Autor: José María Carrascal
«LA historia se repite, primero como tragedia, luego como comedia», dijo
Marx, y vuelve en España un nuevo Frente Popular, que empieza en Valencia, cuyo
ayuntamiento ha ido a Compromís, partido nacionalista y catalanista, apoyado
por Podemos y el PSOE, al que seguirán otros a lo largo y ancho de la geografía
española, Barcelona, Badalona y Pamplona entre ellos. El «gran pacto de la
izquierda» empieza así a funcionar, pero no liderado por Pedro Sánchez, sino
por Pablo Iglesias. Las circunstancias, sin embargo, son otras, en un mundo,
globalizado y curtido por la experiencia:
1. Los nacionalistas no son izquierda. Ni siquiera son derecha, son extrema derecha por su carácter provinciano y su inquina hacia el foráneo, incluidos los españoles, no dudando en traicionarles en busca de sus objetivos.
2. Podemos está en el otro extremo: es extrema izquierda, que busca no ya eliminar las lacras del sistema, sino su sustitución por otro que, en busca de la utopía igualitaria, establece la más férrea de las dictaduras. ¿Qué hace un partido socialista, que Felipe González convirtió en socialdemocracia, del brazo de un partido antisistema, que hasta ayer mismo les consideraba «casta» y caspa, sin disimular su desprecio y altanería?
3. Pedro Sánchez se ha unido a ese desmontaje por una sola razón: expulsar al PP de la mayor cantidad posible de lugares donde ocupa el poder. Sin querer ver que el plan de Iglesias es desalojar también al PSOE. Lo ha dicho, no una vez, sino varias: él es el verdadero rival de Rajoy. Él es el auténtico líder de la izquierda española. Para lograrlo, se vale de las mismas tácticas que usó Lenin: aprovechar una crítica coyuntura del país –en Rusia, la pérdida de una guerra; en España, los efectos de una crisis casi tan devastadora como una guerra– para presentarse como dueño de su campo y única alternativa al desgastado Gobierno vigente. A IU prácticamente ya la ha devorado. Ahora va a por el PSOE, aliado con intelectuales liberales, separatistas e incluso desencantados con Rajoy, para convertirse en su único adversario, convencido de que ganará. «Nos venderán hasta la cuerda para ahorcarlos», decía Lenin.
Si la cosa no fuera tan grave, Rajoy podría sentarse ante su puerta hasta ver pasar el cadáver político de Sánchez, como ha ocurrido a cuantos socialistas coquetearon con los comunistas. Pero está en juego la recuperación española, que sólo acaba de empezar y puede descarrilar a poco que las cosas se tuerzan. De ahí sus voces de alarma. Me temo que no sirvan de nada. Pedro Sánchez nos está saliendo un nuevo Zapatero, sólo que más alto y menos inteligente, pues Zapatero, al menos, hizo lo que le señalaban desde fuera. Mientras a Pedro Sánchez, que dicen es profesor universitario, de Economía nada menos, parece no asustarle el modelo griego ni dejar mal a Carlos Marx.
España es diferente. O sigue siendo la misma. Es mi gran temor.
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