'Historias ocultadas del
nacionalismo catalán'
Por Javier Barraycoa
Extraído de Internet
Esta autoidolatría a través de la proyección en el
colectivo esconde muchos resortes psíquicos. El psicólogo norteamericano Oliver
Brachfeld, en una obra titulada Los sentimientos de inferioridad,
plantea la cuestión de los sentimientos de superioridad e inferioridad en los
pueblos pequeños. Entre varios casos, hace alusión al catalanismo político como
"un complicado pero en el fondo sencillo fenómeno
socio-económico-psicológico, cuyo motor anímico era el resentimiento,
engendrado por un violento complejo de inferioridad-superioridad".
Ciertamente, el espíritu catalanista (...) ha tenido que debatirse entre el
sentimiento de superioridad sobre los otros pueblos hispanos y la queja
constante de estar oprimidos.
¿Cómo resolver la contradicción entre la idea de ser
superiores y la afirmación de que los inferiores os han dominado durante
siglos? Difícil solución tiene la aporía.
En todo resentimiento se esconde un desprecio hacia lo
que uno mismo es. El poeta catalán decimonónico Joaquín Bartrina, en una famosa
poesía, escribía:
Oyendo hablar un hombre, fácil es
saber dónde vio la luz del sol.
Si alaba Inglaterra, será inglés.
Si os habla mal de Prusia, es un francés
y si habla mal de España... es español.
Por eso, en los habituales desprecios del catalanismo
hacia lo español es donde mejor se demuestra la españolidad de nuestros
nacionalismos.
(...)
Durante mucho tiempo, en la Cataluña rural se vio en
el catalanismo una especie de extravagancia de "los de Barcelona",
especialmente de algunos burgueses. De hecho, no podría entenderse el
catalanismo sin la voluntad de la burguesía catalana de acoger esta nueva
ideología. Una ideología que ha sobrevivido a la conservadora burguesía
catalana para acabar arraigando en los elementos más izquierdistas de Cataluña.
Hoy, no deja de ser divertido contemplar cómo una ideología que arrancó de los
elementos más conservadores de la sociedad catalana es defendida a ultranza por
la izquierda.
Una anécdota histórica, no muy conocida, ilustra
perfectamente lo que el nacionalismo es, respecto de su tratamiento de la
historia. Corrían las últimas semanas de la Guerra Civil y todos los
republicanos preparaban su huida de Barcelona. Tarradellas, en esos tiempos de
incertidumbre, mandó a un funcionario al cementerio para recoger el corazón de
Macià. Cuando falleció el primer presidente de la Generalitat republicana, en
una extraña ceremonia de carácter masónico, se decidió preservar su corazón en
una urna que se depositó en la misma tumba. Tarradellas, en un arrebato
patriótico, decidió llevarse al exilio la urna con el corazón de Macià y
enterrar el cuerpo en otra tumba para que no fuera profanado por las fuerzas
nacionales. Durante el exilio, la urna y su custodia dieron lugar a todo tipo
de anécdotas que acabaron felizmente. Regresado Tarradellas a Cataluña, decidió
realizar protocolariamente la entrega del corazón de Macià a su familia el 10
de octubre de 1979. El acto se celebró en el Palacio de la Generalitat, y luego
los familiares y Tarradellas, en privado, se dirigieron al cementerio. Lo que
ya no se suele contar es la sorpresa que se llevaron al depositar de nuevo la
urna.
Resulta que ahí ya había otra con un corazón. El caso
es que el funcionario que había enviado Tarradellas en 1939, posiblemente con
las prisas, prefirió ir a buscar otro corazón más asequible y colarle un gol al
político republicano. Así, Tarradellas estuvo cuarenta años paseando un corazón
por Europa, como custodiando la quintaesencia de Cataluña, que ni siquiera era
el de Macià. En esta anécdota, como en el propio nacionalismo, la ilusión
sustituye la realidad. Cuando la clase política actual, bastante deprimente,
habla de Cataluña, uno tiene la sensación de que nada tiene que ver con la
Cataluña real.
Entre las figuras trágicas del catalanismo reciente, y
no hay pocas, destaca una: la de Luis María Xirinachs i Damians. Era un
escolapio de familia franquista que acabó rebelándose contra la jerarquía
eclesial. Sustituyó su entusiasmo religioso juvenil por un arrebato
antifranquista que le llevó a prisión. Con la transición, en 1977 y gracias a
su fama, logró ser elegido senador por Barcelona. Luego se aproximó al
independentismo revolucionario y en 1980 encabezó la candidatura al Parlamento
de Cataluña del Bloc d'Esquerra d'Alliberament Nacional (BEAN), embrión de
grupos revolucionarios separatistas. En sus últimos años, olvidado por la clase
política y por la Cataluña que pretendía liberar, inició una acampada ante el
Palacio de la Generalitat. Cual nuevo Gandhi, pretendía así conseguir la
independencia, aunque simplemente constituyó un elemento pintoresco en la plaza
de San Jaime. En 2007, presa de una enfermedad y absolutamente desencantado con
la clase política catalanista, preparó su suicidio. Dejó una breve nota,
titulada "Acto de Soberanía". El texto es estremecedor, en la medida
en que denota el trance psicológico del personaje, y dice así:
He vivido esclavo 75 años en unos Países Catalanes
ocupados por España, por Francia (y por Italia) desde hace siglos. He vivido
luchando contra esta esclavitud todos los años de mi vida. Una nación esclava,
como un individuo esclavo, es una vergüenza para la humanidad y el universo.
Pero una nación nunca será libre si sus hijos no quieren arriesgar su vida en
su liberación y defensa. Amigos, aceptadme este final absolutamente victorioso
de mi contienda, para contrapesar la cobardía de nuestros líderes,
masificadores del pueblo. Hoy mi nación deviene soberana absoluta en mí. Ellos
han perdido un esclavo. ¡Ella es un poco más libre porque yo estoy en vosotros,
amigos!
La identificación entre la nación y el propio yo,
entre las ofuscaciones personales y las colectivas, entre la liberación y la
autoeliminación, no deja de ser sintomática de la situación actual. Aquellos
que se lanzan a la liberación de Cataluña, posiblemente quieran, sin saberlo,
liberarla de sí misma, de lo que fue y de lo que debería ser. Por eso, con la
hipotética independencia de Cataluña se produciría algo que sería muy difícil
de entender para sus artífices: la muerte de Cataluña.
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