Por Ricardo García Moya
Las Provincias 21 de Febrero
de 1999
Un amigo
lector, en llamada a "EI Cabinista",
preguntaba si fray Pere es el mismo personaje que figura en una estampa donde
se lee "predicador dels brivons de
Valencia" y, añadía con bastante empeño que si podría aclarar el
significado de la enigmática frase. En primer lugar, el fray Pere de la estampa
sí es el mismo que formó parte del Tercio que expulsó del Reino a los micalets
catalans. La segunda cuestión es más interesante, pues nos permite homenajear
con el recuerdo a este dianense que la Gran Enciclopedia Catalana manipula al
afirmar que "predicó en catalán", cuando en la documentación consta
que utilizó siempre el "idioma
valenciano".
Las acepciones
que sobre bribón ofrecen los
diccionarios de la RAE y el Moliner (haragán, pícaro, bellaco y granuja) no son
halagüeñas, hay que reconocerlo. Pero tampoco nos afecta, ya que la voz "brivons" (sic) no es castellana,
sino un vocablo de la lengua valenciana ahora prohibida, documentado en el
Reino antes que en Castilla y con matices semánticos propios. La palabra estaba
tan arraigada a fines del XVI que en Castellón,
por ejemplo, se instituyó el "pare
de brivons para la protección de niños mendigos y huérfanos ' (años 1583 y
1595, cor. DCECH) . EI dianense ejercía como "pare dels brivons
valencians" y, acorde con ello, huía de "dar doctrina a los ricos y
poderosos, prefiriendo pobres, humildes y pequeños que pedían pan". Su
protección abarcaba a los brivons de
Valencia reino, no sólo la ciudad, adoctrinado por igual en Morvedre, Morella,
Valencia o Denia, "aun cuando era anciano y achacoso, corriendo todo el
Reyno" (Mercader: Vida P. Esteve,1677, p.101).
Fray Pere
declaró reiteradamente su interés hacia los "brivons" despreciados: "Diga al senyor Pavorde quem envie els brivons del seu auditori, y yo li
enviaré del meu los cavallers y gent grosa" (p.52). En consecuencia,
el valor semántico de "brivons valencians" no corresponde a un
insulto, sino que acotaba la clase social desamparada, abundante en el siglo
XVII, y no menos digna a los ojos de Dios, según fray Pere, que la nobleza y
burguesía valenciana. Predicaba en lugares donde proliferaban mendigos,
enfermos y huérfanos suplicando caridad. Su biógrafo testifica que "andaba
acompañado desta gente pobre, tomando sus cuitas por propias, siendo como un
buen pastor que anda cargado, no con cualquier oveja, sino con la más
desdichada y despreciable del rebaño" (p.53). Vestía como ellos, descalzo,
y sólo en la vejez aceptó calzar unas alpargatas.
La vida de fray
Pere tiene cierta similitud con la de Calderón
de la Barca, ya que ambos participaron en la Guerra dels Segadors y,
posteriormente, fueron requeridos por Felipe IV. EI de Denia ejerció como
virtual Maese de Campo de la infantería valenciana, mientras que el castellano
acudió como caballero de Santiago. La discreción que envuelve la etapa bélica
de Calderón contrasta con la vehemencia más acentuada que caracteriza al fraile
Esteve, capaz de escalar baluartes y, con los fogosos Tercios de Oriola,
Morvedre y Valencia, perseguir a la "escurribanda" catalana que había
osado atravesar el Cenia. Fray Pere de
Denia fue un héroe del valencianismo. Llamado a la corte, pudo aceptar un
cargo similar al de Calderón, pero siempre alegaba excusas: "Yo be aniria, pero qué he de fer allá. La
Reyna parirá una chicasa, el Rey y la cort están esperant un chic, quina cara
li han de fer? Tots han de quedar molt trits" (p.300). Estas líneas
que en Castilla tildarían de mal castellano y en Cataluña, pésimo catalán, son
en realidad una muestra del vigoroso idioma valenciano del XVII.
Rechazó acudir
a la corte para no alejarse de sus desvalidos "brivons". Criticaba el lujo de los virreyes y clamaba
"contra los administradores que engordan con la sangre de los pobres"
(p.371), conceptos sociales que traducía al lenguaje metafórico para que sus
queridos "brivons" le entendieran: "Son com los porcs de Vallivana, los grans menjen les bellotes, y no
deixen menjar als chiquets" (p.371). Hoy, en Denia o en Valencia, fray
Pere encontraría al enemigo engordando en casa, pues puede que la estampita con
el adjetivo "bribons" -con bilabiales y fuera de contexto- sea
utilizada para confundir a los dianenses actuales al hacer creer que el
significado era idéntico al de la lengua de Calderón. Por lo menos, ésa era la
impresión que daba la amable anónima Ilamada a "EI Cabinista". La inmersión, ya saben ustedes, goza de un
sueldo por sembrar odio y confusión entre las ciudades valencianas.
La voz "brivons", por orden del Institut
d'Estudis Catalans de Barcelona, ha sido prohibida en el territorio valenciano.
Como bien dicen nuestras autoridades, no hay voces prohibidas, salvo las que
ordena el amo de Barcelona. Los profesionales de la inmersión, con el poder en
sus manos y mucho presupuesto en el bolsillo, han editado diccionarios como el
de la Generalidad, sin la voz que nuestros antepasados de Castellón y Denia
usaban cuando eran libres. Incluso en el XVIII, y en la pluma del mejor
novelista, hallamos el vocablo sentenciado a muerte por el IEC: "Estos
eren molt taurs, y tan brivons"
(Galiana: Rondalla, 1768, p-21), aunque ya con las connotaciones negativas
actuales.
sugos de Bermeo, truchas de "Alverche" y anguilas de Valencia. Es
decir, hacia 1330 ya eran famosas en Castilla las anguilas valencianas que
-salpresas o en salazón, y trinchadas o abiertas para su conserva- llegaban a
Toledo, Guadalajara y ¿por qué no?, a Teruel y al Alcañiz de Palmireno.
En el "Vocabulario del Humanista" (Valencia, 1569), Palmireno
describe cualidades de la anguila ofreciendo la receta para hacerlas "fritas
en azeyte com pimienta y naranja". Más valencianos que la naranja y el
pebre no podían ser los
ingredientes, aunque ahora digan que "les anguiles en all y
pebre" son plato catalán. En la página gastronómica de Arzak
(Dominical LP) cuando trata sobre las anguilas, el allipebre y el
allioli da entender que son
platos y recetas de Cataluña. El cocinero donostiarra huye de atribuir nada a
Valencia. Por lo visto, no importa que el arcipreste testifique la exportación
de anguilas valencianas en 1330, o que mosén Fenollar cite el "all y
oli" en 1497.
Ya saben. Tenemos que sonreír agradecidos porque el Ayuntamiento de
Tavernes anuncie nichos en una revista independentista, o que a Isabel de
Villena transformen en monja de Pedralbes. Debemos aplaudir a quien descubre la
catalanidad de los "vervos" de March; y debemos bailar
sevillanas ante la extraña noticia de que Palmireno comía anguilas de Tortosa;
aunque, en realidad, serían las famosas de Valencia, salpresas y trechadas.
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