Transcripción Julián de Tamarite a 2 de febrero del 2012
Pero hagamos una
breve exposición del reinado de Jaime I, narrado por un historiador cuyo libro
hallé entre los despojos que un trapero manejaba. Es un libro que su antigüedad
se identifica en su confección, encuadernado a mano con hilos y pegamento y el
papel no menos bueno que el de estraza, muy en consonante con la época que
vivía España en el 1942, en plena Guerra Mundial con el país aislado de los
contendientes en liza. Su autor contaba entre otras publicaciones de las
biografías de Pilar Abarca, Fernando el Católico, Alfonso el Sabio, Goya, y 8
más que no detallaré en aras a la brevedad. Este autor bebe de las fuentes de
San Juan de la Peña y Muntaner, Zurita, Blancas, Marca, Mariana, Papón, P.
Huesca, Bonche, Miedes, Desclot, Boades y un largo etcétera, de los
vigorosos relieves del Libre dels Feits, que permiten casi captar y por tanto,
captar y fijar el carácter del Conquistador y de su obra. Asimismo, “La Crónica”
-escrita o no por el mismo- es la fuente más caudalosa de este reinado.[1]
Tal vez no venga a cuento
estas narraciones, que se escapan de las típicas de los textos clásicos de
Historia, pero para comprender, el clima en que se desarrollaban las
determinaciones a veces no comprendidas, es necesario meterse en su
época, en sus costumbres, que no tiene nada que ver con las actuales.
El Conquistador estaba orgulloso de su
origen, decía en su discurso en las Cortes de Barcelona, reunidas para discutir
la empresa de Baleares: “Ya sabéis, que nuestro nacimiento fue
por milagro de Dios; pues siendo así que nuestro padre andaba desviado de
nuestra madre, quiso el Señor que viniésemos al mundo y obró en nuestro
nacimiento grandes maravillas” .
Como su padre, conquistador y galante en el
primer matrimonio a los 13 años con casó con Leonor de Castilla,[2] que le dio un heredero Don Alfonso, al mismo
tiempo que tenía amoríos con Dª Elo que le dio un hijo bastardo Fernán Sánchez.
Se divorció de la de Castilla alegando lazos
familiares a pesar de haberle dado un heredero y se casó con Dª Violante de
Hungría que le dio 10 hijos (1243-1251), lo que no le impidió tener relaciones
con la de Antillón y la de Cabrera.
A los 44 años conoce a Doña Teresa Gil de Vidaure.
Doña Leonor y Doña Elo no cuentan; Doña Violante no existe y la de Antillón
Doña Blanca y la de Cabrera Doña Guillerma le hastían. No quiere mancebas.
Aborrece a las mujeres. Y es que en su pensamiento y en su corazón, sin que
haya espacio para más, se ha instalado un ángel.
Tiene esta deidad el pelo oscuro, la tez de nácar, los ojos de
azabache —unos ojos severos—
el perfil sobrio y una gracia que impone que avasalla.
“Es Doña Teresa Gil de Vidaure —Febrer— fue una dama
principalísima de Aragón con quien siguió una correspondencia ilícita bajo
palabra de casamiento que nunca llegó a cumplirse.” “Noble —según
Miedes--, prudente y hermosísima “
Al decir de Zurita: “Dueña muy principal por cuyo
consejo el Rey gobernaba gran parte de sus negocios”
Con ella tuvo 2 hijos: Jaime y Pedro.
Enfermando de un mal al parecer epidémico el Rey se aleja de ella o
quizás por los ardides de otra dama. Dª Berenguela Fernández, la de Molina.
Mujer hábil, gachona y de cuerpo goloso que avizorando, taimada las ventajas de
ser la última le iba echándole la lanzadera.
Amonestábale el Papa y advertíanle sus confesores. Pero el
optimista y jovial, no les hacía caso —Crónica—.
Y luego añadió, que si le prometíamos abstenernos de volverlo a cometer, nos
perdonaría.
Tenía a la sazón 52 años.
Muriósele Dñª Berenguela dejándole heredero de todos sus bienes con lo que
recuperó con creces lo que tan largamente le había donado con escándalo de la
Corte y confesores.
A sus 64 años tuvo fuerzas para conquistar a Dñª Sibila de Saga dama
principalísima.
Cierto que se confesaba y arrepentía pero su carne era tan
flaca —Soler y Palet— que incluso de
esta flaqueza y de la hermosura de sus queridas, sacaba argumentos para
convencer nada menos que a Papas y Obispos, de la racionalidad de su conducta.
Narramos todas estas peripecias de este conquistador de tierras y de
corazones, para entender sus testamentos, que varió, varias veces a lo
largo de su vida, para contentar a esposas que a sus hijos les diera
reinos y a las mancebas castillo, tenían en aquellos tiempos una mentalidad
patrimonial de los territorios conquistados, y en la Corte de Daroca ya
manifiesta sus deseos de repartir entre sus hijos el Reino Aragonés, manantial
profundo de discordias y de perturbaciones.
Hay que reconocer sin embargo que igual conducta y en el
mismo error incurrían los restantes reyes de las Monarquías españolas.
Notas:
Todas las noticias y la confección de la Historia de Aragón nos llegan a
través de – Crónicas – de las más variadas y a veces contradictorias. Cuando
llegue el momento, pasaremos por ellas empezando por la de Lucio Marineo
Sículo, la más antigua que he encontrado por el momento. (…) “y para esto puso altar y lugar de
sacrificio en la ribera de este río. Aquí mismo, y llamó la provincia Aragonia, que primero
Iberia se decía, de suerte que por el altar que en latín se llama ara y por los
juegos agones juntando dijeron Aragóndes pues de haber hecho los sacrificios
(…) muchos juegos de alegría; (…) juegos que los griegos llaman Aragonales; del
nombre de estos juegos llamó aquel río Aragonio, que primero se llamaba
Magrada. Esto bastará cuanto a la causa y razón del nombre porque fue llamado
Aragón".
[1] José Llampayas. Jaime I
el Conquistador. Biblioteca Nueva. C/Almagro 38 Madrid. Colección Españoles
Famosos.
[2] Le dio en arras la villa de Tamarite. Ricardo
del Arco. P. 133 Escudos heráldicos de ciudades y villas de Aragón.
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