lunes, 29 de febrero de 2016

LA POLISÉMICA FRESA

 

Por Ricardo García Moya
Las Provincias 9 de Febrero de 1998


Una de las populares aucas del XIX se titulaba "EI mercat de Valensia" (sic). A lo largo de 48 viñetas, los vendedores ofrecen sus productos ("Melóns de Foyos, carchofes, llonganises, etc.") con apelaciones construidas con el verbo comprar: "¿comprau raim?, ¿Comprau olives?". El texto refleja la lengua valenciana hablada hacia 1850, y hay sorpresas, pues el aparente vulgarismo "comprau" (español "compráis"), alberga el arcaís- mo desinencial au usado por los clásicos, desde Isabel de Villéna a Joanot Martorell. Ahora, con plural de 2.ª persona del presente de indicativo, diríamos: ¿Compreu pomes?
Pero es la viñeta 22, donde la vendedora pregunta "¿Qui compra freses?, la que plantea dudas. Como es sabido, la inmersión engaña a los estudiantes valencianos al endosarles la voz catalana maduixa para designar al fruto; en el polo opuesto hay quien repudia fresa/freses por presunto castellanismo, decantándose por la valenciana fraula, que por su arcaísmo y poca implantación espanta al personal tanto como la maduixa bloquera. Lo curioso es que no hay constancia de que fresa/freses se usaran en Castilla antes que en el Reino, por tanto: ¿no estaremos despreciando nuestro tesoro léxico en un quijotesco afán de pureza idiomática? Hay que tener presente que la mayoría de voces de las que nos avergonzamos es por instigación lejana de los filólogos arios del Avenç, a principios de siglo; y por los del Institut d'Estudis Catalans, hoy en día.
La voz fresa aplicada al fruto fue desconocida en Castilla hasta el 1600, siendo Sebastián de Covarrubias el primero que documenta este vocablo en 1611. El lingüista castellano, como es sabido, residió en Valencia y en ella escribió gran parte del "Tesoro de la lengua" (Madrid,1611 ), obra donde aparte de la voz fresa recoge ciertos vocablos valencianos como blanquet, chufa, albacora, albufera, alcarchofa, etc. Al ser comisionado real en asuntos de moriscos, no sería extraño que le hubieran ofrecido este fruto en alguna de sus visitas al interior del Reino.
Fresa fue vocablo polisémico en lengua valenciana. En el "Dret Real del vedat" (Oriola,1613) encontramos "freçes de cera" junto a otros productos que pagaban impuestos para su exportación fuera del Reino. Parece que estas fresas de cera no eran imitaciones del fruto, sino la llamada "cera groga" en grumos, o en unidades similares en tamaño al que ofrecían ciertas legumbres fresadas o descortezadas. Onofre Pou cita la "mola de fresar fabes" (Thesaurus, Valencia,1575), y en la "Brama dels llauradors" leemos "fava fresa"; es decir, legumbre con la piel quitada por la muela o piedra. Puede que entre las "freçes de cera", la "freses" legumbres y el sabroso fruto se estableciera un parentesco semántico, bien fuera por tamaño, textura o color; sin olvidar que en las extensiones semánticas podía influir hasta el sentido del humor del pueblo.
En el Reino es difícil hallar actualmente la fresa silvestre peninsular, pero en lugares frios aún brotan espontáneamente y son como las que Covarrubias pudo observar hacia 1600 en zonas montañosas valencianas. El pequeño fruto silvestre, no la fresa y fresón cultivados con abono, presenta en su proceso de maduración un color amarillento blanquecino y un tacto ceroso, por lo que no sería extraña la conexión semántica entre el fruto y algún aspecto de la cera: amarillenta a grumos o fresa de cera, roja para cirios de Semana Santa, bolitas para ungüentos, pomadas, etc.  Lo cierto es que la voz no resultaba extraña, aunque fuera para aludir a la cera fresada o al ornato textil; Alcover cita un texto de 1571 sobre "uns vestits de brocat morat carmesí ab parament de setí vert ab fullage y freses".
Una palabra se convierte en polisémica de manera lenta e imperceptible. En ciertos casos, la voz que designaba algo honroso pasa a denominar un concepto tan opuesto que requiere el uso de eufemismos. Así, en un legajo de 1691 leemos que "Doña Juana Monllor, dueña del retrete de la Reina, pide que se le pague la tercia de la renta" (A.C. Aragón, L.929); esta señora valenciana estaba orgullosa, pues retrete significaba estancia recogida e íntima, donde la reina podía retirarse a escuchar música, leer o charlar con sus damas; hoy, tras el cambio de significado, puede que Doña Juana no alardeara de tal recinto. Otro ejemplo de extensión semántica es la sufrida por los "avións" que volaban por los cielos valencianos hace siglos, aunque sus alas no eran metálicas, sino plumíferas. Escrig recogía en 1851 el vocablo valenciano "avió", equivalente al castellano vencejo.
La polisemia de fresa/freses también abarcaba acepciones opuestas, desde el fragante fruto que vendía la valenciana del "¿comprau freses?", hasta  el  irónico  y  escatológico "fresa: excrement de conill" (Alcover) usado en la comarca de Vinaroz, sin olvidar las fresas de cera del texto oriolano de 1613, coetáneo de Covarrubias. Por tanto, sería beneficioso no condenar precipitadamente como barbarismo a esta voz de incierta entrada en las neolatinas peninsulares, y que merece compartir espacio en la lengua valenciana junto con fraula. Lo que está claro es que no nos hace falta el extraño maduixa; vocablo catalán que los inmersores están  introduciendo a  golpe de suspenso entre los estudiantes valencianos de COU y ESO, con el aplauso y complacencia de las autoridades que ustedes saben.


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