Autor: José
Manuel Bou
El
nacionalismo es una colectivización del egoísmo. Es pretender que la ética
política solo te obliga a preocuparte de lo que pasa de fronteras hacia dentro
de tu nación, y que de fronteras para afuera, puede hundirse el mundo. Es basar
los más nobles sentimientos en la realidad física de la nación, en su riqueza y
en sus paisajes, en lugar de hacerlo en su realidad moral, en su eterna
metafísica. Yo amo tanto como cualquier nacionalista las fiestas y costumbres
del Reino de Valencia, la riqueza de su cultura y la belleza de sus paisajes,
pero amo más aun la grandeza moral de nuestro pueblo, su papel histórico,
indisolublemente unido a los de las demás regiones de España. Los nacionalistas
reivindican inversiones e infraestructuras porque son para ellos, convirtiendo
así el panorama político en un mercado donde nadie se preocupa por el interés
general, lo cual explica el alcance de la actual crisis. Nosotros las
reivindicamos porque son justas, porque contribuyen a una España más
equilibrada y eso repercute en la riqueza de todos. Los nacionalistas enfocan
todos sus esfuerzos en llevarse el trozo más grande del pastel, como urracas
ante un festín. El problema, si todos hacemos lo mismo, es que puede que
entonces no haya ningún pastel a repartir. El patriotismo es el espíritu de
sacrificio del individuo por la colectividad. El patriotismo es buscar la
grandeza de la patria para que esta pueda cumplir su misión en la historia, en
orden a construir un futuro mejor para todos, un mundo mejor para nuestros
hijos. El nacionalismo se basa en el egoísmo, el patriotismo en la solidaridad.
Debemos ser patriotas valencianos y españoles, pero en absoluto nacionalistas.
En caso contrario, no seriamos mejores que los catalanistas que nos avergüenzan
con sus traiciones. Nuestra única diferencia con ellos sería de orden técnica,
nosotros tiramos la frontera por aquí y ellos por allá. Solo nos diferenciarían
unas normas ortográficas, unos símbolos que en el fondo no entenderíamos.
Nuestra diferencia con los catalanistas debe ser de orden moral. La nobleza de
nuestros espíritus, frente a lo despreciable de su conducta.
La historia
reciente del valencianismo está llena de deserciones de esos que decían ser más
valencianos y más nacionalistas que nadie y que ahora pacen en el pesebre del
PP o del Bloc, sin que una u otra cosa les preocupe demasiado. Por citar solo
casos que conozco de primera mano, cuando estudiaba en la universidad (tampoco
hace tanto) Renovación Universitaria representaba el valencianismo
anticatalanista, regionalista o españolista, como se quiera llamarlo. Valencia
Universitaria, financiado por Unión Valenciana, representaba el nacionalismo
valenciano. Pues bien, mientras renovación permanecía fiel a sus ideas y llegó
a redactar los únicos documentos oficiales de la Universidad en valenciano,
como lengua distinta del catalán, los nacionalistas pronto traicionaron sus
principios, firmando pactos contra natura con el Bloc, que imponía y sigue
imponiendo, el más cerrado catalán como lengua única de la Universidad. En
aquel momento el grupo más nacionalista, equivalente a la PJV actual, era
“Joventut Valencianista”, liderada por Pales y Bertomeu. Tan agresivo era su
nacionalismo, rayano en el separatismo, que fueron expulsados de Unión
Valenciana por este motivo. Pues bien: ¿Dónde acabaron estos angelitos? En el PP.
El partido bandera del españolismo. Seguro que allí tienen sus estómagos muy
bien alimentados.
La realidad
del valencianismo es que, en los últimos años, Unión Valenciana ha sido el
reducto, tal vez con las escasas excepciones de algunos concejales de pueblo
honrados que aguantaron con las siglas de UV mientras pudieron y que ahora ya
están en Coalición, de caraduras y vividores para los que el valencianismo era
un escaparate en el que colocarse para llamar la atención del Bloc, el PP o
quienquiera que pujase por sus voluntades y estuviera dispuesto a abonar las
monedas de plata precisas para alimentar la incompetencia de sus vidas. En las
pasadas elecciones el PP usó a Unión Valenciana para sembrar la confusión a
través de la guerra de siglas en el valencianismo, quitando votos a Coalición
Valenciana, que era el único proyecto valencianista viable. Por eso la
desaparición de Unión Valenciana debe verse como una buena noticia, que aclara
el panorama y obliga a todos a retratarse en el valencianismo, debiendo optar
entre la fidelidad a los principios que representa Coalición Valenciana y la
traición a los mismos de la tercera vía de Choví, furibundo nacionalista al que
vimos retratado hace poco con Arturo Mas y otros dirigentes de CIU en las
pasadas elecciones catalanas. El nacionalismo valenciano, a través de sus
máximos representantes políticos de Unión Valenciana o Units per Valencia, se
ha quitado ya la última careta, entregándose al PP o al Bloc, y dejando sin
argumentos a los que pretendían hurtar su apoyo a Coalición Valenciana por no
ser suficientemente anti castellana.
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