Autor: José Vicente Gómez Bayarri
Extraído de Internet
Son conocidas las ayudas económicas que reciben
algunas asociaciones culturales valencianas de instituciones oficiales
catalanas. Su aportación no es desinteresada.
El debate en torno a los orígenes y evolución del
valenciano comporta relevantes implicaciones sociolingüísticas, históricas y
políticas. El doctor Vicente Ramos, académico de la Real Academia de Cultura
Valenciana, señaló que la postura lingüística encubre otra más trascendente, de
naturaleza geográfica-política, ya que, sofisticadamente, una vez admitida la
“tesis absorcionista” de la lengua valenciana por la catalana y la
generalización de este gentilicio, se intentará proceder a la integración
cultural y territorial de nuestro histórico Reino en la entelequia de
los denominados “países
catalanes” o “la gran Cataluña”.
Consecuentemente, resulta que lo que aparentemente es una controversia
filológica, sustancialmente lo que se pretende es materializar una vieja
aspiración política, de cuño imperialista, por vía pseudocultural. De esta forma
no sólo se pretende acabar con la lengua y cultura valenciana sino también con
el particular proceso histórico del reino de Valencia, actual Comunitat
Valenciana.
Ya en 1962, intelectuales nativos y foráneos, prebostes del
catalanismo, apercibidos de la dificultad que encerraban sus propósitos, con
mucha diplomacia, proyectan el plan estratégico de actuación “[...]
aquesta aspiració ha d’ajornar-se sine die”.
Consideraban que todavía no estaba abonado el terreno para proceder a
alcanzar su objetivo y debían trabajar en la idea de “preparar
les condicions materials i morals perquè un dia sigui ja factible”. Piden
prudencia a sus correligionarios y justifican esta manera de actuar al señalar
que “en certs moments caldria recomanar una cautela esmolada en
l’ús de la paraula ‘Catalunya’. Hauríem de fer majors esforços per reservar-li
en el futur aquesta amplitut integral”.
Manifestaciones explícitas que ponen, bien claro, los métodos de actuación y el
objetivo
final.
La praxis de su actuación está encaminada a que se
haga realidad la idea de que “un dia siga suficient dir català per al·ludir a la nostra
condició de poble únic i agregar-hi una precissió comarcal per localitzar la
cosa o persona de què es tracti [...]. No som pocs els catalans que ens ho hem
proposat i marxem ja en aquesta línia”.
Tales declaraciones evidencian que no es una cuestión
nominalista o simple “qüestió de noms”, sino el intento de lograr una
ambicionada e inédita realidad geopolítica que satisfaga ansias
expansionistas. Sin subterfugios, y de manera clara, se han marcado la línea de
actuación y la intención última que no es otra que la absorción y subyugación
de los valencianos, en aras de la creación de los anticonstitucionales “países
catalanes”, con el pretexto de nuestra liberación centralista de
Madrid para caer en la de Barcelona.
En este proceso programado, la primera fase, ya en
desarrollo, se limita a perturbar y confundir al pueblo en orden al uso y
nombre de su seña social de identidad más entrañable: la lengua autóctona
valenciana.
La táctica solapada está dando sus frutos, como ya
subrayaría el ensayista Joan Fuster: “No ha
calgut fer massa esforços per aconseguir-ho. Ha estat suficient que, des dels
diaris, des de
les tribunes públiques, des dels llibres firmats pels indígenes [...]
l’expressió ‘llengua catalana’ hagi estat emprada amb naturalitat per
referir-se a la parla local. La insistència ho ha acabat de refermar”.
La incredulidad y el pseudopatriotismo valenciano
pueden contribuir a que se haga realidad el proyecto. Hay momentos y decisiones
determinantes en la intrahistoria de un pueblo. Para muchos valencianos la
cuestión lingüística no es un tema banal y consideramos que no es un tema
exclusivista de doctrina filológica. Partimos de la premisa de que la lengua es
patrimonio de todos y funciona por y para los hablantes. El lingüista y
politólogo Noam Chomsky afirma que ‘‘no sean
los lingüistas ni los políticos los que decidan qué es lo que tienen que hablar los
ciudadanos, sino que, en todo caso, se limiten a recoger la realidad
lingüística de cada sociedad”.
La conciencia idiomática
de una lengua y consecuentemente su nombre no deben ser impuestos. El pueblo es
quien la crea y quien la bautiza. De ahí, que resulta contraproducente denominar a
la lengua valenciana de manera diferente a como la llama el pueblo, sus
usuarios, y que ya en la Baja Edad Media fue elevada a la categoría literaria.
Gracias a la reacción valenciana la aspiración catalanista está invernando.
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