miércoles, 24 de octubre de 2012

EL ´ESQUELET` DE ORTÍ




Ricardo García Moya
Diario de Valencia 27 de mayo de 2001

Hace años, los restos del Pala­cio Real de Valencia se asoma­ron desafiantes al romper su letargo las excavadoras mu­nicipales. La entonces alcaldesa Ródenas, sin dudarlo, ordenó sepultar en asfalto aquellos si­llares que señalaban la realidad histórica de un Reino frente al invento fascista de “Principat, país i illes”. El recinto áulico, antes de su demolición, había sufrido un lento deterioro cuan­do la nobleza amiga de certáme­nes y comedias barrocas fue sustituida por rudos espadones que robaron hasta los cortina­jes. Un documento, fechado en Aranjuez el 30 de enero de 1806, decía: “el Alcayde del Real de Valencia se queja de que el Capitán General, que habite en el mismo Palacio, se ha apo­derado de las llaves de un quar­to que no le pertenece, para meter en él las algarrobas”.
Siglo y medio antes, por las magníficas estancias deambula­ba un catalán que despreciaba la lengua valenciana, al consi­derarla inferior a la castellana. Sombra del virrey de Valencia, el poeta Francisco de la Torre Tortosa, 1625), fue el cerebro de actividades literarias cortesa­nas donde la lengua castellana (que él siempre utilizó), era en­salzada en detrimento de la reg­nícola. Solapada, o abiertamen­te, los de su círculo literario de. jaban caer frases que herían el idioma valenciano y acompleja­ban a sus usuarios (táctica usa­da por los colaboracionistas ca­talaneros). Francisco de la To­rre vivió algún tiempo en Madrid, ciudad donde ejercía las funciones de cronista mayor de España el aragonés Joseph Pe­llicer. Ambos reconocían la sin­gularidad del idioma valencia­no, pero por su posición de ase­sores culturales de la nobleza castellanera, marcaban distan­cias respecto al mismo. Así, cuando Pellizer ayuda a redac­tar la genealogía de los Scals, dice: “Y no es de maravillar, cuando es tal la inopia de la len­gua valenciana, aunque hay quien dice lo contrario” (Decur­sión militar. Valencia 1681, f.3)
Al analizar el testamento de Paulo de Scals, fechado en Co­centaina el 24 de abril de 1349, declara: “No se vierten en cas­tellano, porque parece se en­tienden las cláusulas valen­cianas” (p.2l); y tenían razón, pese a estar en valenciano me­dieval. En el documento figura­ba un apellido conflictivo: “Por­ten los senyals o Armes de los Lories, ab la Scala dels Scals” (ib.). El plural valenciano Lío­ries equivalía al catalán Llúrias. Sin abandonar el Palacio Real de Valencia, donde lucían su ingenio los amigos de Francisco de la Torre, en 1658 se organizó una academia poética patroci­nada por el virrey, publicándose las obras en “Sol de academias” (Valencia, 1659), con la intro­ducción en castellano del cata­lán Francisco de la Torre.
La influencia de este último se advierte en el examen o crítica jocosa de composiciones y autores, especialmente en el fingido diálogo con Marco An­tonio Ortí, “Secretario de los tres braços del Reyno... porque como el Reyno es siempre niño o menor, por esso anda en bra­ços” (p.58). La ironía no oculta­ba el clima de forcejeo lingüísti­co entre la nobleza amiga del catalán Francisco de la Torre (cercanos al virrey y defensores del castellano), y los partidarios la lengua valenciana (círculo cercano a la Generalitat, acau­dillado por Ortí). Así, cuando se le pregunta a Ortí: “...lo hará VM. en valenciano o castella­no?”, el caballero de Nules res­ponde: “En valenciano, que es mi lengua materna y yo no sé hablar en otra”(p.58). Acorde con su ideario lingüístico, Ortí introducía conscientemente las novedades léxicas y morfológi­cas del valenciano moderno.
En “Sol de Academias” parti­cipó con un romance de tema amoroso: “Mandó una dama a su galán que se disciplinara, y él encomendó a un criado suyo es­ta penitencia, que conduxo a la gloria de oírse un romance en lengua valenciana”. En los ver­sos de Ortí hallamos un valen­ciano que unía enclíticos e infi­nitivos: “pera poder disculpar-lo”, “yo no he pogut persuadir­me”; con diminutivos y la tradi­cional africada sorda valenciana en voces emblemáticas: “car­chofetes” (p.32). Como los clási­cos, escribía sanc y llarc (“es un home llarc y sec”), con termina­ción velar sorda, distinta a la sonora catalana de “sang” y “llarg”. Empleaba demostrati­vos valencianos “esta part”; y formas verbales modernas “lo que si conseguixen”.
Aparte de singularidades co­nocidas, la lengua valenciana de Ortí enriquece su léxico con neologismos como “esquelet”, “traurela de un esquelet” (p.33), que en lengua catalana aparecería -según Corominas-, siglos después, en 1868 y con la forma castellana “esqueleto” (DCELLC). En la breve poesía de Ortí hay más materia lexico­gráfica, como la documentación de “atarantat” (“atarantat y suspens”), italianismo de la len­gua valenciana que la inmer­sión sustituye por el catalán “esmaperdut”. También está presente el verbo valenciano “saborechar” (“mes dolços que coents saborechará”). En valen­ciano tenemos la riqueza de las variables saborejar y sabore­char, esta última del valenciano fuerte o apichat que era el pre­ferido del caballero de Nules. La inmersión catalana de la Ge­neralitat de San Zaplana prohi­be ambas, e impone el “assabo­rir” ordenado por el Institut d´Estudis Catalans.
En 1658, el orgulloso Ortí es­cribía: “deixant agotats los pous/ ab casoles y llibrells” (p.33), y se asombraría de que a los alumnos valencianos del 2001 se les pro­hibiera el adjetivo agotat, obli­gándoles a usar los catalanes es­gotat o exhaurit. El caballero de Nules, que era de estatura gi­gantesca, se enfrentaría a estos políticos que le prohibirían, por ejemplo, los adjetivos abultat y caudalós, “en lo abultat, y lo píe”, “de sanc un caudalós riu” (p.33). Mayor desconcierto le causaría la bárbara aplicación de las preposiciones. Para expresar el lugar, Ortí escribía: “en les escoles”, y la inmersión taranco­niana de Canal 9 y sus cómplices impone “a les escoles”. Así podríamos seguir, pero es inútil, pues el rodillo inmersor pagado con nuestros impuestos nos seguirá aplastando a los blandos valencianos. En las ikastolas del Reino -centros de ESO- los alumnos defecan en las aulas (y no es broma), fuman porros por los pasillos (y no es broma), escupen a los profesores (y no es broma); pero hay algo que fun­ciona con disciplina teutónica y multimillonario presupuesto: la implantación del catalanismo.

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