sábado, 6 de octubre de 2012

PARAISO TERRENAL




Josep Puchades
Extraído de Internet

 La visión del "más allá" es muy variopinta, hay multitud de hipótesis sobre cómo debe ser el otro mundo al que se accede tras la muerte.
Los vikingos creían que el cielo era un derecho que se ganaba al morir en batalla, para ellos no había peor deshonra que morir de viejos en el lecho, la gloria estaba reservada para aquellos que morían en batalla y eran recibidos en un palacio del que colgaban escudos de oro del techo, todas las mañanas, los guerreros salían al campo de batalla y combatían hasta el anochecer. Las valkirias, las mismas que escoltaban los guerreros a este "paraíso" eran las encargadas de curar las heridas. Todas sanaban todos los miembros cercenados volvían a crecer y todos los muertos resucitaban cada mañana, y así hasta la eternidad.
El cielo árabe era un lugar donde llegaba el difunto y tenía un harén de 100 "humie" (mujeres que recobraban la virginidad cada día) y donde todos vivían a la sombra de Alá.
Según los antiguos griegos, los difuntos entraban en el inframundo cruzando el rio Aqueronte, a bordo de la barca de Caronte, quien cobraba como peaje un óbolo, moneda que colocaban los familiares bajo la lengua del cadáver.
Lo que es común en todas las civilizaciones es la búsqueda de la condición más aceptable del alma para su aceptación en ese otro mundo. En el caso de los cristianos sería el perdón de los pecados cometidos en vida y la completa redención del alma.
Lógicamente en el mundo siempre ha habido quien ha deseado conocer lo que hay "después", algunos a través de una profunda y continuada meditación, porque, naturalmente, a todos nos gustaría disfrutar del Cielo en nuestra vida terrenal.
De hecho, lo que debe ser el paraíso terrenal existe, por así decirlo, examinemos detenidamente cuales son los requisitos que debe cumplir un paraíso y lo veremos.
Por ejemplo, un paraíso terrenal debe ser un lugar donde no sea necesario morir para acceder a él, debe ser un lugar al que se acceda tras la completa expiación de los pecados, no importa lo terribles que estos hayan sido, de manera que el alma llegue pura y limpia, debería ser un lugar en que cada cual consiga lo que quiere, logrando así su infinita felicidad.
Según esta definición, el paraíso es ser presidente del Gobierno, pues no es necesario morir para acceder al puesto, para expiar sus terribles pecados, tales como malversación, despilfarro, mangoneo, traición, cohecho, corrupción, sólo les hace falta aprobar una ley que los exima de la culpa y así, su alma queda impoluta, se consigue a diario lo que se quiere para satisfacer el interés personal de cada uno, sea el que sea y que corresponda a la necesidad del momento, aún a costa del malestar de todos los demás, luego sí que hay quien vive en su Cielo particular, eso sí, mientras el resto nos hallamos sumidos en el más terrible infierno en vida, sin poder llegar a fin de mes, sin trabajo ni expectativas de encontrarlo, con nuestro patrimonio colgando de un hilo ante los continuados avisos del banco, que tirará mano de los avales presentados para hacer frente a la deuda contraída, mientras sindicatos y grupos de terroristas y separatistas se embolsan millonadas, logrando también alcanzar su particular paraíso terrenal.

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