. Era Ra¬fael", que trataba de evitar la destrucción de objetos de arte.
Curiosamente, apenas murieron catala¬nes, pues tuvieron la astucia de entregar Cataluña a la poderosa Francia en 1640, por lo que su paupérrimo ejército se bene¬fició del “paraguas” militar francés. En un principio, los valencianos rechazaron invo¬lucrarse en la guerra, pero la sistemática violación del territorio provocó la contun¬dente respuesta. Era necesario tomar Tor¬tosa. ciudad considerada puerta del Reino, y refugio de los que asolaban el Maestraz¬go. El solemne y enrevesado texto de Vi¬llalva nos recuerda los preparativos:
“Apréstate, pues, la restauración de la Plaza (de Tortosa); hace levas, alista soldados, tiende sus banderas, suenan las caxas (especie de tambor de guerra), pífanos responden. Hasta el reservado antiguo Centenar (de la Ploma) sacan y siguen el antiquísimo misterioso Rat Penat; y todos, y otros muchos, al Padre de la Patria su Jurado en Cabeza, heroyco Coronel de es¬cuadras (que) asiste en la campaña con casi quatro mil infantes”.
Líneas después, Villalva hace gala del barroquismo metafórico en esta frase: “El fausto Rat Penat, o Real Lábaro si Timbre de este Reyno, tendió sus alas sobre la frente de las Flor de Lises”. Es decir, Real Lábaro, equivalía a Real Estandarte, aun¬que Villalva usó de la hipérbole, pues, en sentido estricto era el estandarte de los emperadores romanos (María Moliner). La Real Señera, popularmente llamada “Ban¬dera del Rat Penal”, siempre protegida por el Centenar y singularizada en la expedición, venció al ejército de “las Flor (sic) de Lises”.
Por tanto, los Tercios de Castellón, Orihuela, Segorbe, Alicante, Liria, Peñíscola, Morella y Valencia –con el Rat Penat “Timbre de este Reyno”- se desplazaron hasta el Ebro, donde las tropas de Felipe IV eran incapaces de someter al ejército franco-catalá. Lo sucedido en el cerco de Tortosa lo cuenta el dominico Pedro Esteban –el personaje más belicoso de la ex¬pedición-, que lanzaba fuertes arengas en valenciano sobre la dudosa fe de los sitia¬dos: “Germans dins de Tortosa tots los soldats que hi ya no son Cathotichs; que hi ya motis heretjes” (B. Nac. Madrid. Ms. 2381, f. 249).
La narración de Esteban podría corres¬ponder a una confrontación actual: “sába¬do. antes del amanecer, prosiguieron su marcha cubiertos de una niebla que les guardó del daño que podían recebir (sic) de la artillería de la plaça”. El Tercio de Orihuela y Alicante actuó como infantería de marina: “reforzó sus galeras para co¬rrer la costa con gente que escogió del Tercio de Orihuela y Alicante, lo que hizo sin hallar navios (enemigos); volvióse con ellas a los Alfaques y la gente al exército”. Ya en tierra, oriolanos y alicantinos se rein¬tegraron a labores de cerco: “Los Tercios del Reyno de Valencia hicieron su trinche¬ra con sus fortines y puntas de diamante, desde el río (Ebro) at barranco que dicen del Diablo, que es por donde había el ene¬migo de venir a romper para socorrer la Plaza”
Incluso recientemente, en la Segunda República española, en plena guerra podemos encontrar un ejemplo de nuestra Señera, era otros tiempos cuando la izquierda no la había humillado y reconocía su significado.
La escritora par¬ticipó en la toma del castillo ibicenco junto a las tropas republi¬canas; pero aquí está la nove¬dad, todo indica que María Te¬resa León (mujer de Alberti) izó la Real Señera en la toma de la fortaleza. Anali¬cen lo que cuenta; "...me en¬contré en medio de una colum¬na de milicianos que avanzaba. La mandaba el capitán Bayo.
No sé quién iba preguntando por nosotros. He olvidado el nombre de aquel valenciano que nos abrazó en aquel mo¬mento. Al iniciar la subida a la ciudad vieja nos dijeron: "Va¬mos a poner la bandera valen¬ciana en el castillo". Y me dio la señera con las valientes barras amarillas y rojas y lo rat penal en el remate del asta. Así subi¬mos a lo alto y la izamos y la vimos batida por la virazón del mediodía" (p. 278), Recuerda Ma Teresa que, mientras per¬manecía guardando la Real Señera, "oímos gritos. Era Ra¬fael", que trataba de evitar la destrucción de objetos de arte.
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