Ricardo García Moya
Diario de Valencia 27 de mayo de 2001
Hace años, los restos del Palacio Real de Valencia se
asomaron desafiantes al romper su letargo las excavadoras municipales. La
entonces alcaldesa Ródenas, sin dudarlo, ordenó sepultar en asfalto aquellos sillares
que señalaban la realidad histórica de un Reino frente al invento fascista de
“Principat, país i illes”. El recinto áulico, antes de su demolición, había
sufrido un lento deterioro cuando la nobleza amiga de certámenes y comedias
barrocas fue sustituida por rudos espadones que robaron hasta los cortinajes.
Un documento, fechado en Aranjuez el 30 de enero de 1806, decía: “el Alcayde
del Real de Valencia se queja de que el Capitán General, que habite en el mismo
Palacio, se ha apoderado de las llaves de un quarto que no le pertenece, para
meter en él las algarrobas”.
Siglo y
medio antes, por las magníficas estancias deambulaba un catalán que
despreciaba la lengua valenciana, al considerarla inferior a la castellana.
Sombra del virrey de Valencia, el poeta Francisco de la Torre Tortosa, 1625),
fue el cerebro de actividades literarias cortesanas donde la lengua castellana
(que él siempre utilizó), era ensalzada en detrimento de la regnícola.
Solapada, o abiertamente, los de su círculo literario de. jaban caer frases
que herían el idioma valenciano y acomplejaban a sus usuarios (táctica usada
por los colaboracionistas catalaneros). Francisco de la Torre vivió algún
tiempo en Madrid, ciudad donde ejercía las funciones de cronista mayor de
España el aragonés Joseph Pellicer. Ambos reconocían la singularidad del
idioma valenciano, pero por su posición de asesores culturales de la nobleza
castellanera, marcaban distancias respecto al mismo. Así, cuando Pellizer
ayuda a redactar la genealogía de los Scals, dice: “Y no es de maravillar,
cuando es tal la inopia de la lengua valenciana, aunque hay quien dice lo
contrario” (Decursión militar. Valencia 1681, f.3)
Al analizar
el testamento de Paulo de Scals, fechado en Cocentaina el 24 de abril de 1349,
declara: “No se vierten en castellano, porque parece se entienden las
cláusulas valencianas” (p.2l); y tenían razón, pese a estar en valenciano medieval.
En el documento figuraba un apellido conflictivo: “Porten los senyals o Armes
de los Lories, ab la Scala dels Scals” (ib.). El plural valenciano Líories
equivalía al catalán Llúrias. Sin abandonar el Palacio Real de Valencia, donde
lucían su ingenio los amigos de Francisco de la Torre, en 1658 se organizó una
academia poética patrocinada por el virrey, publicándose las obras en “Sol de
academias” (Valencia, 1659), con la introducción en castellano del catalán
Francisco de la Torre.
La influencia de este último se advierte en el examen
o crítica jocosa de composiciones y autores, especialmente en el fingido
diálogo con Marco Antonio Ortí, “Secretario de los tres braços del Reyno...
porque como el Reyno es siempre niño o menor, por esso anda en braços” (p.58).
La ironía no ocultaba el clima de forcejeo lingüístico entre la nobleza amiga
del catalán Francisco de la Torre (cercanos al virrey y defensores del
castellano), y los partidarios la lengua valenciana (círculo cercano a la
Generalitat, acaudillado por Ortí). Así, cuando se le pregunta a Ortí: “...lo
hará VM. en valenciano o castellano?”, el caballero de Nules responde: “En
valenciano, que es mi lengua materna y yo no sé hablar en otra”(p.58). Acorde
con su ideario lingüístico, Ortí introducía conscientemente las novedades
léxicas y morfológicas del valenciano moderno.
En “Sol de
Academias” participó con un romance de tema amoroso: “Mandó una dama a su
galán que se disciplinara, y él encomendó a un criado suyo esta penitencia,
que conduxo a la gloria de oírse un romance en lengua valenciana”. En los versos
de Ortí hallamos un valenciano que unía enclíticos e infinitivos: “pera poder
disculpar-lo”, “yo no he pogut persuadirme”; con diminutivos y la tradicional
africada sorda valenciana en voces emblemáticas: “carchofetes” (p.32). Como
los clásicos, escribía sanc y llarc (“es un home llarc y sec”), con terminación
velar sorda, distinta a la sonora catalana de “sang” y “llarg”. Empleaba
demostrativos valencianos “esta part”; y formas verbales modernas “lo que si
conseguixen”.
Aparte de singularidades conocidas, la lengua
valenciana de Ortí enriquece su léxico con neologismos como “esquelet”,
“traurela de un esquelet” (p.33), que en lengua catalana aparecería -según
Corominas-, siglos después, en 1868 y con la forma castellana “esqueleto”
(DCELLC). En la breve poesía de Ortí hay más materia lexicográfica, como la
documentación de “atarantat” (“atarantat y suspens”), italianismo de la lengua
valenciana que la inmersión sustituye por el catalán “esmaperdut”. También
está presente el verbo valenciano “saborechar” (“mes dolços que coents
saborechará”). En valenciano tenemos la riqueza de las variables saborejar y
saborechar, esta última del valenciano fuerte o apichat que era el preferido
del caballero de Nules. La inmersión catalana de la Generalitat de San Zaplana
prohibe ambas, e impone el “assaborir” ordenado por el Institut d´Estudis
Catalans.
En 1658, el orgulloso Ortí escribía: “deixant agotats
los pous/ ab casoles y llibrells” (p.33), y se asombraría de que a los alumnos
valencianos del 2001 se les prohibiera el adjetivo agotat, obligándoles a
usar los catalanes esgotat o exhaurit. El caballero de Nules, que era de estatura
gigantesca, se enfrentaría a estos políticos que le prohibirían, por ejemplo,
los adjetivos abultat y caudalós, “en lo abultat, y lo píe”, “de sanc un
caudalós riu” (p.33). Mayor desconcierto le causaría la bárbara aplicación de
las preposiciones. Para expresar el lugar, Ortí escribía: “en les escoles”, y
la inmersión taranconiana de Canal 9 y sus cómplices impone “a les escoles”.
Así podríamos seguir, pero es inútil, pues el rodillo inmersor pagado con
nuestros impuestos nos seguirá aplastando a los blandos valencianos. En las
ikastolas del Reino -centros de ESO- los alumnos defecan en las aulas (y no es
broma), fuman porros por los pasillos (y no es broma), escupen a los profesores
(y no es broma); pero hay algo que funciona con disciplina teutónica y
multimillonario presupuesto: la implantación del catalanismo.
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