Por Ricardo García Moya
Las Provincias 3 de Junio de
1997
En
el último número de la revista
"Escola catalana", un anuncio pagado por la Generalidad
de Pujol agradecía al
Congreso de Diputados que,
desde ahora, "podrán etiquetar en catalán productos tradicionales de
nuestra tierra, como l'allioli".
Oue sepamos, el ajoaceite es tradición valenciana, por lo que sobraba en el anuncio el posesivo
"nuestra".
Hace
más de un siglo y medio, en el sainete "L'agüelo PoIlastre”, de Chusep B. Baldoví (como él escribía su nombre) ya ofrecían en una taberna de Alfafar "all y oli, tenques, Ilises, Ileu en salse y Ilonganises” (p. 6).
Están sembrando confusión en todo. Así, un lector confrontaba
"abaecho y bacallat" (EI
Cabinista, 20-5-97) atribuyendo más pureza valenciana al primer vocablo,
siendo un error provocado por la consigna inmersora de que todo procede del
condado norteño. Nada más opuesto a la realidad. Esta palabra vino a España hacia el 1500, y por su origen
pelean los que se dedicaron a la pesca del sabroso teleósteo: rusos, vascos,
germanos y portugueses. Aparece en Portugal y Castilla con la variable bacallao (Enciso, 1519)
generando las variables conocidas: bacallá, bacallar y bacallat. Respecto al
valenciano abaejo o abaecho equivalía al abadejo
castellano, un dìminutivo de abad que no era insólito, pues otros peces fueron
Ilamados capellans.
Más conflictivo
es el aladroch,
sustantivo que todos suponíamos valenciano hasta que el Dr. Corominas dijo que
era "palabra esencialmente catalana"
(DCECH).
No
habria nada que objetar si la atribución
se fundamentara en documentos, pero el más antiguo que aporta
es el Diccionario de la Real Academia de 1884, en el que sólo consta
aladroque y como murcianismo.
Tanto
el lexicógrafo como el Institut d'Estudis Catalans no tuvieron en cuenta el
catálogo "dels peixos en Ilengua
valenciana", de Orellana (año 1802)
o el diccionario valenciano-castellano de Lamarca (año 1839), donde
también figuraba el nombre del pececillo.
Y
aquí convendría advertir a la vehemente Pilar
Rahola (la del cientificismo) que el Institut d'Estudis Catalans cuadra la teoría de la unidad
lingüística a cabezazos
mortológicos, pues recoge aladroch sin la ch final (norma del IEC) despreciando el catálogo de Orellana y el diccionario valenciano de
Escrig (1850), donde figuraba con
ch, y no como murcianismo.
Aladroch es el vocablo
valenciano equivalente al seitó
catalán o al castellano boquerón. EI
término deriva del árabe ázraq
(azul) y está documentado en la Edad Media: en 1456 las autoridades del Reino
de Valencia ordenan a un moro de Pedreguer
que abone la cantidad que debe al cordelero Andreu Ribes, el moroso se Ilamaba Aladroch (ARV, Bailia, 1151 ). Como es
sabido, plantas y animales originaron apellidos: Fenoll, Figuera, Moll, Sorell,
Corder, Bou, Blat y, en este caso, Aladroch.
Del
mar de Valencia a su huerta. En el Reino usamos las dicciones tomata y tomaca; pero, al coincidir
esta última con la catalana, los inmersores afirman que es la culta y -cerrando
vocal- pronuncian "tumaca"
como en Cataluña.
Quizá
ignoran que tomate, tomata y tomaca proceden del náhuatl tómatl, nombre
de la herbácea mejicana que
comenzó a cultivarse en España en el siglo XVII, cuatrocientos años más tarde
de la entrada de Jaime I, por lo que se incorporaron a la lengua valenciana
hacia el 1600, procedente de una lengua amerindia.
La
voz culta tomata -etimológicamente
fiel a tómatl- estaba extendida en
tiempo de Cavanilles y, posteriormente, la encontramos popularizada
en sainetes decimonónicos: "sofrechit
en tomata" (Llombart, Abelles, 1878, p. 42). Tan correcto es "pa en tomata" como "pa en
tomaca", y no supone catalanización, salvo que Racionero descubra que el
nahualt mejicano era dialecto de la lengua
del principado sin príncipe.
Nos
manipulan como quieren.
En
los diccionarios inmersores (que obligatoriamente usan nuestros hijos) figura platja como forma culta, con la tj de marras.
Pues
bien, esta palabra es tan dudosa de origen que lo mismo podría proceder del
latín tardío que del mozárabe; en ambos
casos, la citada T es un postizo
pedante y un pecado etimológico. En la misma Cataluña del siglo XV, en el
dietario de la Generalidad anotaron el 11 de agosto de 1468 que, al
estar "en guerra con
los valencianos', habían
capturado un navío con tejido de aquel Reino, trasladándolo a
la "plaia" de Barcelona.
De igual
modo, cuando Onofre Pou
escribe en Valencia su Thesaurus (año 1575) anota la forma "plaja”, igual que haría siglos después Fullana, sin la T.
Ahora
bien, si los valencianos siguiéramos el criterio de singularizar nuestro
idioma, adoptaríamos la variable "placha"
exclusiva de la lengua valenciana y documentada antes de 1707 en carta del
escribano del Palacio Real de Valencia: "lo dia 10 de agost, la armada
ancorá en la placha de la Vila de
Altea" (B. Univ. Valencia, Ms. 16). Pero estamos demasiado acomplejados para
adoptar lo verdaderamente nuestro.
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