Por
Ricardo García Moya
Las
Provincias 16 de Junio de 1999
Estos días, un semanario independentista catalán alegra sus páginas con
la publicidad institucional de "128 ninxols", construidos por el
Ayuntamiento de Tavernes de Valldigna. No sé cuántos maulets de Barcelona
se animarán a comprar nichos en Tavernes; pero sé que gracias a estos anuncios
pagados por el contribuyente los
ejemplares llegan gratis a los centros de enseñanza valencianos (¡y mandan tres juntos, para presumir de
tirada!). Son historietas agridulces de la inmersión, y hay más.
En el prólogo de un gran diccionario, el entonces director de la Real
Academia Española comentaba: "Si echan mano de este Diccionario, en
escasísimos segundos adquirirán una información rigurosa y científica"
(Laín Entralgo: Dic. Enc. Club Int. del Libro). Con 44 volúmenes, fue pensado "para hacer más cultos a los 300
millones" de hispanohablantes, Así, en ocho segundos, un chileno podría
conocer que "Isabel de Villena es autora de una 'Vita Christi' (1497)
que escribió en catalán para las monjas de su convento de Pedralbes".
La realidad es que Isabel nació y murió en Valencia. Jamás salió del Reino y
jamás pisó Pedralbes, ni Barcelona, ni Cataluña. Fue en el convento de la Trinidad
de Valencia donde escribió para las
monjas valencianas, en idioma valenciano, su "Vita Christi".
Como sabemos, la catalanización empezó a morder hacia 1950, cuando el IEC se adueñó de la Revista valenciana de
filología, y publicó ensayos de Fuster y Sanchís Guarner en los que
-jaleados por sus mentores Martí de
Riquer y Badía Margarit- catalanizaban hasta los puntos suspensivos; eso sí,
con gloriosas faltas de ortografía, disculpables en la veloz prosa
periodística, pero hirientes en una revista de filología. Valga de ejemplo la
que aparece en un ensayo de Guarner: "La flexión verval (sic) es ya
plenamente catalana en Ausias March" ("R. Fil. Val. " año 1959
t. VI, p. 92).
Todo es catalán: los nichos de Tavernes, Isabel de Villena, los "vervos"
de March o las anguilas de Palmireno. En uno de los más surrealistas párrafos
de Corominas leemos: "No hay duda de que las anguilas que comió
Palmireno en su Alcañiz eran de Tortosa" (DCEC). Era simpática la
picardía del anciano etimólogo. El conocía mejor que nadie que Palmireno,
nacido en Alcañiz hacia 1525, estudió en Valencia y en ella permaneció toda su
vida, salvo un paréntesis de tres o cuatro años. ¿Por qué ese interés sobre la
catalanidad de las anguilas de Palmireno? Hay un motivo. El aragonés fue
de los primeros que escribió anguila en castellano, no anguilla.
Lo que oculta Corominas es que Pou, en 1575, sólo da la voz anguilla en
valenciano, latín y catalán.
Arreando palos de ciego, el etimólogo amedrenta a quien ose disputar la
anguila a Cataluña: "Hay que suponer que el catalanismo anguila sea
antiquísimo en alguna parte del dominio castellano" (DCEC). Pero no hay
que suponer, sino demostrar; y lo cierto
es que la voz anguila era un latinismo vulgar que ya
culebreaba entre las Etimologías
de San Isidoro de Sevilla -no de Barcelona- cuando faltaban siglos para
que naciera el condado de Cataluña. Tras decir que las anguilas que comía
Palmireno eran de Tortosa, Corominas añade: "Desde Aragón, La Mancha
y Murcia el vocablo se extendería a Madrid, que lo impondría al resto
del territorio" (DCEC). ¿Y en Valencia, señor etimólogo, estaban mudos los
anguileros? Parece que no.
Sin agresividad, claro, hay que recordar que el Reino fue el primer
territorio documentado de producción de anguilas preparadas para exportar a
Castilla. En el "Libro del buen amor", el arcipreste de Hita escribe: "De parte de
Valencia venían las anguillas, salpresas e trechadas" (v. 1105). El
arcipreste asociaba cada producto al principal lugar de origen: arenques y
besugos de Bermeo, truchas de "Alverche" y anguilas de Valencia. Es
decir, hacia 1330 ya eran famosas en Castilla las anguilas valencianas que
-salpresas o en salazón, y trinchadas o abiertas para su conserva- llegaban a
Toledo, Guadalajara y ¿por qué no?, a Teruel y al Alcañiz de Palmireno.
En el "Vocabulario del Humanista" (Valencia, 1569), Palmireno
describe cualidades de la anguila ofreciendo la receta para hacerlas "fritas
en azeyte com pimienta y naranja". Más valencianos que la naranja y el
pebre no podían ser los
ingredientes, aunque ahora digan que "les anguiles en all y
pebre" son plato catalán. En la página gastronómica de Arzak
(Dominical LP) cuando trata sobre las anguilas, el allipebre y el
allioli da entender que son
platos y recetas de Cataluña. El cocinero donostiarra huye de atribuir nada a
Valencia. Por lo visto, no importa que el arcipreste testifique la exportación
de anguilas valencianas en 1330, o que mosén Fenollar cite el "all y
oli" en 1497.
Ya saben. Tenemos que sonreír agradecidos porque el Ayuntamiento de
Tavernes anuncie nichos en una revista independentista, o que a Isabel de
Villena transformen en monja de Pedralbes. Debemos aplaudir a quien descubre la
catalanidad de los "vervos" de March; y debemos bailar
sevillanas ante la extraña noticia de que Palmireno comía anguilas de Tortosa;
aunque, en realidad, serían las famosas de Valencia, salpresas y trechadas.
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