Autor: Juan Ferrando Badia (q.e.p.d.)
Hay que diferenciar los conceptos de patria y
de nación. La nación implica una concepción individualista de la comunidad al
considerarla como un todo cerrado de la misma manera que la democracia política
liberal se asienta sobre el concepto de individuo, es decir; en una consideración
del ser humano encerrado en su aislamiento. El individualismo implica la
exclusión de grupos sociales intermedios. De ahí el Estado unitario
centralizado. El nacionalismo se fundamenta filosóficamente en el
individualismo, mientras que el patriotismo se asienta sobre una concepción
personalista del hombre y de la sociedad.
De la patria, parte de un todo universal, se
pasó, en el siglo XVIII en Europa, -de manos de la burguesía liberal, y de su
filosofía individualista- a la nación soberana como unidad cerrada.
El patriotismo es un sentimiento natural,
evidentemente anterior a la Revolución Francesa. El nacionalismo será una
desviación y exacerbación del patriotismo. La Nación y las ideologías
nacionalistas -como subraya Duverger- tomaron cuerpo a partir de la Revolución
Francesa. Se inventó el eslogan de "¡Viva la Nación!" para oponerse a
aquel otro de "¡Viva el Rey!". El liberalismo político, el
romanticismo y las invasiones napoleónicas fueron, en Europa, los factores que
motivaron el nacimiento de las naciones y el principio de las nacionalidades:
cada comunidad nacional ha de autogobernarse, ha de tener su propio Estado.
La comunidad nacional implicará, pues, una
comunión en un sistema de valores y una voluntad de vida política en común con
vocación de independencia política frente a un "enemigo hereditario",
que puede ser otra nación, raza, religión, etc.
Los constituyentes españoles de la
Constitución del 29 de diciembre de 1978, en un alarde más de su confusionismo
intelectual, incurrieron en el error de equiparar nación y patria. Y, así, en
el artículo segundo de la citada Constitución se dice: "La Constitución se
fundamenta en la indisoluble unidad de la nación española, patria común e
indivisible de todos los españoles y reconoce el derecho a la autonomía de las
nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas
ellas".
La otra razón por la que negamos la
equiparación de nación y patria radica en que la Nación es por esencia y
definición, soberana, es decir; titular de un "poder absoluto e
ilimitado" (Bodino). La soberanía nacional frente al Soberano-Rey será la
última razón de ser de la Revolución burguesa de 1789. En la Edad Media, por el
contrario, el titular de poder era única y exclusivamente el Rex y no el Regnum
(=concepción patrimonial del Regnum). En la Edad Media, había patria, pero no
existía, no podía existir, la nación, en su acepción moderna.
Hemos de afirmar con pleno conocimiento de
causa, que los nacionalismos son provocados, en buena medida, por la existencia
de fronteras que han dividido -y continúan dividiendo- el mundo. Los
nacionalismos separan mientras que "las patrias" unen. Hemos de
defender el sentimiento patriótico frente al sentimiento nacionalista, entre
otras razones porque todo tipo de nacionalismos -salvo los que buscan la
ruptura de las cadenas colonialistas- son siempre producto del capitalismo, del
fascismo, del nazismo, etc.
Superar los nacionalismos, suprimir las
fronteras y ampliar el sentido de "patria" a toda la tierra es un
hermoso ideal digno de ejercitarse.
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