Por Ricardo García Moya
Las Provincias 9 de mayo
de 1993
Pocas personas recuerdan, al atravesar el umbral de
la Basílica, que se hallan en un monumento proyectado en tiempos difíciles para
nuestros antepasados, y que sus sillares expresan gratitud a la Virgen por su
protección en la epidemia de 1648 y la victoria del Reino de Valencia en la
"guerra dels Segadors". Esto último sucedió en 1650, cuando
injustamente fue atacado el Maestrazgo por franceses y catalanes. La
agresividad enemiga se había incrementado ante la debilidad de las tropas
enviadas por Felipe IV. Para hacernos una idea de la calamitosa actuación de
estas fuerzas, sólo en el cruce del Ebro -11 de septiembre de 1650- se
"ahogaron 50 soldados reales y 80 de infantería, que fueron llevados a un
remolino" (Conquista de Cataluña, Barcelona, 1652, p. 15). Los catalanes,
envalentonados, pensaban que el Reino de Valencia era presa fácil y que no
ofrecería resistencia. Pero se equivocaron. Según Bartolomé Villalba, coetáneo
de la guerra, los preparativos militares comenzaron "antes de ganarse
Tortosa, sacando a la Virgen de los Desamparados con real aparato de su
Capilla". Previamente se prepararon "oradores que la aclamen",
siguiendo un ceremonial similar al actual. El narrador recuerda el combate y
las arengas empleadas: "No temáis, ilustres valencianos, tenemos por
blasón a la Madre de los Desamparados." Los tercios del Reino, después de vencer en el Ebro, querían
seguir combatiendo "con voz de entrar en Barcelona" (Villalba, B.:
Acción de gracias a N. S. de los Desamparados. Valencia, 1650. p. 21). Dos
días después de regresar el ejército, el 11 de diciembre de 1650. se celebró en
la catedral una "acción de gracias
a la imagen de los Desamparados por la restauración (conquista) de Tortosa. y a cuya protección reconoce
el triunfo de sus armas". El espectáculo fue impresionante:
"Sacan a N. S. de los Desamparados de su capilla de la Seo. La leal ciudad
con bizarría saca sus banderas (...) se canta la victoria y para que en nombre
de la Reyna de los Desamparados el Reyno de Valencia se diga el
vencedor", (p. 22) Inmediatamente se puso en marcha el proyecto de la
Basílica que, pensado en años anteriores, estaba paralizado; así, en 1652, se
"comenzaron a abrir las zanjas para los fundamentos". Este triunfo
sobre Cataluña y Francia, bajo la protección de la Virgen de los Desamparados,
hizo que su imagen fuera blasón habitual en los hechos de armas del Reino,
como sucedió en la guerra de Sucesión y en la contienda contra Napoleón.
Obviamente, allí donde habían valencianos se
extendía el culto a la Mare dels Desamparáts, como sucedió en el Hospital Real
de la Corona de Aragón a principios del siglo XVII, cuando Madrid recobró la
capitalidad del imperio y las naciones se preocuparon de construir hospitales
para los subditos que cayeran enfermos en su estancia cortesana. El Hospital de
la Corona se inauguró en 1617, aunque el lugar -donado por et catalán Gaspar
Pons en la zona más insalubre y abandonada de las afueras de Madrid-; sólo era
adecuado para roedores y batracios; los hilillos verdosos que caracoleaban
entre hierbajos no eran precisamente de agua mineral. En consecuencia, la
esperada revaluación del terreno no fructificó, a pesar de la ayuda económica
de Felipe III y "la nobleza de la Corona que residía en Madrid"
(González, G.: Teatro de las Grandezas; Madrid, 1623, p, 307). Los enfermos,
en lugar tan pestilente, fallecían. Según el valenciano Samper, la zona
"no era a propósito para los enfermos, porque los aires no llegan puros
como a otras partes, y está tan apartado del comercio y concurso de la
corte" (Samper, Hipólito: Gratulación a N. S. de los Desamparados; Madrid
1686).
Otro valenciano -el poderoso Crespí de Valldaura-
tuvo que remediar la situación y en 1658 colocaba la primera piedra del nuevo
Hospital de la Corona, "junto a la plazuela de Antón Martín", según
leemos en su interesante manuscrito autógrafo (Bib. Nac. de Madrid. Ms. 5742).
Al acto asistieron otros representantes del Reino, como el conde de Albatera y
caballeros de Montesa. Lógicamente, la imagen de la Mare dels Desamparats fue
situada como protectora de los enfermos regnícolas. Sin embargo, "la
Virgen de los Desamparados no estaba de escultura, como su original, sino de
lienzo", hecho que disgustaba a Hipólito Samper. administrador del
hospital, pues Aragón y Cataluña tenían allí esculturas de sus patronas: las
vírgenes del Pilar y Montserrat, respectivamente. Aunque pronto se remedió la
situación:
"En 1685, Antonio Folch, protector de este Real
Hospital, agradecido de la salud que recibió de su protectora, la Virgen de los
Desamparados, resolvió hacerla de escultura; porque estando en este templo las
tres titulares de su Corona (Desamparados, Pilar y Montserrat), sólo en la
nuestra se echaba de menos esta circunstancia. Quitóse el antiguo lienzo y se
colocó el Divino simulacro, a 9 de febrero de 1686. Ya Madrid no tiene que
envidiar a Valencia; ya nuestra imperial Corte ha conseguido igualdades" (Samper:
Gratulación).
Por cierto, en los escritos relacionados con la Mare
dels Desamparats se respetaba escrupulosamente nuestra singularidad
idiomática, incluso en los concursos poéticos: "cartel de desafío
literario (...) que la lengua sea valenciana, castellana o latina"
(Torre. F.: Fiestas de la Virgen de los Desamparados. Valencia, 1667, pp. 33 y
44). Eran tiempos en que los valencianos no dudaban de sí mismos.
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