Por Ricardo García Moya
Tenía
que ser Antonio Gala, con su
especial exquisitez, quien reflejara en "La pasión turca" la aventura erótica de una española en
Turquía. La novela, a pesar de las crudas pruebas sexuales de la "perra
salida" -según se autocalifica
la protagonista- no adquiere
excesivo realismo e interés. Lo cierto es que Planeta supo dorar la píldora
publicitariamente (¿recuerdan el viaje de Gala y su bastón a Turquía para
presentar la obra?) y, con la ayuda de la sensual Ana Belén, transformó el folletín en un peliculón de la obligada
visión para la progresía militante. Así y todo, comparado este producto cultural con los esperpentos que
programa el régimen en Valencia -como el "integral" del trovador de la ciénaga, Raimon- merecería Gala el Nobel.
EI
argumento tiene solera, pues ya existió "La pasión turca" de una valenciana en 1586; hasta el punto de
que el prior de la Cartuja de
Valldecrist intervino para lograr "la libertad del turco para que
pueda casarse con la cristiana" (ACA, leg. 651 ). Durante siglos, los
otomanos -"gente extraña", en opinión de Gala- fueron motivo
de interés para los valencianos,
especialmente de los que habitaban zonas propensas a incursiones berberiscas. La posibilidad de
cautiverio en tierra de infieles, sumisas al imperio turco, impulsó la
publicación de obras sobre los mismos. Estas, despreciadas en ocasiones,
constituyen un género menor literario y son presa apetecible para la voraz región norteña que careció de ellos.
Así,
en 1556 aparece en Valencia un libro con sabrosas intimidades sobre las
características físicas de las turcas ("mujeres de grandes tetas, comedoras de arroz y migas con
mantecas") de un escritor nacido en el Reino. Se Ilamaba Vicente Rocca y presumía de ser
"CabaIlero Valenciano"; título del que solían vanagloriarse nuestros
antepasados; p.e., un contemporáneo de Rocca, el primer provincial franciscano
en las regiones de Jalisco y Michoacán -nacido en Orihuela- siempre firmaba
como fray Angel de Valencia. En el
siglo XVI no existían ejemplares como
los que acudieron -gratis, faltaba más- al terrorífico integral", y
que afirmaban ser catalanes de Picanya, Toledo o Albacete.
Eran
tiempos en que cualquier valenciano que
observara el horizonte desde el Micalet o el Benacantil se estremecía ante la
amenaza procedente del Mediterráneo; el Gran Turco, cruel y poderoso, golpeaba
a Ia Europa cristiana. Pues bien, nuestro paisano Rocca averiguó pelos y
señales del infiel enemigo, dejando constancia de ello en su "Historia del origen y guerra de los turcos",
dirigida al duque de Gandía y editada en 1556 en Valencia.
Pero
mossén Vicente -polo apuesto de
Gala- sentía pasión por las turcas. EI
texto pierde frialdad conforme avanzamos en la lectura, pues la descripción de
las turcas como "mujeres de grandes tetas", nos introduce en
el irónico mundo de los escarceos
amoroso: "le desata (el turco) los çaragüelles con muchos halagos, y ella
se hace mucho de rogar, por parecer más honesta
y vergonzosa" (f.l 30). Con
sentido del humor descubre el débil fervor religioso de algunos cristianos, en
contraste con el turco: "tienen tanta reverencia a su santísimo nombre (de
Dios), que porque se suele escribir en papel, no osaría nadie limpiarse con
él las partes vergonzosas" (f.l 29)
.
Es
una observación extraña, pues el papel era caro y rugoso en 1556; y no parece
lógico que los valencianos lo
utilizaran como sugiere Rocca. También apunta que "los
niños, mientras leen, hacen muchas cabotadas (valencianismo que indica inclinación
de cabeza) porque hallan el nombre de Dios". La procacidad de
los chismorreos del mossén
confirma que los redactó en el Reino, no en Turquía, pues habría acabado "mutsurmano (sic) o circunciso", ya que "hacen circuncidar los turcos a los
cristianos a la fuerza, si han avergonzado a algún musulmán o, o reído. Si lo
hallan con alguna turca lo hacen turco o lo queman, o por gran favor lo capan".
Más
que circunciso lo habrían convertido en gentil capón, por ser un malicioso
deslenguado: "A la mujer la lavan las moças del baño; pero las más de las
veces van en compañía diez o doce mujeres vecinas, y lávanse unas a otras, por
donde suele haber entre ella grandísimo amor y se suelen enamorar una de otra;
y deleytanse (sic) tanto en el baño que, si van por la mañana, no vuelven a sus
casas hasta la hora de comer, y tres o cuatro veces a la semana" (f.134).
También la
anatomía baja del Gran Turco es tratada por Rocca, pero no
como Antonio Gala. Mientras que el
escritor de Brazatortas estruja,
sopesa y acaricia lo que ustedes sospechan, mossén Rocca no muestra interés hacia ellos, aunque le sorprende que:
"los turcos mean encogidos
como las hembras; y, acabando, limpian
muy bien el cabo de su cosa (sic)" (f.139).
EI
libro de Rocca todavía no ha sido
descubierto por los depredadores del
eje lermacatalanero. EI ejemplar citado se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid,
constituye una obra interesantísima dentro de su género; ergo, como los
catalanes no tienen nada
en esta materia (igual que en tantas otras) seguro que urgentemente lo
incluyen en la Gran Enciclopedia
Catalana. Total, el hierático y la ciénaga no van a protestar; todo lo más,
les otorgará alguna opípara subvención.
Por
cierto, con subvención de la Generalidad
de Lerma han editado en Almassora
un curioso libro -en catalán, por supuesto- en que se traduce al idioma del Omnium Cultural obras del poeta árabe valenciano
Ibn al Abbar: "devers Valéncia amb
els vostres genets". Y es que para catalanizar, como saben, los chicos
de Lerma siempre disponen de fondos
reservados multimillonarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario