Per Joan Ignaci Culla
President de Renaixença
Valencianista
El esplendor literario
alcanzado en el Reino de Valencia, durante los siglos XIV, XV y XVI, consiguió
de nuestras letras un siglo de oro. Ninguna otra lengua se podía igualar a la
valenciana por la brillantez de sus escritores y obras. Quizás, ese haya sido
el motivo de pasar de un reconocimiento nacional e internacional en la época,
al silencio y desprecio de los que no le pudieron hacer sombra con la suya, la
castellana; o de los que careciendo de literatura digna de mención hasta hace
cuatro días, alegan una inexistente unidad, para apropiarse de lo que carecen.
Hoy, por más que se empeñen
en modificar la historia, no dejará de ser una mentira encuadernada. Con magníficas
tapas y marketing publicitario, eso sí,
ya que no escatiman en gastos propagandísticos. Pero, pese al avance
tecnológico actual, no dejan des ser unas malas copias adulteradas, que se les
cae, por ejemplo, la “h”, de blanch (Tirant), o las dedicatorias es las que los
autores decían escribirlas en lengua valenciana, que no en la de ellos, para su
desgracia.
Y es que, si no estuviesen
ni tan pendientes de falsificar, además de literatura, podrían haber aprendido
el magnífico oficio que también nos distinguió a los valencianos de aquella época:
copistas.
La cultura en nuestro Reino,
era tal, que a raíz de la extraordinaria producción de libros, Valencia, también
se convirtió en uno de los más importantes mercados de libros. A Falta todavía
de la imprenta, se tuvieron que organizar nutridos núcleos de copistas, ante la
demanda de los mismos. Estos amanuenses, llamados “scriptores”, “scriptores
littere formate, además de ayudar a los notarios, se dedicaban a la copia de
libros sin ornamentación, a la que se dedicaban los “capsaleres”. El aumento de
la industria, y como complemento, dio origen a un nuevo oficio, el “atador de
libros” (encuadernador).
La belleza que conseguían
con esos libros, hizo crecer una producción importante, hasta el punto que, la
realización de un volumen era objeto de contrato ante notario, en que se
determinaba todo, incluso la forma de la letra, como lo testifica Sanchis
Sivera en unos artículos sobre bibliografía mediaval.
En éstos recoge una carta
del Rey don Pedro IV el Ceremonioso, escrita al rector de la parroquia de San
Andrés, de Valencia, en la que consignaba haber recibido el dibujo de un libro
de “Horas” que había ordenado que se le hiciera y en la que manifiesta su
confomidad. También habla de una carta del Rey don Martín, dirigida al baile
general de Valencia, fechada en enero de 1400, en el que este aprueba “la
mostra de la letra quen haveis tramesa de la qual volets fer transladar libre
que nos demanam”.
El prestigio que alcanzaron
nuestros libros, traspasaron fronteras, hasta el punto que eran demandados
hasta de Roma. Para preservar que dicho comercio, pudiera peligrar el servicio
a la cultura, Alfonso el Magnánimo, el que profesaba un gran amor a los libros,
dictó el 18 de Enero de 1426, una orden
suya en la que prohibía la extracción de libros del territorio del seu regne
(Lletres i Privilegis, tom. 4 sig. 1146, folis 376v. 377r.
i 377v. Archiu
del Regne de Valencia).
Era común, dada la
extraordinaria valía de estos libros, que se consignasen por escrito garantías,
incluso a los reyes si los pedían prestados. Es conocido que, el rey Pedro el
Ceremonioso, le reclamase a su primo el Obispo de Valencia Jaime de Aragón, por
carta el libro “Summa Collationum”, que le había prestado, y se duele de haber
escrito varias veces “e desposta no havem haida, de quens maravilla molt…”, y
como no lo había devuelto, el 6 de Junio del año siguiente, le vuelve a
escribir otra carta. Este libro, había sido mandado copiar el 7 de Abril de
1367, para uso de la Reina.
La devolución de los libros
era muy sagrada. De ahí que el franciscano Fernando García, quien habiendo
prestado con escritura al noble Jaime Riusech, algunos volúmenes, y no siéndole
devueltos, el rey don Jaime II, escribió al Justicia de Valencia para obligar a
dicho noble a restituirlos.
Hoy, los tiempos han
cambiado, el prestigio, el honor y el amor a la cultura, que imperaba en la
edad media, se ha transformado; y no solamente no nos devuelven nuestro Llibre
del Repartiment (documento más antiguo escrito que se conserva sobre papel en
Europa), sino que el arte de copiar, se ha modificado en el de manipular.
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