Autor: José Manuel Bou
Extraído de Internet
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El
reciente hundimiento de Unión Valenciana, que no se presenta a las próximas
elecciones, ha aclarado el, desde fuera, confuso panorama del valencianismo,
dejando a cada uno en su lugar. Gran parte de las discusiones en el seno del
valencianismo sobre el sexo de los ángeles se debían a una confusión
semántica de inicio. Cuando hablamos de valencianismo, no todos estamos
hablando de lo mismo, de ahí que no nos pongamos de acuerdo sobre si son
galgos o podencos, mientras los perros del catalanismo y la traición de la
clase política valenciana nos dan alcance y nos devoran, como en la fábula.
Por
valencianismo algunos entienden nacionalismo valenciano. Son nacionalistas
periféricos antiespañoles puros y duros, como los catalanes de CIU o los
vascos del PNV, de ahí que añadan estrellas secesionistas a la señera o le
cambien la letra al himno valenciano para decir: “tots baix els plecs de la
nostra senyera” en lugar de “per a ofrenar noves glories a Espanya”. Según
esta visión, todos los que no somos nacionalistas no tendríamos derecho a
formar parte del movimiento valencianista. Todos los que durante años hemos
estado defendiendo nuestra tierra y militando en Alternativa o Renovación
Universitaria, en Coalición Valenciana o en el Grup, en la Coordinadora o en
cualquiera de sus asociaciones y que hemos quemado nuestra juventud al
servicio de un ideal patriótico, seriamos unos infiltrados, unos usurpadores,
unos españolistas que taimadamente hemos ido a robar la bandera del
valencianismo a sus legítimos portadores. Esta interpretación es tan estúpida
que no merece mayores comentarios.
Otros
traducen valencianismo como anti-catalanismo. Si ambas interpretaciones son
en exceso reduccionistas, hay que admitir que la segunda tiene más visos de
verosimilitud histórica. En efecto, el valencianismo moderno, el que surge
tras la transición a la democracia, es un movimiento de reacción, de
respuesta ante la agresión catalanista. Son los abusos del pancatalanismo,
las imposiciones lingüísticas en la educación y los medios de comunicación,
el uso de la cuatribarrada o el término “país valencia”, como el sur “dels
països catalans”, en perjuicio de la Real Señera Coronada o la denominación
“Reino de Valencia” la que ha provocado las mayores muestras de pasión
valencianistas. No han sido contra el centralismo castellanista, sino contra
las ofensas catalanistas contra quienes el movimiento valencianista ha
conseguido movilizar a grandes masas de valencianos. Negar esto es querer
negar nuestra historia reciente, la que aun no hemos de buscar en los libros,
porque está fresca en nuestra memoria.
En mi
opinión el valencianismo es la consecuencia cívica de saberse y sentirse
valenciano. Cualquier valenciano bien nacido, hijo orgulloso de su tierra,
heredero digno del patrimonio lingüístico y cultural de sus antepasados, sea
de izquierdas o de derechas, valenciano o castellano parlante, no puede
permanecer impasible ante los abusos, ante la continua discriminación, ante la
apropiación por Cataluña de las muestras más llamativas de nuestra historia y
nuestra cultura. Eso es el valencianismo. Y para eso no es necesario ser
nacionalista. Es más, para eso es muy conveniente no ser nacionalista, porque
un nacionalista, alguien que no se siente español, no entiende bien lo que
significa ser valenciano. La esencia del Reino de Valencia es formar parte de
España, igual que la esencia de España es que formen parte de ella
territorios como el Reino de Valencia y otros de la Corona de Aragón. Si no,
no sería España. Podría ser Castilla, pero nunca España.
Gran parte
del error nacionalista se basa en la incapacidad intelectual para distinguir
la noción de nacionalismo de la de patriotismo. De este modo, y como cree el
ladrón que todos son de su condición, creen los nacionalistas que todo el
mundo lo es, y así acusan de nacionalista español a todo quien critique su
nacionalismo periférico.
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miércoles, 8 de febrero de 2012
LA NATURALEZA DEL VALENCIANISMO (I)
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