Por Ricardo
García Moya
Las Provincias 5 de Enero de 1995
EI fraile Ildefonso de
Barcelona, en los años en que el genial
Mozart componía "Don Giovanni" (plagiando al valenciano Martín Soler), se dedicaba a recopilar
letras de canciones de cualquier origen y lengua peninsular. EI resultado se
conserva en la Biblioteca de Cataluña y constituye el batiburrillo catalogado
como "Manuscrito Ms 57. Libro
de Canciones de fray Ildefonso de Barcelona, capuchino, año 1777".
Los textos -anotados con el respeto del coleccionista de rarezas,
sin alteraciones lexicográficas- transmiten
la espontaneidad del lenguaje vivo. La mayoría, dada la procedencia del
copista, son catalanes y, en algún caso, tópicos y típicos (Así: "la saineta que tindrian las butifarras ab
substancia pussas angrexadas"). Otros, los menos, son castellanos
("La Ciudad de Valencia/tiene tal dicha/ que cuando amanece/ se hace de
día"). Pero lo interesante está en el folio 91 , donde aparece
diferenciada la lengua valenciana de fines del XVIII; período maldito, según
los inmersores, por la castellanización.
Nadie niega la contaminación castellana, pero también es cierto
que han utilizado este hecho como artimaña para eliminar ortografía y léxico
contrario a la ortodoxia del Omnium Cultural barcelonés, suprimiendo las
palabras creadas por el pueblo valenciano desde el siglo XVI al XX, salvo que
coincidan con el catalán normalitzat. ¡Ah!, y si son anteriores, Ias rechazan
por arcaicas.
Respecto a la jocosa letra valenciana del manuscrito Ms. 57, contiene frases como éstas: ..que me achude la burra de Balam y
també demane la del negret del Hospital, de la Lloncha el Engonari y de
Sen Martí el Cavall" (f.91 ).
Nótese que al transcribir textos
catalanes, Ildefonso utiliza la TX
vasco-catalana (p.e.,la canción del "gabatxo Pierre"); es decir, el capuchino respetaba la lengua valenciana,
sin mechar catalanismos: "Ya començe/ tinganme atenció que vá: En
una terra del Reyne /que el saberla
no es del cas / en lo creixent de la lluna/naixqué de pares honrats un chic..." (fol.91 ).
Hay que valorar que el léxico de las lenguas peninsulares
-exceptuando el vasco- tuvieron históricamente unas
trayectorias que asemejan cohetes borrachos entrecruzándose de uno a otro reino
y condado. En su arbitrario derrotero
gozaron de prestigio efímero en portugués, valenciano y castellano (únicos idiomas que tuvieron
Siglo de Oro en la península) y, entre brumas lingüísticas, algunas fueron
abandonadas; otras, que eran préstamo,
variando el significado semántico y adoptando mutaciones ortográficas,
adquirieron categoría de propias.
Políticamente, un culturicida podría normalizar las lenguas
valenciana, castellana y
gallega; pues rara es la palabra no utilizada en los tres reinos, aunque
no coetáneamente. Así, en el canto a la butifarra del Ms 57, el catalán "saineta"
(sainet, en valenciano), significa bocado suculento; no obra teatral cómica
como supondríamos ahora. Procedía del latín sagina "engorde" y,
posteriormente, recorrió todas las lenguas de la piel de toro, incluido el
antiguo portugués (sainete-sabor) . Es evidente que no existe
la forma perfecta de
un vocablo. Cada idioma, al
transgredir etimológicamente los orígenes, da lugar a su propia
personalidad lingüística.
Es curioso, pero
el régimen, con sus comisarios inmersores, reintroduce palabras castellanas arcaicas (que el catalán
conserva) como valenciano. Es el caso de "caserna", palabra que ahora nos venden como
"cultismo", cuando sólo es un arcaísmo del imperio español,
procedente del argot de los ingenieros militares castellanos. Subsistía como
topónimo en un pueblo valenciano, pero también en Cuenca.
Por sus idas y venidas semánticas y geográficas es paradigmática
la voz "charnego". Según
la Real Acadernia de la Lengua (última edición del DRAE, 1992), sólo
tendría la conocida
carga peyorativa hacia el castellano en Cataluña y sería de origen
catalán. Pero la
Academia, en su amoroso trato a Gimferrer, Martí de Riquer
y demás académicos catalanes, ha vuelto a decir medias verdades e, indirectamente,
hipervalorar al catalán.
La palabra "charnego",
cuyos antecedentes ya aparecen por Castilla
en el siglo XIII, tuvo la versión portuguesa "charneco"; francesa, "charnaigre"; occitana, "charnego"; y, en valenciano antiguo, "charniego". En ninguna de ellas se
hacía referencia burlesca al forastero, pues designaba a los grillos que cantan
de noche y a los perros especializados en la caza nocturna; ejemplares valiosos
por sus cualidades venatorias.
Los valencianos forales no asociaban el cánido charnego al
insulto; prueba de ello es el que San
Vicente Ferrer fue Ilamado lebrel
celestial. Cuando en 1600 llega la reliquia
de Sant Vicent a Valencia, los poetas
ensalzan su personalidad
y, en una quintilla del Dr. Bautista
Ferrer, se alude metafóricamente al santo como "Charnego" (Tárrega, F.: Relación de las fiestas. Valencia
1600, p.35). De igual modo, en redondillas de Jusepe Pérez, leemos que: "EI gran Can es San Vicente, soys un
perro muy perfecto"
(Relación, pp.268,290). En
consecuencia, fue en Cataluña donde "perro
charnego" se transformó en "castellano
charnego" o, más claramente: "perro castellano".
¡Ah!, y las fuerzas del eje avanzan. En libro prologado por la
catalana Victoria Camps -elegida en
1993 senadora del PSOE por Barcelona
- afirma que nuestra valenciana "Sor Isabel de Villena escribió en catalán una Vita Christi"
(Mujeres célebres. Madrid, 1994, p.457) ¡Qué indignación sentirían los
Villenas ante tal cúmulo de falsedades! Aún en 1656, Don Iván Francisco de Villena recordaba la "Vita Christi, que en Idioma Valenciano
escribió Isabel de Villena; que en la prosapia de los Villenas, hasta las
mujeres son sabias" (Villena, I.:
Cenotafio del Dr. Melchor Villena. Valencia, 1656, ff. 3.7). Sin
comentarios.
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