AUTOR: RICART GARCIA MOYA
(Nomes versio en Castellà · Solo versión en
Castellano)
Será casualidad, pero los premios literarios
concedidos por editoriales catalanas suelen llevar entre líneas alguna lanzada
contra la personalidad valenciana. En el premio Nadal de este año, sin venir a,
cuento, tenemos estas frases: "sois unos hijos de puta (...) sobre todo
ese ninot de Unión Valenciana que tienes como hijo" ("Matando
dinosaurios con tirachinas", p. 67). Será casual, pero no hay
descalificaciones semejantes referidas a otros partidos políticos en el libro
citado.
Algo similar sucede con la reciente
"Historia de España para escépticos" (Planeta 1995), del jiennense
Juan Eslava. Con estilo comercial, mezclando bonsais felipistas y Reyes
Católicos, simula enfocar audazmente los
tabúes de nuestro pretérito; pero sólo se trata de un burdo maquillaje de los
tópicos habituales.
Así, en la página 126, escribe sobre "los
cinco reinos de Esparia: Portugal, León, Castilla, Navarra, Aragón,
Cataluña", siguiendo la moda de anular el Reino de Valencia --entidad
política constatable-- y de transformar a Cataluña en reino medieval,
arrastrando un tic impuesto por la progresía dominguera, y que Eslava adopta
como suyo.
Y más de lo mismo. EI tándem Planeta -Terenci
Moix ha otorgado el Premio Azorín al escritor catalán Luis Racionero. Todo
indica que el ensayista --en su serpentear
entre ideas y
letras-- oteó fácil presa en los Borja renacentistas, filón infinito y
maleable como un político progresista. EI sociólogo, en coctelera literaria
esperpéntica (el Rat Penat; dice, era portado por Jaime I, cuando es un siglo
posterior), ideó la novela sobre los papas setabenses, ahora premiada.
Tras recibir el galardón, en la primera
entrevista concedida por Racionero en Alicante, tuve la certeza de que pronunciaría la frase de
marras sobre los Borjas. Apenas comenzó a divagar soltó el guiño pícaro y
culturicida, la misma frase equívoca que, fuera de contexto, siempre es
destacada en los medios de comunicación filocatalanes: "O Dio, la Chiesa Romana in mani del
catalani". Y la pronunció sin venir a cuento, como acto de vasallaje o
tributo a un enigmático ente.
Todo responde al mismo fin. Cuando Luis
Racionero deja caer la ambigua frase sobre los papas sabe lo que hace, ya que
es un defensor de la política expansionista de la Generalidad catalana. En
entrevista a un diario madrileño, reconoce que lo que pretendía con "La
cárcel de amor y el tema Borgia era completar una trilogía sobre los Países
Catalanes" ("EI Mundo", 13-IV-96).
Lo que Racionero oculta es que jamás
existieron tales "países", y que el autor de la frase fue el
sarcástico Pietro Bembo, y que en el sur de Italia, en el siglo XV, tildaban de
"catalani" a cualquier oriundo de España, fuera castellano, aragonés
o valenciano; hasta Sanchis Guarner lo reconocía ("La llengua dels
valencians", p. 30). Cataluña fue una fábrica de emigrantes desde finales
del siglo XIV, formando bandas de dudoso comportamiento por Sicilia y Grecia,
provocando que "el nombre mismo de "catalán" fue usado durante
siglos como reproche" (Setton, K.: "Los catalanes en Grecia", p.
45).
Este insulto o "reproche" -en
eufemismo de Setton- afectó a los papas protagonistas de la novela de
Racionero, y les fue aplicado porque "habían inundado Roma con sus
parientes y amigos españoles. "Catalanes" les
llamaban los romanos desdeñosamente" (Chamberlin,
E.: "The bad Popes",
1985, p. 174) . Era un hecho similar al que hallamos en Argentina, donde los
valencianos, castellanos o catalanes son "gallegos"; o en Canarias, donde somos "godos".
Lo que jamás aportará Racionero es una prueba
de que Alejandro VI, el papa Borja, sintiera la mínima tentación de ser
catalán, pues todos sus ayudantes en la corte vaticana eran valencianos, y él
presumía de hablar valenciano, no catalán. Pero, quizá, si hubiera expuesto
estas verdades, no sería Premio Azorín 1996.
Los Borja, en la cocina literaria, son
manipulados hasta la saciedad. Así, en el drama "Borja-Borgia" (Barcelona,
1994) de Manuel Vicent, borda encaje de boliIlos para que en las 113 páginas de
la obra no aparezca la palabra Valencia; y es difícil en un trabajo basado
en la
historia, pues los Borja presumían del Reino de Valencia y
de la lengua valenciana, como testifica Viciana y los documentos vaticanos del
siglo XV.
En consecuencia, no es casual que en el Premio
Azorín se manipule la frase de Pietro Bembo. No es admisible que un historiador
como Eslava -que presume de imparcialidad- ignore la existencia de un Reino de
Valencia y, por el contrario, exalte al "Reino" de Cataluña. Tampoco
es fruto del azar que en el Premio Nadal se insulte al partido Unión Valenciana
de forma tan soez. Nada de lo que escriben es fortuito, se limitan a cortar leña
del árbol caído... pues hay quien la paga a buen precio.
Las Provincias 14 de Mayo de 1996
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