Ricardo García Moya
Diario de Valencia 11 de Noviembre de 2001
La amarillenta y aromática siempreviva, ornamental y
curativa de ciertas molestias de la retaguardia, es posible encontrarla en
lugares soleados, sean poéticos tomillares o los ‘parques temáticos’ del
terror, suciedad y ruinas que Doña Rita -para acojone del turismo- mantiene en
el barrio del Pilar (así llamado hasta que alguien lo cambió por Velluters en
los años 70). La encrespada hierba surge junto al miramar de un agonizante tejado
barroco, o comparte espacio con jeringuillas ensangrentadas y esculturas de
excrementos que semejan diseños de Alfaro.
Metáfora burlona de tanatorios y floristerías, la
siempre viva es testigo del nacimiento y evolución del idioma valenciano.
Podíamos haberle dado cualquier nombre, pero nuestros antepasados que precedieron
a la entrada de los cruzados. jaiminos escogieron “crespinell”, aludiendo al
aspecto y textura del tallo y hojas. No trataban de ser originales, y tampoco
tenían ocasión de comprobarlo, ya que los valencianos de Muchamel, Alboraya o
Redil vivían sin apenas desplazarse de su lugar de nacimiento. Del étimo
latino “crispus” (ondulado, rizado), los pueblos hispánicos crearon
sustantivos, adjetivos y verbos: el valenciano “crespinell”, el crespo
castellano, encrespar, crispar, etc. El aspecto del matorral, las hojas
cubiertas de pelusilla y margen ensortijado hizo que se generalizara el
sustantivo que, hacia el siglo X o XI podría ser crespí, crespíns o crespinell.
Lo cierto es que Jaime el Conquistador llega a lugares donde el topónimo
“crespins, crespí” está arraigado en 1238, siendo su creación autóctona. Esta
realidad es reconocida hasta por nuestro enemigo cultural Corominas, que dice:
“Crespins como valenciano... es un sustantivo de lugar venerable, no tanto por
la distinguida familia que lo tomó como nombre, sino por su cualidad de viejo
topónimo autóctono” (Cor: Onomasticon,1995).
Efectivamente, en el texto latino de las donaciones de
tierras o repartiment salta la voz valenciana, “est supra Crespins”(336), en
varios pasajes. El etimólogo catalán advierte que “siendo románico mozárabe,
es evidente que ha de venir de un derivado latino” (ib.) También aclara que
“del mateix crespí, deriva el nom crespinell” (DECLLC). Los clásicos
valencianos usaron crespí como adjetivo equivalente a erizado, encrespado,
etc., “perca crespina” (Roig: Espill, 1460), siendo coherente llamar “alquería
dels crespins” a la situada en zona donde abundara la siempreviva. El linaje de
los Crespí ,“nom mossàrab” (Onom.), lo tomaron de la Alcudia de Crespina,
terreno irregular donde el crespinell sería abundante.
El “crespinell" figura en obras valencianas como
el manuscrito "de - las Medicinas” (s.XIV), en las observaciones
botánicas de Cavanilles (a.1797) y en el diccionario de Ros (a.1764). Es decir,
desde antes de la Conquista poseemos esta familia léxica que convivió con sus
parientes de otros romances, incluso com-. partiendo vocablos como “crespina”,
cofia o redecilla que usaban las mujeres (DRAE), tanto las castellanas como las
valencianas criticadas por Roig ,“orellera, crespina, trena “(Espill,a.1460)
En la Universidad de Valencia anterior a la ocupación fascista catalanera no
se dudaba en usar el adjetivo “valenciano” como complemento del sustantivo
“idioma”. Así, en versos compuestos en 1663 por los catedráticos Jerónimo Julián
y Josef Montaña, constatamos esta realidad: “Llamase la flor siempreviva en
nuestro idioma valenciano crespinelí” (Valda: Fiestas, 1663, p.ll7) La variable
“sempreviva” parece ser un castellanismo incorporado en el XIX, por lo que
debemos seguir usando la mozárabe crespinelí, voz que penetró por la vía
valenciana hacia Lérida y generó variables más o menos dialectales en otros
territorios vecinos: crespinello en Mallorca; en Murcia, crespinillo;
crispinelí en Cataluña, etc.
Los nombres botánicos valencianos -gracias a la
esforzada labor de la Generalidad y políticos de peso como M’ Angels
Ramón-Llin y Díaz Al-peri-, están siendo sustituidos por los catalanes.
Manuales como “Les formacions vegetals de la ciutat d’Alacant”, (Ed. Ayunt.
Alicante y Generalidad) imponen las voces ordenadas por el Institut d’Estudis
Catalans, pasándose por donde se aplica el ungüento de crespinell si son
etimológicamente correctas o son patrimonio léxico del idioma . El manual
citado impone el barbarismo catalán “gespa”, cuando todos los valencianos
decimos “céspet”, sustantivo culto derivado del latín “caespos”. En 1871
recogía Escrig: "Céspet: pedazo de tierra vestido de hierba menuda y
entretejido de raíces” (Dicc. val. 1871). El mismo desprecio aplican a las
clásicas valencianas junc, juncars ( del latín juncus) que la inmersión degenera
en las catalanas “jonc, joncosa”. La etimología no les afecta a los del IEC,
pero la usan como arma cuando la voz valenciana difiere de la catalana. Del
latín “cardus” surgió la variable valenciana “cart” (Espill.a.1460),
diferenciándose de la castellana cardo y catalana card, y así fue mantenida
por el botánico Cavanilles,- “cart, cardets” (Obs. 1797), siguiendo la
tradición morfológica reflejada en la frase “cardats en carts de herba” (Mostasseria
de Valencia, 1322), y en los versos de Ausias March,”llir entre carts”. En
este caso, las plañideras del Institut d’Estudis Catalans -alojados en la
academia Ascensión- sí exigen el rigor etimológico para que adoptemos la
morfología catalana de “card”.
La inmersión en valenciano, paradójicamente, consiste
en eliminarlo. Si Cavanilles registra “safanoria en nucs”, los inmersores
enseñan “pastanaga amb nusos o nusosa”. El clásico “llicsó” (cerraja en castellano),
documentado desde los orígenes del idioma, lo prohiben y sustituyen por el
catalán “lletsó”. Igual que sucedía con el mozárabe “crespí, crespinell”, el
nombre botánico “quallallet menut” (espunyidella, en catalán) enlaza con el
mozarabismo idiomático valenciano, ya que el verbo de la voz compuesta también
es producto prejaimino, según el etimólogo Corominas: "no tengo pruebas
de que el valenciano quallar se haya empleado fuera del antiguo territorio
mozárabe” (DCECH). Aunque luego se extendió el vocablo al condado levantino, todavía
pueden sus habitantes traducir el valenciano “quallarse” al catalán
“aglevar-se”. No estaría mal que los ‘parques te-máticos’ que Doña Rita mantiene
en los solares de la Valencia regnícola -biotopo de roedores, arácnidos y
hermosas cucarachas- pusiera rótulos con el nombre de los bichejos y
hierbajos para información del turista. Lo haría, claro, en el catalán que
ella y su partido impone; pero, ¿ por qué no ponerlos también, aunque sea en
letra pequeña, en el idioma valenciano del contribuyente? Doña Rita, obsceno
reglot inmersor, olvida que es alcaldesa de Valencia; no de Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario