Per: Josep Boronat Gisbert
La Corona de Aragón no ha sido una unidad política,
lo que ahora entendemos por un Estado. Ni tampoco una Confederación, tanto si la adjetivan Aragonesa como se le
añaden -todavía mas capciosamente- Catalano-Aragonesa.
El Reino de
Valencia, reino constituyente de la Corona, tuvo siempre sus fueros,
privilegios, leyes, prácticas, costumbres, exenciones, libertades,
instituciones, cortes, lengua, moneda, fronteras, aduanas y organización
militar, es decir sus peculiaridades y la propia personalidad política.
Los que, como feudatarios, podían sentirse o ser
considerados vinculados de una manera especial al Reino de Aragón, como a tal
reino, eran los territorios del nordeste peninsular. Estos territorios, los
situados al norte del rio Llobregat, los propiamente catalanes, eran franceses
desde el siglo VIII, organizados por los franceses en condados, como defensa
estratégica de su imperio frente al mundo musulmán. La dependencia a los reyes
francos es manifiesta incluso coincide en fechas la documentación por los años
de reinado de los monarcas francos, subsistiendo de derecho esta situación todo
el tiempo antes del tratado de Corbeil en 1258.
Pero, de hecho, estos condes procedieron, no solamente
en actuaciones de una cierta independencia, sino rompiendo la fidelidad y
traicionando a sus señores naturales, como se decía en aquellos tiempos. Esto puede verse, por ejemplo, en las
embajadas del Conde Borrell de Barcelona (947-991) a Alhaquem II, sobre todo
las de 971 y 974, que representa sin
duda un auténtico vasallaje prestado por el conde catalán a la Córdoba
musulmana.
Mas adelante, al tiempo de la creación de la Corona
de Aragón, los dichos condados ya habían cambiado en las relaciones de
vasallaje, siendo ahora de los reyes aragoneses: el conde de Urgel, Ermengol VI
(1102-1154) lo era como teniente de las poblaciones aragonesas de Bolea,
Plasencia del Monte y Zaragoza; el conde del Alto Pallars, Artal III (Artal de
Alagón) (1124-1167?), por las tenencias
aragonesas de Alagón, Gallur y Pedrola; el conde del Bajo Pallars, Arnal Mir
(1124-1174), teniente de las poblaciones aragonesas Buil, Cabañas, Castro,
Fantova, después Fraga, Lascuarre, Lozares y Ricla. Los condados de Gerona,
Ausona, Besalú y Cerdaña se habían unificado en el de Barcelona, y por el
matrimonio de Ramón Berenguer IV (1131-1162) pasaron a ser condados de la
Corona de Aragón, mientras seguían independientes el conde de Ampurias, Ponce Hugo I (1087-1160), y el
conde de Rosellón, Gaufredo III (1113-1163).
Estas vinculaciones de tipo feudal estaban siempre
imbuidas del contenido jerárquico de los títulos nobiliarios, que excluía la
relación de igualdad entre reinos y condados. Por tanto, podía decirse que el
Reino de Aragón se extendía desde Navarra al Ampurdán, teniendo en el diversos
condados relativamente independientes, como era propio de las costumbres
medievales, unos aragoneses y otros catalanes. De estos últimos, el de
Barcelona tenía una cierta preeminencia, a mas de que era el rey de Aragón
quien lo había heredado.
Observando atentamente la actuación de estos condados, puede afirmarse de una
manera general que el espíritu de la Reconsquista es extraño a Cataluña. La
primera expedición contra Tortosa (1093) fue una empresa conjunta de genoveses
y aragoneses; por eso en este mismo año
el rey aragonés Sancho Ramírez hace disposición de las iglesias y
capellanías de Salou, y hace donación a los genoveses de la tercera parte de
Tortosa y de sus términos. La ocupación de Tarragona (hacia el 1095), de
Tortosa (1148) y de Lérida (1149), deja estas tierras vinculadas directamente a
Aragón, no a los condados catalanes.
Después vino la conquista del Reino musulmán de
Valencia por el rey aragonés Jaime I (1213-1276). En este caso, contrariamente
a lo que se hizo en las ocupaciones
anteriores que se anexionaban a Aragón, Jaime I crea una nueva entidad
política, el Reino cristiano de Valencia, estableciendo un nuevo sistema, una
nueva concepción de lo que ahora diríamos Estado, mas ciudadano que feudal.
Los condados
catalanes, durante el tiempo de existencia de la Corona de Aragón, no solamente
no formaron ninguna unidad política con el Reino de Valencia, sino que -lo que
es mas significativo aun- ni tan solo tenían frontera común. No colindaban. La mayor parte de las tierras situadas entre el Ebro y
el río Cenia, ahora catalanas, a finales del siglo XII y casi todo el siglo
XIII, eran tierras aragonesas. Y por tanto, Valencia y Cataluña no tuvieron
límites comunes en tiempos de la conquista y creación del Reino cristiano de
Valencia.
Y mucho menos
una unidad de la que pueda derivarse lo que, engañando, están intentando
imbuirnos los catalanizadores, como, por ejemplo, una idéntica bandera.
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