Por Ricardo García Moya
Las Provincias 21 de Febrero de 1993
En la trastienda de la historia, en
ocasiones, aparecen datos que causan sorpresa.
Esa sensación tuve el pasado agosto en
la Biblioteca Nacional de Madrid, al caer en mis manos el manuscrito del "Piramonte y la ciudad de Alicante",
de una crudeza brutal; con insultos que excedían a cualquier otro escrito de la
tradicional confrontación entre Alicante y Orihuela por la capitalidad del sur
del Reino de Valencia.
EI candente manuscrito Ms. 1.096
comienza con demoledoras andanadas al "Piramonte de Orihuela", que se atrevió a escribir "un
papel sin más estribos que los de su ignorancia, ni más norte que el de su
malicia, con importunos ladridos (a) los lucimientos que últimamente Carlos II
ha concedido a esta ciudad de Alicante, lustre del Reyno de Valencia" (f.1
).
Alicante no soportaba la preeminencia de
Orihuela y utilizó todos los medios para evitar tal humillación, incluso con
sobornos a la corrupta administración de
Madrid.
La capital del Segura, por su parte,
también dilapidó ingente cantidad de plata valenciana para mantener su
posición, pero tenía la batalla perdida.
Las gestiones alicantinas fructificaron
antes de 1665, según recoge el manuscrito: "La Majestad de Felipe IV, ha
elegido a Alicante por única Plaza de Armas en este Reyno de Valencia, y
segunda capital de él".
Irritada, Orihuela reaccionó con burla a
los honores alicantinos, que consideraba excesivos -pues Ilegaron a obtener un
"Dosel, igual que el de Valencia"- y, socarronamente, afirmaron que
el "Reyno de Valencia se había
trasformado en un monstruo de dos cabezas"; frase que mereció esta respuesta
de Alicante: "Continuando el rabioso frenesí de su maledicencia; los
honores que ha concedido el rey a nuestra ciudad, y alegando una proposición
tan obscura y enigmática como es el decir que es monstruo
el que nace al Mundo con dos cabezas".
Modestamente, el memorial no intentaba
equiparar Alicante a la poderosa Valencia del siglo XVII: "Los referidos
honores a Alicante, ni aunque se le concediesen todos los derechos de
Metrópoli, Matriz y Cabeza de Reyno, con igualdad a Valencia, resulten de
ningún modo dos Cabezas al Cuerpo de él, como se prueba de la única Ciudad de
Metrópoli".
En el escrito, las cuchilladas con
viperina prosa barroca -típica de esta silenciada pugna ciudadana- se intercalan
con párrafos seudopaternales.
Analicen la endemoniada descripción de
nuestra ciudad hermana:
"Es Orihuela una ciudad que hecha
miserable esqueleto de su ser, y fúnebre sepulcro de sí misma, al presente
constituida horroroso teatro de miserias, desolado nido de mendigos; hace dudar
si la pueblan vivientes racionales, o la habitan sañudas fieras. De lo cenagoso
de su sitio se pudo decir es el mismo que buscó para su habitación la envidia.
Mírase tan desnudo de humanidad el sangriento genio de sus habitantes, a
semejanza de Carybes, Trogloditas; horrorosa
infamia de las
Naciones bárbaras" (f.18).
EI manuscrito plantea sugestivas
incógnitas, comenzando con el inusual epíteto de Piramonte aplicado a los
oriolanos. ¨Podría derivar de Píramo, enloquecido y suicida amante; o, quizá,
del vocablo "pirao", curioso híbrido caló-vasco.
Respecto a Orihuela, quizá por
inercia, continuaba actuando como si fuera la segunda capital;
así "el 18 de julio de 1709, acordó Or¡huela se paguen los portes de las
mil fanegas de trigo que se llevan a la ciudad de Alicante para su castillo y
tropas". Pero ya no era lo mismo, Alicante había saboreado el poder y no
quería saber nada de la ciudad fronteriza.
En 1808, cuando Valencia declara
la guerra a Francia y pide participación a su territorio, desde Orihuela
contestan lamentándose de la mala cosecha, "que están empobrecidos y que
en el obispado de Orihuela, la ciudad de Alicante y su partido no contribuye en
lo económico". (A.M. Oriola. Carta
de Juan Masenes, 28 de julio de 1808).
Pasado el tiempo y estructurado el reino
en provincias, se otorgó a Alicante la capitalidad del sur. Los panfletos
contra Orihuela, "que se lo Ilevaba todo", dejaron de publicarse. La
bella ciudad, empobrecida, quedó como hechizada por las tétricas frases del
manuscrito alicantino: "Sepulte, pues, Orihuela en su silencio su
sinrazón".
Pero Oriola no fue la única en sufrir
acometidas del centralismo alicantino.
Es el caso de Elche, que durante cinco
siglos quiso establecer un puerto en Santa Pola, pero Alicante, recelosa, se lo
impedía con agresivas denuncias como el "Memorial contra el Puerto de Santa Pola" (B.N.; Ms.V:E. 199)
que, dirigido a Valencia, expresaba "el
sumo desconsuelo en que se hallaba la infeliz Ciudad de Alicante" ante
la perspectiva de que los de Elche "defrauda- ran en un paraje tan a
propósito como Santa Pola".
Así comenzaba el texto:
"La ciudad de Alicante, que por la
calidad de su bahía y situación y la defensa que debe a la naturaleza y al
arte, es capital del Reyno de Valencia (...) pretende que en este territorio, y
en particular en Santa Pola, no haya otro Puerto que el de esta Ciudad de
Alicante" (f.1 ).
Actualmente, transcurridos tres siglos
de la victoria alicantina sobre el Piramonte de Orihuela, parece que hay otra
ciudad a sepultar: Valencia.
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