miércoles, 24 de octubre de 2012

QUIMERA O PRETENSION REAL



Autor: José Vicente Gómez Bayarri 
 Extraído de Internet

 Son conocidas las ayudas económicas que reciben algunas asociaciones culturales valencianas de instituciones oficiales catalanas. Su aportación no es desinteresada.
 El debate en torno a los orígenes y evolución del valenciano comporta relevantes implicaciones sociolingüísticas, históricas y políticas. El doctor Vicente Ramos, académico de la Real Academia de Cultura Valenciana, señaló que la postura lingüística encubre otra más trascendente, de naturaleza geográfica-política, ya que, sofisticadamente, una vez admitida la “tesis absorcionista” de la lengua valenciana por la catalana y la generalización de este gentilicio, se intentará proceder a la integración cultural y territorial de nuestro histórico Reino en la entelequia de los denominados “países catalanes” o “la gran Cataluña”. Consecuentemente, resulta que lo que aparentemente es una controversia filológica, sustancialmente lo que se pretende es materializar una vieja aspiración política, de cuño imperialista, por vía pseudocultural. De esta forma no sólo se pretende acabar con la lengua y cultura valenciana sino también con el particular proceso histórico del reino de Valencia, actual Comunitat Valenciana.
 Ya en 1962, intelectuales nativos y foráneos, prebostes del catalanismo, apercibidos de la dificultad que encerraban sus propósitos, con mucha diplomacia, proyectan el plan estratégico de actuación “[...] aquesta aspiració ha d’ajornar-se sine die”. Consideraban que todavía no estaba abonado el terreno para proceder a alcanzar su objetivo y debían trabajar en la idea de “preparar les condicions materials i morals perquè un dia sigui ja factible”. Piden prudencia a sus correligionarios y justifican esta manera de actuar al señalar que “en certs moments caldria recomanar una cautela esmolada en l’ús de la paraula ‘Catalunya’. Hauríem de fer majors esforços per reservar-li en el futur aquesta amplitut integral”. Manifestaciones explícitas que ponen, bien claro, los métodos de actuación y el objetivo final.
 La praxis de su actuación está encaminada a que se haga realidad la idea de que “un dia siga suficient dir català per al·ludir a la nostra condició de poble únic i agregar-hi una precissió comarcal per localitzar la cosa o persona de què es tracti [...]. No som pocs els catalans que ens ho hem proposat i marxem ja en aquesta línia”.
 Tales declaraciones evidencian que no es una cuestión nominalista o simple “qüestió de noms”, sino el intento de lograr una ambicionada e inédita realidad geopolítica que satisfaga ansias expansionistas. Sin subterfugios, y de manera clara, se han marcado la línea de actuación y la intención última que no es otra que la absorción y subyugación de los valencianos, en aras de la creación de los anticonstitucionales “países catalanes”, con el pretexto de nuestra liberación centralista de Madrid para caer en la de Barcelona.
 En este proceso programado, la primera fase, ya en desarrollo, se limita a perturbar y confundir al pueblo en orden al uso y nombre de su seña social de identidad más entrañable: la lengua autóctona valenciana.
 La táctica solapada está dando sus frutos, como ya subrayaría el ensayista Joan Fuster: “No ha calgut fer massa esforços per aconseguir-ho. Ha estat suficient que, des dels diaris, des de les tribunes públiques, des dels llibres firmats pels indígenes [...] l’expressió ‘llengua catalana’ hagi estat emprada amb naturalitat per referir-se a la parla local. La insistència ho ha acabat de refermar”.
 La incredulidad y el pseudopatriotismo valenciano pueden contribuir a que se haga realidad el proyecto. Hay momentos y decisiones determinantes en la intrahistoria de un pueblo. Para muchos valencianos la cuestión lingüística no es un tema banal y consideramos que no es un tema exclusivista de doctrina filológica. Partimos de la premisa de que la lengua es patrimonio de todos y funciona por y para los hablantes. El lingüista y politólogo Noam Chomsky afirma que ‘‘no sean los lingüistas ni los políticos los que decidan qué es lo que tienen que hablar los ciudadanos, sino que, en todo caso, se limiten a recoger la realidad lingüística de cada sociedad”.
 La conciencia idiomática de una lengua y consecuentemente su nombre no deben ser impuestos. El pueblo es quien la crea y quien la bautiza. De ahí, que resulta contraproducente denominar a la lengua valenciana de manera diferente a como la llama el pueblo, sus usuarios, y que ya en la Baja Edad Media fue elevada a la categoría literaria. Gracias a la reacción valenciana la aspiración catalanista está invernando.

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