Ricardo García Moya Las
Provincias 9 de octubre de 1992
Pocos valencianos recuerdan, al acompañar a la Real
Señera el 9 de octubre, su protagonismo en la “Guerra dels Segadors” en una
acción defensiva, después de soportar múltiples agresiones a la zona
septentrional del Reino. Precisamente en el extremo sur, en Orihuela, se
conserva un deteriorado opúsculo de Bartolomé Villalba –valenciano del siglo
XVII-, que describía la dramática situación:
“¡Cómo se hallaba afligido este florido Reyno (de
Valencia), tan dentro de sus caminos el enemigo, tan dueños de sus llaves,
señor de la campaña sus campos talados, los vecinos fugitivos, los moradores
inquietos y asustados, mal seguras las villas y vendidas las aldeas ¡Qué
molestado se hallaba!” (Villalva, B.: Restauración de Tortosa. Valencia,
1651).
De estos años se conservan peticiones de ayuda de
las viudas de valencianos muertos en la frontera catalana; así “Joanna Mas,
viuda de Gregorio Rodríguez, que murió a manos de los micaletes en Tortosa” (A.
Cor. Aragón. Leg. 889); o, también. la de “Francisca, viuda de un Maestre de
Campo, (que) pide se le pague de lo que procediere de haciendas de catalanes en
el Reyno de Valencia” (A. C. A., Leg. 894).
Curiosamente, apenas murieron catalanes, pues
tuvieron la astucia de entregar Cataluña a la poderosa Francia en 1640, por lo
que su paupérrimo ejército se benefició del “paraguas” militar francés. En un
principio, los valencianos rechazaron involucrarse en la guerra, pero la
sistemática violación del territorio provocó la contundente respuesta. Era
necesario tomar Tortosa. ciudad considerada puerta del Reino, y refugio de los
que asolaban el Maestrazgo. El solemne y enrevesado texto de Villalva nos
recuerda los preparativos:
“Apréstate, pues, la restauración de la Plaza (de
Tortosa); hace levas, alista soldados, tiende sus banderas, suenan las caxas
(especie de tambor de guerra), pífanos responden. Hasta el reservado antiguo
Centenar (de la Ploma) sacan y siguen el antiquísimo misterioso Rat Penat; y
todos, y otros muchos, al Padre de la Patria su Jurado en Cabeza, heroyco
Coronel de escuadras (que) asiste en la campaña con casi quatro mil infantes”.
Líneas después, Villalva hace gala del barroquismo
metafórico en esta frase: “El fausto Rat Penat, o Real Lábaro si Timbre de este
Reyno, tendió sus alas sobre la frente de las Flor de Lises”. Es decir, Real
Lábaro, equivalía a Real Estandarte, aunque Villalva usó de la hipérbole,
pues, en sentido estricto era el estandarte de los emperadores romanos (María
Moliner). La Real Señera, popularmente llamada “Bandera del Rat Penal”,
siempre protegida por el Centenar y singularizada en la expedición, venció al
ejército de “las Flor (sic) de Lises”.
Por tanto, los Tercios de Castellón, Orihuela,
Segorbe, Alicante, Liria, Peñíscola, Morella y Valencia –con el Rat Penat
“Timbre de este Reyno”- se desplazaron hasta el Ebro, donde las tropas de
Felipe IV eran incapaces de someter al ejército franco-catalá. Lo sucedido en
el cerco de Tortosa lo cuenta el dominico Pedro Esteban –el personaje más
belicoso de la expedición-, que lanzaba fuertes arengas en valenciano sobre la
dudosa fe de los sitiados: “Germans dins de Tortosa tots los soldats que hi ya
no son Cathotichs; que hi ya motis heretjes” (B. Nac. Madrid. Ms. 2381, f.
249).
La narración de Esteban podría corresponder a una
confrontación actual: “sábado. antes del amanecer, prosiguieron su marcha
cubiertos de una niebla que les guardó del daño que podían recebir (sic) de la
artillería de la plaça”. El Tercio de Orihuela y Alicante actuó como infantería
de marina: “reforzó sus galeras para correr la costa con gente que escogió del
Tercio de Orihuela y Alicante, lo que hizo sin hallar navios (enemigos);
volvióse con ellas a los Alfaques y la gente al exército”. Ya en tierra,
oriolanos y alicantinos se reintegraron a labores de cerco: “Los Tercios del
Reyno de Valencia hicieron su trinchera con sus fortines y puntas de diamante,
desde el río (Ebro) at barranco que dicen del Diablo, que es por donde había el
enemigo de venir a romper para socorrer la Plaza”
Por otro lado, es poco sabido la abismal diferencia
que presentaban los soldados valencianos –perfectamente equipados por gremios,
municipios, cabildos y nobleza- y el lamentable espectáculo que ofrecían
algunos tercios castellanos que, en ocasiones, parecían mendigos: “el tercio
está desnudo, en carnes y apartados en un cuartel de Vique por la vergüenza que
daba dexarlos ver”. El sueldo del arcabucero imperial —cuando cobraba— no daba
para mucho; “con 25 reales, no pueden mantenerse sino hambrientos y desnudos la
mayor parte del año” (A. C. de Aragón. L. 72, 1686). No es extraño, por tanto,
que las bien equipadas huestes valencianas consiguieran lo que no podían los
famosos tercios imperiales. Así lo exponía Villalva:
“¿Qué será, que habiéndose perdido Tortosa más de
dos años ha; hasta este año no se ganó Tortosa? Cuidado le da a la curiosidad
este reparo. Y este año que se redujo la Plaza, no se ganó, no se rindió
Tortosa hasta que las armas de Valencia salieron de sus límites a la empresa; y
el fausto Rat Penat. o Real Lábaro si Timbre de este Reyno, tendió sus alas
sobre la frente de las Flor de Lises. Un mes justo pasó de el salir de Valencia
el Padre de la Patria, vestido de biçarros esfuerços, como de la nobleza
acompañado, hasta entrar en Tortosa (...) este es tu Reyno, la Corona de
Valencia, a cuyas armas rindieron el orgullo los enemigos.”
Aunque “los valencianos desean entrar en Barcelona”
(Villalva, p. 21), la aventura terminó antes de Navidad. Los sitiados de
Tortosa, desmoralizados por la captura de 500 infantes enviados para
socorrerles, capitulaban el 5 de diciembre de 1650 a las 8 de la mañana. La
noche anterior, magnánimamente, se permitía salir a trescientos heridos que se
encontraban en el interior de la plaza. Lamentablemente, y ya en nuestros días,
ocurre un hecho vergonzoso, pues ciertas autoridades que debieran dar ejemplo
acompañando al “Real Lábaro del Rat Penat”, organizan actos paralelos a la
procesión cívica con la finalidad de aislar y humillar a nuestra máxima
enseña.
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