Por Ricardo
García Moya
Las Provincias 9 de Febrero
de 1998
Una
de las populares aucas del XIX se titulaba "EI mercat de Valensia"
(sic). A lo largo de 48 viñetas, los vendedores ofrecen sus productos
("Melóns de Foyos, carchofes, llonganises, etc.") con apelaciones
construidas con el verbo comprar: "¿comprau raim?, ¿Comprau olives?".
El texto refleja la lengua valenciana hablada hacia 1850, y hay sorpresas, pues
el aparente vulgarismo "comprau" (español "compráis"),
alberga el arcaís- mo desinencial au usado por los clásicos, desde Isabel de
Villéna a Joanot Martorell. Ahora, con plural de 2.ª persona del presente de
indicativo, diríamos: ¿Compreu pomes?
Pero
es la viñeta 22, donde la vendedora pregunta "¿Qui compra freses?, la que plantea dudas. Como es sabido, la
inmersión engaña a los estudiantes valencianos al endosarles la voz catalana maduixa para designar al fruto; en el
polo opuesto hay quien repudia fresa/freses
por presunto castellanismo, decantándose por la valenciana fraula, que por su arcaísmo y poca implantación espanta al personal
tanto como la maduixa bloquera. Lo
curioso es que no hay constancia de que fresa/freses se usaran en Castilla
antes que en el Reino, por tanto: ¿no estaremos despreciando nuestro tesoro
léxico en un quijotesco afán de pureza idiomática? Hay que tener presente que
la mayoría de voces de las que nos avergonzamos es por instigación lejana de
los filólogos arios del Avenç, a principios de siglo; y por los del Institut
d'Estudis Catalans, hoy en día.
La
voz fresa aplicada al fruto fue desconocida en Castilla hasta el 1600, siendo Sebastián de Covarrubias el primero que
documenta este vocablo en 1611. El lingüista castellano, como es sabido,
residió en Valencia y en ella escribió gran parte del "Tesoro de la
lengua" (Madrid,1611 ), obra donde aparte de la voz fresa recoge ciertos
vocablos valencianos como blanquet, chufa, albacora, albufera, alcarchofa, etc.
Al ser comisionado real en asuntos de moriscos, no sería extraño que le
hubieran ofrecido este fruto en alguna de sus visitas al interior del Reino.
Fresa
fue vocablo polisémico en lengua valenciana. En el "Dret Real del
vedat" (Oriola,1613) encontramos "freçes de cera" junto a otros productos que pagaban impuestos
para su exportación fuera del Reino. Parece que estas fresas de cera no eran imitaciones del fruto, sino la llamada
"cera groga" en grumos, o en unidades similares en tamaño al que
ofrecían ciertas legumbres fresadas o descortezadas. Onofre Pou cita la
"mola de fresar fabes" (Thesaurus,
Valencia,1575), y en la "Brama dels llauradors" leemos "fava fresa"; es decir, legumbre con la
piel quitada por la muela o piedra. Puede que entre las "freçes de
cera", la "freses" legumbres y el sabroso fruto se estableciera
un parentesco semántico, bien fuera por tamaño, textura o color; sin olvidar
que en las extensiones semánticas podía influir hasta el sentido del humor del
pueblo.
En
el Reino es difícil hallar actualmente la fresa silvestre peninsular, pero en
lugares frios aún brotan espontáneamente y son como las que Covarrubias pudo
observar hacia 1600 en zonas montañosas valencianas. El pequeño fruto
silvestre, no la fresa y fresón cultivados con abono, presenta en su proceso de
maduración un color amarillento blanquecino y un tacto ceroso, por lo que no
sería extraña la conexión semántica entre el fruto y algún aspecto de la cera:
amarillenta a grumos o fresa de cera, roja para cirios de Semana Santa, bolitas
para ungüentos, pomadas, etc. Lo cierto
es que la voz no resultaba extraña, aunque fuera para aludir a la cera fresada
o al ornato textil; Alcover cita un texto de 1571 sobre "uns vestits de
brocat morat carmesí ab parament de setí vert ab fullage y freses".
Una
palabra se convierte en polisémica de manera lenta e imperceptible. En ciertos
casos, la voz que designaba algo honroso pasa a denominar un concepto tan
opuesto que requiere el uso de eufemismos. Así, en un legajo de 1691 leemos que
"Doña Juana Monllor, dueña del retrete de la Reina, pide que se le pague
la tercia de la renta" (A.C. Aragón, L.929); esta señora valenciana estaba
orgullosa, pues retrete significaba estancia recogida e íntima, donde la reina
podía retirarse a escuchar música, leer o charlar con sus damas; hoy, tras el
cambio de significado, puede que Doña Juana no alardeara de tal recinto. Otro
ejemplo de extensión semántica es la sufrida por los "avións" que volaban por los cielos valencianos hace siglos,
aunque sus alas no eran metálicas, sino plumíferas. Escrig recogía en 1851 el
vocablo valenciano "avió",
equivalente al castellano vencejo.
La
polisemia de fresa/freses también abarcaba acepciones opuestas, desde el
fragante fruto que vendía la valenciana del "¿comprau freses?", hasta
el irónico y
escatológico "fresa: excrement de conill" (Alcover) usado en
la comarca de Vinaroz, sin olvidar las fresas de cera del texto oriolano de
1613, coetáneo de Covarrubias. Por tanto, sería beneficioso no condenar
precipitadamente como barbarismo a esta voz de incierta entrada en las
neolatinas peninsulares, y que merece compartir espacio en la lengua valenciana
junto con fraula. Lo que está claro
es que no nos hace falta el extraño maduixa;
vocablo catalán que los inmersores están
introduciendo a golpe de suspenso
entre los estudiantes valencianos de COU y ESO, con el aplauso y complacencia
de las autoridades que ustedes saben.
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